
11. Recuerdos Entre Las Paredes
Era un día soleado en el parque, el tipo de día que parecía haber sido sacado de un catálogo de vacaciones. Las aves cantaban entre las ramas de los árboles, y el aire estaba impregnado del dulce aroma de las flores en plena floración.
Molly y Joe caminaban por el sendero, riendo y disfrutando de la calidez del sol en sus rostros. Ambos habían decidido darse un capricho y comprarse helados en una pequeña heladería del parque, un lugar famoso por sus sabores extravagantes y sus enormes porciones.
—¿Que sabor vas a elegir? —preguntó Joe, mirando el menú con una expresión de profunda concentración.
—No lo sé, tal vez algo clásico como fresa. —respondió Molly, con una sonrisa traviesa—. Aunque también estoy tentada por ese nuevo sabor de lavanda.
Él se burlo suavemente.
—¿Lavanda? ¿En serio? ¿Desde cuándo te gusta comer flores?
Ella le lanzo un pequeño puñetazo en el brazo, riendo.
—¡Es un sabor gourmet! Además, hay que probar nuevas cosas, ¿no?
Finalmente, ambos decidieron pedir sus helados: Molly optó por el de lavanda, y Joe por uno de chocolate intenso.
Se sentaron en un banco bajo la sombra de un gran roble, disfrutando de sus helados mientras charlaban sobre todo lo que les pasaba por su cabeza: el anhelo de irse del club y de la ciudad, el dinero que tenían acumulado y lo que faltaba, y otros caprichos que se podrían dar en un futuro.
—Recuerdo aquella vez que intentaste hacer una tarta y termino siendo un desastre total. —bromeó Joe, mientras se reía a carcajadas.
—¡Hey! No fue tan malo. —protestó Molly, aunque no pudo evitar sonreír al recordar aquel episodio—. Solo me olvide de ponerle azúcar. Fue más como un experimento culinario.
—Un experimento que nadie debería repetir. —replicó, aún riendo—. Pero al menos tus intentos siempre son entretenidos.
La conversación siguió fluyendo entre ellos, llena de bromas, risas y recuerdos del pasado que compartían. Era una conexión especial, una amistad que había crecido a lo largo de los años, llena de momentos compartidos y secretos susurrados.
Después de terminar sus helados, Molly mancho su dedo con el líquido que quedaba siempre al final y lo paso por la mejilla de Joe con una sonrisa divertida.
—¿Que...? —Joe no se espero aquello, y miro mal a Molly.
Ella solo sonrió inocentemente, y repitió el proceso manchando ahora su nariz. Joe al instante se echó hacia atrás, evitando que la siga manchando, pero en sus ojos se reflejo el brillo de desafío, que tomaba está travesura y que se la iba a devolver.
Molly sonrió y al instante se levantó, corriendo lejos de el. Él no pudo resistir la risa, y se levantó rápidamente para seguirla. Ambos comenzaron a correr por el sendero del parque, riendo y desafiándose el uno al otro.
La adolescente se sentía ligera, como si el mundo entero se desvaneciera a su alrededor mientras corrían. Su cabello castaño oscuro con ondulaciones se movían al compás del viento, y sus ojos marrones brillaban ante la luz del sol y la diversión que esto le provocaba.
Disfrutaba como niña pequeña, volviendo a su infancia, una infancia que echaba de menos y que muchas veces quería volver.
Se concentraba en no tropezar a las personas y niños, mientras escuchaba a Joe correr detrás de ella para intentar alcanzarla y obtener su venganza. Su sonrisa era radiante, brillaba igual que el sol, y algunos adultos no evitaban sonreír ante el juego de niños que tenían ambos.
Así se siente la libertad... correr sin ninguna barrera, correr sin rumbo mientras disfrutas de la sensación del viento y los rayos del sol acariciar la piel.
Así se sentirá cuando pueda escapar de las garras de Kowalsky.
Sin embargo, en medio de su carrera giro su cabeza para ver a qué distancia estaba su mejor amigo, y al ver al frente no se dio cuenta de que había una mujer desconocida justo delante de ella.
En un instante, sus pies tropezaron con los de la extraña y Molly cayó al suelo con un pequeño grito de sorpresa. Joe se detuvo en seco, preocupado.
