Capítulo 29: Resonando
Caigo al suelo con un ruido seco. Me quedo tirada, procesando en qué me equivoqué. El calor del sol que ha golpeado el suelo antes que yo se filtra en mi espalda. Suspiro rendida.
Como Eins lo ordenó, Cinco es mi instructor de defensa. Desde la mañana, hasta la hora del almuerzo. El peliblanco ha sido estricto y exigente. No me da un respiro una vez que las sesiones de entrenamiento empiezan.
—¿Piensas quedarte ahí hasta que anochezca? —La blanquecina cabeza de Cinco entra en mi campo de visión—. Inténtalo de nuevo.
Él me ayuda a ponerme de pie. Me sacude el polvo de la espalda con un par de palmadas. Estoy acostumbrada al desgaste físico, pero no al mental; al cansancio mental de un Ascendido.
No espero discursos de motivación por parte de Cinco, de hecho, no parece ser muy bueno con las palabras. Tiene una extraña forma de comunicarse, lo que creí que era un acento, en realidad parece una falta de costumbre al habla. Es extraño, me parece que pronuncia cada palabra con lentitud como si no estuviera seguro de si está pronunciando correctamente.
Trato de tomarlo en serio, pero me parece lindo cada vez que entrecierra los ojos cuando dice tres o cuatro palabras largas al hilo.
—¿Cómo lo hiciste? —jadeo—. Estoy segura de que tenía mi habilidad activada.
—Sigues haciendo ruido al caminar. Tu cuerpo aún no se acostumbra a pelear y activar tu habilidad a la vez. —Se encoge de hombros en un gesto despreocupado—. Inténtalo de nuevo. Desde lo que te enseñé.
Reprimo la queja que se construye en la base de mi garganta.
Se refiere a la intimidación previa a una pelea; activar mi habilidad con lentitud. Cinco, insistió en que la creciente esencia que sueltas al ir activando poco a poco tu habilidad intimida más que activarla de golpe, como yo lo he hecho desde que ascendí.
Sigo viendo eso de la esencia como las marcas que dejan los perros para delimitar su territorio, pero cada vez que lo digo, Cinco no tiene pena para darme una palmada en la parte posterior de mi cabeza y soltar lo que creo que es un insulto por lo bajo.
Una dolorosa punzada en las sienes me marea, la reconozco como cansancio por el uso sin descanso de mi habilidad. Aún no me acostumbro a usar mis técnicas de defensa personal, junto al uso de mi habilidad. Mi cuerpo y mente se sienten saturados al hacer ambas cosas.
—Eres buena en la pelea cuerpo a cuerpo, pero si no puedes controlar tú habilidad y a la vez pelear, ni una ni otra te sirve. —Se toma un momento para ordenar sus ideas—. Distribuye el peso de manera uniforme para que tus pies no suenen con fuerza al tocar el suelo. —Se lleva una mano a la parte trasera de su blanca cabellera.
Casi es como si le hubiera dado dolor de cabeza el tener que decir tantas cosa.
—Genial —me quejo—. Tener activada la habilidad, mirar por donde camino, distribuir mi peso y pensar en una estrategia para atacar... ¿algo más?
Sus ojos negros se encuentran con míos. El brillo juvenil en su mirada me hace pensar que está limitando la cantidad de tareas que va soltando. No sé si lo hace por consideración a mi o por su aparente impedimento al habla.
—Regula tu respiración —suelta con lentitud—. Relájate físicamente, mantente alerta mentalmente. Los Ascendidos no necesitamos preparar los músculos antes de usarlos. Jamás sufrirás un desgarre.
—¿Por qué suena a algo que diría Nueve?
Pongo los ojos en blanco un segundo mientras dibujo en mi mente ese gesto de "ya deberías saberlo" que hace después de soltar datos de ese tipo.
