Capítulo 22: Sin más
Ferocidad, eso es lo que pienso al ver a Nueve moverse. Evita las garras enormes de su cuarto oponente, sin que represente un reto para él. Lo esquiva un par de veces, luego lanza un golpe, luego vuelve a esquivar. No le importa si sus golpes erran, parece saber que es cuestión de volver a intentarlo.
Parece una danza violenta, una que lo está entreteniendo, le divierte en cierto punto.
Después de inhabilitar al sujeto de hielo, Nueve se deshizo de él con un par de golpes. He visto que, usa sus escudos como un recubrimiento en sus extremidades al golpear, lo que me imagino que potencia el daño.
Escarlet, quien hace nada nos estaba amenazando, se ha quedado con la quijada tirada en el suelo, viendo que Nueve con mover un par de dedos dejó indefenso a uno de sus hombres y parece estar jugando con otro.
En dos pasos largos Nueve alcanza la posición del sujeto con garras, lanza una patada al estómago de la que el hombre logra cubrirse con las manos. El oponente no se toma un respiro, y aunque parece conmocionado, no pierde pie y lanza un golpe hacia Nueve.
—¿Sientes desesperación? —Nueve se mueve unos centímetros a la derecha para evitar el golpe—. Porque tus golpes parecen desesperados.
—¡Vete al diablo! —brama su oponente.
El hombre sin duda se ha enojado, ha caído en la provocación. Lanza otro zarpazo, pero erra sin necesitar que Nueve se mueva.
—Una de las primeras cosas que debes hacer en una pelea es mantener la calma, tanto como te sea posible —dice el de ojos grises—. Al pelear con múltiples oponentes, debes aislarlos unos de otros. No los enfrentes al mismo tiempo.
—¿¡Vas a darme clases!? —brama el sujeto de las garras.
—No te hablaba a ti. —Nueve ignora los reclamos de su oponente y sus vagos intentos de golpearlo—. ¿Escuchaste lo que dije, Nira?
Eso me atrapa con la boca abierta. ¿Se está tomando en serio su pelea?
—S-sí, te he oído —es lo que sale de mí.
Evita los golpes haciéndose a un lado con pasos ligeros o dando media vuelta para esquivarlos con éxito. Su danza ha hecho que su oponente parezca cansado y enfurecido. Las venas en el cuello del sujeto se sobresaltan con cada intento de arremeter contra Nueve.
—¡Quiero llegar antes del almuerzo! —grita de pronto Seven—. Date prisa, ¡me quiero ir!
—¿Por qué no dejas que tenga algo de diversión? —gruñe Nueve en respuesta.
El débil intento de acertar un puñetazo es bloqueada con el antebrazo de Nueve. El de ojos grises toma un poco de espacio, cambia el peso de una pierna a otra, preparándose, luego da una patada en media luna.
Llama mi atención que la pierna con la que golpea el cuello de su oponente está envuelta en una fuerza roja como en las otras veces, pero el brillo es tenue esta vez. Con eso logra noquear a su contrincante. El hombre cae en seco al suelo.
Un hombre de la reserva al lado de la mujer salta contra Nueve, pero se queda a mitad del camino con los ojos abiertos de la impresión.
Algo en mi pecho da un vuelco al procesar la información o más bien, la falta de información que recolectan mis ojos. Estoy segura de di un parpadeo, solo perdí de vista la pelea por unos milisegundos.
Nueve ha desaparecido de nuestras vistas en un parpadeo.
—¿Dónde está? —pregunto hacia Seven.
Ni si quiera sé si es posible tener dos habilidades, pero después de lo que he visto a este sujeto hacer, no me parece tan descabellado considerarlo.
El actual rival tira golpes al aire tratando en vano de localizar a Nueve. La forma en la que gruñe cada que lanza un golpe o una patada me hace saber que le frustra esta situación. Los brazos del hombre están recubiertos en algo que creo reconocer como hierro o alguna clase de metal plateado.
Seven se acerca a mí con disimulo, cerrando el espacio entre nosotros, volviendo lo que sea que vaya a decirme en algo confidencial.
—Él puede controlar lo que pasa con esos escudos, tanto lo de adentro como lo que ocurre alrededor de ellos —explica con tono bajo—. Así como hizo que el habiente húmedo pasara a ser uno seco bajando la temperatura, puede controlar si puedes ver desde afuera o desde dentro lo que haya en sus campos.
No me toma mucho razonarlo.
—Está dentro de un campo que volvió invisible —suelto tras pensarlo rápido.
—Exacto. Puede controlar la forma y la densidad que tienen sus campos. —Apunta a una zona detrás del hombre que pelea contra el aire—. También puede controlar el lugar donde aparecen, como lo hizo el día que chocaste con él en tu huida.
Parece que ese hecho ya es de dominio público.
