Capítulo 6: Aliado y enemigos.
Sin saber nada y sin tiempo para preguntar estoy corriendo detrás de una persona que no conozco. Nos siguen cinco hombres con las gafas de tiro y máscara de gas. Uno de ellos al parecer ha logrado alcanzar su arma, pero tarda bastante en decidir si apuntarnos o no.
Por los disparos anteriores, sé que son armas de electrochoque. Si nos alcanza su disparo no va a matarnos, pero vamos a retorcernos de dolor por un rato y a paralizarnos.
El chico me hace detenerme. Apunta su dedo índice hacia quienes nos siguen justo a tiempo para que la bala y descarga del hombre quede incrustada en un pedazo de ladrillo que el joven hace flotar desde una de las paredes.
Sus ojos... brillan en carmesí.
—¿Eres nueva por aquí? —Su pregunta me deja con la boca abierta—. Lo menciono porque no te había visto. Quiero decir, hasta ayer, no te había visto.
—¿En serio?, ¿comenzaremos una conversación amistosa a mitad de una persecución?
—¿Tienes algo mejor en mente? —Esta vez hace volar un contenedor de basura hacia los hombres—. Porque si lo tienes, te escucho.
Para nuestra mala fortuna mi habilidad se ha ido de vacaciones y no sé cuándo decida cansarse de la playa y volver a su trabajo. Me impresiona que incluso estando lejos cause problemas.
—¿Quiénes son esos hombres?
—En serio, dime: ¿de dónde eres? —Reúne escombros con una fuerza invisible y los hace estallar, creando una cortina de humo.
El chico de pecas en el rostro tira de mi muñeca una vez más. Continuamos con nuestra persecución.
—No es posible que no te hayas encontrado antes con Imperio —habla lanzándome una mirada por sobre su hombro derecho—. La tienes también, puedo sentirlo. La tienes, ¿no?
—¿El qué?
—Una habilidad.
Algo en mi interior se calienta cuando termino de procesar su frase. En los años en los que he estado lidiando con mi problema jamás creí estar cerca de contarle a alguien al respecto. Que un completo desconocido me pregunte sobre eso con tanta libertad le da cierto sentimiento de normalidad, algo que no he tenido en años.
—Sí, la tengo.
—Entonces estamos del mismo lado. —Hace un gesto con la cabeza en dirección a los hombres que nos siguen—. Ellos son los malos. Por eso corremos.
Quiero soltar un comentario sarcástico a eso último, pero decido que es más importante ahorrar oxígeno.
—Soy Nira, por cierto... ¿Co-como te llamas? —Jadeo.
—¡Eso no importa ahora!
—¡Fuiste tú el que comenzó una conversación en el momento menos indicado!
—Cierto, pero...-
Intenta decirme algo, aunque sus ojos se van al final del pasillo y por la expresión que pone me hace saber que los problemas están a punto de aumentar. De alguna forma se siente como si nuestros pasos tomaran más velocidad, más premura por llegar a un lugar que desconozco pero que es seguro.
El cuerpo entero me arde con la adrenalina. La voz molesta de mi cabeza me susurra que el peligro sigue detrás de mí y que no deje de correr, porque si lo hago, algo muy malo va a pasarme.
—Escúchame —dice, esta vez, entre jadeos—. A delante, en el callejón... el camino se parte en dos. Tú irás por la derecha, así te quitarás a esos bastardos de encima.
Ahora me siento más como un peso muerto, pero no me siento lista para irme y menos sabiendo que eso significa dejarlo solo contra aquellos sujetos, en esta complicada situación que no termino de entender.
—Cuando salga de esto te buscaré para ponerte a salvo, lo prometo.
¿Cómo es que un desconocido me está prometiendo algo como eso? Y, ¿por qué me sentí tan aliviada al escucharlo? La sensación de seguridad que se instala en mi pecho es la misma que cuando Vlad promete dejarme la porción más grande del postre: sé ciegamente que esa promesa se va a cumplir.
