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Capítulo n°44: "Ataque esperado".

Pasado.

Mientras el príncipe Mejías armaba su estrategia para atacar Loto, el rey Neptuno se encontraba entre la espada y la pared. Por un lado, no soportaba ver sufrir a su esposa y por el otro, entregarle el trono a su hermano implicaba una traición que su pueblo no estaría dispuesto a perdonarle.

La furia de Antón no se comparaba con la impotencia de su rey. Esperaba ansiosamente alguna noticia de su hermano, pero al ir pasando los días confirmaba las intenciones de Mejías. Jamás le entregaría a la niña sin obtener la corona y su trono, sin embargo, ya había tomado una decisión.

Aunque su pueblo lo odiara se iría con sus hijas y esposa lejos de Loto para dejarle lo que tanto desea su hermano.

─Es una locura lo que vas a hacer, Neptuno. Este pueblo no tan solo es de tu gente, confían en ti y darían la vida por tu familia, por lo menos merecen una explicación de semejante abandono de tu parte.

Antón no creía lo que sucedería. Su frustración iba en aumento al no poder hacer nada, no podía dar con el paradero del príncipe Mejías tampoco de su hija, ahora debía resignarse igual que su rey.

─Admito que lo pensé mucho, sin embargo, correr el riesgo de que asesiné a mi hija no está contemplado. ─ suspiro con pesadumbre y cargando un gran peso en su corazón y cuerpo se sentó en su trono. ─Nunca pensé que la avaricia de Mejías fuera tan grande como para robar a mi hija y obtener lo que quiere por medio de chantajes.

Su consejero y amigo ya no tenía dudas. Todo estaba perdido por querer recuperar lo más preciado en la vida, su hija y la alegría de su esposa, que en los últimos días se transformó en un alma sin vida, apagada y sin motivos para sonreír.

─Debe decírselo al pueblo, rey.

─Claro, no me iría sin despedirme de ellos. Me gustaría que mi madre estuviera aquí para ver lo que su hijo preciado ha provocado, seguro estaría orgullosa de sus hazañas.

─Es doloroso ver como la ambición por no obtener lo que quiere se ha convertido en una venganza vil y cruel contra su propia sangre.

─No le tembló su mano para llevarse a mi hija, nada lo detendría ni siquiera conocer el sufrimiento de quien decía amarla lo harían cambiar de opinión.

─Es posible porque el odio envenena poco a poco hasta consumir cada parte, te ciega y no podrás ver más allá del dolor que quieres causarle a los demás. No importa cuánto cueste siempre se llega a lastimar para después ser demasiado tarde.

─Hablas como si hubieras sufrido una traición, Antón.

Neptuno se removía en su silla. Miraba con curiosidad a su amigo a la espera de una respuesta. La noche ya caía tapando con el manto de la oscuridad a Loto, pero ellos no dormían. Se mantenían largas horas despiertos por si había alguna noticia de Crotonita.

─Vi de cerca cómo se perdía en odio, rencores y maldiciones, justamente su odio desmedido lo llevo a la muerte segura. ─contaba Antón empuñando su espada con rabia. ─Mi padre quiso matar a su hermano por haberlo engañado, recuerdo ser demasiado niño para hacerlo reaccionar. Se marchó dejándome solo y con un rencor guardado en el fondo de mi corazón, uno del cual no sabía de su existencia hasta que vi a mi madre caminando de la mano de su amante.

El rey Neptuno dejaba que su amigo se desahogara. Que contara ese horrible hecho acontecido en su infancia, el dolor por perder a su padre también el no saber perdonar lo consumían. Pensó en una venganza, pero de nada serviría.

Su suerte cambio cuando conoce a Neptuno en las calles de un pequeño pueblo cerca de Antiola, antes de cruzar la frontera de la capital. Lo rescato de la miseria haciendo de él un gran soldado para defender a su reino y un cómplice confidente.

─Me alegra saber que tú no te perdiste por llevar a cabo una venganza.

