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Capítulo n°29: "El camino de las flores"

Pasado.

El príncipe Mejías orquestaba su venganza con la reina Luna y Rocco, que cada vez le era más difícil no revelarse contra el rey Neptuno.

Los rumores de un complot se hacían más fuerte e inquietaba a su pueblo, pero procuraba no perder el control de sus impulsos y el único sospechoso es su hermano.

Neptuno sabía que estoy pasaría. Mejías se alzaría creando un ejército, pero lo que no se imaginaba es que el verdadero traidor permanecía a su lado.

Adén preparaba un hechizo que le permitiera entrar en Loto sin ser visto. Ya casi estaba listo, sin embargo, el príncipe no tenía la suficiente paciencia para esperar.

Los desterrados querían venganza y no eran capaz de aguardar el momento oportuno. Todos tenían en común su odio hacia personas inocentes que pagaran por no saber perder.

Mejías iba de un lado a otro, pensaba y enfurecía porque nada salía como él quería. Su madre no puede dar con las otras dos piedras, incumplirle a Rocco significaba muerte. Él lo mataría o al revés. Debía darse prisa ya que el tiempo apretaba faltando poco para el nacimiento de sus sobrinas.

Ese sería el momento oportuno. Todos estarían distraídos adorando a dos personas que nunca debieron haber llegado.

- ¿En qué piensa príncipe? - pregunto el brujo mezclando un líquido espeso y negro en un recipiente transparente - Noto que algo le preocupa ¿Qué es?

El muchacho de ojos ambarinos lo miraba con recelo sopesando no descargar su ira con él ya que puede ser alguien muy peligroso si se lo propone.

-No hemos tenido noticias de la reina Luna, el tiempo se agota y debemos tenerlas en nuestro poder antes de atacar Loto - Adén sonrió de lado con mirada asesina.

Aunque se había unido por un bien común pensaba sacar más provecho de ello. No estaba hay por el oro que le pagarían sino para encontrar una alianza que le sirva de respaldo cuando se lleve la esfera. Es lo que se le olvido de mencionar el príncipe, pero aparentemente él no tenía conocimiento de la esfera redonda con un poder infinito. Eso le daría inmortalidad, aunque no ha detectado ninguna energía en el palacio.

-Tengo la solución a su problema - dijo y el joven, que lucía como tal, abrió sus ojos de la sorpresa - Puedo fabricar dos anillos iguales con la piedra rosa para que lo suplanten, ella podría tomarlos y nadie se daría cuenta.

Lo pensó por un momento. Sin embargo, no le encontró otra solución, aunque tenía sus reservas hacia el brujo no podía negarse porque era imprescindible quitarle el poder que lo protege.

-Bien empieza a hacerlos. Cuando estén listo me avisa y le haremos una visita a mi madre para dárselas.

- ¡Como desee príncipe!

He hizo una reverencia retirándose a su boticaria para preparar todo lo necesario.

Mientras a la reina los nervios la consumían por dentro no hallaba la forma de despistar a su vigilante. Llevaba dos días tratando de deshacerse de él y no lo lograba, pero su hijo aumentaba su desconfianza en ella.

No le quedaba de otra que tener una audiencia para por lo menos fingir estar arrepentida. Era su única opción por el momento.

Avanzaba por los pasillos, los sirvientes se detenían inclinándose para hacerle una reverencia, podía no ser la reina, aunque todos todavía la respetaban. No por mucho tiempo solamente estaba cosechando odio por ayudar a su hijo menor.

Su vestido se mecía por el viento al a travesar el jardín. El color azul, su favorito, le sentaba bien, tanto que hacia resaltar sus orbes azules, cansados y asustados. Decir que no sentía miedo se estaría mintiendo a sí misma. Si todo no salía como lo planearon, la muerte los esperaría en la horca.

Antón, el consejero real caminaba en la misma dirección de la reina, este hizo una reverencia y ella le sonrió amablemente. Al consejero no le pasa inadvertida su belleza que dejaba impactado a muchos.

- ¡Mi reina! ¿Qué la trae por estos lados? - cuestiono manteniendo sus ojos en los de ella - Vaya, veo que lleva vigilancia especial - se dirigía a los tres guardias detrás de ella que la custodiaban.

-Sí, aparentemente mi hijo teme que le haga daño a su queridísima esposa - sonó con tanto resentimiento que hizo estremecer a Antón - ¡Quiero una audiencia con el rey Neptuno! Por eso esto aquí.

Su sonrisa falsa no le terminaba de convencer al consejero, pero no podía impedirle una ya que, su madre también fue reina y debe tratarla como se lo merece, aunque crea que es un peligro inminente para los descendientes a la corona.

-El rey Neptuno está en una reunión de emergencia con Nude, el comandante del ejército - hizo una pausa - pero veré si la puede recibir.

