Capítulo 18: Evocador
Una taza de chocolate me es entregada por Drei cuando este regresa del comedor. Hemos cambiado de un tema a otro a lo largo de los minutos, en su mayoría son cosas como funcionamiento del refugio. Hasta que hice la pregunta de si ellos sabían quién o qué era la dama de los ojos rojos. Fue entonces cuando Drei decidió que necesitábamos algo para beber.
—Hay diferentes teorías de lo que ella pudo haber sido. Una diosa, alguien que no pertenecía a nuestro planeta o realidad —comienza a explicar mientras vuelve a su asiento—. Podemos estar hablando de magia o de ciencia. No estamos seguros de ello. Lo que sí sabemos, es que no todos nacemos con la capacidad que ella nos ha heredado.
Drei da un trago largo a su café y lo imito probando mi chocolate caliente.
—Incluso al heredarlo, puede que nunca pases por las circunstancias que hagan que asciendas. —Sacude la cabeza—. Los Ascendidos somos parte de su linaje. En algún punto de nuestra vida tenemos ese sueño en el que la vemos, a partir de este nuestras habilidades aparecen. —Señala la fotografía en mi regazo—. Lo has heredado de tu padre, como yo lo heredé de mi madre, como ella lo heredó de su padre. Y así puede seguir la lista hacia atrás, hacia el inicio de esto. Hasta ella.
>>Nadie conoce su nombre. En cada registro, lo único que no cambia es su apariencia y la forma en la que se comunica con nosotros. Se ha ido añadiendo información gracias los que logran una gran evolución en sus habilidades, pues estos vuelven a verla. Sabemos que la mayoría de los Ascendidos, nos convertimos después de vivir alguna experiencia traumática. Se cree que ese debe ser una clase de detonante para que lo sea que nos hace diferentes despierte.
—Igual que el frío detona una gripe —digo, recordando la fiebre.
—Exacto. La mayoría han pasado semanas con la fiebre previa a la experiencia de verla. E incluso algunos duran ese mismo tiempo sin que se presente su habilidad aún cuando ya han soñado con el acantilado. —Suspira de forma pesada—. Es diferente en cada caso. Es una forma de evolución, Nira. Somos seres que han mejorado para sobrevivir en el mundo caótico en el que nos tocó nacer —murmura—. La vida o las personas, e incluso ambas nos rompen. Ella nos toma bajo su manto, nos ayuda a reunir nuestras piezas y vuelve a armarnos, de una forma en la que somos mejor que antes.
Me parece más un pensamiento en voz alta que algo parte de su explicación
—Estamos hechos de un material diferente, más fuerte, más ágil y poderoso que nos hace capaz de cosas asombrosas. —Algo en su mirada cambia, notándose triste—. Lastimosamente somos la minoría. Nos toca estar escondidos para poder estar a salvo. Supongo que esa es una adaptación más: estar hechos para vivir de forma invisible.
Un silencio reflexivo se asienta sobre ambos. Aprovecho ese momento para tratar de acomodar en mi mente toda la información que he ido acumulando, así como las experiencias de los últimos días.
—Si me lo preguntas, no deberíamos tener miedo a mostrarnos a los demás, pero los humanos son más peligrosos que nosotros, incluso sin una habilidad. —Bebe otro trago de café—. Su avaricia por poder y riqueza es lo que los vuelve una amenaza para nosotros e increíblemente también son un peligro para sí mismos.
Drei tiene razón. Ya experimenté en carne propia hasta dónde llega un humano para lograr lo que quiere. Se pueden volver malos, insensibles e irracionales. A veces es como si no midieran el daño que sus actos pueden hacerle a los que estamos a su alrededor, y si lo son, es como si no les importara en lo absoluto.
El extraño sentimiento de que algo tira de mi ha sido reemplazado por uno que me incita a no abandonar este lugar. Saber que mis padres vivieron aquí aumenta el peso del lado de la balanza de razones para quedarme.
Ahora sé que aquellos que portan un número o apodo en lugar de un nombre lo hacen porque han dejado de existir para el mundo fuera del refugio, porque han empezado una nueva y mejor vida aquí. ¿Podría en algún momento hacer ese cambio?
Únicamente los miembros de la Guardia tienen permitido salir y relacionarse con el mundo de las personas normales. Así como vigilan que ningún Ascendido arme estragos durante sus primeras semanas y ayudarlos a ubicarse en un refugio. De ahí que conociera a Nueve y Cinco, ellos son parte de esa Guardia.
—¿Qué es con exactitud el Imperio? —cuestiono.
—Es una organización que ha estado detrás de nosotros desde hace años. Nadie sabe a quién pertenece, lo más seguro es que haya varios gobiernos estén implicados en ello, y como lo dijo Nueve, nos hacen esclavos de su sed por poder y control. —Suspira con lo que me parece estrés—. En los últimos meses no los hemos visto, bueno, no los teníamos así de cerca hasta hace unos días. La mayoría de sus soldados no representan una verdadera amenaza, pero tienen sus acepciones.
—¿Es el único grupo con el que tienen conflictos?
Sus ojos casi me suplican que no lo obligue a contestarme.
—Drei, es justo que sepa qué voy a afrontar. Eso no me hará cambiar de opinión.
—No, no lo son —suena reacio—. Desde hace unos meses una nueva organización ha estado siguiéndonos la pista. —Se encoge de hombros—. Hasta donde hemos logrado averiguar, fue fundada por mafioso. Drogas recreativas en base a sangre de Ascendidos, ni si quiera lo puedo pensar —niega con disgusto—. Nueve ya está encargándose del asunto. Es bueno manejándose en los barrios peligrosos.
—¿Qué hay del gobierno, nuestro gobierno?