Nueve aparece detrás del sujeto de los puños de hierro. Con una mano extendida crea una pequeña concentración de esa misma fuerza carmesí, la cual dispara hacia el hombre justo cuando sus camaradas intentan ponerlo al tanto del peligro.
La fuerza roja golpea contra la espalda del sujeto y lo manda al suelo como al resto.
El fragmento de aquel video llega a la superficie de mi mente otra vez. Es el momento previo al disparo, Nueve se veía igual que en esas imagines.
—Si puedes imaginarlo, es altamente probable que logres hacerlo. —Seven me da un empujón con su hombro—. Así evolucionan las habilidades.
Nueve da media vuelta, al mismo tiempo que apunta hacia otro de los sujetos parado a un lado de la mujer.
—Bang —murmura el de ojos grises.
Una bola carmesí golpea el estómago del sujeto, que cae de rodillas en una arcada. Sin más esfuerzo, él terminó con la pelea. La sonrisa juguetona en sus labios reemplaza el miedo que le tenía al principio, dejando un sabor extraño en mi boca.
<<Así que eso es lo que puedes lograr si sabes usar correctamente tu habilidad>>, pienso mirando con brevedad mis manos.
Nueve le apunta ahora a la mujer, quien le dirige una mirada fría.
—¿Quieres que continúe? —suena amenazador.
La mujer parece meditarlo, su ceño deja en claro que no le agrada darse por vencida, pero suelta un suspiro tras unos segundos. Le hace una seña al único compañero que le queda.
En su postura está comunicando que no dejará por la paz el asunto, que volveremos a saber de ella.
—¿Cómo te apodan? —pregunta en dirección al chico.
—Nueve —contesta sacudiendo la mano sangrante, dejando gotas carmesíes en el piso.
No parece mostrar mucho dolor, aunque me preocupa la cantidad de líquido vital que parece estar perdiendo.
—Lo recordaré para la próxima vez que nos encontremos —suena a una promesa.
Algo en mi se remueve al saber que en un futuro volveremos a estar en esta situación, pero me consuelo pensando en que estaré mejor preparada para afrontarlo. Y los ojos de aquella mujer se clavan en los míos un segundo, se siente como la declaración de que la próxima vez, no se irá sin mí.
—No volveré a contenerme. —La seguridad con la que Nueve declara eso, hace que la piel se me erice.
Escarlet corta el contacto visual conmigo porque Nueve se interpone. Yam se pone de pie con dificultad, y es quien se lleva a sus amigos caídos a rastras con ayuda del único sujeto que no participó en la pelea.
<<Yam no fue noqueado, pero parece que se quedó en el suelo por vergüenza o por preocupación>>, razono.
Nueve permanece sin moverse de donde está, haciendo su figura verse protectora. No retrocede hacia nosotros y eso se siente como una especie de advertencia silenciosa para nuestros enemigos.
Seven, Emy y yo le damos alcance al de ojos grises hasta que nuestros enemigos están lejos. Seven se abalanza contra Nueve, rodeándolo con los brazos sobre el cuello en un abrazo que hace a Nueve poner una mala cara.
—¡Eres el mejor! —El rubio restriega su cara contra el de cabello azabache—. Siempre he estado orgulloso de ti, ¿lo sabes? Eres como el hijo que nunca quise tener.
—¿Quieres quitarte de encima? —gruñe de malas el de ojos grises—. Me da asco cuando haces esta clase de cosas, ¿no conoces el concepto de espacio personal?
—Vamos, te estoy elogiando a pesar de que fallaste esos tiros. —Sonríe mostrando los dientes cuando Nueve lo miran con enojo—. Oh, pobre niño, apuntabas a zonas menos riesgosas pero tu pésima memoria muscular hizo de las suyas, ¿no?
Nueve se quita de encima a un Seven que se queja y gimotea como un cachorro al que le han quitado su juguete favorito.
—Ya veo que no soy la única a la que le niegas tu nombre... comenzaba a sentirme especial —suelto el comentario con fingida molestia.
—¿Así dan las gracias en tu planeta? —escupe en respuesta.
Me remuevo en mi lugar, siendo demasiado consiente de la sonrisa burlona que me muestra.
—Gracias —murmuro, a la defensiva, por alguna razón.
Emy y Seven son los primeros en comenzar a caminar hacia la camioneta. Cuando intento seguirlos la mano de Nueve se cierra en mi muñeca derecha.
—Espera un segundo —pide, tirando de mí hacia el centro de la arena—. Ven aquí.
Una vez en el centro, da un paso lejos de mí, pero no me suelta.
—Cierra los ojos.
—¿Qué? —Lo miro con extrañeza.
—¿Quieres aprender a defenderte mejor? —Él espera hasta que asiento con la cabeza—. Cierra los ojos.
Suspiro, mirando con cierta sospecha antes de cerrar los ojos.
—Concéntrate, respira profundo y relaja los músculos —guía, hablando con tranquilidad.
