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Rojo Pasión

Miro embelesada las flores sobre mi mesita de noche, suspirando con emoción. Son rosas rojas, mis preferidas, y gozan de un aroma enternecedor. Sus pétalos tan vivos y frescos me inspiran felicidad, su tallo tan firme y elegante, fortaleza, y sus espinas tan punzantes, un dolor difícil de descifrar cada vez que mis dedos las rozan. Pero es inevitable, son tan hermosas que nos las puedo dejar de tocar.

Me levanto de la cama, posando mis pies sobre las baldosas del suelo. Están frías, pero la sensación no me desagrada en absoluto. En muchas ocasiones he tenido que caminar descalza por los callejones, sin ningún tipo de calzado, pisando los desperdicios que la gente ha desechado. Y eso, sin duda, es mucho peor.

Ahora todo es muy distinto. Ya no tengo que dormir bajos los puentes, ni pedir limosna a las personas que caminan por las calles, ni robar comida de los puestos ambulantes. Mi vida ha cambiado radicalmente; desde que ese chico llegó en mi ayuda, nada ha vuelto a ser deprimente.

Me dirijo hacia el espejo, mirándome a través de él. Mis azulados ojos son tan intensos como las aguas del mar, y mis cabellos tan rubios como el mismo oro en mineral. Unas ligeras pecas adornan mis mejillas, iluminando mi blanca tez, y una cadena hermosa rodea mi cuello con calidez.

Salgo de la habitación, caminando lentamente hasta llegar a la puerta de salida y encontrándome con el paisaje que tanto me anima. Es un jardín inmenso, verdoso, lleno de flores naturales que me encantan. Los árboles frutales también abundan, al igual que los pequeños insectos que buscan algo que comer, y el sonido de los pájaros cantando es una armoniosa melodía que puedo deleitar cada mañana antes de comer.

Me fascina, el nuevo ambiente en el que vivo me llena de alegría.

Me tumbo sobre el césped, mirando hacia el cielo. El sol es tan brillante que me hace sentir bien, y un aire puro y completamente limpio me indica el inicio del amanecer. No hay un solo ruido, no hay nadie, todo es mío sin posibilidad de que me lo arrebaten.

—Buenos días, Alice —me saluda una voz extremadamente dulce—. ¿Ya estás despierta?

Me levanto de golpe, quedándome sentada sobre las hierbas del suelo mientras mis ojos buscan los suyos.

—Sí, hace una hora que desperté —afirmo con entereza—. Me gusta mucho caminar por este jardín, sentir el aroma de las plantas y tomar las frutas de los árboles. —lo miro con timidez—. Muchas gracias por dejarme vivir contigo.

El chico sonríe con amabilidad, agachándose a mi altura.

—No tienes nada que agradecer, Alice —me dice en un susurro—. La casa y el jardín estarán siempre a tu disposición, así que puedes quedarte todo el tiempo que desees.

—Gracias —vuelvo a decir, sonriendo levemente—. Eres muy amable, de verdad te lo agradezco mucho.

El chico me mira con una especie de dulzura indescifrable, provocando que mis mejillas se sonrojen. Luego, sin previo aviso, acerca una de sus manos hasta mi cabello, acariciándolo con suavidad.

—Alice... —me dice con una voz tan apagada como triste— ¿De verdad no me recuerdas, realmente no sabes quién soy?

Bajo la mirada hasta el suelo, dejando que un suspiro profundo salga de mis labios. Esa pregunta era formulada todos los días, pero yo nunca encontraba palabras para responderla.

—No te preocupes, un día recordarás todo... —asegura, tornando una sonrisa algo amarga— Pero, mientras eso ocurre... ¿podrías llamarme por mi nombre?

Me quedo callada ante su pregunta, sin saber cómo responder.

—Por favor... —vuelve a mirarme con insistencia, con dolor—, llámame Nick. Hazlo como tantas veces lo hiciste antes de que tus recuerdos se desvaneciesen.

Dudo por unos instantes, nerviosa ante su mirada, pero finalmente asiento con la cabeza.

—Está bien... Nick.

—Gracias —dice con una amplia sonrisa, mostrando una blanca y perfecta dentadura antes de retirarse de mi campo de visión.

Suspiro, volviendo a bajar la mirada hacia el suelo. Ahora me encuentro sola, sin ese chico a mi alrededor, pero de igual forma me siento nerviosa. Llevo dos semanas viviendo junto a él, y a pesar de que me siento cómoda con su presencia, es inevitable que me inquiete cada vez que mis ojos lo ven.

Es algo muy extraño. Nick asegura que nos conocemos, que ambos tenemos una relación muy estrecha y que nos queremos con todo el corazón. Nunca me dice con exactitud cual es esa relación, ni me especifica por qué me quiere tanto, ni las razones por las que yo también lo hago... o lo hacía.

No lo recuerdo. Por más que observo a ese chico, no puedo imaginarme que meses antes yo lo quisiera, que fuésemos tan felices y tuviésemos una relación.

¿Seríamos novios?

Me levanto del suelo, sacudiendo mi blanco vestido para deshacerme de los restos de hierba que se han adherido a él. Me quedo inmóvil por unos instantes, mirando el bello panorama del jardín, y tras unos minutos comienzo a caminar hasta meterme en la casa.

Llego hasta mi habitación, sentándome sobre la cama de sábanas rosadas, pensando en todo lo ocurrido antes de mi llegada.

Cierro los ojos y hago memoria...

Estoy en medio de la carretera, dolorida por un fuerte golpe que un vehículo me ha propinado, confusa ante la multitud de gente que se acerca. Mis ojos se nublan, todo da vueltas, una especie de mareo hace que pierda la consciencia.

Me levanto en una cama de hospital, cohibida ante las miradas de médicos que no me dejan de observar, asustada ante los recuerdos que no puedo recordar. Me deprimo, me inquieto, no sé que hacer, después de ser dada de alta no tengo un sitio donde padecer.

