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Capítulo 16: Carga

Suelto un suspiro de molestia al cerrar puerta de mi habitación a mis espaldas. Me quedo donde estoy, el chocolate caliente en una mano y mi peso recargado en mi pierna derecha. Mis ojos están fijos en la espalda del chico que observa por la ventana.

-Creí que te habías escapado a mitad de la noche -murmura.

En lugar de contestar para que un nuevo disgusto se desate entre los dos, extiendo el termo hacia él.

-Para ti, es chocolate caliente -pronuncio con cierta rigidez-. Aunque quizás prefieras el café.

-Detesto el café -comenta. Gira el rostro de modo que no puedo ver su expresión, toma el termo por la tapa y no se mueve hasta que yo lo suelto-. Gracias -susurra-. Yo, eh... Lamento haberme alterado por la mañana. Estoy poco acostumbrado a lidiar con otras personas.

Dejo que el silencio reine unos momentos.

-Ambos estamos alterados. No nos conocemos así que, podría decir que estamos pasando por un periodo de adaptación en la que es normal que haya desacuerdos. -Me encojo de hombros, restándole importancia al tema.

Él parece captar que quiero llegar a una zona neutral, porque asiente con la cabeza sin agregar nada.

La verdad me cuesta admitir que también me equivoqué. Con mi vida pendiendo de un hilo, preocuparme por las ausencias que tengo en la escuela es ilógico. Debería haberme preocupado primero por cómo vivir otra semana.

-¿No te aburres de estar día y noche en mi habitación? -cuestiono para cambiar de tema.

- Y para tu mala fortuna, no, no me aburro con facilidad. Menos con los vecinos que tienes -dice sin mirarme.

Su dedo índice dibuja un cuadro en el cristal empañado de la ventana.

-¿Ah, sí?, ¿y qué fue lo que descubriste de mis vecinos en plena madrugada?

-Lo he hecho durante el día, en realidad.

Dejo de mirarlo para ocuparme de mis cosas.

-La vecina de enfrente, es una persona solitaria a la que le gusta inmiscuirse en la vida de los demás. Por la mañana, ha salido a regar su jardín, lo que no sería raro de no ser porque estaba lloviendo. -comienza a relatar-. Al principio pensé que estaba loca, pero luego me di cuenta de que observa a la pareja que vive a lado. Parece que discuten demasiado fuerte y despiertan la curiosidad de la anciana.

Busco en mis cajones algo cómodo que pueda usar como ropa para dormir. En realidad, solo tengo un pijama, porque fue uno de los regalos de cumpleaños que Vladimir me hizo, pero no suelo usarla mucho porque me siento incomoda con las costuras.

<<Tomar un baño a mitad de la madrugada es lo más placentero del mundo, da igual la ropa que me ponga después>>, razono.

-Los vecinos al otro lado de la anciana, tienen dos niños que parecen estar en la misma edad. Lo curioso es que no se parecen entre sí, mucho menos a sus padres. -Nueve no parece importarle que no le estoy prestando demasiada atención-. Y a juzgar por la cantidad de juguetes que sacaron al jardín, creo que son adoptados.

-Yo tenía muchos juguetes cuando era niña, y no soy adoptada -digo rebuscando en mis cajones.

-A ti te compraban juguetes para compensar la falta de tus padres -contesta con frialdad -. A ellos parecen estarlos compensando por algo similar.

-Ese comentario fue crudo y demasiado generalizado, ¿no te parece?

-Así es la verdad. Cruda.

Este chico sí que sabe cómo molestarme.

-Ten cuidado con tu vecino de al lado.

Eso llama mi atención.

-He visto el mismo tatuaje que tiene en el cuello. Pertenece a un grupo de los barrios peligrosos. -Mete una de sus manos en las bolsas de su pantalón tras destapar el termo y comenzar a beber el contenido-. No sé a qué se dedican con exactitud, pero no se oyen cosas buenas de ellos.

-Lo tendré en mente. -Regreso un segundo a mis cajones.

Tras elegir un poco al azar mi ropa me giro por completo de regreso a él. Me encuentro con que está mirándome.

-¿Qué?

-¿Vas a usar ese costal de papas como ropa? -Apunta a la camiseta que sostengo.

Esa sonrisa burlona está de vuelta. Finjo no haber escuchado. Me doy media vuelta y me meto en el baño tras susurrar un comentario acerca de lo interesante que al parecer sí son mis vecinos. Lo escucho reírse por lo bajo.