Ella asintió sonriendo para mantener la apariencia de buena. Sus ojos se desviaron hacia una figura conocida que paseaba con sus acompañantes, sonreía sin ningún tipo de inconveniente. Quiso acercarse, aunque un guardia se interpuso en su camino impidiéndoselo cuando Antón se fue.

-Disculpe reina, pero no puede tener contacto con la reina Marte - que tuviera un título que no era suyo le hacía hervir la sangre y no podía hacer nada, la impotencia y odio no la dejaban respirar tranquila.

Continuaron caminando por el pasillo izquierdo contrario por donde andaba Marte, en dirección a la sala del trono. Ahí esperaría a su hijo sin importarle quien este.

-Pase reina en un momento el rey Neptuno viene. - Antón abrió las puertas para que espere dentro. Los guardias apostados a cada lado de las puertas aguardan por su prisionera.

Antón acompaña a Luna en un silencio que no termina de convencerlo de sus intenciones.

¿Qué trama?, se preguntó en su mente, pero no podía revelar sus dudas al aire porque ella se alteraría yéndose y perdiendo la oportunidad de conocer a fondo su verdadera mascara.

- ¿Y cómo ha estado? - se interesó por saber mientras esperaban por el rey. A ella le incomodaba tanta intromisión de su parte, aunque no tenia de otra que responderle - Puede negarse a responderme no hay problema en eso reina, Luna.

Antón le sugirió al rey recibirla en presencia de alguien ya que su actitud era muy sospechosa tampoco debía confiar a la ligera si llegase a pedirle perdón.

Las puertas se abrieron, el rey vestía una túnica blanca con lazo dorados que se rameaba al caminar. Su barba crecía siendo totalmente amarilla y lo primero en que se enfocaron sus ojos fue en el anillo que brillaba ya que la sala tenía muy poca iluminación porque así lo prefería él.

-Madre ¿Qué necesitas? - cuestiono y ella espero que Antón se retirara y no lo hizo - Antón no se va, se queda.

Su furia retenida comenzaba a dar signos de aparición cuando sus ojos se tornaron oscuro. El rey comprobó que su madre estaba lejos de arrepentirse y pedir perdón.

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Presente.

El traslador los había depositado en un campo de sembradíos repleto de flores, pero sin fronteras. Todo era rodeado de flores. Pluto trataba de acostumbrarse a los colores que perturbaban su visión.

La confusión era palpable. No tenían idea donde se encontraban tampoco sabían si este era el sitio correcto.

- ¿Qué este lugar? - interrogo Pluto desconcertado ya que no se esperaba este sitio - No es un camino, es un campo de flores.

-Yo también estoy...perpleja. Imaginaba otra cosa - dijo sacudiéndose los pétalos adheridos a su ropa - Crees ¿que nos equivocamos?

-Sí. ¿Cómo salimos de aquí? - inquirió - No se ven fronteras ni caminos ni un alma que nos ayude.

Rojo observaba en todas direcciones constatando que tenía razón. Estaban solos en un campo de flores que debía ser el camino que los llevara al lobo Miurse.

Rebusco en su bolsa el pergamino. Al abrirlo y revisarlo los números utilizado en el traslador desaparecieron, esa parte está en blanco. Parpadea varias veces creyendo que es su vista, pero al volver a mirar sigue igual.

-Mira Pluto - le muestra el pergamino - los números desaparecieron. Eso es muy raro.

-Esto me está dando mala espina y si no logramos salir de aquí ¿Qué haremos? - ella niega, aunque no tiene idea de que hacer para sacarlo de ahí - Mira en esa dirección - señala hacia un pequeño bulto que se aproxima en las lejanía - ¿Será el lobo Miurse?

-Tal vez viene a rescatarnos - sugiere, pero Rojo se mantiene alerta.

Sakí les advirtió que debían cuidarse las espaldas y ser cautelosos porque encontrarían muchas cosas en el camino. Nada sería fácil eso estaba visto.

A pasos lentos avanzaban. Las espinas se le incrustaba en las piernas impidiendo moverse libremente. O se atoraban en sus pies y eso ya era una dificultad que no se esperaban.

-El profesor Sakí tuvo razón al decirnos que esto sería demasiado riesgoso - dijo con voz agitada y luchando contra una de muchas espinas que lo tiraba hacia un hueco que se abría cada vez más. - Tendré que usar una navaja para deshacerme de esta flor.

Rojo luchaba con otra por lo que no podía ayudarlo. Cada uno mantenía su batalla acabando con sus energías. El bulto que no se acaba de distinguir ya estaba más cerca, pero temían que no fuera el que esperaban.

Pluto ya llevaba medio pie metido en el pozo. Las espinas pinchaban su mano con la cual trataba de agarrarse para no ser arrastrado. Rojo se deshacía de una y ya tenía otra enredada en la otra pierna.