—Porque él me lo dijo. Seven y Nueve son los mejores vigilando y pasando desapercibidos. Eins insistió en que hablara con ellos antes. —Su entrecejo se arruga—. Nueve aconsejó que te enseñara sigilo. Y así aprovechar el... potencial de tu habilidad. —Suspira.
Me sorprende oír lo de Kellan. Drei intentó consultarlo con él, miró al de la bata con ojos indiferentes y se alejó. Creí que no quería ayudar porque no le interesaba. Creo que solo es parte de sus cambios de humor.
—No te preocupes. Tu habilidad, evolucionará —dice con tono amable.
Sigo a Cinco hasta la sombra de los árboles. Él recarga su espalda contra el tronco de un enorme pino y yo me siento en las raíces del mismo.
—¿También tuviste que entrenar así con tu habilidad?
—No, no. Mi habilidad crea vibraciones de distintas magnitudes. Si me emociono no tengo control de la energía que uso. —Se rasca la cicatriz debajo de su ojo—. Así que, mi habilidad es captada por los servicios sismológicos.
—Entonces, ¿cómo entrenaste? —Me siento mal por hacerlo hablar tanto, pero la curiosidad es poderosa, peligrosa y hasta adictiva.
—En Tártaro. Es un lugar especial, está hecho para usar nuestras habilidades sin ser detectados.
—¿Existe un lugar así?
—Robaron los planos que Imperio hizo cuando construyeron el suyo, así que hay uno en Anhelm.
—Siento que Imperio es un agujero negro del que no paran de salir cosas. —Suspiro.
—Pasé la mayor parte de mi vida con ellos, y nunca han dejado de revelarse cosas. —Niega con la cabeza—. Lo que te dijo Nueve es cierto; ellos no son lo que dicen ser. Dirán que quieren ayudarte para que seas una persona normal, pero es mentira.
—¿El Tártaro donde entrenaste es el de-...? —Él asiente antes de que termine la pregunta.
De pronto recae en mi como balde de agua fría la vez que vi por primera vez sus cicatrices. Se veía como un guerrero, como quien ha pasado por muchas peleas. Jamás me pasó por la mente que esas heridas viejas pudieran haber sido hechas antes de su vida en el refugio.
—¿Cómo era estar con ellos? —murmuro.
Se queda en silencio el suficiente tiempo como para que crea que no va a decir nada. Pero la forma en la que entrecierra los ojos me hace saber que se está preparando para hablar.
—A veces solo estaba quieto en una habitación, otras, hacían estudios o me inyectaban cosas. Parecían tener una rutina estricta, cada día algo que hacer.
Soy consciente de que no debería hacerle preguntas sobre algo que no me concierne, pero él no parece necesitar que le pregunte al respecto, continúa hablando con naturalidad.
—En ocasiones, te llevan a otros lugares para que hagas tareas específicas. Venden tu habilidad sin preguntarte o preocuparse por tu cansancio. —Suspira, indignado—. ¿Sabías que si te excedes usando tu habilidad, tu cabello se torna blanco? —dice, tirando de un mechón de su peculiar cabellera.
—¿Por eso el tuyo es así?
Asiente con firmeza.
—Siempre he tenido curiosidad sobre esa cortina larga en la parte posterior —me sincero.
Se inclina levantando los mechones largos. En la base de su nuca hay una inscripción tatuada.
—Nunca tuve un nombre, y prefiero que usen el número.
—SP#05 —recito.
Mi mente no necesita que se lo ordene dos veces, encuentra el significado de las siglas; Sujeto de prueba, Número 5. ¿Cuántas personas más habrán compartido el mismo destino? Números en una tabla, eso somos para Imperio. Cifras, ratas de laboratorio, material.
Mis ojos se mueven de manera inevitable a los surcos en la piel expuesta de sus brazos. No solo hay cortes. Múltiples cicatrices en forma de asterisco. Parecen picaduras de insectos que cicatrizaron mal. Y son muchas, demasiadas. Manchan la palidez de su piel.