Salgo a las calles, en busca de alguien conocido, pero no recuerdo ni siquiera el sitio donde vivo. Lloro por unos instantes, desesperada por no saber nada de mi vida, sobreviviendo varios días entre los callejones de las vías.

Creo que todo está perdido, pero entonces alguien se acerca. Es un chico joven, apuesto y bien arreglado, con unos ojos verdes tan hermosos como esmeraldas y con un cabello cobrizo que brilla ante los reflejos de la luna recién llegada.

Corre hasta mí, me abraza con fuerza y me dice que me quiere.

Luego me lleva hasta su casa y me resguarda para siempre...

Me siento frustrada ante esos recuerdos. Son los únicos que conservo, no tengo más, mi pasado es algo imposible de desvelar.

Nick es muy bueno conmigo, me consiente y llena de cariño todos los días, pero también me comprende y no me atosiga. Él sabe que yo no lo recuerdo, que no puedo estar completamente segura de sus buenas intenciones, que para mi mente es un total desconocido.

Sin embargo, a pesar de todo eso, en lo más profundo de mi corazón estoy segura de que es tan noble como aparenta.

Pero de igual forma mi cabeza no lo recuerda...

Me levanto de la cama, alzando mis manos hasta el jarrón lleno de rosas sobre mi mesita de noche. Las vuelvo a tocar. Aún están frescas, vivas y olorosas, logrando que una sonrisa se torne en mi rostro al recordar la forma en que fueron a parar a mis manos.

Fue la misma noche en que llegué a esta casa. Todo era muy confuso, me encontraba muy asustada y nerviosa ante la presencia Nick, y mis manos temblaban ante cada paso que daba. Él me dejó en mi nueva habitación por unos instantes, retirándose y volviendo tras unos minutos, trayendo entre sus manos el ramo de rosas rojas más hermoso del mundo.

Me sentí halagada ante su regalo. Él me aseguró que esas flores eran mis preferidas, y comprobé que tenía razón. En el mismo momento en que llegaron a mis manos, lo supe.

Su aroma tan intenso me llenó de alegría, de una especie de melancolía que casi me hizo llorar, de sensaciones tan indescifrables como bellas que erizaron cada uno de los poros de mi piel. En ese instante estuve segura, mi amor por las rosas era real.

Suspiro ante esos recuerdos, acariciado suavemente los pétalos de mi adorada flor. Me siento bien en este hogar, con ese chico tan cariñoso a mi lado, con la tranquilidad de que nadie me hará daño. Sin embargo, aún hay algo que me inquieta.

¿Podré hacer una nueva vida, recordar algún día?

***

Camino sonriente por el pequeño huerto del jardín, observando con dulzura las cosechas que acaban de florecer. Me agacho, alargando mi brazo para tocar algunas de las frutas ya maduras, pasando las yemas de mis dedos por ellas. Todo es hermoso, el panorama natural me llena de satisfacción y no tengo ningún reclamo en mi nuevo hogar. Es simplemente maravilloso.

Puedo observar que las plantaciones más abundantes son las de sandías, las cuales tienen una pinta irresistible. Creo que me gustan, tengo la sensación de que son mi fruta favorita. Es raro, pero estoy convencida de que así es.

—¿Eres feliz, Alice? —una voz aterciopelada me saca de mi abstracción, haciendo que me levante. Es Nick, que ahora se encuentra justo frente a mí, y que me observa con una ternura que me estremece.

—Sí, soy feliz —contesto con una sonrisa, mirándolo a los ojos—. Aún no recuerdo nada, pero estoy muy contenta contigo —hago una pausa, dudando un poco antes de continuar—. Pero... ¿puedo hacerte una pregunta?

El hermoso chico de ojos verdes parece inquietarse, pero finalmente asiente con la cabeza.

—Tú... —comienzo a decir, algo insegura— Tú y yo... ¿qué relación teníamos exactamente?

Nick se queda callado, abriendo la boca varias veces pero sin decir una sola palabra.

—¿Éramos... novios? —logro preguntar, mordiendo mi labio inferior a causa de mis nervios—. Siempre me tratas con mucha ternura, me tienes una paciencia infinita a pesar de que no te recuerdo, me cuidas y me dejas tu casa como si fuera la mía propia... ¿Éramos novios, verdad?

El chico suspira, tornando una expresión abatida. Ya habían pasado dos meses desde el día en que me recogió de la calle, desde que me prestó su hogar y me brindó su atención y su cariño. Sin embargo, nunca parecía atreverse a revelar la relación que nos unía.

Aunque, la verdad, a pesar de eso le tenía confianza. En todo este tiempo había logrado tomarle un inmenso aprecio, sonreírle y mirarle a los ojos con menos vergüenza, sentirme cómoda y segura ante su presencia. Nick era bueno, de eso estaba segura.

—Alice... nosotros... —comienza a decir de repente, logrando que todos mis sentidos se centren en él— Nosotros somos...

Lo aliento para continuar, pero no lo hace. Su mirada ha cambiado de dirección, su boca se ha abierto de par en par y su expresión se ha vuelto asustadiza. Es como si hubiese visto a un fantasma.

—¿Nick... qué ocurre? —pregunto con inquietud, girando todo mi cuerpo para tratar de encontrar eso que está mirando.

Me sobresalto al verla. Es una chica, muy bonita y arreglada, y nos observa desde el otro lado del jardín. Es extraño, pero de alguna forma siento que la conozco. No sé de dónde, ni de qué, pero estoy casi convencida de que es así.

Durante varios segundos nuestras miradas se cruzan, logrando que el tiempo se detenga y que todo a nuestro alrededor parezca irreal. Luego, tras unos instantes, la chica comienza a caminar, acercándose concretamente a mí.

