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Capítulo n°30: "Averiguando la ubicación de la esfera de Fuego".

Pasado.

Llego el día. Marte está apunto de experimentar uno de los dolores más difícil de soportar al traer un hijo al universo, pero no es uno. Son dos.

Su esposo el rey Neptuno con paños húmedos seca su frente. Ella puja con todas sus fuerzas apretando sus dientes y cerrando sus ojos. Cajan es una curandera que siempre se ha especializado en atender mujeres embarazas considerándola una de la más experimentadas.

Cajan mojaba trapos y los chaguaba en una fuente cerca de la cama. Marte permanecía con las piernas elevadas mientras la curandera acomodaba todo lo necesario para el parto.

-Bien. Ya estamos listo para recibir a las niñas – sonreía subiéndose su vestido y colocándose entre ambas piernas, la esposa del rey ya no aguantaba los dolores, se le notaba en la cara que solo era cuestión de tiempo para que comience el trabajo más infernal de su vida.

-Tranquila cariño todo saldrá bien – Neptuno trataba de tranquilizarla, pero sus palabras no ayudaban, apretó su mano y juntos gritaron cuando pidió que pujara, la curandera.

-Vas bien solo un empujón mas y estará fuera – sonreía y Marte tenía ganas de borrarle su sonrisa ya que sus dolores no disminuían.

Sudaba mucho, su cuerpo se estremecía bajo las contracciones que llegaban sin avisar y debía juntar valor para volver a darle el ultimo empujoncito para que saliera.

Cayo rendida al sentir que algo salió de ella, sin embargo, aún quedaba la segunda. La pequeña llora con mucho esmero avisándoles a sus padres que estaba en perfectas condiciones.

Cajan la envuelve pasándola a su asistente porque no tardaba en salir la otra. La chica de cabello dorado y piel pálida limpiaba el cuerpo de la niña quedando poseída por su ternura.

-Es una niña fuerte mi reina – Marte tuvo un respiro, aunque no duro demasiado. Su segunda hija ya quería nacer – ¡Vamos, usted puede mi reina!

Se irguió apoyando sus codos sobre la cama. Respiraba y exhalaba esperando las indicaciones de la curandera para empezar. Esta vez sí que grito tan fuerte que todo el palacio debió escuchar sus gritos.

-Ya no puedo mas – el rey la contemplaba sufriendo al verla tan cansada, sudada y sin energías, que quería darse por vencida.

-Es un último intento y todo acabara – Cajan acomodaba a la criatura para que saliera sin inconvenientes – Antia ve por más agua. Dale la niña a su padre.

El rey se limpió sus manos antes de recibirla en sus brazos. Dormía tranquilamente que parecía un ángel. Un par de lágrimas resbalaron por sus mejillas contemplándola y no podía creer que ese hermoso ser fuera de él.

No había nada más lindo que tener un hijo fruto del amor entre dos personas. Su cabello rojo le hacía honor a su madre mientras la piel se confundía con el papel de blanco, y llevaba la marca que portaba los residentes de Loto.

Marte ya no tenía fuerzas para expulsar a la segunda niña de su cuerpo. Aunque no pretendía rendirse y el miedo la atravesó tampoco quería dejar morir a su hija. Ella no tendría la culpa.

-Reina Marte debe ayudarme. Si usted no puja la niña no podrá salir sola – con lágrimas en los ojos miro fijamente al rey que sonreía lleno de felicidad al tener a su hija en brazos.

Lo hizo decidida. Pujo tanto que sus reservas de energía se agotaron. Poco a poco iba dando paso al sueño por el trabajo que realizo. Sin embargo, con los ojos entre cerrados veía y oía a sus hijas.

Lloro de alegría. Trato de sentarse, pero una dolorosa puntada en su zona baja se lo impidió. Cajan hizo lo mismo que con la otra niña. Su asistente se encargó de bañarla y vestirla para que ella asista a la reina.

Por orden del rey ingresaron varias personas para ayudar a la curandera. Antón también lo hizo y debía comunicarlo en todo el planeta. La noticia no tardaría en expandirse.

- ¿Tienes todo listo para el sacrificio a la diosa Blanca? – quería saberlo – Lo haremos cuando Marte este recuperada así pueda estar tranquilo al hacerlo.

- ¡Sí mi rey! – con una reverencia confirmaba su pregunta - ¡Felicidades soberanos! Todo el pueblo está contento de tener nuevos herederos en la corona, ojalá traiga muchas bendiciones al reino y alegría a sus dichosos padres.

Marte apenas podía sonreír ni siquiera se levantaba sola así que lo ignoro centrándose en el manto blanco que utilizaron para que no la vea en ese deplorable estado.

-Muchas gracias fiel amigo – su sonrisa no ocultaba su felicidad – Nos veremos en un momento ¿sí?

Antón se retiró dejándolos en una intimidad de una familia que empezaba a formarse, pero nadie se atrevería a decirle lo contrario. Se acercó a la cama y acomodándose al lado de su amada deposito un beso en su frente después beso el dorso de mano mientras ella luchaba para no dormirse.