—¿Qué edad...? —Sello los labios. No defino si es miedo o respeto lo que me detiene.
—Desde que tengo memoria, hasta hace unos dos meses —contesta con simpleza, entendiendo la pregunta que no hice—. Estaba en proceso de reubicación por esta zona cuando Nueve y Seven dieron conmigo.
Ahora sospecho que es el origen de su poca costumbre para hablar. No creo que dentro de ese infierno pudiera conversar con regularidad.
Aparece un cosquilleo en mi pecho al imaginar a Kellan junto a Seven haciendo algo como eso. El rubio no parece del tipo de persona que se interese por otra, al menos no con buenas intenciones. Me remuevo en mi lugar.
—No parece algo que pudieran hacer, ¿verdad? —Ríe por lo bajo—. Pero sí, ellos me ayudaron. —Su mano izquierda acaricia una cicatrice visible—. A Impero no le importa lo que sientes, si no lo que puedes hacer. Ellos te usan, si pierdes esa utilidad te desechan y buscan al siguiente. Por eso jamás imaginé que saldría de ahí, y una parte de mi sabía que si lo hacía... no lo haría con vida.
Él me regala una sonrisa unos minutos después. Algo en mi pecho se hunde, de pronto soy yo la que se ve incapaz de hablar.
—Lo primero que hicimos al salir, fue ir a comer. —La sonrisa en su rostro crece al doble—. Ellos me compraron una hamburguesa de tocino. Jamás había pensado que algo podría saber así de bien. Ese fue el inicio de un apetito que no puedo controlar.
Sólo puedo regalarle una media sonrisa.
—¿Cómo va el entrenamiento? —la pregunta pertenece a Kellan, quien se acerca a paso relajado hacia nosotros.
Cinco se aclara la garganta, mostrándose algo tímido. Kellan le ofrece la botella de agua que trae consigo y Cinco la toma sin protestas.
—No logro controlar mi habilidad y defenderme al mismo tiempo —confieso cruzando los brazos—. Creo que no está hecha para las peleas.
—Todas las habilidades están hechas para las peleas, Nira. —Me ofrece la otra botella y la tomo agradeciendo con un asentimiento—. Tenemos que averiguar cómo emplear la tuya, es todo. El almuerzo está listo. Ve, yo me hago cargo del resto —dice lo último mirando a Cinco.
La sonrisa que explota en el rostro de Cinco amenaza con partirlo a la mitad. Se despide con un movimiento vago de la mano y le susurra un "hecho" entusiasta a Kellan antes de irse trotando.
Después de su historia siento la boca amarga. Por alguna razón me siento inútil.
Cinco no puede arriesgarse a usar su habilidad, así que ayuda de otras formas. Exone puede hacer muchas cosas por sí mismo aún con ceguera y ayuda de esa forma. Emy ayuda con el cuidado de los niños. Incluso Seven aporta algo al refugio.
A menudo trato de imaginar qué es lo que Júpiter habrá hecho por el refugio, pero jamás me he atrevido a hacer la pregunta. Siempre que quiero saber sobre él, un sentimiento de tristeza profunda y culpabilidad se instalan en mi pecho. Y me obligan a mantenerme callada.
La voz molesta de mi consciencia insiste en que, si yo no le hubiera estorbado a Júpiter en su paso, él estaría haciendo algo de relevancia aquí. Para y con los suyos.
No sé si pueda algún día encontrar una estabilidad con mi habilidad. ¿Cómo puedo defender a las personas a mi alrededor de esa forma?
No quiero depender de los demás.
No quiero es que se repita algo como lo de Júpiter, de quien también dependí y ahora no está. Sólo pensar en que eso podría ocurrir otra vez, u ocurrirle al mismo Vlad... me aterra.
Sé que todos me están teniendo una increíble paciencia, a lo que les estoy agradecida. Pero esa simpatía no aparecerá en el soldado de Imperio que intente arrasarme con él hasta sus laboratorios.