—¡Alice, querida! —exclama sonriente, alzando sus brazos para sumirme en un abrazo—. ¿Estás bien? ¿Cómo te encuentras? ¡Te he echado tanto de menos!

Abro mucho los ojos, desconcertada ante su reacción. La chica me tiene agarrada efusivamente, sin parar de preguntarme cosas, otorgándome muestras de cariño que casi me hacen sudar.

—Perdón... ¿nos conocemos? —pregunto algo insegura, separándome lentamente de su abrazo.

La chica me observa extrañada, frunciendo los labios en señal de tristeza.

—Claro que nos conocemos, Alice —contesta—. Somos las mejores amigas, ¿acaso no me recuerdas?

La miro con detenimiento. Sus ojos son grises, perfilados y hermosos, dignos de toda una modelo. Su cabello es negro, largo y sedoso, con ligeras ondulaciones que la hacen mucho más atractiva. Es una chica hermosa, de eso no cabe la menor duda.

—Bueno, no te preocupes —me dice con una media sonrisa—. Ya estoy enterada de tu situación, Nick me lo contó todo —lo mira, guiñándole un ojo—. Pero te vas a recuperar, amiga, ya lo verás.

Me siento confusa durante varios segundos. La chica observa a Nick con demasiada complicidad, con gestos cariñosos, con miradas coquetas que deslumbran felicidad. ¿Por qué?

—Alice, amiga —me sobresalta de nuevo la chica—. ¿Al menos recordarás mi nombre, verdad?

Me quedo en silencio por unos instantes, negando finalmente con la cabeza.

—Soy Corina, y nos conocemos desde que íbamos a la guardería —contesta ella—. Ambas somos íntimas amigas, casi hermanas, y siempre nos hemos acompañado y contado todos nuestros secretos. ¿Ahora sí me recuerdas?

Frunzo el ceño, volviéndola a mirar con detenimiento. Sus grises ojos y su sonrisa son deslumbrantes, transmiten certeza y seguridad, pero de igual forma no la logro recordar.

—No, lo siento... —contesto con resignación— No te recuerdo.

La chica asiente, posando una de sus manos sobre mi hombro.

—Tranquila, amiga, pronto me recordarás —asegura con una sonrisa—. Lo harás.

***

Los rayos de sol que entran por la ventana me hacen despertar. Me froto los ojos, estirándome y buscando mis zapatillas bajo la cama. Suspiro, algo cansada. Apenas había dormido durante toda la noche, por alguna extraña razón me sentía nerviosa, inquieta e insegura por la visita del día anterior.

Por la visita de Corina.

Esa chica aseguraba ser mi amiga, y, aunque realmente yo no podía afirmarlo, había algo que me decía que la conocía.

Pero eso no era lo grave. La causa de mis nervios, la que me quitó el sueño, la que me hizo dar vueltas sobre la cama toda la noche... fue otra muy distinta.

Fue la complicidad de Corina ante Nick.

No entendía por qué, pero las continuas muestras de afecto que ella le mostró, me hirieron en lo más profundo de mi corazón. Me sentí desplazada, ansiosa, deprimida, impotente al no recordar a ese chico. Porque yo deseaba recordarlo, ahora quería hacerlo.

Salgo de la habitación, dirigiéndome hacia la salida de la casa. Los pasillos son silenciosos, todas las paredes están pintadas con colores claros y los jarrones con flores abundan en cada pequeño mueblecito.

Llego hasta el jardín. El cielo es tan azul como la tonalidad de mis ojos, los pájaros cantan alegremente y el aire es tan puro que es grato de respirar. Sonrío amargamente. Todo a mi alrededor es hermoso, lo único que necesito para ser feliz es recordar. ¿Por qué no puedo hacerlo?

Me doy la vuelta, queriendo volver a la casa para desayunar. Voy avanzar, tengo la intención de dar un primer paso... pero no puedo. Unos ojos tan verdes como esmeraldas me detienen, una mirada llena de dolor y desesperación me enternece.

—Nick... —digo en un susurro— Me asustaste...

—Alice, yo... yo... —el chico me observa abatido, cansado, con los ojos llorosos— Y-Yo...

—¿Qué ocurre? —pregunto alarmada—. ¿Por qué estás así...?

—¡Ya no puedo más! —exclama finalmente, logrando que unas lágrimas salgan de sus ojos—. Alice, ya no puedo ocultártelo más, nosotros somos...

—¡Nick, mi amor!

Me sobresalto al escuchar esa voz. Es cercana, y unos pasos la delatan cada vez más próxima a nosotros.

Palidezco al ver a esa persona, al observar que se abalanza hacia el hombre con el que vivo, al percatarme de que plasma un beso sobre sus labios.

—C-Corina... —susurro inconscientemente, abriendo los ojos como platos mientras observo una escena que sin querer me rompe el corazón.

La chica se despega de los labios de Nick, sonriendo con amplitud a la vez que se acerca a mí.

—¡Amiga, estás aquí! No me había dado cuenta... —asegura mientras acomoda sus negros cabellos hacia atrás— ¿Ocurre algo?

Me quedo callada, sin decir nada. Puedo observar que la expresión de Nick no es nada alegre, pero su inmovilidad ante la situación me asegura que no debe estar en desacuerdo con el acto de Corina.

—Alice, no me digas que no lo sabías... —continúa la chica, algo pensativa— ¿Acaso Nick no te contó sobre nuestra relación?

Lo observo con dolor, mordiendo mi labio inferior para retener un sollozo desde lo más profundo de mi alma.

—Nick y yo somos novios —asegura con una sonrisa—. Íbamos a casarnos antes de que sufrieses el accidente, tú ibas a ser nuestra dama de honor. Pero, bueno, ya que estás recuperada... —se acerca de nuevo a Nick, tomándolo del brazo— ¿Por qué no finalizamos los preparativos?