- ¿Cómo llamaremos a las niñas? – preguntó porque no habían discutido ese asunto con anterioridad.

-Tráelas quiero conocerlas – pidió. Él la complació llevando primero una y luego la otra - ¡Son hermosas!

Acariciaba su pequeño rostro y alborotando el cabello rojo se removía en sus brazos. Neptuno le acerco la segunda niña recontándose contra el respaldo porque tenerla a las dos ella sola era demasiado esfuerzo.

- ¿Qué te parece Rojo por su cabello? – la idea parecía encantar al padre de semejante criaturas.

La niña de cabello negro, ojos oscuros como un pozo profundo y piel blanca al igual que su hermana se movía haciendo quejidos para desatar el llanto. Su padre la mecía para que no le diera trabajo a su madre, aunque no funciono.

-Me parece genial el nombre, pero ¿cambiamos? – reía y negaba, el rey ya se consideraba un mal padre por no saber cómo calmar a su hija.

-Su pelo es tan oscuro como la noche – comento y sus manos pequeñas se aferraban a su ropa durmiéndose con solo sentir su olor – La llamaremos Critonita ¿te gusta?

-No discutiré al respeto – beso suavemente su mejilla y así se quedaron hasta que entro Venus y Aregon para saludarlos.

Aunque Venus ya no aguantaba la curiosidad de saber cómo eran. Paseo de un lado a otro durante todo el parto e insistió para verlas solo algunos minutos.

-Esta mujer no me ha dejado en paz. Creí que era ella la que pariría – refunfuño acusando a su esposa - ¡Felicidades rey y reina!

-Gracias por venir amigos. Venus puedes cargarla así tendrían una niñera a quien acudir cuando lloren – la amiga de Marte estaba más complacida con ser su niñera, pero eso no ocurriría.

-Por mí no hay problema – tomo en brazos a Rojo que no pensaba despertarse y era la más tranquila de las dos - ¿Cómo se llaman?

-Rojo – señalo a la pequeña entre sus brazos – y ella es Critonita.

Marte ni aliento para hablar tenia. Solo sonreía y prefería que Venus cuidara de ellas hasta que recupere las energías pérdidas para traerla a la vida.

Mientras la reina Luna había fabricado la cuartada perfecta para robarse los anillos en el alboroto del nacimiento de sus nietas. Que ni le interesaba las niñas por estar cegada en la inocencia de su hijo cuando no lo era.

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Presente.

Pluto devoraba la poca comida que el lobo Miurse le proporcionaba ya que vivía humildemente y obtenía dinero a cambio de trabajos salvajes como matar a traidores o un capturar almas perdidas en el camino.

La recompensa era muy buena, pero no lo suficiente para sobrevivir. A Rojo todo le resultaba extraño.

- ¿Qué pasa? Luces seria y confundida – Pluto mordía su naranja y bebía agua tanto como su estómago se lo permitía.

-Nada solo que...pensé que sería un sitio mejor – ella no toco su ración de pan de zapallo y carne ahumada de siervo – Debemos averiguar cuál es el sitio donde está la esfera.

-No te precipites. Primero hay que descansar ya tendremos tiempo de sobra para hacer las averiguaciones correspondientes ¿No crees?

Su respuesta fue el silencio. Se puso de pie saliendo a caminar a la calle. Aunque la noche ya se encontraba en altas horas todavía circulaban personas y animales, en cada esquina las antorchas encendidas iluminaban la ciudad y sus llamas se movían al compás de una brisa helada.

Algo no le gustaba del sitio. Presentía que la vigilaban y todos eran sospechosos. Avanzaba conforme se adentraba en una calle desolada cuando giro su cuello para mirar hacia atrás tropezó con algo.

- ¿A dónde crees que vas? – la voz le resulto familiar – No puedes andar sola por estas calles aquí nadie es confiable. Tu actitud no te llevara a ningún lado.

- ¿Y qué sabes tú de mi actitud? – espeto – Se cuidarme sola y nadie impedirá que salga por las noches.

-Bien, pero yo no te rescataré cuando seas atrapadas por las aves rapiñas o dragones negros comandados por los asesinos de Babel ¿te quedo claro?

Miurse dio la vuelta continuando con su camino. Rojo medito por un momento y lo siguió. No era tan loca como para ofrecerse de carnada.

- ¿Qué haremos ahora? – cuestiono llegando a su lado.

-Esperar porque en la oscuridad nada se puede averiguar además no podemos hacer sospechar a los oscuros – los dos entraron a la morada y Pluto dormía en la manta extendida en el suelo.

Rojo se sentó a esperar que la noche acabara. No veía nada en concreto tampoco es que haya mucho por mirar, sin embargo, se negaba a dormirse. Se mantenía alerta por las dudas hasta que el sueño la venció y colgando la cabeza descansaba.

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Miurse fue el primero en levantarse y estirarse. Salió en busca del desayuno mientras los demás seguían durmiendo. Necesitaba averiguar cuál sería el rumbo que debía tomar.

