Capítulo 25: Misterio
<<Ubicación desconocida...>>
—Una docena y media de agentes muertos. Era una misión simple, ¿¡cómo pudieron arruinarla!? —grita; rabioso, el hombre en la pantalla de la computadora—. Todo eso para obtener un espécimen, ¡uno solo! ¿¡Saben cuánto dinero nos hacen perder cada vez que fallan!?
Los ojos del color de la avellana de Lain lo observan sin denotar ningún tipo de expresión. Su postura es recta, con las manos cruzadas en la espalda y el mentón levantado. Un soldado hecho y derecho, de mostrando el temple inalterable que lo hizo posicionarse tan alto.
—Nos costó demasiado poder encontrarlo, y ustedes lo arruinan por una falta de comunicación. Y Ada intervino deliberadamente, ¡justo a un día de irse! —continúa aquel hombre—. ¿¡De qué nos sirve tener a uno de ellos para atraparlos si es incapaz de hacer su trabajo!?
—Hacemos lo que está en nuestras manos, yo hago todo lo que puedo. Esto no volverá a suceder. Y aunque es defectuoso, el espécimen aún puede usarse, eso dijo la doctora —expresa el de ojos avellana—. Es cuestión de tiempo para que caigan en nuestras trampas.
—Espero que esto no se repita, Lain. Ada regresa en unos días, a partir de ahora te corresponde controlarla —suelta, el hombre—. Hay rumores de que aquel chico de los escudos ronda uno de nuestros laboratorios a las afueras de la ciudad. Más te vale deshacerte de él, esta vez, ¡para siempre!
—Haré lo que pueda, pero no puedo prometerle nada. No sin comprometer el cumplimiento de mis otros encargos. —Lain habla con la voz de un robot.
—Te recuerdo que no estás en posición de amenazarnos. Podrás ser un verdadero... —El hombre manoteo en el aire—, como sea que se hagan llamar, pero no eres más que uno de nuestros perros rastreadores. Tú vida nos pertenece y si los directivos decidimos que ya no eres útil, podemos prescindir de tus servicios.
El silencio pesaba en la estancia, pero ni eso lograba remover una fibra de Lain.
—Procedan con la disección. —Es lo último que dice el hombre antes de que la pantalla se vuelva negra.
Lain suelta un suspiro llevando su mano izquierda debajo de su clavícula derecha, masajeando el área. Una vieja herida en la zona, marcó el inicio del infierno en el que vive. Y es una costumbre para él tocar la herida cada vez que es obligado a hacer cosas que no le gustan. Como un recordatorio constante de que lo ha perdido todo.
—Me quitaron a mi familia, mi libertad y me obligaron a serles leal, ¿qué otra cosa quieren de mí? —murmuro Lain conteniendo las ganas de gritarle aquellas palabras en la cara los directivos—. Les he vendido mi alma. No me queda nada que puedan quitarme, sólo mi vida y ni si quiera creo que valga algo después de lo que he hecho con ella en los últimos años.
Se da media vuelta, conduciéndose a sí mismo hacia otra área. Hablar con alguno de los directivos siempre lo pone de malas. Ellos creen que su trabajo es fácil pero nunca se detienen para ver cuáles son los problemas a los que se está enfrentando a diario.
Jóvenes rebeldes, con talentos dignos de criaturas mitológicas, que luchan y se esfuerzan por no ser atrapados por Imperio. Jóvenes que sienten y son usados como armas biológicas que rentan por cantidades absurdas de dinero o que son diseccionados en mesas de operaciones sólo para sacar de ellos lo que puedan usar.
Pero a los directivos no les importa lo que aquellos jóvenes sientan. Sólo lo que pueden hacer y el cómo pueden usarlos a beneficio propio. Les prometen encontrar la cura a su supuesta enfermedad, pero nunca dedican tiempo a esa búsqueda, como si ya se hubieran rendido.
<<Quiero una cerveza fría>>, murmuró para sus adentros al tiempo que empujaba con su hombro derecho una puerta abatible blanca y pesada. Estando seguro de que, si no fuera un Ascendido, es probable que se haya vuelto alcohólico hace muchos años.
La iluminación artificial intensa de los tubos de ensayo es la única fuente de luz en aquella habitación. El olor a distintos químicos se mezcla en el aire con el hedor de los antisépticos, creando un olor que le causa jaqueca.
La frialdad de la habitación parece un reflejo de los actos crueles y perversos de los que las paredes han sido testigos. Es como si esos muros hubieran decidido morir para no tener que presenciar más atrocidades, dejando detrás su cuerpo frío de pie en la oscuridad.
—Controlar a Ada, ¿es eso si quiera posible? —renegó en voz baja—. Los Imitadores tienen demasiado ego para ser simples copias de verdaderos Ascendidos.
<<Y Ada está loca de remate. No sigue las reglas y no obedece a nadie. Su hermano es más razonable, así que quizá lo mejor sea mantenerlos juntos. Si alguien puede persuadirla es su hermano>>, planeó en silencio.
El cambio de atmósfera al entrar en la habitación era algo que siempre guiaba a sus pensamientos hacia lugares oscuros. Así que, decidió apagar sus pensamientos tanto como pudiera.
No miro los frascos con formol en cuyo interior había cosas variadas al pasar a su lado. Distintas partes de distintos cuerpos lo hacían tener pesadillas, así que ya no miraba esos frascos. Pero no podía ignorar su presencia por completo como le gustaría. Casi podía escuchar las voces de distintas personas recriminándole que no hiciera nada para evitar que terminaran ahí. Podía escuchar cómo lo llamaban traidor y arañaban sus cristalinas prisiones tratando de ir contra su cuello.