─No te voy a mentir, esa idea cruzo por mi mente repetidas veces, pero dejar atrás el pasado fue lo mejor. Pude avanzar sin la necesidad de cometer una locura.

─Ojalá todos tuvieras la sensatez para dejar atrás los problemas aquejantes del alma, ─ a medida que oscurecía intuía un aire pesado flotando en el ambiente como avisándole de un acontecimiento a punto de ocurrir. ─ Mejías demostró no tenerla y prefirió desafiarme, no lo culpo, pero dolió ver que también arrastraba a nuestra madre con sus ridículas ideas de vengarse. Aunque teniendo a mi hija logro más de lo que pretendía.

─Ese fue un golpe bajo. Andromena apareció en el pueblo, algunos comerciantes me lo comentaron y tengo la sospecha de que podría estar involucrada.

El rey exhalo un suspiro lleno de miedo, ese sentimiento agobiante y unas enormes ganas de llorar empezaban a acumularse en su lagrimal. Ya no soportaba ver el dolor de Marte, es tan desesperante el no poder hacer nada.

─No me sorprende, Neón me prohibió traerla al castillo cuando me case con su hija, ya que alega no ser su heredera. Pero Marte la quería, lloro durante días el haberla abandonado a su suerte.

─Otra venganza más en la lista para los reyes de Loto.

─Temo el silencio de Mejías, ya debería haberse comunicado conmigo quizás ya está planeando como destruirme y reuniendo enemigos para su ejército.

─Es probable. Por eso puse en alerta al jefe del ejército, tal vez tengamos una ventaja. ─Marte entraba a la sala del trono seguida por Venus, en un deplorable estado que su marido odiaba verla así. ─ ¡Mi reina!

Solo bastaron ternura en sus palabras para desatar el aguacero contenido en sus ojos de fuego. Aunque parecían ser dos pozos negros sin vida.

─ ¿Alguna noticia? ─ pregunto entre sollozos. ─Mejías ya vino hablar contigo ¿verdad?

El pecho de Neptuno dolía por verla desecha ante la ausencia de su hija. Sostenía su rostro entre sus manos y acurrucándola contra su cuerpo la abrazaba fuerte, su silencio hablaba por sí solo.

Su llanto no era para nada calmado. Gritaba por el dolor causado, afuera del castillo se incendiaba el bosque, la fuerza de sus emociones se multiplicaban explotando en un desastre imposible de detener sino lo hacia ella primero.

─Debes calmarte o quemaras todo. ─suplicaba el rey, pero sus hipidos y el descontrol en su interior se lo impedían, no era su intención lastimar a nadie, aunque el sentirse mal la hacían actuar de esa forma. ─Marte debes centrarte en Rojo, ella es tu única fuerza en este momento. Recuerda todo lo bueno y expulsa lo malo.

Su cuerpo se derrumbaba entre sus brazos cayendo al piso. Por los ventanales se apreciaba el color naranja de las llamas crepitante, estaba perdiendo el control y el llanto comenzó a cesar al ver los ojos tristes de Neptuno.

─¿Por qué nos hicieron esto? Ella...no le hizo daño a nadie...─ hablaba entre hipidos, con el dorso de su mano se seca las mejillas encontrando la calma en sus brazos.

─Te juro que si no nos la entrega pagara un precio muy alto por llevársela.

─No, yo lo quemare vivo si la lastima. ─ mascullo entre dientes y sintiendo tanta rabia.

Sin embargo, una explosión los puso en alerta. Neptuno levanto a su esposa y comenzaron a caminar por los pasillos. Antón justo venía a darle un reporte para nada alentador.

─Alguien está atacando el bosque, pudimos controlar el fuego, pero alguien lo volvió a encenderlo.

─Estén alerta, Mejías podría andar por algún lado.

─Si majestad.

─Ve con la niña y no se separen, yo iré por mi armadura.

Marte asintió corriendo al lado de venus. Lo que temía estaba por suceder.

Estaban atacando Loto para conseguir lo que querían. Eso le daba que pensar y no recuperaría a su hija.