***

Me siento triste, sin ganas de nada, con los ánimos por los suelos y un dolor punzante que a cada minuto que pasa se hace más y más grande. Han pasado tres semanas desde la propuesta de Corina, desde que los planes de boda van hacia delante, desde que una inmensa angustia me llena de sentimientos poco agradables. Ya nada es igual, nada tiene el sentido de antes.

Suspiro con resignación, mirándome a través del espejo de mi habitación. Solo soy una chica recogida de la calle, una que ha tenido la suerte de ser encontrada por un buen hombre que le ha brindado su casa, y que le ha prestado su ayuda desinteresada. Eso nada más.

Ahora él se va a casar con la chica de sus sueños, con la que parece ser mi mejor amiga desde hace años, con la que será feliz el resto de su vida. ¿Acaso hay algo de malo en eso?

Observo las rosas sobre mi mesita de noche, tratando de desviar mis tormentosos pensamientos. Son nuevas, frescas y olorosas, iguales a las del primer día. Nick siempre las cambia cuando se marchitan, y las arregla para que se vean hermosas, por eso nunca me faltan.

Y cómo quisiera que fuese él quien nunca me faltase...

—Alice, ¿puedo pasar?

Me sobresalto al escuchar esa voz. Es la de Nick, estoy convencida, y parece encontrarse tras la puerta.

—Claro, pasa... —contesto con una voz llena de pesar, levantándome de la cama donde me encuentro sentada.

El chico de hermosos ojos verdes entra, caminando lentamente hasta donde me encuentro, deteniéndose justo frente a mí.

—Alice, yo quiero decirte que...

—Gracias por todo —sonrío forzadamente—. Sé que debo irme de aquí, no te preocupes. Escuché a Corina hace días, cuando te comentó que era tiempo de que yo me retirase del hogar. Y lo entiendo, ella va a ser tu esposa y no sería correcto que yo me quedase aquí.

—No, Alice, yo...

—Tranquilo, Nick —lo interrumpo, haciéndole una señal con la mano—. De todas formas, algún día me tenía que ir. Pero, de verdad, muchísimas gracias todo lo que hiciste por mí, nunca tendré como pagarte.

—Alice... —susurra con un hilo de voz, alzando una de sus manos temblorosas hasta mi cabello— Alice, yo...

Me estremezco ante ese contacto, toda mi piel se eriza y mi corazón comienza a latir con fuerza.

—Voy a preparar mis maletas... —digo con rapidez, evadiendo ese contacto que tanto me duele— Bueno, en realidad no tengo muchas cosas, así que será rápido... —una lágrima resbala por mi mejilla, muerdo mi labio inferior para tratar de calmarme— Creo que será fácil encontrar un lugar donde vivir, quizás puedo encontrar un trabajo y...

Pero no puedo continuar. Nick se abalanza sobre mí, alza sus manos hasta mi nuca... y me besa desesperadamente.

—No, Alice, no te irás a ningún lugar... —susurra entre lágrimas, aún muy cerca de mis labios— No dejaré que lo hagas, jamás te separarán nuevamente de mí...

Lloro ante esas palabras, ante el suceso tan irreal que acabo de vivir. No entiendo nada, no puedo hacerlo, pero de forma inevitable me dejo llevar por la situación.

Me dejo llevar por el nuevo beso que me hace llenar de pasión...

***

El sonido de la marcha nupcial acapara toda la iglesia, el murmullo de los invitados ansiosos acalora el lugar, los aplausos y risas nerviosas culminan con lo poco que queda de tranquilidad.

Todos los asientos están decorados por flores blancas, cintas rosadas y lazos hermosos. El suelo está cubierto por una alfombra de seda, muchos pétalos son lanzados sobre ella y la armonía parece ser algo seguro en el lugar. Todo es absolutamente hermoso muy a mi pesar.

Trato de sonreír, de retener las lágrimas de mis ojos que amenazan con salir. Hoy es el día. Mi querido Nick se casa con Corina, es un hecho imposible de reprimir.

Las últimas semanas habían sido un auténtico martirio, un tormento donde mi alma nunca estuvo tranquila ni sosegada. Desde que Nick me besó ese día, nada pudo ser igual. Sentir sus labios sobre los míos fue una experiencia inolvidable, pasional, tierna y estremecedora. Ese beso me gustó, me fascinó, me llenó de un aura de felicidad que jamás iba a poder olvidar. Era muy extraño; de alguna forma sentí que esos labios ya los había probado, que muchas veces los había degustado y que me habían llenado de esa misma lujuria que sentí en esos momentos. Pero no podía ser. Él era novio de Corina desde hace años, y yo solo era una chica a la cual quiso proteger.

Bajo la mirada, observando el elegante atuendo que cubre mi cuerpo. Es un vestido largo, de color rojo, con muchas piedras brillantes que lo hacen tan llamativo como hermoso. Corina me lo ha regalado. Yo me besé semanas antes con su prometido, me sumí en un acto pasional del que pude haber escapado si hubiese querido, le robé unos minutos que ella debió haber disfrutado... Traicioné la amistad que sin duda me había brindado.

Abro mucho los ojos al ver que Nick entra a la iglesia, que camina a paso seguro sobre la alfombra hasta llegar al altar. Está hermoso, tanto como no lo había visto en estos meses. Su traje negro es impecable, y una corbata verde hace juego con sus hermosos ojos, logrando convertirse en el centro de atención.

Por unos instantes siento que me observa, que su mirada penetra la mía con inquietud y desesperación, que sus labios tiemblan al mirar los míos y recordar nuestro beso lleno de pasión.

Lo miro por unos segundos, me quedo totalmente embelesada, pero al poco tiempo la novia aparece y todo vuelve a la realidad que me espanta.

Corina está entrando, camina lentamente sobre la alfombra y esboza una sonrisa de felicidad en su boca. Todos los invitados la observan. Es hermosa, como una muñeca de porcelana, como la chica más feliz del mundo ante la dicha que le espera en breves minutos.