Llegó al final de la habitación. Una lámpara de luz ultravioleta situada en una caja rectangular de acrílico lo incomodaba aún más que el resto de las cosas en la habitación, funciona como una clase de bañera, aunque más honda, llena de una substancia azul cuya composición es desconocida para él. Su malestar aumentó al ver el cuerpo flotante en el agua.
El monstruo de su culpabilidad le hundió las garras en la garganta. Por lo que, tuvo que carraspear para tratar de aliviar el dolor.
<<Carajo. ¿Cuántas veces te lo advertí?>>, maldijo en su interior, sintiendo un fuerte dolor en el pecho con el que tuvo que luchar para no tambalearse.
A su izquierda, una mujer de bata blanca y lentes de armazón negro tecleaba con agilidad frente a una computadora. Inexpresiva como de costumbre.
A Lain jamás le había agradado esa mujer. Sentía un rechazó fuerte hacia ella. Pero estaba obligado a fingir que al menos se llevaban bien.
—Han dicho que puedes proceder, Dra. Dalila —dijo. Con el dolor en su interior creciendo y la amargura del rechazo dejándole un mal sabor de boca.
<<Si la mujer del acantilado es nuestra versión de Dios... espero que ella me perdone por hacerte esto>>. Lamentó cerrando un segundo los ojos.
La mujer se giró poniéndose de pie. Se acerco con sus zapatos de suela cómoda hasta estar frente a la pequeña alberca. El cuerpo de un joven con una gran herida en el abdomen yacía en el agua.
—Perdió mucha sangre, así que no podrá ser usado para los fármacos de los Imitadores —se queja la mujer—. Ada tiene que aprender a controlarse. ¿Cómo se supone que trabajé con esta basura?
—Tu trabajo es averiguar eso. El mío es traerte los especímenes.
<<Desgraciadamente>>, se guardó para sí mismo.
No le gustaba, aborrecía la idea. Aún más al ver el rostro bien conocido dentro de la substancia. Le dolía el corazón saber su procedencia, le causaba un dolor inmenso el recordar ese rostro antes sonriente. No podía demostrarlo, pero sus manos temblaban, su garganta se cerraba y le dificultaba respirar.
—Bueno, intenta que lleguen completos la próxima vez. Este apenas me sirve.
—Deberías estar agradecida porque lo conseguí. —Una sensación ardiente creció en su pecho.
En el fondo, a Lain le molesta tratar a aquellos chicos como si fueran cosas. Pero si demuestra su empatía, tendría problemas. Ya desconfían de él por su origen, no necesita que vuelvan a ponerlo bajo vigilancia por un sentimiento que se supone no debe tener.
—Ahora que lo mencionas, aún no me cuadra cómo fue que diste con él. —La mujer se quitó los lentes y miro fijamente a Lain—. Llevaban meses tratando de encontrarlo. Tú lo hiciste en días. ¿Cómo es eso posible?
—Diría que es porque sé dónde buscar, pero te estaría mintiendo. —Lain imitó la mirada de la mujer—. Tengo mis contactos. Y soy bueno en mi trabajo. ¡Un perro de rastreo! —dijo con molestia—. ¿No es así como me llaman?
—¿Y esos contactos están dentro de aquel refugio fantasma? —La mujer no pudo esconder su interés.
—¿Eso importa? Los tengo y ya. —Resoplo buscando no perder la compostura—. Confórmate con eso.
—¿Sabes Lain? Siempre me ha parecido que eres bastante misterioso.
—Trabajo para una organización secreta que experimenta con jóvenes que tienen habilidades sobrehumanas, a los cuáles pertenezco, pero traicioné hace años... de ahí el misterio.
—Donde nace un traidor, puede nacer otro —recitó la mujer.
—Eso he oído —estuvo de acuerdo el de ojos color avellana.
La mujer se río por lo bajo. Se reacomodo las gafas y giró hacia el cuerpo en el agua. Era joven, de unos diecinueve o veinte años de edad. De cabello castaño y pecas en el rostro.
<<Mierda. Niño, no sabes cuanto me duele esto. Está matándome>>, prefirió guardarse.
—Veamos qué tiene para ofrecernos... ¿cuál era su nombre? —pronunció Dalila mirado con brevedad a Lain.
—Júpiter —contestó Lain con desgana.
<<Kilian de nacimiento. Júpiter por elección... un juguete de Imperio por una mala pasada del destino>>.
—Júpiter —repitió la mujer, poniéndose un par de guantes de látex—. Ahora soy una exploradora de planetas. Un astronauta —se burló.
<<Esta mujer me da asco, incluso más del que me doy a mí mismo>>. Pensó Lain dándose la vuelta, listo para dejar el lugar antes de tener que presenciar cosas desagradables que lo atormentarían por el resto de su miserable existencia.
Ignoró lo que sea que la mujer haya dicho en respuesta. Y aceleró el paso. Antes de llegar a la puerta, un agente la atravesó con paso apresurado.
La usual máscara de gas de los soldados de Imperio colgaba alrededor del cuello de este. Su traje parecía puesto con urgencia, desacomodado en algunas partes.
—¡Señor, tenemos un problema! —informó con voz clara.
—¿De qué se trata ahora? —Su pregunta casi sonó a queja.
Lain comenzaba a creer que su día no podía ponerse peor.
—Es Vánagandr.
—Genial. Un lobo descarriado, nada mejor para matar el aburrimiento —soltó Lain con sarcasmo—. Esta será una noche ajetreada.
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Wattpad no coopera conmigo con eso de no cambiarme un signo por otro. Me disculpo por la falta de comillas latinas en este y todos los capítulos. Recién pude solucionar que no me cambie los guiones largos por los cortos :'v
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