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Capítulo n°28: "Huida complicada".

Pasado.

El planeta Loto contaba los días para el nacimiento de los futuros herederos al trono. Marte sentía las pataditas de sus hijos, el movimiento brusco que a veces le impedía dormir con normalidad y las contracciones no le daban tregua.

Su corazón se mantenía feliz mientras que la reina Luna los ignoraba con recelo. El rey Neptuno le hizo un pedido al que no se pudo reusar, mantenerse alejada de su esposa e hijos hasta que las aguas se calmaran.

Neptuno no lo admitía, pero tenía miedo que el odio cegara a su madre y quisiera hacerle daño. Sin embargo, él no estaba dispuesto a correr el riesgo y prefería prevenir que lamentar.

Su confianza se había reducido en Nude, el comandante de su ejército; Antón, su consejero real y Rocco, que se disfrazaba siendo el enemigo en persona. Ubicado en su cetro daban su opinión sobre un nuevo sacrificio en honor a sus hijos que pronto los tendrían en sus brazos.

- ¿Qué les parece si hacemos un sacrificio a la diosa Blanca para que ilumine a mis hijas en su camino hacia la vida? – pregunto bebiendo de su copa y mostrando el anillo de la piedra rosa que llevaba puesto en su anular.

La otra mitad lo tenía Marte. Rocco no dejaba de ver la joya de un brillo especial que lo tentaba, sin embargo, su plan iba en la mitad por lo que debía seguir fingiendo solo para obtener la piedra completa.

Hallarla le costaría su vida porque son cuatro pedazos. Por lógica estarían destinadas para las hijas del rey, pero ese era un secreto a voces y nadie tenía certezas de ello.

- ¡Mi rey! – hizo una reverencia Antón – Creo que lo mejor sería esperar hasta que nacieran ya que así sabríamos cual serían las palabras de agradecimiento.

-También lo pensé Antón – fijo sus ojos amarillos con calma en los de color azul – pero temo que le suceda algo sino lo hacemos. La diosa Blanca suele enfurecer cuando no cumplimos con su sacrificio a tiempo.

-Entonces haga una promesa, mi rey – intervino Rocco con una sonrisa tan falsa como sus palabras – Seria fácil recriminarle si mueren.

- ¡Por la diosa Blanca! Que cosas insinúas, Rocco – se puso de pie furioso por el inoportuno comentario. – Rocco atente a tus palabras si vas a hablar.

Asintió con ademan de cabeza. Aunque por dentro se carcajeaba peor que una bruja. Sabía que decir algo respeto a la muerte causaría tal reacción que se molestaría y no se equivocó.

¨Pronto te arrodillaras por el perdón del príncipe Mejías¨ murmuro para sus adentros mientras los demás seguían dando una opinión sobre las intenciones del rey.

-Bien, haremos una promesa y el día que llegue cumpliremos con el sacrificio – sentencio el rey alzando su copa invocando a la diosa de la mujeres embarazadas - ¡Por la diosa Blanca, señores! – ellos asintieron con una reverencia.

En la plaza Turman ya se había instalado una figura gigante de la diosa Blanca rodeada de mantos blancos, flores de todos los colores y un camino de muñecos simbolizando niños recién nacidos. Es venerada por proporcionarle fuerza, energías y coraje a las que darán descendencia.

Es una leyenda que pervive entre los habitantes de Loto. La figura con un enorme vientre vestida de blanco, corona de metal y las manos cubiertas de sangre ya que el ejército Andino, que existió hace miles de años, la encarcelo y le prohibió comida, murió desangrada justo cuando su hijo pujaba por salir. Se consumió como una luz blanca estallando para ser una nueva estrella y aclamada por sus manos curativas y ruegos.

Las antorchas encendidas la iluminan en la noche oscura de la ciudad que está ansiosa por conocer a los futuros reyes de Loto.

La reina Luna aborrecía todo el alboroto por sus nietas, sin embargo, se contenía de incendiar todo solamente porque todo el día y noche era vigilada por un soldado que cumplía ordenes de su hijo.

Se encontraba en sus aposentos yendo de un lado a otro pensando cómo hacer para huir del palacio. Una nube negra se materializo dejándola petrificada al ver a su hijo con otro hombre que desconocía.

- ¡Hijo ¿eres tú?! – cuestiono dudosa - ¿Quién es este señor?

El hombre de manto marrón, cabeza calva y con dibujos en su cara que daba miedo revisaba todo. Cerrando las cortinas fueron alumbrados por una vela que pronto se terminaría de consumir como su venganza.

- ¡Madre! – exclamo entre el calor de sus brazos - ¿Alguna novedad?