—¡Molly! —gritó, mientras corría hacia ella.
La mujer a la había tropezado era alta, con una melena rubia que caía sobre su espalda. Su piel era pálida y tenía ojos azules que la observan intensamente, como si tratara de penetrar en su alma. Se agachó para ayudar a Molly a levantarse.
—Lo siento mucho. —dijo la mujer con una sonrisa amable—. No te vi venir.
Molly se incorporo lentamente, sintiéndose un poco avergonzada ante su tropezón. Se sacudió la tierra de los pantalones cortos, y le sonrió nerviosamente.
—No te preocupes, fue mi culpa. —respondió la castaña—. Estoy un poco distraída.
En ese momento llego Joe, con la respiración agitada y observando si Molly tenía alguna herida grave.
—¿Estás bien? —poso una mano sobre su hombro de forma suave.
Ella le sonrió y asintió.
—Si, estoy bien.
—Soy Leonora. —se presento la mujer, extendiendo su mano hacia Molly.
—Molly. —dijo al estrechar la mano de Leonora—. Y este es mi mejor amigo, Joe.
Joe sonrió y asintió su cabeza en modo de saludo.
—Encantado.
La rubia los miro con una sonrisa enigmática.
—Es un hermoso día para estar en el parque, ¿no creen?
Molly asintió, sintiendo una extraña sensación con Leonora, como si hubiera algo mas detrás de esa sonrisa amable. Sin embargo, no podía evitar sentirse un poco incomoda ante la intensidad de su mirada.
«Me recuerda al ojiazul.» No evito recordarlo ante aquellos ojos azules.
—Si... es perfecto para correr. —respondió, intentando romper el silencio que se había instalado entre ellos.
Leonora sonrió de lado, como si supiera algo que ellos no sabían.
—A veces las mejores cosas suceden cuando menos lo esperas.
La adolescente frunció el ceño ligeramente, sintiendo que había algo más en las palabras de ella. Sin embargo, antes de que pudiera preguntar más, Leonora se despidió con un gesto despreocupado.
—Fue un placer conocerlos. —dijo antes de girarse y continuar su camino por el sendero del parque.
Molly y Joe se quedaron mirando a Leonora alejarse, una sensación extraña creciendo en el aire entre ellos.
—Esa mujer era... interesante. —comentó Joe, rompiendo el silencio.
Ella asintió lentamente.
—Si... no sé por qué, pero me dio una sensación rara. Cómo si supiera algo sobre mi. Miraba extraño.
Joe frunció el ceño.
—Tal vez solo fue una coincidencia. A veces las personas tienen esa forma de ser.
Pero a pesar de todo, Molly no podía sacudirse la sensación inquietante que había dejado Leonora en su mente. Mientras caminaba nuevamente, si mente estaba llena de preguntas sin respuesta y una curiosidad inexplicable por aquella mujer desconocida que había cruzado su camino repentinamente.
«Tal vez solo este siendo paranoica.» Pensó, mientras miraba a su alrededor.
Sentía que tenía la mala costumbre de darle vuelta a todo como si fuese algo importante. Debía aprender a despreocuparse un poco, a pesar de que se le hacía difícil por su pasado.
A medida que se alejaban, Leonora los miro por encima del hombro con una sonrisa sutil en el rostro. Había algo planeado en su mente, algo que iba más allá de un simple encuentro fortuito en el parque.
Y aunque Molly no lo sabia aún, sus vidas estaban a punto de entrelazarse de maneras inesperadas y sorprendentes.
La mansión, imponente y silenciosa, se alzaba ante ellos como un recuerdo olvidado, un eco de risas infantiles y secretos compartidos. El sol se ocultaba tras las nubes grises, y la luz tenue que se filtraba a través de los árboles parecía teñir el aire de una melancolía palpable.
Naomi y Nolan Albrecht, hermanos de sangre pero distantes en sus corazones, se detuvieron en la entrada, sus pasos resonando en el empedrado como si quisieran romper el hechizo que envolvía aquel lugar.
Naomi observo la fachada lujosa y moderna, pareciendo como si aquellas paredes susurraran historias de un pasado que ya no les pertenecía. Era la gemela de Noah, y Nolan era el mayor de los dos.