—Estamos cansándonos. Mi habilidad se ha debilitado después de tanta pelea y estos malditos no nos dan tregua. No podemos seguir así, Nira. Nos atraparán.
—¿¡Qué hay de ti!?
—Ya veré cómo quitármelos de encima, pero créeme, me quieren a mí. —El cansancio ya es palpable en su tono de voz—. ¡Vete, yo los distraigo!
Lo último lo dice en medio de un grito airado. Escuchar el esfuerzo en su voz me aterra, porque eso podría ser señal de que las cosas no van a terminar bien para ninguno de los dos.
Me deja con un "espera" en la punta de la lengua, me empuja hacia donde el callejón se parte y me obligo a no aminorar el paso para no terminar con la mandíbula chocando contra el suelo.
En ese momento lo siento, ese algo que me indica que puedo desaparecer. Es como si fuera un músculo que puedo tensionar a voluntad, siempre dormido, del que no soy consciente a plenitud hasta que lo pongo en uso. Otra vez puedo usar mi habilidad. Y así lo hago.
Me detengo contra una de las paredes del callejón, justo a tiempo para ver a dos hombres de negro y llenos de arena atrapada en la ropa entrar en el mismo espacio. Contengo la respiración cuando ambos se detienen, a pocos pasos de donde estoy.
—¿A dónde se fue? —pregunta el primero al otro.
Es difícil escucharlo con claridad debido a las ostentosas máscaras de gas.
—La hemos perdido —declara su acompañante—. Vámonos de aquí.
—¡No! —El primero apunta a la continuación del callejón—. Si seguimos podríamos encontrarla más adelante.
—¿Te diste cuenta de lo que ese chico hacía? Ya es difícil lidiar con uno de ellos, si se reúnen como ovejas será imposible. —Niega con la cabeza su compañero—. Olvídalo, no sabemos de qué sea capaz la chica que salió de la nada. No podemos arriesgarnos.
—¿Y si pone en alerta al resto?
—Más para nosotros, cuando los superemos en número, por ahora es peligroso seguir adelante. ¡Vámonos antes de que llegue el lobo Vánagandr*!
Ambos dan media vuelta, pero uno de lanza una última mirada antes de doblar la esquina.
Espero hasta que sus pasos dejan de resonar. Suelto el aire y jadeo con desesperación una vez que el eco se hace distante.
Me llevo una mano al pecho, aunque la retiro al notar que no ayuda con mi dificultad para respirar. No estoy hecha para ser un héroe de acción.
Aunque mis piernas me ruegan por un descanso —bien merecido—, las obligo a moverse. Continuando el callejón sin dejar de dar miradas hacia atrás sólo para confirmar que nadie viene detrás de mí.
Me siento mal en cuanto comienzo a caminar en una dirección para alejarme más, no he podido darle las gracias al chico, aunque solo me haya guiado por un callejón, él literalmente paró una bala que iba hacia nosotros.
La pesadez de mis extremidades me hace avanzar con lentitud entre la multitud.
Trato de que mi respiración agitada se controle conforme me dirijo hacia casa. El pulso de mi corazón me hace pensar que nunca lo había sentido golpear contra mis costillas de la forma en la que lo hace.
—Tiene que haberlo logrado —trato de convencerme de ello.
¿De verdad acabo de correr por mi vida? Se sintió como si el dejar que esos hombres nos atraparan fuera a tener terribles consecuencias. Así que sigo deseando que el desconocido haya podido salir ileso.
_ _ _ _
*Vánagandr:
Según algunos artículos que leí, su pronunciación correcta es "Vánagan" sin pronunciar la "dr" del final. Aunque algunos otros difieren en esto, diciendo que se debe pronunciar "Vánagand", únicamente excluyendo la "r".
Sin embargo, dejo a la comodidad del lector el cómo quiera pronunciar el nombre. En lo personal me gusta más la segunda opción.
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