-No, hijo. Neptuno me dejo a fuera del concejo y tengo vigilancia permanente ya que teme que su propia madre. Protege a Marte como si fuera su propia vida. – su tono desesperado y triste ablandaron el corazón del príncipe, pero no el suficiente para impedir una tragedia.

-Yo también lo haría estando en su lugar, madre – beso su frente mientras esta fruncía su entrecejo confundida – Necesito de tu ayuda para dar el siguiente paso ¿está dispuesta a traicionar al rey Neptuno?

Dubitativa pensó por un instante, pero el rencor movía montañas y ella estaba convencida que arrebatarle su trono lo dejaría indefenso. Así podría a expulsar a Marte sin sus hijas. Le arrancaría lo que más quería como lo hicieron con su hijo.

- ¿Cuál es tu respuesta, madre? – volvió a insistir. Sabia cuando diera un "si" no habría vuelta atrás.

-Siempre te apoyare, hijo – Mejía sonreía abrazándola.

-Él es Adén, un brujo que nos guiara en nuestra venganza – con su callado en su mano los transporto a otro lugar – Tranquila, sabe lo que hace.

A la reina Luna no le daba buena espina el brujo Adén, sin embargo, no podía decírselo tan abiertamente porque no los dejaba de mirar con esos orbes negros profundos.

-En unos días reuniremos el suficiente ejército para combatir – Adén los llevo a su cueva a una altura aproximada de 20 metros, una parcela de hielo los congelaba y el viento helado se colaba entre sus prendas, la reina se abrazaba a si misma mirando de reojo el precipicio – Cuando todo sea un caos, tú te encargaras de arrebatarle la piedra rosa a Marte y Neptuno.

- ¿Cómo hare para encontrarlas? – inquirió insegura de las palabras de su hijo.

-Ellos la portan en sus dedos en un anillo de bronce – explica – pero son cuatro partes. Marte tiene una y Neptuno otra, sin embargo, en algún lado debe tener las otras dos que faltan.

- ¿Dónde? – interrogo ansiosa ya que el misterio no le gustaba. Su hijo se movía de espaldas hacia ella con las manos entrelazadas – Príncipe Mejías déjate de misterio y habla ya. No tenemos tiempo o sospecharan que me he escapado.

-Esa parte no la sé – la observo por sobre su hombro – Es un secreto a voces que están destinadas a sus hijos, pero no estoy seguro.

-Intentare averiguarlo porque sin saberlo no podemos ir.

La charla no se extendió más. Luna dudaba si había hecho lo correcto, pero retroceder ya no era una opción. Encontrar esa piedra implicaba arrebatarle la vida a su primogénito y a su esposa.

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Presente.

Rojo ya tenía todo listo para partir. Sin embargo, no deja de pensar que los nuevos estudiantes traerían problemas en su ausencia.

-Pluto la comezón en mi espalda no me deja de incomodar – vio las múltiples formas que se podía rascar, pero no llegaba al centro – Odio sentirme de esta manera. Es como una fiebre que poco a poco recorre el cuerpo concentrándose en la espina dorsal.

-Sí, yo también experimente algo parecido hace unos días atrás. No sé a qué se debe, aunque creo tener una idea de que se trata – Rojo frunció su entrecejo mientras guardaba en la mochila lo necesario para la aventura que estaba a punto de emprender.

Pluto deducía que era esa incomodidad en el cuerpo de su amiga. La princesa Azul le había relatado esa leyenda de los herederos del poder. Si estaba en lo cierto su amiga pronto tendría un nuevo poder producto de su genética.

Los descendientes de Marte y Neptuno serian lo más poderosos ya que ellos le transmitieron varios al ser asesinados.

- ¿De qué se trata? – pregunto.

-Te lo contare en otro momento porque debemos darnos prisa sino queremos que nadie nos impida realizar el viaje – ella asiente con ciertas dudas, pero no dice nada.

-Dejare un mensaje en el pergamino. Sé que Sakí lo leerá.

Toma un carboncillo y con letra desprolija escribe una advertencia para Polisuki. Lo enrolla atándola con una cinta roja en forma de lazo y lo deposita sobre un libro que no le pasara desapercibido para el profesor.

Sujetando su mochila y Pluto la suya, se apresuran a irse bajo la oscuridad de la noche. Pero el nuevo estudiante les bloquea el paso con preguntas retrasando su escapada.

- ¿A dónde van los tontos enamorados? – clava sus uñas sobre su brazo izquierdo arrancándose parte de su piel - ¡Vamos hablen! No tengo toda la noche.

- ¿Quién eres? – inquiere Pluto que trata de pasar, pero el brazo chorreando de sangre espesa bordo lo detiene - ¡Suéltame!