Un estallido más desato el pánico en la plaza Turman y la desesperación no tardó en llegar. Mejías atacaba como el gran cobarde que es, sin mostrar su rostro.

***************

Presente.

Rojo sentía esta demora como una retención por parte de su tía, nunca se tardaron tanto en ningún planeta. Esto la ponía de malas, aunque no quería admitir la intriga generada alrededor de Andromena.

Divagaba en sus pensamientos y mantenía la distancia con la reina por el bien de todos.

─Si traiciono a mis padres ¿Cómo llego a ser reina? ─ interrogo la chica tan mordaz como acostumbra a ser.

Miurse llevando su copa a sus labios miraba a Pluto, este detuvo un bocado a medio camino para responderle.

─ ¿Por qué no se lo preguntas tu misma? ─ Pluto giro su cuello viendo a la reina sentada en su mesa y charlando con el jefe de su ejército.

El chico volvió a enfocarla y vio el odio en sus ojos al mirarla. Cortaba el pan con tanta ira que los pedazos caían al piso.

─Antes de irnos deberías platicar con ella y quitarte las dudas que te están matando por dentro.

─Como nos iremos sino tenemos la esfera tampoco sabemos cuan confiable es la reina Andromena.

Pluto negaba volviendo a su plato. Se resignó a la primera porque conocía a su amiga y no lograría convencerla de lo contrario.

─Ya tenemos la esfera. Nos queda un día más por explorar este maravilloso planeta, pero la reina tiene una condición.

─ ¿Cuál?

─Debes hablar con ella ante de irnos. ─Rojo soltó de golpe su copa en un perturbador ruido haciendo detener a todo un salón en un silencio absoluto, todos la observaban específicamente a ella. ─Escucha, por el bien de la misión y la integridad física de tus amigos hazlo. No te llevara ni una hora siquiera.

El murmullo se volvió a hacer presente quitándolos del foco de atención para volver a discutir entre ellos.

─Para empezar tú no eres mi amigo ─ siseo ─ me ocultaste parte importante de mi vida y pretendes que charle con esa mujer como si fuéramos las mejores amigas.

─Tal vez si o tal vez no. ─Pluto se tapó su boca evitando una risa corta, su amiga lo fulminaba con la mirada de fuego. ─Eres tan obstinada que te niegas a aceptar las dudas comiéndote el cerebro, pero allá tu si quieres seguir en una burbuja llena de secretos.

Rojo lo medito por unos instantes. Es lo que menos quería y puede que no sea malo investigar en el pasado, Andromena es la única conocedora de los hechos. Sin embargo, su orgullo le nubla la razón y no le permite ver con claridad.

─Están atacando el bosque de las Luciérnagas. ─grita un guardia con la respiración agitada e inclinándose buscaba recuperar energías perdidas al correr.

─Es la fuente de energía del pueblo ─ murmuro la reina bajando los escalones que la separaban del guardia. ─ ¿Por qué atacarían al este?

─La mejor distracción reina, seguramente son los oscuros y pretenden llevarnos hasta allí. Hay que irnos.

─Aún no pueden marcharse. Me diste tu palabra Miurse y veré que la cumplas. ─ sentencio Andromena. ─Ya tienes la esfera, está en su poder y no podrán tenerla a menos que los atrapen.

─Ellos no vinieron a jugar tampoco a revisarnos uno por uno y robarse la esfera, nos mataran antes de pensarlo. ─fue firme en su decisión el lobo, pero la mujer dudaba. Lo único que deseaba más que nada en la vida era una oportunidad con su sobrina. ─No es la última vez que la veras, todavía hay tiempo.

─Ella lo tiene, por mi parte lo dudo.

Siendo lo último en decir salió con sus guardias. El ejército ya se movilizaba al sonido de las campanadas anunciando un ataque.

Rojo dio un trote lento hasta estar en el patio junto a sus amigos. Observaban apoyados en el muro de piedra la humareda de tres columnas, que se apreciaban a la distancia, ya habían consumido gran parte del bosque.