Su vestido es blanco, largo hasta los pies, precioso a más no poder. Lleva sus negros cabellos recogidos en un moño, con varios tirabuzones que cuelgan hasta su cuello, con joyas primorosas que se iluminan a cada paso que da.

Ha llegado. Corina ha llegado hasta el altar, hasta el mismo punto donde se encuentra Nick, y ha tomado sus manos en señal de que pronto sus vidas se unirán sin opción de arrepentir.

Una lágrima resbala por mi rostro, pero la limpio rápidamente con el puño de mi mano. Tengo que ser fuerte, comprensiva, volver a mis cabales. Nick no es nada mío, nunca lo fue.

Ese beso que nos dimos no tuvo ningún significado por más que yo se lo quiera ver...

Me sobresalto al escuchar las palabras del cura, que tras un leve discurso comienza a dirigirse a los novios. De nuevo quiero llorar, pero me aguanto. Solo queda esperar a que se acabe este mal momento, luego desapareceré para siempre de la vida del hombre que se convirtió en mi tormento.

Un tormento amado que jamás podré olvidar...

—Corina —comienza a decir el cura—, ¿aceptas a Nick como esposo, para amarlo, respetarlo, y cuidarlo todos los días de tu vida hasta que la muerte os separe?

—Sí, acepto —asiente la radiante chica, sonriente al mirar a su futuro esposo.

—Nick —prosigue el cura—, ¿aceptas a Corina como esposa, para amarla, respetarla, y cuidarla todos los días de tu vida hasta que la muerte os separe?

Nick se queda callado ante la pregunta, logrando que el murmullo preocupado de los invitados absuelva por completo el lugar.

Alzo la mirada, observándolo con inquietud. Parece triste, indeciso, trastornado por alguna causa que no puedo adivinar.

—Nick —vuelve a decir el cura, carraspeando para hacer callar a toda la multitud—, ¿aceptas a Corina como esposa, para amarla, respetarla, y cuidarla todos los días de tu vida hasta que la muerte os separe?

De nuevo se queda callado, completamente inmóvil. Veo que Corina lo observa con furia, que lo mata con la mirada, que se envuelve en un ataque de nervios ante el silencio del que espera que se convierta en su esposo y no lo hace por el momento.

—Nick... —comienza a decir nuevamente el cura— ¿Aceptas a...?

—Quiero perderme en tus besos, acariciar tu cabello todos los días, observar tus azules ojos cada mañana al despertar... —me sobresalto ante esas palabras, abriendo los ojos de par en par— Quiero oler tu perfume, llevarte rosas cada día, observar tu sonrisa que me hace deslumbrar... —me siento palidecer, me agarro a uno de los bancos para no caer— Te necesito a mi lado cada segundo de mi vida, eres mi adoración, desde que te conocí todo ha sido un sueño de amor... Te quiero, te amo con todo mi ser, por eso tengo una proposición que hacer... —mis ojos se llenan de lágrimas, mi corazón late con fuerza, todo mi cuerpo tiembla— Tú, mi querida novia... —me mira, gira la cabeza para observarme con una expresión que me mata— ¿Quieres convertirte en mi esposa para siempre?

Palidezco al escuchar todo ese discurso, al encontrar una y otra vez sus ojos sobre los míos, al percatarme de que unos recuerdos comienzan a poblar mi mente.

Siento que mi cuerpo se debilita, que todo da vueltas a mi alrededor, que un balde de agua fría cae sobre mi cabeza. Lo recuerdo, ahora recuerdo absolutamente todo...

Miro a Nick con los ojos llenos de lágrimas, con un peso inmenso en mi alma, con una incertidumbre y confusión que poco a poco me mata. No lo entiendo, todo me parece absurdo, estoy dentro de una mentira que lentamente me está carcomiendo sin dejarme respirar un segundo.

Él me sigue mirando, clavando sus ojos en los míos, haciendo que el dolor sea cada vez más grande. Cierro los ojos por unos instantes, abriéndolos al momento, observando que el panorama ha cambiado ahora por completo. Los invitados están inquietos, murmurando palabras entre ellos, señalando al hombre del altar que se encuentra quieto en estos momentos.

Observo a Corina, llenándome de una profunda rabia. Ella se encuentra junto a Nick, junto a ese hombre que debería ser mío, y lo mira con una especie de odio que no logro entender.

Todo es demasiado ambiguo, nada parece razonable, esto es una pesadilla de la que quiero salir cuanto antes.

Los murmullos de la gente son cada vez más patentes, las caras de asombro no dejan de surgir, los reclamos comienzan a ser el principal tema de hablar en esta boda sin fin.

—Señor sacerdote... —dice Nick de repente, captando la atención de todos— Siento mucho hacerle perder su tiempo... Sobre esta boda... Yo... Acepto.

Llevo las manos hasta mi boca al escuchar esas palabras, mirándolo con horror. No entiendo nada, cada vez lo hago menos. Todo el discurso anterior fue dedicado a mí, todos lo saben muy bien pero la boda sigue su porvenir.

—Muy bien —asiente el cura—. Entonces, sin más dilación, los declaro marido y mujer.

Y tras un beso que Corina plasma sobre los labios de mi amado, siento que todo se ha derrumbado...

***

Me encuentro en el jardín de la casa, alejada de todos los invitados mientras mis lágrimas resbalan sin cesar. La fiesta es celebrada por todos con alegría, con ilusión y alivio ante las últimas palabras de Nick. Él ha aceptado, está casado con Corina y muy lejos de mí.

Camino sobre el césped lleno de flores, esquivando a la multitud de gente que no para de sonreír, mirando desde lejos a la pareja de novios que baila ante una música romántica.

Me acerco lentamente a ellos, observándolos con sufrimiento. Corina sonríe con felicidad, abrazando efusivamente a su nuevo esposo, cerrando los ojos al verme mientras una expresión de victoria se dibuja en su rostro. Nick no parece nada feliz. Sus verdes ojos están aguados, su boca torcida en disgusto, su expresión completamente abatida y desesperada ante el agarre de la chica con la que está bailando.

