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Capítulo n°42: "Traición revelada".

Pasado.

El viento soplaba de norte a sur. La nave no lograba estabilizarse estando a punto de perder su vuelo. El príncipe Mejías se retorcía, incomodo en su silla viendo esos orbes negros de su sobrina.

--¿Qué pasa, Adén? - preguntó. - Ya deberíamos estar en la cueva. Necesitamos dar con la princesa Alba.

--¿Quién es ella? - sentía curiosidad por saber el brujo. - El viento provoca muchos inconvenientes retrasando nuestro aterrizaje.

--Entonces, busca una solución rápida.

Critonita no dejaba de mirarlo. Lo contemplaba con ojos dulces, chupándose su dedo pulgar y sonriéndole de vez en cuando. Andromena la mecía en sus brazos algo nerviosa por lo que sucediera después de su traición.

--Andromena. - llamo su atención, pero esta no pudo mantener contacto con Mejías. - Sabes ¿que nadie te salvara? Cometiste una traición y la horca será tu castigo.

--Eso ya no es relevante para mí. Considere todo perdido desde el día en que le dije, a Nuco, que formaría parte de su venganza.

Hubo un momento de silencio. La niña soltó un quejido comenzando a enojarse, su tía la movía, pero no evitaría su llanto. Su rostro se transformó en rojo explotando de incesantes gritos.

--¡Hazla callar! - espeto el príncipe.

Poniéndose de pie recorrió el interior de la nave tratando de calmarse y obviar los incontrolables gritos de la niña. El viento cesaba dándole vía libre para volver a su refugio.

Adén, más relajado dejo el mando de la nave para estirar sus piernas.

--Esa niña será un prodigio en el futuro. - comento observándola, parado cerca de una de las ventanas. - El planeta Loto perderá a una legítima y poderosa heredera, también se desatará una guerra por ella.

--Ya empezó desde el preciso instante en que ellos la arrebataron de su hogar.

Antes de llegar al lugar indicado se aseguraron de que no haya nadie cerca. Envolvieron en una manta negra a la criatura y guiaron a Andromena a la cueva, oscurecía a pasos agigantados desesperándose por ver el mañana.

--La guerra no tardara en empezar. Nosotros la hemos declarado, pero ellos cometerán el peor error.

Adén hacia uso de la palabra sin importarle quien lo escuchara o no, la emoción lo invadía y desesperaba, solo faltaba conquistar otro aliado. Y sería más fácil que dominar todo un ejército de asesinos vengativos con deseos de matar.

El rey Neptuno marchaba sin esperanzas en su corazón. Su carruaje se movilizaba por las calles de la ciudad en busca de su hija, nadie la ha visto tampoco a Nuco y eso causaba mucho desconcierto en el rey.

--¿Para qué querría una niña pequeña e indefensa? - se preguntaba a sí mismo. - No comprendo ¿Por qué vengarse con ella si fui yo el culpable de su infortunio?

--Es fácil deducirlo, majestad. - Antón palmea su espalda y colocándose a su lado intenta darle una razón válida para su dolor. - Son seres vulnerables, inocentes y nuestra debilidad. ¿Cómo te destruirían?

--Arrancándote lo más preciado para mí. - susurro Neptuno entre jadeos de llanto. - No es justo...Critonita es una niña...

--Y una hija muy valiosa para ti y Marte. Quizás así Mejías obtendría su venganza y desistiría de una guerra que terminaría con nuestro planeta.

El rey suspiraba cayendo de rodillas en el boque. Fue el último lugar donde buscaron y no quería regresar para no causarle un mayor dolor a su reina.

--Vamos de pie, rey. - Antón luchaba para alzarlo. - Todavía no es momento de darse por vencido. Todavía nada ha acabado.

--No, porque recién está empezando. - sentencio subiéndose a su caballo.

Apuraron el paso. La noche los apremiaba y necesitaban hallar un refugio para dormir, ya que, los enemigos acechan entre los árboles y la oscuridad reflejada en las sombras.

A cinco kilómetros se introducen por un camino de tierra divisando a una distancia prudente, luces en una tienda poco descuidada y tres casas retiradas de la misma.