。。。。。。。。

Sé que está ahí. Está frente a la ventana, con esa expresión en el rostro, como si esperara que aparecieran desde las sombras miles de soldados de Imperio listos para atacar. Ruedo para darle la espalda.

No puedo estar con esta constante preocupación. Ese sentimiento que se ha asentado en mi interior y que me recuerda con insistencia que está ahí no me deja conciliar un sueño tranquilo. Gruño y me giro abriendo los ojos para ver qué es lo que está haciendo.

Como lo estaba imaginando, está frente a la ventana, de pie. Su rostro no refleja ninguna emoción en este instante.

Mi corazón se crispa al reconocer la ligera forma en la que su espalda se encorva hacia adelante. Su mano izquierda está apoyada en el cristal y su frente en el dorso de esta. Sus ojos están apenas abiertos. Cuando suspira, su aliento empaña la ventana.

-Me pone de nervios verte ahí de pie -confieso buscando su atención.

-Se me entumieron las piernas por estar sentado. -No me mira al pronunciar aquello.

-¿Cuánto llevas ahí? -Estoy segura de que no es la primera vez que le hago esa pregunta, pero no recuerdo bien cuando se la hice.

-Dos horas.

Miro el reloj para confirmarlo. Me dormí a las tres de la mañana y ahora son las cinco.

-¿Y no te duelen los pies?

Mis ojos inevitablemente recaen en las botas trenzadas que trae puestas. Parecen cómodas para pelear, pero no para estar horas de pie.

-No tanto -contesta aún sin mirarme.

-No tienes que hacer esto.

-Dile eso a Drei, es uno de los que me mantienen aquí.

-Puedes simplemente irte, yo no se lo diré.

-Tengo a alguien que me vigila, no importa que no se lo digas, se va a enterar de todos modos -exhala-. Ya es molesto verlo comportarse como el padre de todos. Lo es aún más cuando cree que es el mío. Es más fácil hacer lo que me pide que tolerar sus sermones.

Exhalo con algo de exageración. Me remueve la conciencia verlo ahí, en ese estado desgarbado. He visto muchas veces a Vladimir después de un par de noches seguidas de guardia, aunque diga estar acostumbrado, la falta de sueño es cruel.

Me hago a un lado en la cama, haciendo un espacio razonable para otra persona y palmeo el lugar un par de veces.

-Anda, ven. -Evito levantar el rostro al hablar-. No necesito encender la luz para ver las ojeras en tu rostro. Ven a dormir un poco.

-Puedo dormir en el sofá.

-Descansarás mejor si estás recostado.

-El sofá se reclina -refuta.

-No lo suficiente, por algo se entumieron tus piernas.

-No seas necia. Estoy bien -murmura-. A demás, si me fuera a dormir, ¿quién vigilará?

-¡Da lo mismo si no lo haces! En el caso en el que Imperio entre por esa ventana, ¿cómo se supone que vas a defendernos en ese estado? -acuso-. ¡Estás cayéndote del cansancio!

Lo veo girando hacia la ventana.

-¡Dijiste que serías el único en matarme! Si sigues así, serás tú el que muera.

Un sentimiento de frustración se construye en el instante en el que soy ignorada, justo después de que hice a un lado la vergüenza para invitarlo a dormir. Por un segundo considero dejarlo hacer lo que quiera.

<<No es mi problema>>, pienso recostándome.

Pero ese cosquilleo no desaparece. Aprieto los puños tratando de mantener la mente concentrada en esa acción, pero no puedo. El nudo en mi garganta amenaza con dejarme sin aliento y eso hace al peso en mi estómago aumentar.

-Vuelve a dormir -dice de pronto.

-¡No puedo! -Me siento de golpe-. No estoy cómoda contigo ahí.

-No puedo irme.

-¡No te pido que lo hagas! -Me tallo el rostro con las manos-. Sólo... ¡acuéstate! Ya cargo con la culpabilidad de haber dejado que aquel chico se arriesgara por mí. No puedo tolerar la idea de que tú hagas lo mismo, ¿sabes lo miserable que me siento? -gruño. No sabía que estaba guardando esto-. Ya murieron personas por mi culpa, no quiero más carga de conciencia.

Cierro la boca con frustración, mordiendo mi lengua.

<<¿Qué mierda hacer, Nira? ¡Cierra la boca!>>, me regaño internamente.

Y ahí está, ese frío en las extremidades. Ese miedo y culpabilidad susurrando en mis oídos a los que he intentado ignorar, a los que trato de matar desde que obligué a Vladimir a cargar conmigo, que me atormentan desde que supe que mamá me abandonó.