Por Sakí tenía entendido que la esfera se hallaba en el planeta Fuego y su rey Zodian es alguien sumamente estricto con los desconocidos. ¿Cómo llegaría hasta ese planeta? Todos reforzaron sus fronteras para que ningún desconocido entre sin autorización. Dudaba que fueran amistosos con ellos, pero Rojo era una carta fundamental en su viaje.

Nadie se negaría a ayudar a la descendiente del rey Neptuno. Su cuerpo se materializaba en el hombre andrajoso que era. Ingreso en un sitio donde la venta de alcohol es el primordial.

Rebusco con sus ojos a un viejo amigo para obtener la información que necesitaba. Lo encontró cerca de la puerta durmiendo sobre la mesa, apestaba a alcohol, lo zamarreo para que se despertara.

-Amigo Miurse – dijo al enfocarlo con sus orbes borrosos producto de su borrachera - ¿Qué necesitas?

-Información, ven conmigo – tuvo que sostenerlo cuando se tambaleaba y no podía encontrar estabilidad. Miurse lo condujo hacia un callejón sin salida escondido de todos.

No quería levantar sospechas tampoco ser atrapados porque ya vio que alguien los sigue.

-No tenemos mucho tiempo, Horón – sonríe con pereza, pero lo escuchaba – Dime ¿cómo ingreso al planeta Fuego? – abrió sus ojos recomponiéndose rápidamente de la sorpresa.

Horón trabajo mucho tiempo como consejero del rey Zodian, pero se retiró de su lado a causa de una enfermedad que no ha sabido cómo enfrentar. Ahoga sus horas de soledad metido en esa tienda para morir lentamente con un vaso de una buena sangría.

-Miurse creo que te has vuelto loco – arrastra las palabras al hablar – nadie puede salir de su hogar. El universo ha entrado en pánico tampoco podrás viajar por el espacio la Junta Lunar confisca todo, además de condenar a los sospechosos y a los que llevan la marca de la oscuridad.

-Lo sé, pero Rojo, la hija del rey Neptuno, está conmigo y tenemos que hallar las esferas que quedan antes que la chica de la oscuridad o moriremos todo.

Horón se había quedado mudo ante su confesión. Pensó que Neptuno ya no tenía descendientes, sin embargo, era muy poca ayuda la que podría brindarle.

-El rey Neptuno siempre fue un aliado importante para los habitantes del planeta Fuego, no creo que tengan dificultad para a travesar "el arco de la prosperidad" ¿en que se mueven?

-La chica lleva un traslador – Horón se siente entusiasmado como niño pequeño – así la Junta Lunar no podrá capturarnos.

-Aun así, deben planear bien su ingreso a la ciudad. Todos están a la defensiva porque temen ser atacados y no tendrán contemplación si les dan motivos para matarlos.

-Hay que ser discretos.

Horón asiente anunciándole que ira con ellos para guiarlos, sin embargo, no podrá hacerlos entrar ya que el laberinto es custodiado por los hombres de madera difícil de derrocar si no eres amigo de las llamas.

Miurse regreso con un apetitoso desayuno. Pluto devoraba todo también su amiga que miraba con recelo al amigo del lobo. Horón la observaba sonrientemente cosa que a ella no le agradaba.

-Así que tú eres hijas del rey Neptuno – murmuro deteniéndose de masticar su pan de durazno, una especialidad de la ciudad de las flores – Es un honor conocer a alguien tan humilde como su padre.

El lobo se movía mientras escuchaba a Horón, pero no tenía miedo de la reacción de la chica en cambio, su amigo si debía tenerlo.

- ¿Tienes el libro de las esferas? – preguntó Miurse seguro de que ella lo llevaba en su morral marrón atado a su cintura y el cual no se quitaba de encima – Lo necesitamos para hallar el planeta Fuego y su esfera.

-Error amigo – intervino Horón bebiendo agua – el libro solamente muestras donde se ubica la esfera, pero nunca cual es el camino. ¿Cómo consiguieron el libro? No cualquiera sabia su paradero exacto.

-Es una larga historia – dijo Pluto preparándose también para partir.

-Hay que movernos antes del anochecer así, por lo menos, tendremos una idea de a dónde ir.

-La esfera de fuego se encuentra en un laberinto de brasas – comento la chica leyendo lo que le mostraba las páginas, Pluto se acercó, aunque no pudo leer nada – rodeada de árboles que se convierten en llamas.

- ¿Por qué yo no puedo leer nada? – sonaba confundido.

-Porque ella fue quien dio su sangre para que revelara la información, no tú y tengan cuidado ese libro es muy peligroso, atrae criaturas monstruosas y engaña cuando se siente amenazado.

-Con magia todo es peligroso – aporto Miurse – Hay que partir. No se detengan hasta llegar al primer bosque al salir del camino principal de la ciudad.

Rojo se sentía extraña con esos hombres y más con las cosas que dijo Horón. Abrió el pergamino para ver las coordenadas, esta vez aparte de los números decía Fuego al lado.

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