Habían pasado años desde la última vez que habían estado allí, años llenos de ausencias y silencios. Su mirada se desvió hacia Nolan, quien permanecía a su lado con expresión impasible, sus ojos oscuros y profundos reflejando la misma indiferencia que ella sentía, o que al menos trataba de sentir.
Naomi era una figura que capturaba la atención de quienes se cruzaban en su camino. Con una altura de 1,76, su presencia era innegable. Su cuerpo era esbelto y tonificado, resultado de años de entrenamiento riguroso en las artes marciales y el combate cuerpo a cuerpo.
Su piel pálida contrastaba con la oscuridad de su cabello, que caía en suaves ondas hasta la mitad de su espalda. Las hebras negras brillaban con un brillo casi etéreo bajo la luz, y a menudo caían desordenadamente sobre su rostro, enmarcado sus rasgos suaves pero afilados.
Los ojos de Naomi eran su rasgo más cautivador. Un verde intenso, como el de un bosque profundo y misterioso, parecían observarlo todo con una mezcla de frialdad y neutralidad.
Había algo en su mirada que podía congelar a quienes osaban sostenerla por más tiempo del necesario; un destello de crueldad y determinación que dejaba claro que no había lugar para la debilidad en su mundo.
Sus cejas, finas y arqueadas, acentuaban la expresión fría y distante que solía llevar en su rostro. Era como si cada línea de su cara estuviera diseñada para mostrar una falta de interés hacia el resto del mundo.
Era considerada una de las mejores en el combate cuerpo a cuerpo en el mundo de la mafia, pocos se atrevían a desafiarla. Había ganado batallas no solo con su fuerza bruta, sino también con astucia e inteligencia. Cada enfrentamiento era un juego de estrategia para ella; cada oponente, un rompecabezas que debía resolver.
—¿Lista para esto? —pregunto Nolan, su voz ronca rompiendo el silencio entre ellos.
Ella se encogió de hombros, una respuesta vacía que no necesitaba palabras. No había nada que pudiera decir que capturara la mezcla de emociones que bullían en su interior. Era como si la mansión misma le recordara cada momento de su infancia, la despedida no deseada.
Con un gesto casi automático, Nolan empujó la puerta principal, revelando un vestíbulo amplio, totalmente limpio y ordenado. El aire estaba impregnado de un olor a madera y a lavanda, y las paredes estaban decoradas con cuadros de arte que habían sido comprados en subastas.
Ambos miraron el lugar ajenos, siendo el lugar familiar y desconocido al mismo tiempo.
—Bienvenidos. —la voz de Jude resonó, rompiendo la atmósfera tensa que los rodeaba.
La prima de ambos apareció en la entrada del salón, su rostro iluminado por una sonrisa amplia que contrastaba con la frialdad que envolvía a Naomi y a Nolan.
Jude siempre había sido una chispa en medio de la monotonía. Sin embargo, para Naomi, esa energía era abrumadora.
—Hola. —saludo la pelinegra con una voz monótona, apenas un murmullo. Su tono carecía de calidez y parecía despojado de cualquier emoción genuina.
A pesar de eso, Jude no dejo de sonreír.
—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos. —los vio a ambos, mientras sus manos se juntaban a la altura de su estómago, reprimiendo los nervios y la tensión
—Si, tienes razón. —respondió Nolan, con un tono frío pero amable, diferente al de su hermana.
—¿Quieren comer algo? La cocinera hizo pasticho, y está delicioso. —propuso, queriendo hablar con ellos un poco más.
—No, tengo cosas que hacer. —respondió Naomi, y se adentró en la mansión, sus pasos cada vez más alejándose.
Nolan miro a su hermana alejarse, con una mezcla de cansancio y resignación. Era consciente de que su hermana no era para nada sociable y amigable, además de que la notaba ansiosa por algo más.
Él era un hombre que no pasaba desapercibido. Con una altura de 1,95, su figura se destacaba en cualquier multitud.
Su cabello castaño claro caía de manera desordenada sobre su frente, con algunas hebras más largas que otras que parecían moverse al compás de su andar. Era un cabello que hablaba de despreocupación, de un hombre que no se preocupaba demasiado por los estándares estéticos, pero que, a pesar de ello, emanaba un aire de atractivo natural.