--Aquí podremos descansar. - sugiere Antón, pero el rey ve con desconfianza el sitio. - No es lo mejor, pero es nuestra única opción.

--De acuerdo, nos iremos al amanecer.

Desmontaron de sus caballos y Antón, inspecciono la tienda por seguridad. Dos personas bebían en una esquina, otro dormía sobre la mesa y un hombre de cabello blanco, arrugas en sus ojos negros y cejas grises lo miraba con rabia.

--¿Quién eres? - interrogo sin apartar sus ojos del visitante.

--No soy de Tosco, sino de la capital. - respondía. Eso genero duda e intrigas en el anciano. - Yo y mis amigos necesitamos refugio por una noche.

--Está bien.

El rey se quitó su corona e intento pasar desapercibido con una túnica negra, sin embargo, alguien lo reconoció. El silencio absoluto no le gustaba, menos la poca iluminación y las miradas de reojo de los otros huéspedes.

--Antón presiento que debemos cabalgar toda la noche porque corremos peligro aquí. - el rey murmuraba ya ubicado al lado de su concejero.

--Tranquilo. - dijo bebiendo un trago de su jugo. - Los guardias se turnarán para vigilar mientras tu duermes.

--Dudo que eso ocurra.

Siguieron comiendo y bebiendo hasta la saciedad cuando alguien ingreso. Vestía en color negro, robusto y bastante alto, paso por el lado del rey para sentarse en la mesa del fondo.

El sitio legumbre de escasos recursos, construida de madera y piedra, carecía de mesas y sillas en buen estado, añadiendo a su gente de muchas miradas y pocas palabras.

El anciano se apresuró a tomar su pedido sin dejar de observar al hombre de cabellos de oro reluciente. Esto inquietaba al rey también a Antón, el hombre se descubrió el rostro dejando ver una sonrisa siniestra y orbes rojos, llevando la marca de la oscuridad en su oreja.

--El rey busca personalmente a su hijita. - se burló. Antón hizo todo lo posible por llevar a su amigo a las habitaciones para dormir, pero Neptuno encaro al visitante.

--Cállate o te hare encerrar para toda tu maldita vida, oscuro.

El visitante continúo bebiendo, luego se limpió su boca de forma brusca y se levantó mirándolo con fiereza. Se desencajaban sus ojos amenazadoramente.

Antón aparto al rey del oscuro interponiéndose entre los dos.

--Vete ya. - y empuño su espada.

--Tengo un mensaje para el rey. - tiro sobre la mesa un papel. - Mensaje entregado.

Dijo yéndose lentamente. Neptuno desesperado abrió la nota para leerla.

"Si quieres de vuelta a tu hija entrégame el trono o te la entregare muerta"

Príncipe Mejías.

Una mínima esperanza surgía en su corazón, pero lo que pedía seria matar una nación creyente y devota a él. Sumergiría a su pueblo en una completa decepción por salvar a su hija.

--Hay que partir. - emitió el rey. - Debemos reunirnos con el concejo, Mejías tiene a mi hija.

--¿Qué quiere para traerla de vuelta? - Antón ya intuía su respuesta.

--El trono.

Marte caminaba como alma en pena. De un día para el otro, su sonrisa desapareció, se apagó como las luces en la habitación de sus hijas y lo único que la mantenía de pie, es Rojo.

Robarle una sonrisa a su madre se ha vuelto tan fácil que basta una simple caricia para obtenerla. Es su remedio para curar sus heridas debido a la usencia de su hija.

--Papá prometió traerla de nuevo... - le susurraba pasando su dedo por la mejilla de Rojo. - Estaremos juntos de nuevo y nada nos separara.

Secaba el agua que descendía por su rostro pálido por falta de sueño. Las noches se hicieron largas desde su ausencia y la claridad del día traía la esperanza de nuevo.

***********

Presente.

--Siempre me sentí humillada por ser la hija ilegal... - suspiro con mucho pesar en su corazón la reina, Andromena. - A la que él no quería, fui objeto de una noche para ser desechada cuando naciera...Marte se apiado de mí, pero yo solamente quería vengarme, obtener la misma satisfacción de dolor que pase al ser desterrada de su casa después de casarse.