El sentimiento de urgencia que he tenido desde hace unos días de nuevo me tiene pensando con rapidez en escenarios fatídicos. Escenarios que se pueden evitar si tan solo aprendiera más rápido.
—¿En qué estaban antes de que llegara? —Kellan interrumpe mis pensamientos.
Siento que he estado indagando en lo profundo de mi mente por años.
—Practicábamos emboscadas. —Me encojo de hombros—. Soy demasiado ruidosa según Cinco.
—Seguro tiene un punto. Confío en su oído que es casi tan agudo como el mío. —Cuadra los hombros—. Para empezar, estás usando ropa que no te ayuda. Demasiado apretado te impide movimiento libre, demasiado holgado te estorbará.
Eso me hace mirar lo que llevo puesto. Son mis usuales Jeans desgastados pero cómodos. El suéter azul, debajo de este una blusa de mangas cortas blancas. La próxima vez que me enfrente con alguien de Imperio, espero que tenga mi complexión... para robar su traje táctico.
—Puedo quitarme el suéter —murmuro tomando la parte inferior de mi suéter. Al tirar hacia arriba, noto que se pega a mi blusa, enseguida sé que mi suéter va a jalarla consigo—. Bueno, tengo un problema.
Kellan suelta un suspiro exasperado que me hace gracia. Se acerca a pasos firmes. Su mano derecha se aferra al material de mi blusa y la izquierda tira de mis manos, ayudándome a quitarme el suéter sin comprometerme a mostrar piel que no deseo exponer.
La tela azul pasa ante mis ojos y siento el frío de mis brazos expuestos. En ese momento noto la cara congelada de Kellan. Veo la ligera forma en la que sus ojos se abren y sus cejas forman un arco apenas notorio.
No sé si son imaginaciones mías, pero el negro de sus pupilas está comiéndose el gris de sus iris. Aleja ambas manos de mí aún con esa mirada confundida.
—Tengo sueño. —Sacude la cabeza con ligereza.
Ese parece haber sido un comentario más para sí mismo que para mí.
—No tendrías sueño si dejarás de pasar las madrugadas jugando —acuso recordando las veces que lo he visto frente a la ventana—. La esencia de tú habilidad me despierta por las noches. ¿Intentas enseñarme algo con eso?
Acabo de sonar como una madre regañando a su pequeño, pera ya es tarde para arrepentirme o flaquear. La expresión burlona en el rostro de Kellan me impide retroceder.
—Quizás lo intento... —murmura—. Chica lista. Aprendes rápido.
—Soy una buena lectora de esencias. —Ato mi suéter alrededor de mi cintura.
—Lo que, a su vez, me convierte en un excelente mentor —contraataca.
—Tú ego es del tamaño de los pinos que nos rodean. —Abro los brazos en un amplio abanico para señalar mi punto.
Mi comentario le roba una risa airada, es corta y baja, cercana a un suspiro. Él entre cierra los ojos, lo que me hace sentir que está midiendo algún tipo de riesgo.
—¿Recuerdas la piedra que parece un gato al lado del camino que tomaste para llegar acá? —Ladea la cabeza. Asiento con la cabeza sin dudarlo—. Síguela, te llevará a otro claro.
—¿Y qué hay con eso?
—Una vez ahí, el primero en emboscar al otro gana.
Suelto un resoplido burlón y comienzo a seguir el sendero de regreso al refugio.
—¿Y cuál será el premio, Kellan? —Uso su nombre a propósito para molestarlo. Al no recibir su usual queja, giro sobre mis talones; él ya no está—. Qué maduro... desaparecer a mitad de una conversación.
Retomo mi camino.
Uso la liga que llevo en la muñeca y sujeto mi cabello en una cola alta. Como de costumbre, dejando un par de mechones por fuera que perfilen mi rostro y cubran parte de mi frente.