Intento seguir sus instrucciones. Mientras me concentro, un cosquilleo extraño aparece en la bace de mi cabeza. Es como esa sensación de que alguien te está mirando, aunque te encuentras solo, como si pudieras sentir una amenaza que no puedes ver.
—Trata de identificar cada olor, cada sensación y sonido que te rodea.
—Siento como si alguien estuviera amenazándome —murmuro—. ¿Es normal?
Lo escucho soltar lo que bien podría ser un simple resoplido o una risa nasal. Lo que sea, no abro los ojos para comprobarlo.
—Lo es, vas por buen camino. Trato de enseñarte a detectar si otro ascendido ha dejado su escancia en un espacio. —Me toma de los brazos y comienza a guiar un camino que sigo a ciegas—. Tenemos habilidades diferentes, así que nuestras esencias o el rastro que dejamos tras usarlas es diferente. Con la práctica, puedes identificar a quién le pertenece la escancia que se ha quedado en el lugar.
Mis pasos titubean al principio, Nueve parece notarlo así que baja el ritmo con el que me hace caminar.
—Con el tiempo incluso podrás distinguir si un rastro está fresco o no —continua.
Me concentro en relajarme, en escuchar y sentir mientras que dejo que sus palabras se plasmen en mi memoria. Poco a poco voy sintiendo familiaridad con una de las sensaciones, estoy segura de que ya la he sentido.
—La esencia de cada Ascendido es como su marca personal. Mientras más fuerte es el uso de su habilidad, también lo es su esencia. —Me hace detenerme—. Mientras más esencia deja, mayor miedo puede provocar en quien la siente. Es como si marcaras territorio.
<<¿Ahora somos perros?>>, dejo el pensamiento en eso.
Siento sus manos abandonarme. Y dudo entre si abrir los ojos o no.
—¿Ya puedo abrir los ojos? —susurro al sentir que él ya no me sostiene.
Un escalofrío recorre mi espalda por un segundo. La sensación de Déjá vu regresa con fuerza. En mi mente trato de mapear correctamente qué es lo que siento. Y cuando creo que lo he logrado, abro los ojos.
Nueve tiene los ojos tornados en rojo mientras me mira.
—¿Qué haces? —Miro a mi alrededor, pero todo es rojo.
—Trato de hacer que aprendas cómo se siente mi marca personal. —Inclina la cabeza y entrecierra los ojos, el brillo en ellos se intensifica—. Soy quien siempre te rodea, debes acostumbrarte a mí, así como yo debo hacerlo contigo. Si tenemos que ser una dupla en combate, saber cómo se siente mi esencia no va a distraerte.
—Puedo sobresaturarme con la esencia de otros, ¿cierto? —cuestiono tras meditarlo.
—Chica lista —aprueba—. Además, si por alguna razón tenemos que separarnos, sabrás cómo encontrarme. —Sus ojos pierden color, regresando a ese gris que los caracteriza—. Y sólo si sabes seguir esencias podrás llegar al refugio —explica, por último.
—Puedo llegar sabiendo el... camino —mi voz se apaga en al detectar que no tengo en mi memoria el camino hasta el refugio.
Abro la boca para hacérselo saber, pero la expresión en su rostro me hace pensar que ya sabe que no puedo recordarlo.
—¡Kellan, con un demonio! —grita Seven a mis espaldas—. ¿No entendiste? Dije que me quiero largar de aquí, ¡muévete!
El grito me hace saltar en mi sitio. Nueve solo rueda los ojos.
—¿Kellan? —repito.
Los ojos sorprendidos de Nueve me miran. Abre ligeramente los labios y da un paso titubeante hacia atrás. Sus manos se cierran y abren lentamente al mismo tiempo que ladea la cabeza.
—¿Ese es tú nombre? —pregunto.
Seven sonríe como quien ha conseguido realizar la mejor de sus bromas. Nueve lo asesina con la mirada antes de soltar un suspiro exasperado.
—Mierda, Seven —se queja comenzando su camino hacia la camioneta—. Eres de lo peor.
—Ups —murmura con burla el rubio, siguiéndolo.
—Espera, ¿sí te llamas Kellan? —insisto corriendo hacia ellos.
—Ah, cállate. ¡No lo digas! —Menea la cabeza.
—Aunque Kellan me parece un buen nombre, a Kellan no le gusta su nombre. —Seven usa un tono innecesariamente alto y burlón—. ¿Cierto, Kellan?
—Pero Kellan es un nombre lindo —confieso. La satisfacción que siento por al fin saber su nombre se filtra—. Kellan —digo acostumbrándome a pronunciarlo.
—¡No saben cómo los odio! —Nueve, o más bien, Kellan aprieta el paso.
Parece que él puede ir contra cualquier número de enemigos sin mayor dificultad, pero sus compañeros somos aquello que no puede derrotar.
—¡Kellan, no te lo tomes personal! —grita Seven.
—La próxima vez, los abandono —murmura aumentando el paso, enfadado.
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