--En tu corazón había tanto odio y Marte es la victima por lo que sentiste. - su concejera Aura peinaba su cabello frente a un espejo. - Pensaste que hacerla pagar por tu sufrimiento era lo mejor, pero te equivocaste.

--Una equivocación que no tiene perdón.

--Tal vez sí. Solo es cuestión de entender por lo que pasaste y arrepentirse de verdad.

--¿Crees que no lo hago? - cuestiono la reina mirándola a través del espejo.

--Tu eres la que no está convencida de tu arrepentimiento, Adromena.

--Aunque, Rojo no va a perdonarme.

--Ella lo decidirá.

La reina no salía de sus aposentos hace un día. Intentaba retrasar lo que no se podía, para avanzar la chica de cabello de fuego necesita conocer su linaje.

Las dudas carcomían la conciencia de la reina igual que la culpa. Su miedo de no obtener el perdón de alguien importante para su hermana no la dejaban tranquila ni un minuto.

Andromena decidió salir por fin de su habitación. A su espalda caminaban Aura, fiel amigas además de su principal concejera, también dos damas de compañía y dos guardias para su protección. Avanzaban por los angostos pasillos cargados de colores y plantas enredadas en los pilares que sostenían al castillo, se dirigían a la sala del trono.

Miurse, Pluto y Rojo ya estaban esperándola para conversar. Rojo se recuperó, tal y como, lo dijeron desde el principio del hechizo, pero tenía cierta intriga por la reina. Nadie comentaba nada al respeto, Miurse omitía información valiosa para ella, aunque no era el indicado para revelar los secretos de su familia.

--¿Por qué hay tanto misterio por la reina? - quería saber cuando las puertas se abrieron dejando ver a Andromena luciendo un vestido en color blanco.

Su piel oscura de mirada altiva y seria la hacían parecer segura, pero en el fondo estaba temblando de miedo. A cada paso temblaba siéndole imposible ocultar sus nervios, los presentes hicieron una reverencia y abriéndose en un pasillo le dieron lugar para subir al trono.

El silencio molestaba a Rojo. Sus palabras se atoraban en la garganta y Pluto sostenía su mano para darle apoyo en lo que quisiera hacer.

--¡Majestad! - buscaba la atención de la reina. - Necesitamos marcharnos cuanto antes de aquí...para eso debemos llevarnos la esfera.

--No he salido de mis aposentos para charlar sobre la esfera. - miro el suelo, primero. Luego llevo sus ojos a la chica tan demandante con su mirada de incomprensión. - Hay secretos que debes conocer...seguramente esto ya te habrán dicho, tienes un increíble parecido con tu madre. Quizás te preguntes como conocí a Marte, es lo que muchos quieren saber.

--Sí, pero ya no me sorprende que todo el mundo sepa algo de ella mientras yo no.

Rojo se plantó a dos escalones del trono, Andromena se mantenía firme, aunque al ver esos orbes de fuego tuvo miedo porque ella podría matarla en cuestión de segundos.

--Disculpe mi curiosidad, Majestad. ¿Qué relación la unía a mi madre? - la chica no se perdía los gestos de incomodidad de la reina e intuía que algo sucedía.

--Soy su hermana. - Rojo retrocedió tan confundida y abriendo grandes sus ojos. - Es una sorpresa que no esperabas, sin embargo, son pocas las personas conocedoras de mi secreto entre ellas, el lobo Miurse. - ella se giró con los ojos llenos de rabia y empañados. - Soy una hija ilegal de tu abuelo al que no conociste, Marte era una hermana increíble, pero...perdí su cariño cuando se casó con tu padre, Neptuno.

Rojo empezaba a exhalar y soltar el aire con furia, Pluto se acercó para darle consuelo y conseguir calmarla o terminarían en un incendio, su fuego es incontrolable cuando está bajo el efecto del enojo.

--Escucha hasta el final. - susurro Pluto sosteniendo su mano caliente.