La piedra peculiar aparece ante mi en menos tiempo del pensado. Doy un vistazo por detrás de esta, y me doy cuenta que hay un sendero apenas visible que conduce al interior del bosque. Parece que no se usa a menudo, pues la hierba que ha crecido casi lo ha tapado.
No muy segura de mis pasos, me dejo guiar por el camino que alguien olvidó.
El bosque se oscurece conforme avanzo. Sin esfuerzo logro llegar al claro que Kellan describió. En esta parte, los árboles son bajos, pero frondosos. El claro está moteado con pequeñas manchas de luz rebelde que se abren camino a través del denso follaje.
Los troncos que me rodean son de esos que requieren a dos personas tomadas de las manos para rodear su envergadura por completo. El pasto me llega a los tobillos. Incluso el arie parece diferente.
Me quedo de pie en el centro, no muy segura de qué hacer a continuación. Doy una vuelta completa sobre mi lugar, inspeccionando mejor mis alrededores. Decido ir hacia la zona oscura, desde donde puedo observar mejor el claro sin estar expuesta. Al mover el pie derecho algo sale volando desde el pasto.
Un destello sigue a otro y luego a otro. En un parpadeo estoy rodeada de cientos de aleteos diminutos. En seguida quedo deslumbrada ante las criaturas que revolotean a mi alrededor; mariposas. Son decenas y decenas de ellas. De distintos tamaños.
El fantasma de una sonrisa aparece... una pequeña mariposa se posa en la punta de mi dedo extendido. El cosquilleo en mi estómago y el calor de mis mejillas me hacen consiente de algún sentimiento que no identifico mientras observo de cerca a la criatura.
Sus alas son hechas por una variedad de tonos rojos, desde uno pálido casi cristalino hasta el oscuro y cercano al negro. Sé que son falsas, por la sensación que tuve en cuanto aparecieron, aun así, me desilusiono al verlas desaparecer.
No necesito voltear, sé que él está parado justo detrás de mí.
—¿Por qué mariposas? —No uso su nombre, Kellan sabe que es a él a quien le hago la pregunta.
—Dijiste que nunca las habías visto. Este bosque es muy frío para ellas —su tono es suave—. Me aseguré de que la experiencia fuera similar.
—Lo dije al azar. —No tengo valor para darle la cara.
No contesta enseguida, lo que me hace pensar que me ha dejado sola en medio del bosque o que incluso está a punto de atacarme para continuar con mi sesión de entrenamiento. Estoy lista para volverme invisible antes de que pueda moverse en mi contra, pero él me sostiene de la muñeca con suavidad.
Giro a penas lo suficiente para lograr verlo. Sus ojos están perdidos en el área donde su mano se une a mi piel, su rostro es un poema que nadie escribió.
—Tuve mis razones para hacerlo. —Humedece sus labios—. Quería mostrarte que si confías en tu habilidad puedes hacer con ella lo que quieras.
Una corriente de electricidad escala por mi espalda. Mi mente frena su andar. Dejándome en un blanco absoluto y desconcertante.
La forma en la que me observa me trasmite un mensaje que no termino de entender.
Kellan es talentoso. Y me hace preguntarme si podría lograr evolucionar como él lo ha hecho.
Me suelta. Pero la calidez de su palma contra mi piel sigue ahí. Una sonrisa calma danza en sus labios. Creo que nunca lo había visto tan relajado como ahora. Y eso me hace consiente de que también estoy relajada. Incluso puedo esbozar una sonrisa completa, aunque es fugaz.
Pensamientos que había ignorado hasta ahora se aglomeran en la punta de mi lengua. Y siento el estómago como si me hubiera tragado a cada uno de los pequeños insectos alados.
Creo que debe estar sospechando que trato de decirle algo, pero por alguna razón no me ayuda a soltarlo. Espera, paciente, hasta que yo me arme de valor para poder emitir algún sonido.
—Kellan, creo que yo...
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