La barba que adornaba su rostro era otra de sus características distintivas. No era una barba densa ni descuidada; más bien, era una capa sutil de vello facial que había crecido en los últimos días, dándole un aspecto ligeramente rudo y varonil.
Su piel bronceada clara era el resultado de horas pasadas al aire libre, mayormente surfeando en la playa o mochilero. Su físico musculoso era el resultado de un régimen de entrenamiento disciplinado que combinaba fuerza y agilidad.
Era un experto en informática y hackeo, habilidades que había cultivado desde joven. Pasaba horas frente a pantallas brillantes, rodeado de cables y dispositivos electrónicos, creando nuevos prototipos tecnológicos que desafiaban la lógica convencional.
Su cerebro funcionaba a una velocidad vertiginosa; podía procesar información y resolver problemas complejos con una facilidad asombrosa. En el mundo oscuro de la mafia, donde la información era poder, Nolan había encontrado su nicho.
Su conocimiento en tecnología lo había convertido en un activo invaluable para la organización criminal a la que pertenecía. No solo diseñaba herramientas y dispositivos para facilitar operaciones clandestinas, sino que también se encargaba de proteger la información sensible que manejaban.
Era el guardián digital del grupo, un hacker maestro capaz de infiltrarse en sistemas enemigos o proteger los propios con una habilidad casi sobrenatural.
—¿Y como has estado? Me alegro de que nos hayamos reencontrado. —exclamó la pelirroja, acercándose a él con entusiasmo. Su emoción era contagiosa y llenaba el vacío que dejó Naomi.
Él se encogió de hombros, una respuesta evasiva que no invitaba a profundizar el tema. Sin embargo, no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa ante la energía inquebrantable de su prima.
—He estado bien. —respondió finalmente, manteniendo su tono educado y distante.
Jude continuo hablando, relatando anécdotas sobre la familia y los cambios que habían ocurrido en la mansión desde su última visita. Mientras ella hablaba, Nolan se permitió escucharla con atención, aunque su mente divagaba un poco en el propósito de su regreso a Chicago.
—Recuerdo cuando solíamos jugar en el jardín. —murmuró ella con nostalgia—. Siempre había risas y juegos... ¿te acuerdas de aquella vez que hicimos una búsqueda del tesoro?
Nolan asintió con una leve sonrisa en los labios.
—Si, era divertido. —respondió, mirando a su alrededor una vez más.
—Podríamos trabajar juntos en el laboratorio, avanzaría rápido con mi investigación con tu ayuda. —sonrió, esperando que diga que si.
Pero Nolan apenas le estaba prestando atención.
—Claro, te ayudo. —forzó una sonrisa, perdido en sus pensamientos de sospechas y teorías.
Mientras tanto, Daron se encontraba en la cochera de la mansión, un espacio amplio y ordenado que olía a aceite y metal. La luz del sol se filtraba a través de las ventanas, iluminando las herramientas esparcidas por el suelo y la camioneta que ocupaba el centro de la escena.
La camioneta estaba diseñada para soportar los rigores de las misiones que la mafia emprendía en la oscuridad de la noche. Daron, con su imponente figura, se movía con experiencia mientras trabajaba en el motor, sus músculos marcados brillando bajo la luz del bombillo.
Su cabello negro caía en mechones desordenados sobre su frente, y sus ojos azules, intensos como el océano, estaban fijos en la tarea que tenía entre manos. La camioneta era más que un simple vehículo; era una herramienta de poder, una extensión de su voluntad y su deseo de proteger a su familia y a su organización.
Mientras apretaba un tornillo, una ligera brisa entro por la cochera, trayendo consigo el aroma del exterior y un leve frescor que contrastaba con el calor del trabajo. Daron tomó un respiro profundo y encendió un cigarrillo, dejando que el humo se elevará lentamente hacia el techo.
Había algo casi ritual en ese momento: el olor del tabaco mezclándose con el de la gasolina y el metal caliente, como si cada inhalación lo conectará más profundamente con el mundo en el que vivía. Era un mundo peligroso, pero también emocionante, lleno de desafíos que lo mantenían alerta y enfocado.