Cada vez siento más rabia, un dolor más intenso. Él debería ser mío pero ahora es por completo ajeno. ¿Qué significa esto?

Los continúo observando, acercándome aún más. Mi rojo vestido se pinta de verde con las hierbas, es pisado por los tacones de otras mujeres, manchado ante los refrescos que los niños hacen caer accidentalmente. Pero no me importa, ya no quiero este vestido que Corina me regaló como un alma benevolente.

Llego hasta ellos, observándolos con una terrible decepción. Me quedo por unos segundos sin hacer nada, inmóvil ante tanta falsedad, dolida por la situación que es imposible de asimilar.

La mirada de Corina se cruza con la mía de repente, la tensión me hace temblar, un gesto suyo de repugnancia me hace reaccionar.

Voy, avanzo rápidamente hasta ella y la empujo, dejándola tirada en el suelo.

—¡Qué haces! —grita la chica mientras trata de incorporarse, fulminándome con la mirada.

—¿Qué significa esto? —pregunto con gran dolor, mirándola a ella y a Nick consecutivamente—. ¿Qué es todo esto? ¡¿Qué es toda esta farsa?!

Corina se sobresalta por unos instantes, pero su furia es mucho mayor y no parece asustarse. Nick, por el contrario, me observa con una gran angustia que me llena de incertidumbre, que me confunde aún más y que me retuerce por dentro al recordar mis últimos meses a su lado.

—Recuperé la memoria... —mascullo entre dientes, dejando que innumerables lágrimas resbales por mi rostro— ¡Recuerdo absolutamente todo!

Corina abre los ojos de par en par, Nick tiembla con más intensidad. Ambos me observan con horror ante mis palabras llenas de pesar.

—Alice... —susurra Nick con una voz débil y frágil— Alice, y-yo...

—¿Qué recuerdas? —lo interrumpe Corina—. ¡¿Qué Alice, qué?! Ya sé que debes estar furiosa porque no vas a tener esta casa como tu hogar, que no vas a poder hablar con tus queridas flores cada mañana, que no dormirás en una cama tan mullida ni comerás exquisiteces cada día, pero, ¿qué más querías? Solo fuiste una recogida para Nick, solo...

—¡He dicho que recuerdo todo! —grito con brusquedad, mirándola con rencor—. Tú, Corina, claro que eres mi amiga desde la infancia... ¡Creí que lo eras! —respiro antes de continuar, suspirando con pesar—. ¿Cómo te has atrevido a engañarme, cómo me has hecho creer que tú eras la novia de Nick? —comienzo a llorar con más intensidad, pero no me detengo—. Éramos como hermanas, nos queríamos con el corazón... ¿cómo pudiste hacerme esto?

Corina hace ademán de querer defenderse, pero enseguida la detengo.

—Aprovechaste que perdí la memoria para engañarme... —vuelvo a decir, llena de dolor— ¡Eres una hipócrita, la peor de las amigas, una...!

—¡Cállate! —me detiene ella, paralizándome por completo—. ¡Sí, lo hice! ¡¿Y qué?!

Me quedo inmóvil, observando sus grises ojos llenos de amargura que echan chispas sin cesar.

—Me tenías cansada, Alice... —continúa diciendo— Siempre fuiste la mejor estudiante, la más popular y bonita... ¡Lo tenías todo!

Abro mucho los ojos ante sus palabras, aún sin poderlas creer.

—Corina... —susurro, aterrada ante su reacción cada vez más salvaje— No entiendo...

—¡Cállate! —vuelve a gritar con furia—. Siempre me aguanté, cerré los ojos ante tus logros, te sonreí en tus más favorables festejos —hace una pausa, acercándose más a mí—. Luego, cuando perdiste la memoria, vi la oportunidad de mi vida... ¡No la podía desaprovechar!

Respiro profundamente, tratando de no ahogarme por la falta de aire que comienza a escasear en mis pulmones.

—No lo entiendo... —susurro entre lágrimas, esta vez mirando a Nick— Yo iba a casarme contigo, yo era tu prometida... —aseguro mientras miro sus verdes ojos que también lloran— Corina me traicionó, pero tú... No entiendo... Tú...

—¿No lo entiendes? —salta Corina antes de que Nick pueda responder—. ¿Acaso no entiendes que él me prefirió a mí antes que a...?

—¡Basta, Corina! —grita entonces Nick, observándola con una furia desesperada—. ¡Se acabaron las mentiras, se acabó todo!

Corina parece cohibirse por primera vez, alarmarse ante esas palabras.

—Todo esto ha sido una cruel mentira, Alice, es verdad... —comienza a decirme mientras me mira con dolor— Pero no tuve otra opción, ¡lo hice para salvarte!

Frunzo el ceño, totalmente confundida, temblando con intensidad ante el ambiente tan aterrador y lleno de confesiones que estoy viviendo. Siento que esto es una pesadilla, una que me está matando lentamente, que me hiere con cada descubrimiento que palabras llenas de angustia me desvelan.

—Todo fue por la maldad de Corina, ella es la causante de nuestra separación, ella...

—¡Cállate, desgraciado, cállate! —grita la chica de ojos grises, totalmente fuera de sus cabales—. ¡Juraste que callarías, que lo harías por el bien de tu noviecita!

Cada vez siento más miedo, más confusión, todo parece absurdo a mi alrededor.

—Pero se acabó, Corina, ¿entiendes? —vuelve a asegurar Nick, también alterado por la situación—. ¡Se acabó! —camina hacia mí, busca mi mirada con desesperación y rompe a llorar—. Perdóname, mi vida, perdóname por favor... —muerdo mi labio inferior, tratando de evitar un sollozo de dolor— No sabes cuánto he sufrido todos estos meses, el esfuerzo tan grande que he hecho para no revelarte la verdad...