—Desde hace años tenemos infiltrados que se las arreglan para negar nuestra existencia y hacer costinas de humo que los distraiga si nuestras actividades se salen de control. En lo personal sospecho que son parte de Imperio de alguna forma. —Se frota las cienes—. Estamos destinados a siempre cuidarnos las espaldas. Nos hemos acostumbrado a vivir bajo sombras, como ya te dije.
Bebo el resto de chocolate para tragarme las preguntas que se almacenan en la base de mi garganta. Aún tengo dudas, y comienzo a sospechar que la mayoría no tienen una respuesta, al menos no una que pueda hacerme sentir segura.
Dejo mi taza vacía en el escritorio, es ahí cuando nuestras miradas se cruzan en silencio por lo que me parecen muchos minutos, no es incómodo, sin embargo. Puedo notar un brillo de esperanza en los ojos de Drei que me causa un escalofrío.
Suspiro sintiendo que eso enfría con ligereza mi cerebro.
—Dijiste que, solo la Guardia tenían permitido salir y entrar de las instalaciones. —Él me regala un asentimiento—. ¿Qué tengo que hacer para ser parte de ellos?
Su sonrisa de oreja a oreja me hace saber que él ya esperaba que esta fuera mi reacción.
—Tienes que hacer una prueba de aptitud.
—Perfecto. Si Nueve logro pasarla siendo como es, quiere decir que también puedo.
Drei se pone de pie dejando su taza en el escritorio y una risa retumbando en su pecho. Lo imito sin antes sostener la fotografía que reposaba en mis piernas.
—Puedes quedártela —ofrece—. Te pertenece de todos modos.
—Gracias —digo, me aseguro de guardar con cuidado la fotografía en el bolsillo de mi chaqueta.
Avanzamos por el mismo pasillo por el que hemos llegado, aunque doblamos en una de las esquinas que antes ignoramos. A unos metros, unas escaleras marcan un camino hacia los pisos superiores. Nuestros pasos se oyen tétricos gracias al eco que producen en medio de la calma en la que está sumergida esta parte del refugio, las escaleras que subimos son amplias y hechas de un material antideslizante.
—Quiero que sepas que no esperamos que te arriesgues por nosotros, al menos no al principio. Y sabremos esperar hasta que tú misma decidas tomar riesgos —su voz llena el silencio—. Pero podrías ayudarnos con cosas sencillas. Así no te aburrirás.
—Lo entiendo.
En la segunda planta, recorremos una serie de puertas y ventanas que dejan apreciar el bosque en el que se encuentra oculto el refugio. Las puertas son hogareñas en esta área. En vez de las puertas de metal con cerraduras sistemática que he visto antes, estas son de distintas maderas y hasta formas, tradicionales y personalizadas.
El Drei se detiene ante una puerta de madera roja. Golpea un par de veces hasta que la persona en su interior nos dice que podemos pasar.
La puerta no emite ningún sonido al ser abierta, dejando a la vista una habitación modesta. Un par de muebles, una cama y un sofá cómodo se encuentran en el interior. Una segunda puerta en una esquina y el ruido de agua cayendo me hace pensar que se trata de un baño.
Pero no hay nada más, no hay decoraciones de ningún tipo. La ventana está cerrada, aunque las cortinas permanecen a los lados, permitiéndonos ver algo del bosque al otro lado. No hay más que eso, esta habitación pareciera no pertenecerle a nadie.
Drei entra con confianza. A mí me toma unos segundos seguirlo. Una vez que los dos estamos dentro, él se aproxima a la puerta de la que proviene el sonido del agua.
—Exone, ¿necesitas ayuda? —dice con una oreja contra la puerta.
El sonido del agua se detiene y la puerta es abierta por un hombre que parece estar en la misma edad de Drei. Entre unos treinta y pico, vestido de forma cómoda.
—Sólo me lavaba la cara —comenta el hombre—. ¿Te acompaña alguien?
El aire se me estanca cuando el rostro del otro hombre se gira hacia donde estoy.
Él tiene una cruda cicatriz en forma de equis que ha acabado con el claro atractivo que debió tener. Donde deberían estar sus ojos es donde la herida parece haber sido fatal, ha cicatrizado mal, de forma que está abultada y roja en algunas partes más que en otras. Sus ojos se cubren por la misma carne cicatrizada que parecen raíces entrelazadas que lo ciegan, pero eso no impide que sonría en mi dirección.
—Es la chica de la que te hable. —Drei lo acompaña hasta la cama sin tocarlo, donde el de la cicatriz se sienta—. Nira, acércate.
La herida parece vieja, así que no me sorprende que pueda caminar con naturalidad hacia su cama sin ser guiado por nadie. Y le da un triste sentido a la falta de decoraciones en la habitación.
—Exone es un evocador. Él puede ver en los recuerdos de las personas a las que toca. —Drei me insiste con un gesto para que me acerque.
Suelto un suspiro largo mientras reemplazo a Drei sentándome a un lado de Exone. Me explican que una forma rápida para saber si estoy calificada para ser parte de la Guardia es dejar que vean en mis recuerdos, pues mis acciones del pasado me hacen la persona que soy hoy y pueden darse una idea de cómo los nuevos sucesos en mi vida podrían cambiarme.
Drei dice que lo único que buscarán son indicios de confiabilidad. Deben saber si soy alguien en quien pueden confiar. Me han dicho que no duele, pero sé que se refieren al dolor físico y no al sentimental.
—¿Lista? —Exone extiende su mano en mi dirección—. Si lo estás, toma mi mano y respira profundo.
Mis ojos caen en sus cicatrices, son evidentes y lo han incapacitado. Aun así sigue siendo de ayuda aquí, y quiero ser de ayuda también. Inhalo y retengo el aire, para darme valor. Tras suspirar, tomo la mano de Exone y cierro los ojos
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