Mientras se concentraba en su trabajo, la puerta de la cochera se abrió de golpe, interrumpiendo su momento de introspección. Naomi entro, sus ojos se posaron sobre su primo, reflejando un brillo travieso.
—¿Te encuentras aquí solo? —preguntó ella con una sonrisa juguetona, cruzando los brazos sobre su pecho mientras se apoyaba contra el marco de la puerta.
Daron levantó la vista, sus ojos azules encontrando los de ella. La observo con indiferencia, como si le diera igual su presencia, y siguió concentrado en lo que hacía.
—Siempre estoy solo cuando trabajo. —respondió con un tono neutro—. ¿Que haces aquí?
Naomi dio un paso hacia adelante, dejando que la puerta se cerrará detrás de ella. Se acercó a la camioneta, observando las mejoras que estaba realizando. Sus dedos acariciaron suavemente la pintura del vehículo.
—He vuelto. —anunció con un tono ligero—. Y parece que no has cambiado nada desde que me fui.
El ojiazul arqueo una ceja, sin dejarse por la ligereza de su tono. Era consciente de que su prima había estado lejos por un tiempo, involucrada en sus propios asuntos.
—¿Y que tal te fue? —preguntó finalmente.
—Oh, ya sabes... —hizo un gesto con la mano como si desestimara la importancia de su experiencia—. Lo típico: reuniones, tratos, entrenamiento... Pero nada se compara con estar aquí contigo. —susurro lo último, pero lo suficientemente audible para que él lo escuchará.
Era una broma ligera, pero había un trasfondo de verdad en sus palabras que lo hacía sentir algo tenso. La atracción de ella hacia él era palpable, aunque nunca lo habían discutido abiertamente. Eran primos, si, pero había momentos en los que Naomi se preguntaba si la sangre realmente importaba cuando los sentimientos eran tan intensos.
—Deberías centrarte más en tu vida, vas bien. —respondió Daron con frialdad, su voz sonando más dura de lo habitual.
Naomi se acercó un poco más, su mirada fija en él con una mezcla de desafío y ternura.
—¿Y tú? ¿Vas a seguir encerrado aquí trabajando en esa camioneta? ¿No hay nada más emocionante en tu vida? —bromeó ella, inclinándose ligeramente hacia el.
Daron soltó una risa baja y amarga. La idea de emoción era irónica para él, aunque su mente no evito darle el recuerdo de aquella adolescente de cabello castaño oscuro.
—Estoy aquí para asegurarme de que el Círculo este en perfecto funcionamiento. —la miro fijamente—. Hay cosas más importantes que las distracciones qué llamas "emocionante".
Naomi frunció el ceño levemente, captando la seriedad en su tono. Su primo no estaba simplemente hablando de mecánica; estaba hablando del peligro inminente que acechaba a su familia y a su organización.
Habían rumores sobre aquellos que habían provocado el incendio en la torre de la mafia, y él tenía la responsabilidad de encontrar a los culpables.
—¿Aun sigues pensando en eso? —pregunto ella suavemente—. No puedes cargar con todo el peso del mundo sobre tus hombros una vez más.
Daron sintió como una sombra pasaba por su rostro al escuchar las palabras. La misión era clara: encontrar a los culpables del incendio y de los asesinos que fueron a su laboratorio, y luego terminar con sus responsabilidades que tenía con el Círculo para así volver a su hogar junto con su hermana. No había espacio para emociones complicadas o distracciones.
—Es mi deber. —respondió con firmeza—. Y no me detendré.
Ella lo observo durante un momento prolongado, como si estuviera buscando algo más allá de las palabras que acababa de pronunciar. Su mirada era intensa, llena de comprensión y preocupación.
Sintió un tirón en su corazón, quería que se abriera a ella, que comparta sus temores y dudas, pero la barrera emocional que él había construido a lo largo de los años era difícil de romper.
—Esta bien. —murmuró finalmente, rompiendo el silencio—. Solo ten cuidado.
Las palabras resonaron en el aire entre ellos como un eco distante.
—No te preocupes por mi, solo concéntrate en ti misma y en lo que has venido a hacer aquí.