─Una caída desde aquí seria devastadora. ─ comento Miurse mirando el precipicio colgando la mitad de su cuerpo por sobre el muro.

─Deberíamos ayudar.

─¿Cómo? Causando más incendio de lo que ya produjeron ellos. ─ señalo el bosque con su mirada. ─Discúlpame querida amiga, pero ellos buscan eso. Caeremos solitos en su trampa.

─Y ¿si no lo es? ¿Si en verdad necesitan ayuda? Devastarán el bosque hasta que el ejército llegue y no podrán contenerlo.

Miurse pensaba siéndole una pésima idea, sin embargo, algo de razón le encontraba. El ejercito de Andromena no tendría oportunidad de atacar porque están demasiado lejos de alcanzarlos.

También era una clara distracción para desviarlos del camino. Antes de tomar una decisión, Rojo y Pluto ya estaban montándose al lomo de un grifo el lobo niega levantando sus manos en alto y soltándolas con un estrepitoso ruido en sus pantalones, sube.

Pluto se reí de su berrinche, pero no le da tiempo a recriminárselo.

─Si llegan a la fuente acabaran con la energía y el pueblo se verá sumido en la oscuridad. ─ ya en las alturas el aire se estrellaba en sus rostros y meciendo sus cabellos trataban de localizar la fuente de la Luciérnagas. ─Ellas buscaran protegerla cueste lo que cueste. Deben buscar una fuente amarilla donde los rayos se defiendan, es la única que debe quedar encendida.

─ ¿Tardara mucho en volver a encenderla si se apaga? ─ quería saber Rojo volando a su lado.

Los chasquidos de las explosiones ya se oían cerca. Con suerte llegaría a tiempo para detener la destrucción de la última fuente sobreviviente. Las alas de los grifos planeaban en el aire impregnado de humo, el olor a putrefacción inundaba sus fosas nasales e impedían ver con claridad el firmamento.

─Puede que nunca vuelva a encenderse porque extirparían de raíz su energía.

Eso sonaba demasiado fatal. Los grifos son mitad águila con pico afilado, plumas blanca y garras para atacar, desde la mitad de su cuerpo es de un león con pelaje amarillo, patas musculosas y cola larga.

El animal emitió un sonido entorpecedor al ser atacado por una flecha. Su vuelo iba en picada, otro se lanzó al murciélago mordiendo sus alas y rompiéndolas hasta caer al vacío.

La chica de fuego continua su camino al lado de la reina. Era una emboscada y debían defenderse o terminarían muertos.

─No te separes. Trata de mantener al grifo junto a mí.

El corazón de la chica se paralizo cuando un oscuro cubierto por una neblina gris salió de las nubes dispuesto a lanzarla de su animal, aleteaba frente a sus ojos sedientos de verla morir, pero una bola de viento lo hizo a un lado de su camino. Ese mínimo soplido lo desestabilizo, el murciélago dio vueltas hasta ir cayendo y perderlo de vista.

─ ¿Dónde está Pluto? ─ interrogo y en su voz se notaba el pánico.

Mirando alrededores, él y Miurse habían desaparecido. Andromena también se preocupó y se desviaron del camino para aterrizar.

─No se escucha el sonido de los grifos. Ellos suelen comunicarse por medio de gritos, nunca abandonan a sus compañeros, pero debemos continuar.

─¡No! Tenemos que regresar a buscarlos...

─Es mejor aterrizar. Miurse sabe cómo protegerse de los oscuros así iremos directamente al bosque tal vez el ejército ya haya llegado y entre todos podamos encontrarlos.

Rojo la siguió, el sonido de los grifos aturdía llamándolos sin resultado aparente, las alas ya comenzaban a descender en picada y casi sale volando del lomo lo que la derivo a sujetarse con más fuerza de su cuello.

Poniendo sus brazos en el cuello cerro los ojos y comenzaron el aterrizaje, primero sus alas se encogieron al encontrar un hueco entre los arboles cayendo de pie en tierra firme. Al bosque lo cubría una nube de humo gris y todo el verde de las plantas dejándolas sin vida.