El peor de mis demonios, al que no me atrevo a nombrar, comienza a golpear la puerta con fuerza mientras grita con rabia que lo deje entrar. Lo escucho arañar la madera con frustración y soltar la amenaza de que no se detendrá, que no me dejará en paz. Mis brazos me rodean cuando el sonido imaginario trata de robarme la lucidez.

Maldigo para mis adentros cuando no soy capaz de evitar que mis ojos se cristalicen con las lágrimas que quieren salir.

Él continúa inmóvil, como una estatua. Pero sus ojos están mirándome con detenimiento.

-Por favor, sólo hazlo -No me creo que le esté rogando a alguien que prometió matarme-. Dame algo de paz. Por esta noche, déjame dormir tranquila. No pongas más peso sobre mis hombros. No lo quiero.

Uso el dorso de mis manos para contener la lluvia de frustración que se desborda por mis ojos. Estoy molesta, cansada, ansiosa y a ese combo se le agrega una culpabilidad por lo que he hecho, por aquello que no y por las acciones que no fueron obra mía y aun así me lastimaron.

Sus hombros se relajan cuando han pasado unos segundos de silencio. Camina hasta donde estoy, recostándose en la cama de mala gana con las piernas colgadas y los brazos cruzados.

-Duérmete antes de que me arrepienta -dice con los dientes apretados.

-¿Los Ascendidos necesitamos dormir?

Tengo la necesidad de escuchar mi voz, de saber que mis sentimientos no me han hecho flaquear del todo, porque eso significa que aún podré con lo que sea que tenga que afrontar mañana.

-Tú necesitas cerrar la boca. -Frunce el ceño-. Estoy a punto de meterte una patada que te va a mandar fuera de la cama, no tientes a tu suerte.

No digo nada, no porque no tenga nada que decir, si no porque me siento tranquila ahora que sé que él no está matándose por cuidarme. Y que aún mantengo algo de fuerza conmigo, aunque no tenga la menor idea de dónde proviene.

Pero la curiosidad me gana.

-¿Cómo te uniste al refugio? -Me acorruco lo más lejos de él que puedo por si su amenaza es cierta.

Al principio sólo escucho mi respiración. Estoy a punto de cerrar los ojos para intentar dormir cuando lo veo de reojo inhalar como preparándose para hablar.

-Habían pasado dos años desde que me escapé de casa. Cuando mi hermana lo hizo poco antes que yo, me dejó un número telefónico escrito en un boleto del subterráneo. -Bosteza-. Lo había llevado conmigo por impulso, pero... -Ladea la cabeza un segundo-. La llamé y a los treinta minutos llegó alguien por mí que me llevó al refugio.

-Debió ser difícil dejar tu hogar -el comentario se me escapa.

-No, ese lugar no era mi hogar. Nunca lo fue. Por eso para ti es difícil unirte. -Suspira y cierra los ojos-. En serio, tienes que dormirte.

-¿Por qué?

-Porque tienes que descansar, ¿no es lo que pedías?

-No, ¿por qué es difícil para mí unirme?

-Porque tienes una familia -susurra-. La mitad de nosotros no la teníamos al llegar al refugio.

-Pero tenías a tu hermana, ¿no?

-Bueno, sí, pero estaba en el refugio. Y de todos modos no somos muy cercanos. -Se acomoda mejor en la cama, procurando que sus botas queden al borde, fuera de esta cuando sube las piernas-. No dejé a nadie atrás.

-¿Por qué se fueron de casa?

-Duérmete ya -suelta, más bajo esta vez.

Me quedo en silencio viendo como su respiración se vuelve apacible. Su rostro también se relaja, e incluso sus brazos cruzados al pecho pierden fuerza.

<<Con que estabas bien, ¿eh? >>, casi quiero burlarme en voz alta.

Un peso menos para la mochila de culpabilidad que llevo a cuestas.

De pronto, compartir mi cama no se siente incómodo. Después de tenerlo alrededor constantemente, parece que me acostumbré a él. Aunque no lo conozco a profundidad, es un hecho que no planea hacerme daño. Pienso que no se esforzaría por mantenerme a salvo si pensara de verdad en matarme. Si mis instintos no me piden cuidarme de él, significa que estoy a salvo, ¿no?





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Nop, no hay errores de redacción, ¿son pistas?... ¿quizás?

Los errores que hay son de ortografía o de dedo -risa diabólica-

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