Tomó un trapo para limpiarse la grasa de las manos, y lo tiró a un lado.
—Te llame para que hagas una cacería. Quiero que tú te encargues de encontrar a aquellos bastardos junto con Nolan, es bueno rastreando, acabarán rápido con ellos. —se cruzó de brazos, pensando en sus siguientes palabras—. Lo haría yo, pero tengo muchas ocupaciones con el Círculo, y quiero terminarlo rápido, aunque me tienes que mantener al tanto, te apoyaré en aquella cacería.
Naomi asintió lentamente, sabiendo que no podía forzarle a abrirse ni cambiar su naturaleza seria e introspectiva. Sin embargo, anhelaba dentro de sí misma que regresará aquel niño que jugaba con ella antes del desastre, a aquel adolescente que se enamoro cuando lo vio regresar del peligro.
—Debo irme. —anunció, cerrando el capo de la camioneta—. Tengo asuntos que atender.
Lo vio con tristeza mientras admiraba como se alejaba. Había una chispa de frustración en sus ojos, deseando que la deje de tratar como si fuese una mafiosa más en este mundo.
—Daron. —lo llamo antes de que pudiera salir por la puerta—. Solo recuerda esto: estoy aquí para ti si alguna vez decides dejar caer esa pared.
Él se detuvo por un breve instante, y no evito reírse ligeramente ante aquellas palabras. La miro algo divertido.
—No necesito que seas mi psicóloga, Naomi. Ya te dije, concéntrate a lo que viniste. —dejo en claro, antes de salir del lugar sin mirar atrás.
Ella apretó sus puños ante la rabia y frustración que invadía su pecho y cada centímetro de sus nervios.
—Idiota... —susurro, pero a pesar de todos los insultos que podía decir sobre él, nada cambiaría lo que no puede mandar sobre su corazón.
Nadie podría cambiar lo que siente hacia su propio primo.
Evelyn Petrov caminaba con paso firme por el Puerto de Chicago, encargada de asegurarse de que los cargamentos que llegaron estén en perfectas condiciones y no haya trampas.
Tenía un vestido elegante color beige, con un ajuste ceñido que realza su figura, mostrando una silueta estilizada y moderna. Tenía mangas tres cuartos, con botones dorados en la parte inferior, cerca de los codos, y un escote cuadrado que permite que el cuello y las clavículas se vean de manera sutil, sin ser demasiado revelador.
En la cintura tenía un cinturón del mismo color que se ajustaba perfectamente a su figura. Tenía una hebilla dorada, junto con dos botones dorados decorativos a cada lado. La falda era corte lápiz, ceñida y ajustada, siguiendo las líneas del cuerpo hasta la altura de las rodillas. En la parte frontal de la falda tenía una pequeña abertura que añade un toque de dinamismo y sofisticación. Y unos tacones blancos.
A su espalda, cuatro guardaespaldas la seguían de cerca, sus miradas atentas escaneando el entorno en busca de cualquier amenaza. Eran hombres grandes, con rostros imposibles y cuerpos entrenados para la lucha.
—Quiero que revisen los informes de la última entrega. —ordenó, su voz firme pero con un matiz de ansiedad que no podía ocultar—. Y asegúrense de que los hombres de Klaus estén listos para la reunión del viernes.
Los guardaespaldas asintieron, tomando nota mentalmente de sus instrucciones mientras mantenían el ritmo detrás de ella. Evelyn siempre había sido una líder natural, pero a veces sentía que el legado familiar era una carga demasiado pesada para llevar.
Era la hija del jefe de la mafia Alemana, y aunque había nacido en este mundo, nunca había pedido ser parte de el.
—También quiero un informe de los cargamentos que llegarán a Alemania, con cada detalle correcto y explícito, no quiero...
De repente, una figura familiar apareció ante ella, interrumpiendo su camino. Era Elijah Petrov, su hermano menor. Con una leve sonrisa, Elijah levantó la mano para detener a los guardaespaldas.
—Déjanos solos. —ordenó, con un tono que no admitía discusión.
Los hombres se detuvieron, intercambiando miradas cautelosas antes de retroceder unos pasos, dejando a los hermanos en un espacio de privacidad. Evelyn sintió una oleada de alivio al ver a su hermano; siempre había sido su confidente y apoyo incondicional.