Andormena no tardo en estar a su lado. Dejando a los animales comenzaron a dar pasos, el silencio era total ni siquiera el canto de los pájaros se oían. Los oscuros asustaron a todos con sus actos llenos de maldad.

─No debieron haber caído lejos hay un rio que atraviesa el bosque, quizás los atacaron y cayeron por eso lados.

─Pero no hay señales de nada. Es un silencio aterrador, la oscuridad pronto consumirá todo y solamente quedaran cenizas.

─Esperemos que todavía no hayan apagado la última fuente, es nuestra esperanza si esa muere, lo hará el pueblo.

─Tu ve por la fuente, yo iré por mis amigos. No puedo abandonarlos.

─Es peligroso ir sola. No sabemos cuántos oscuros vinieron, arriba vimos algunos y lograron su cometido, no dar con la fuente de las Luciérnagas.

─Bueno, debemos darnos prisa o esto se pondrá oscuro en menos de una hora.

Con pasos cautelosos avanzaron por un sendero cubierto de hojas secas entre las dos se cubrían las espaldas, pero la ansiedad ahogaba a Rojo. La necesidad imperiosa por dar con Pluto la mortificaba a cada paso prácticamente no veían nada, la niebla cada vez se veía más gris nublándoles la vista y el olor se intensificaba al avanzar.

Andromena se detuvo al ver dos luciérnagas tiradas en el suelo moribunda.

─Están muriendo y la noche llega tan rápido que nos quedaremos a oscuras.

Eso no alentaba para nada la búsqueda. A Rojo le surgió una idea encender su cabello para iluminar, pero eso requería mucha energía.

─Mis llamas tal vez ayuden en algo. ─dijo mirando alrededor. Tocaba las hojas marchitas y achucharradas viéndolas caer sin llegar a acariciarlas. ─Es una agonía lenta para la naturaleza.

─Lo creo, aunque me siento desorientada con esta niebla cubriéndonos.

─Solo...debemos seguir el camino. ─murmuro con tantas dudas aflorando en su interior. ─Avancemos o será el final para todos.

La reina dejo que la chica guiara su camino porque su fuego iluminaba mejor y les permitía tener una idea de donde estaban paradas.

Luego de caminar por horas se veían exhausta, hambrientas y sedientas. Deteniéndose en una laguna pretendían probar las condiciones en que se encontraba el agua, pero al tocarla con el dedo se elevó un olor a presa muerta. Lo habían contaminado y se le agotaban las ideas, Rojo sentándose contra un árbol se quitó el sudor de su frente.

─Llevamos horas y hemos caminado en círculo una y otra vez. ─ dio su punto de vista la reina respirando entrecortadamente. ─A este paso no encontraremos la salida.

─Siento que la cabeza me da vueltas también surgen ganas de vomitar y ese olor insoportable no ayuda, además no tenemos agua.

─Hay que encontrar la manera de conseguirla no puede estar todo contaminado.

─Los oscuros nos quieren muerta o a mí, por lo menos eso intuyo.

Su cabeza iba a explotar y al hablar las punzadas aumentaban generando más dolor.

─¿Dónde han escondido la esfera? Quizás todo esto es para arrebatársela de sus manos y no debí permitir que se quedaran, ya estarían muy lejos de aquí si no me hubiera opuesto a la decisión de Miurse.

─Miurse se encargó de eso. ─ respondió con voz cansada. ─Yo insistí en quedarnos. Tú no tienes la culpa para tu consuelo todos corremos el mismo peligro...pero...

─Pero ¿qué? Rojo no te vayas a dormir ¿sí?

─Mmmmm...no podré resistir mucho. Mis parpados pesan y no tengo control sobre ellos.

─Se fuerte porque...tus amigos te necesitan.

Rojo ya ni la escucha. Apenas oye un murmullo a kilómetros de distancia cerrando por completo sus ojos. Andromena tampoco se puede resistir al sueño y trata de mantenerse en guardia, intenta ponerse de pie y sus músculos no le responden.

Esta es una batalla perdida para el fuego.


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