—N-Nick... —susurro con voz quebradiza, temblando ante su expresión llena de angustia y al mismo tiempo ternura— T-Tú... T-Tú...

—Te amo, te he amado siempre y jamás dejaré de hacerlo... —asegura en un sollozo ahogado— Eres mi vida, mi adoración, la mujer con la que quiero pasar el resto de mis días... —alza una de sus manos hasta mi mejilla, acariciándola suavemente— Mi querida Alice, ya no tienes nada que temer, jamás dejaré que nadie nos separe... Nunca, nunca...

Lloro con más intensidad ante esas palabras, quiero lanzarme hasta sus brazos, pero una risa malévola me aterra demasiado.

—¡Bravo, bravo! —exclama Corina con diversión, mirándonos a ambos—. ¡Qué bonita historia de amor, qué alegría!

—Ya está bien, Corina... —la detiene Nick con una mirada de advertencia— ¡Déjanos en paz de una vez!

La chica continúa riéndose de nosotros, aplaudiendo con las manos en forma de burla.

—A ver, mi querido Nick... —comienza a decir mientras camina de un lado para otro— ¿Acaso ya no te importa la vida de tu amada Alice, es por eso que me estás desafiando?

De nuevo me lleno de miedo. Corina parece descontrolada, es muy distinta a aquella chica de hace meses y tengo la sensación de que es capaz de cualquier cosa.

—No le harás nada... —masculla Nick, que me agarra con fuerza de la mano— ¡Nunca dejaré que le hagas daño!

Corina ríe de nuevo, mostrando una dentadura tan reluciente como afilada.

—¿Ah, sí? —ironiza la chica—. ¿Y cómo la vas a proteger? —se acerca más hacia nosotros,  observándonos con un profundo rencor—. Dime, mi hermoso Nick... ¿Cómo impedirás que la mate?

El corazón se me encoge al escuchar esas palabras, todo mi cuerpo comienza a temblar y un sudor frío recorre mi frente.

—¿Matar...? —pregunto en un susurro, congelada por el miedo.

—Sí, queridísima amiga —responde ella con toda la normalidad del mundo—. Matarte.

Trago saliva con dificultad, mirando la expresión también asustada de Nick.

—Verás, querida Alice... —continúa con una voz llena de alegría— ¿Recuerdas esa historia que te contaba todas las noches, cuando éramos pequeñas?

Niego con la cabeza, aturdida por la situación.

—Claro que te acuerdas, bonita —asegura con un tono emotivo, sin dejar de sonreír—. Te contaba que mis padres, esos que nunca conociste porque siempre estaban viajando, tenían amistades en el círculo de la mafia. Siempre pensaste que era un juego mío, una mentira... pero no era así.

La miro con inquietud, con cierta incredulidad.

—¿Qué? ¿No me crees? —pregunta, frunciendo el ceño—. Mira, compruébalo tú misma.

Corina levanta su blanco vestido, dejando al descubierto sus piernas, mostrando un aparato negro que rodea la parte inferior de una de ellas.

—¿Qué tal? —dice mientras aprieta un botón de dicho aparato—. A ver, querida, ¿por qué no miras a tu alrededor?

Me quedo inmóvil por unos instantes, sin saber cómo reaccionar. Luego, haciendo un gran esfuerzo, comienzo a rodar los ojos por todo el jardín, tratando de vislumbrar aquello que Corina me quiere enseñar.

—P-Pero... ¿q-qué es todo esto? —logro preguntar con apenas un hilo de voz, observando la decena de hombres armados que nos rodean desde cada rincón.

—¿Ahora me crees? —sonríe la chica de ojos grises—. ¿Ves que no te miento, Alice?

Comienzo a respirar aceleradamente, volviendo a mirar a mi alrededor para percatarme de que todo es verdadero. Los hombres de negro y armados con pistolas son reales, sus miradas al acecho también, y su complicidad con Corina mucho más.

—Déjanos, Corina, te lo ruego... —comienza a decir Nick, que me agarra fuertemente con su mano— No le hagas daño a Alice, ella siempre fue tu amiga, ¡jamás te hizo nada malo!

—¿Nada malo? —pregunta con ofensa—. ¿Ser una niña rica, y tener todos los lujos mientras que yo no tenía nada, no es nada malo?

—Corina... —digo en un susurro, tratando de calmarla.

—Siempre tuviste todo —comienza a recriminarme—. Una mansión enorme, unos padres millonarios, unos elegantes vestidos con los que derretías a cualquier hombre —sonríe amargamente, alzando mucho las cejas—. ¿Y yo? ¿Qué tuve yo? —pregunta, aún más alterada—. Yo era una chica pobre, de clase normal, aislada de las demás niñas por no pertenecer a la misma clase social —cierra los puños con fuerza, tomando aire antes de continuar—. Entonces tú llegaste como mi amiga, entregándome las migajas que te sobraban, haciéndote la buena y solidaria mientras que no sabías el sufrimiento por el que pasaba. Tú, Alice... nunca me comprendiste de verdad.

Me lleno de lágrimas ante sus palabras tan acusadoras, colmándome de un miedo aún más profundo.

—Corina, tú siempre fuiste mi amiga... —aseguro en un susurro, aún demasiado confusa por la situación— Fuiste como la hermana que nunca tuve, siempre te respeté y te tuve un aprecio inmenso que...

—Cállate, por favor —me interrumpe, esta vez con mucha más calma—. Estoy harta del mismo cuento, querida. Quizás es cierto que llegaste a tomarme ese aprecio que dices, pero de igual forma no te perdono. Aunque, ¿sabes qué? Por ese cariño sincero que en alguna ocasión de mi vida te tuve, y por esas cosas que aunque usadas me regalaste... te voy a perdonar la vida.