—Tienes que relajarte, estás muy tensa. —susurro él, acercándose un poco más.
Ella suspiró, intentando deshacerse de la ansiedad que la invadía.
—Lo sé, y lo intento. —respondió con sinceridad—. Pero los pensamientos se agolpan al mismo tiempo, y solo intento mantener todo en orden y perfecto.
Elijah la miro con comprendió, e hizo que abrazara su brazo para así volver a caminar a paso lento.
—Recuerda que somos un equipo. —dijo, tratando de infundirle confianza—. Si alguna vez sientes que no puedes manejarlo todo, solo dímelo. No quiero que mi hermana de repente explote y mamá me mate.
Su voz era suave, casi reconfortante, y Evelyn sintió como una pequeña sonrisa comenzaba a formarse en sus labios.
—¿Desde cuándo te has vuelto tan sabio? —bromeó ella.
Elijah se río, el sonido cálido resonando entre la brisa fresca del Puerto.
—Desde que me di cuenta de que tener una hermana como tú requiere mucha paciencia y astucia. —le guiño el ojo.
Ella no evito soltar una suave risa, resonando en el corazón de su hermano. Amaba verla así, relajada y riendo, algo que pocas veces ocurría por la presión del mundo en dónde vivían.
Mientras caminaban juntos, la conversación fluyó naturalmente hacia los entresijos de la mafia Alemana. Hablaron sobre las alianzas frágiles, las traiciones inminentes, sobre como cada movimiento debía ser calculado con precisión para evitar conflictos innecesarios.
Sin embargo, el ambiente ligero se volvió interrumpido cuando uno de los guardaespaldas se acercó con una carta en la mano. Era un gesto normal, pero Evelyn sintió un escalofrío al ver el sello de este.
—Esto es para ti. —dijo el guardaespaldas, entregándole la carta con una expresión seria.
Evelyn tomó la carta, y rompió el sello. Mientras leía las palabras escritas por su madre, su corazón se hundió lentamente en su pecho. La misiva hablaba de una visita inminente; su madre planeaba viajar a Chicago para visitarlos.
—Evelyn... —la voz de Elijah interrumpió sus pensamientos—. ¿Que dice?
Ella levantó la vista, sus ojos llenos de tensión.
—Dice que vendrá a visitarnos.
Él frunció el ceño, comprendiendo la gravedad de la situación. La madre de ambos era conocida por su carácter fuerte y su deseo de mantener las cosas bajo control. Una visita como está significaba que se acercaba una gran y seria discusión, donde no se sabría quien tendría el poder al final sobre las riendas de sus vidas.
Nota de la autora: Espero que los capítulos estén siendo de su agrado. Sé que hay cambios muy grandes, y por ahora no hay muchos momentos entre Molly y Daron, pero pronto los habrá y serán muy emocionantes y llenas de tensión. Estos cambios son con el propósito de centrarme más en la mafia y no dejarlo en segundo plano, este es un libro lleno de peligrosos, secretos, acción y, principalmente, de mafia, y quiero darle también un papel protagónico y que sea más realista. Crear un Daron donde sus comportamientos tenga razón y motivo, y que no haga cosas locas sin ningún motivo como antes lo hacía (un ejemplo, es que trataba a Molly de forma cruel y la insultaba sin ningún motivo, y no tenía sentido para odiarla de esa forma) como ven, Daron ha cambiado, siendo un hombre serio, reservado y respetuoso, donde no tomó a Molly apenas la vio, sino que la trató con el debido respeto que otros hombres no han hecho, haciendo el personaje diferente al entorno que ella conoce y así tenga motivos sus acercamientos y curiosidad hacia él, y claramente, la atracción.
Este mensaje es para los lectores que leyeron mi libro sin haberlo editado.
Y para los nuevos lectores, espero que les esté gustando el libro y sea de su agrado. Muchas gracias por el apoyo a todos y por esperar las actualizaciones, soy consciente de que me tardo un poco, pero intento escribirlo lo más rápido que puedo para que no pierdan el hilo y pueda avanzar y darle más historias emocionantes y entretenidas.
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