- ¿Qué rayos son estas plantas? - indago entre gritos.

-Son plantas carnívoras - dijo una voz gruesa y fuerte - Llegue justo a tiempo.

Su pelaje gris de ojos azules profundos y un tamaño promedio les dio tranquilidad. Rojo sintió alivio. Pluto por poco casi muere por esas plantas y baja la guardia siendo absorbido por una corriente, aunque Miurse logra atraparlo a tiempo.

- ¿Este es el maldito camino de las flores? - cuestionó bastante enojada, pero no debía estarlo con él - Sakí nunca nos dijo de que eran plantas carnívoras.

-Porque no lo sabía. Omití esa parte ya que nunca hubieran arriesgado su vida ¿verdad? - Pluto sentía pequeñas puntadas de dolor en sus heridas.

Su pierna choreaba de sangre bordo, creía que en cualquier momento se desmayaría, sin embargo, el lobo lamio todos sus cortes y viendo cómo se cerraban frente a sus ojos empezaron a salir.

-No entiendo como cayeron en esa trampa ¿huían de algo o alguien? - esa era la respuesta al horror que presenciaron.

-Alguien trataba de obtener el traslador. Tuvimos que huir sino no estaríamos aquí - el lobo se materializa en una persona distinta a lo que imaginaron - Ellos también buscan las esperas.

Rojo debía ayudar a caminar a Pluto que lo hacía con cierta dificultad. Las heridas sanaban lentamente, pero dolían cada vez más. Soportaba el dolor porque no se detendrían por él ya que corrían peligros si continuaban ahí.

-Falta poco para llegar al camino - dijo Miurse tratando de darle una mano a la chica del cabello de fuego - Admito que eres igual a tu madre y tienes el mismo color de cabello que ella.

Aunque ella no los recuerda con exactitud a lo largo de su vida desarrollo una imagen en su mente, a raíz de lo que le contaron. Su corazón no podría sentirse peor. El hecho de no tenerlos se le helaba el alma de tristeza.

-Conoces la historia, entonces - lo miro fijamente detallando su expresión.

Hizo sentar a Pluto ofreciéndole una cantimplora con agua bebió y después se centró en la chica que esperaba una respuesta.

-Todo el universo conoce la leyenda, de lo que no estaba seguro era de que sobrevivieras a tremenda guerra - incluso ella no lo sabía - Tienes muchos enemigos heredados de tus padres, aunque también personas que te ayudaran si les dices de quien sos hija.

La curiosidad de Rojo nunca se saciaba, sin embargo, no es el momento para preguntar. Deben buscar refugio si quieren dar pelea a los oscuros y ventajearlos en la carrera por hallar las esferas.

Miurse vestía una camisa rasgada, llena de mugre y marcas de sangre. Pantalones que sus pies pisaban e iba descalzo dejando ver sus enormes uñas gruesas y amarillas. Pelo hasta los hombros, cicatriz en el pómulo derecho que casi cubría la mejilla completa además de que sus manos estaban dañadas.

Una fuerte cacería casi acaba con su vida y por poco no llega a cumplir con lo que le prometió a su amigo.

-Hay que avanzar antes de que nos atrape la noche - anuncio. Pluto se encontraba acalambrado, pero las heridas ya no dolían ni sangraban - Dejaran de dolor cuando se cierren del todo.

En su saliva portaba componentes curativos eficientes para curar heridas profundas sin requerir coser. Aunque muchas veces la infección demoraba el proceso de regeneración.

Rojo y Pluto lo seguían. Miurse volvió a tomar la forma lobuna. Cargándolos en su lomo los llevo. Se veían cansados, exhausto y con hambre.

Para llegar al pueblo del camino de las flores debían recorrer aproximadamente tres kilómetros al norte. Atravesar bosque, ríos y casa aledañas alejadas porque se trataban de brujas.

El cartel que anunciaba y daba la bienvenida lucia extremadamente brilloso al acercarse la noche. Las personas se movían por calles de adoquines de barro, tanto Rojo como Pluto se mostraban reacios a las miradas curiosas, pero saludaban al lobo como si lo conocieran de toda la vida.

- ¿Qué lugar es este? - en su voz se notaba el asombro - Nunca pensé que fuera un pueblo y que mucho menos viviría alguien.

-Pues ya ves que si - murmuro Miurse deteniéndose en una puerta de madera con varios agujeros y atada con un hilo - Entren, debemos descansar y reponer energías antes de continuar.

En la oscuridad del interior ni los dedos se podían ver. Con un chasquido de dedos encendió las antorchas dispersas en cada rincón de la legumbre casa. Si es que le podía llamar así.

Rojo y Pluto tendrían que acostumbrarse al menos una noche en un lugar desconocido y con tantas carencias que ni cama había. Solamente una manta extendida en el suelo.

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