--Son como dos gotas de agua. - continuo, Andromena. - Tan parecidas que serás objeto de envidia, cosecharas enemigos igual a tu madre, pero siempre habrá personas dispuesta a dar la vida por ti.

La reina estaba dando muchas vueltas y Rojo se volvía impaciente, apretó fuertemente sus dientes clavando la mirada en Andromena pidió que siguiera con su relato.

--Éramos dos jóvenes. Ella tuvo la gentileza de acogerme en su casa, aunque su padre se negara, a Marte no podía decirle que no. - suspiro. - Todo era de maravilla. - sonrió tristemente. - Marte era una chica ocurrente siempre estaba metida en problemas, una vez me defendió de unos niños que se burlaban de mí y fue ese día, que descubrimos sus poderes. Todos la acusaron de ser un monstruo, pero poco le importo.

>Yo era una especie de sirviente para su familia. Mi padre me aborrecía tanto como yo a él por rechazarme. Cada instante me hacía sentir inferior recordándome que nunca formaría parte de su familia como alguna vez soñé. Marte se oponía rotundamente a sus castigos por responderle. Fuimos creciendo, mi hermana se transformaba en una bella mujer mientras mi rencor en contra de su padre crecía. Un día regrese de visitar a mi madre, volvía contenta porque extrañaba a mi hermana, sin embargo, la sonrisa se me borro al saber que se casaría y me abandonaría. Quería que me llevara con ella, suplique para que lo hiciera, pero fue en vano...Marte se marchó sin mí. No tenía otra opción más que volver con mi madre, la cual ya estaba enferma y poco tiempo después murió. Perdí todo, el único cariño que recibí en la vida se extermino cuando ella se fue y la oscuridad se llevó el alma de mi madre.

--¿Tu infortunio debo compadecerlo? - cuestiono volteando a ver a Pluto y dispuesta a irse.

--Claro que no, pero todavía no conoces ni la mitad de la historia. - sentencio la reina en un tono elevado para retenerla. - Mi odio aumento debido a las humillaciones vividas, el desprecio por mi padre y envidiaba a Marte por vivir en un palacio cuando yo padecía hambre. Busque la manera de hacerla pagar, ella se olvidó de mí y el odio contribuía para lastimarla. Entonces, me alié con Nuco, jefe del ejército de Neptuno despedido por hacerse oír. Él se robó a la hija de mi hermana, todo un planeta la buscaba y la guerra se desataría, el príncipe Mejías mato a Nuco quedándose con la niña, engaño a su hermano para llevarlo a su trampa y matarlo, pero cambio de opinión a último momento. Me quito la voluntad con magia oscura obligándome a entregársela al rey... - miro de reojo a Miurse, este asintió para que dijera el nombre sin pensárselo. - El rey Criptón cambio a la niña por un ejército. Mejías quería el trono de Loto y ha hecho de todo para obtenerlo, no obstante, nunca imagina el desastre al que sometería el universo. Fueron días sumidos en una eterna oscuridad hasta la muerte de los reyes.

Rojo cayo de rodillas. Su cuerpo desvanecido de tristeza, decepción y una creciente herida en su corazón.

--Nunca obtuve el perdón de Marte tampoco espero el tuyo, pero si estoy arrepentida...lo hago todos los días de mi existencia.

--TU NO SABES LO QUE ES ARREPENTIRSE. - grito Rojo apoyando sus manos en el piso de madera frío.

--Hay algo más. - esta vez Miurse habla. - La niña era tu hermana, Critonita.

--¡¿Qué?!

--La chica de la oscuridad es tu hermana. Marte dio a luz a dos niñas, Nuco se llevó a Critonita, quien creció bajo el techo de Criptón y la convirtió en un monstruo sin límites.

Rojo negaba una y otra vez con su cabeza arrodillada en el suelo mientras buscaba una explicación coherente a todo lo que dijeron. Sus mejillas rojas se mojaron por la cantidad de agua que derramaba, sentía tanta impotencia que sus puños se cernían constantemente y si no salía de ahí, explotaría en llamas.

Su llanto entre gritos y jadeos de dolor se oían por todo el castillo. Ahora comprendía las similitudes con ese ser de la noche.


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