Trago saliva, mirando a Nick que se encuentra a mi lado, observando nuevamente a Corina que extrañamente parece mucho más tranquila.

—Chicos, pueden retirarse —comunica, alzando una de sus manos hacia arriba y logrando que todos los hombres armados comiencen a desaparecer.

—Corina... —susurro con cierta confusión—... Eso significa que...

—¿Que no te voy a matar? —pregunta—. Claro, querida, eso mismo significa.

Dudo por unos instantes, pero al ver el jardín completamente vacío suspiro de alivio.

—Querida Alice... —se acerca más a mí— Supongo que pensarás que todo esto ha sido una verdadera traición de mi parte, ¿verdad?

Agarro con aún más fuerza la mano de Nick, algo asustada ante la cercanía de la chica.

—Tranquila, amiga —continúa diciendo—. ¿Sabes? En realidad tus palabras donde me recordaste todo lo que hiciste por mí, me han hecho volver a la realidad —la miro con extrañeza, frunciendo el ceño—. Sí, Alice... Sé que me he portado mal contigo, que aproveché tu convalecencia para quedarme con tu prometido... y que me acabo de casar con él —hace una pequeña pausa, pasando su mano por mi cabello—. Pero, las personas pueden recapacitar, ¿verdad? —trago saliva, asintiendo levemente—. Sois libres, chicos —dice finalmente, sorprendiéndome—. En unos días comenzaré a tramitar el divorcio, desapareceré de vuestras vidas para siempre y podréis ser felices como tantas veces soñasteis. ¿Qué te parece, Alice?

Me quedo completamente inmóvil, sin saber qué decir. Las últimas horas han sido una pesadilla, un huracán devastador que me estaba destrozando por dentro, y sin embargo ahora todo está tan calmado que no lo puedo creer.

—Por favor, Alice, perdóname —suplica Corina mientras agarra mi mano libre—. Me he vuelto loca, lo reconozco, pero te aseguro que quiero hacer las paces contigo.

Miro a Nick, que también parece muy asombrado, y asiento con la cabeza en forma de aceptación.

—¡Gracias, Alice! —sonríe Corina, soltando finalmente mi mano—. Eres una amiga de verdad, ahora estoy convencida de que siempre lo fuiste.

La chica me mira con ternura, con esa misma de años atrás, y comienza a desaparecer de nuestro campo de visión.

Observo todo a nuestro alrededor, aún sin poder creerlo, percatándome de que efectivamente la pesadilla se ha acabado.

El jardín está completamente vacío, únicamente quedamos mi amado y yo...

—Nick... —susurro, suspirando de alivio mientras me aferro a sus brazos con efusividad.

—Alice, mi vida... —me dice con el tono más cariñoso del mundo, mirándome fijamente—... Somos libres, al fin lo somos... Ya nada nos separará nunca, ya nada nos hará daño, podremos formar esa familia que siempre soñamos...

Sonrío con alegría, posando mi cabeza sobre su hombro. Todo es felicidad en estos momentos, sentir el contacto de su piel me llena de satisfacción, ahora todo a nuestro alrededor no es otra cosa que amor.

Cierro los ojos, abrazándolo con más fuerza, impregnándome de su aroma que me llena por completa. Nada más existe a nuestro alrededor, solo nosotros dos, pero de un momento a otro escuchamos una voz que nos hace despertar de nuestro idilio de pasión.

—¡Alice, Nick!

Ambos nos separamos de nuestro abrazo, abriendo los ojos con sorpresa y confusión al volver a verla. Es Corina, que está caminando hacia nosotros, y que lleva dos frutas grandes y redondas entre sus brazos.

—¿Corina? —se alerta Nick, que la mira con extrañeza—. ¿Qué haces aquí de nuevo? ¿Y por qué llevas esas...?

—¿Sandías? —afirma ella, que se detiene a unos metros de nosotros—. Son tuyas, las he cogido de tu huerto.

Nick y yo nos miramos, sin saber qué decir, confundidos ante las reacciones tan extrañas de la chica.

—Verás, Alice... —se dirige ahora a mí— Estoy segura de que tú y tu amado Nick, tienen la esperanza de ser felices para siempre. También sé que hace unos minutos os dejado libres, que os he asegurado no volver a molestarlos. Pero... —camina unos pasos, deteniéndose muy cerca de nosotros—... ¿Que ocurre si te digo que todo eso, es una completa mentira?

Siento un frío terrible por todo mi cuerpo al oír esas palabras, al observar la expresión trastornada de Corina.

—¿Qué quieres decir? —pregunta Nick, que se pone a la defensiva—. Estamos cansados de tus burlas, Corina, déjanos descansar en paz de una vez.

—¿Descansar en paz? —dice la chica mientras comienza a reír con ganas—. Por supuesto que os voy a dejar descansar en paz.

La observo con miedo, con gran inquietud y reserva.

—Corina, no entiendo... —susurro, tragando saliva con dificultad— ¿Qué...?

Pero no puedo decir nada más. No cuando Corina suelta una de las sandías sobre el suelo, agarrando la otra con más seguridad, alzándola hacia arriba.

—¡Despídete de tu novio, Alice! —exclama mientras coge impulso con la fruta hacia atrás—. ¡Despídete de tu amor para siempre!

Siento que todos mis sentidos se apagan, que un dolor inmenso recorre mi alma, que las espinas de las rosas ya no dañan en comparación con el dolor de ahora.

Nick está en el suelo, tumbado entre las hierbas, sin vida por la fruta que ha golpeado su cabeza.

Cierro los ojos, llorando con desesperación, tratando de reanimarlo sin ninguna respuesta a mi favor.

Me desvanezco, queriendo morir con él, deseando desaparecer del mundo donde ya no lo veré.

Arranco una rosa del suelo, clavándola en mi corazón, deleitando por última vez su perfume y recordando todas las veces que él me la regaló.

Mi vida se acabó. Muero con la rosa de la pasión...

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