-Si princesa – Pluto se zafa bruscamente – A haber, todavía no les ha quedado claro que aquí hago yo las preguntas – bufa torciendo su cuello de un lado a otro - ¿Denme el traslador? – y extiende su mano.

Kiduy es un Mercuriano desterrado. Porta en su rostro una serpiente símbolo de que pertenece al círculo de los oscuros y ha venido por lo que les interesa a todos, el objeto que los llevara a las esferas. Fue enviado por el rey Criptón.

-Jamás te lo daré – espeto Rojo metiéndose la cadena debajo de su ropa – Ya vete o la pasaras mal.

Soltó una sonora carcajada que hizo erizar la piel de la chica, quien jalo de su prenda para salir por el otro lado, pero la chica de naranja estaba aguardando apoyada en la pared.

Esto se empezaba a complicar y el tiempo apremia. Rojo no pretendía usar sus poderes, sin embargo, ellos no le estaban dejando otra opción.

-Bien lo haremos a mi modo – dijo Kiduy frotando ambas palmas, de la cual, las llamas se elevaron.

Pluto y Rojo retrocedieron encerrándose de nuevo en la biblioteca. No podían dejar que incendiaran el colegio, entonces, debían idear un plan para sacarlos hacia el patio trasero de la escuela.

-Pluto esto haremos – entre los dos llevaban el escritorio atravesándolo en la puerta, por lo menos así retrasaban lo que iba a ser un desastre – Trataremos de sacarlos para afuera. Estando ahí utilizaremos el traslador para huir.

-Pero destrozaran todo – Pluto forzaba la ventana mientras Kiduy empujaba con todas sus fuerzas la madera para derribarla – Está trabada desde afuera.

-Déjame a mí – Pluto bajo de la silla y Rojo tomo su lugar con solo calentar sus manos las llamas se decidieron del seguro - ¡Ayúdame Pluto!

La puerta cada vez se abría con facilidad. Depositaron la ventana en el piso comenzaron a trepar para salir. Pluto ayudo a Rojo, a descender minutos antes de que la puerta se desplomara.

Corrieron todo lo que sus piernas le permitieron hasta insertarse en el bosque. Allí se detuvieron con la respiración entre cortada, trataban de tomar aire en medio de la única luz que guiaba sus pasos, la luna.

-Gracias a la luna sabemos dónde pisar – comento Pluto recomponiéndose – Necesitamos irnos cuanto antes.

-Si ya deben estar buscándonos – aun respiraba con dificultad – El profesor Sakí dijo que el primer sitio es el camino de las flores.

- ¿Cuáles son las coordenadas? – Rojo saco el pergamino que le dio su profesor y pudo ver los números.

-19064328m.

- ¿Por qué hay una letra? ¿No dijo que eran números? – inquirió mirando a todos lados en busca de sus perseguidores.

-No lo sé, pero así figura en el papel. Si me equivoco estaremos fritos.

-Más que eso. Estaremos muertos antes de haber encontrado la primera esfera – el miedo era palpable ya que la misión implicaba mantenerse alerta y cuidarse entre ellos porque nadie los protegería.

-Comienzo – marco los números espero hasta que las agujas del reloj se movieron deteniéndose en 10 - ¿Ahora qué sigue?

Pluto solamente se encogió de hombros. Por instinto sujeto las manos de su amigo justo cuando todo a su alrededor se movía lentamente aumentando la velocidad. Kiduy llego, pero no pudo alcanzarlo ya que se elevaban por los aires.

- ¿Qué está pasando? – el remolino los envolvía entre hojas, ramas y piedras.

-El traslador hace su trabajo – grito tratando de sacar el pelo de su boca – ¡No te sueltes!

Fue lo último que dijo cuándo el remolino los absorbió siendo como un rayo fugaz desaparecieron.

Mientras Kiduy ensayaba una explicación para el rey Criptón. Había firmado su sentencia de muerte al dejarlo escapar.

- ¡Maldito tonto! – le recriminaba su compañera de piel naranja – Debiste agarrarlos cuando los tenia frente a tus ojos. Ahora el rey nos matara a todos.

- ¡Quítate Mirna! – siseo entre dientes – No serás la única que muera a manos de ese... - se calló – Hay que volver.

-Si ¿para qué nos maten? – cuestiono Green – Debemos huir de sus garras.

- ¿A quién acudiremos? – indago Kiduy – Critonita, es la única que nos puede salvar.

-Hay que intentarlo. Puede ser más piadosa que su padre – el sarcasmo de Mirna no aminorase la situación en la que estaban metidos.

-Con intentar no perdemos nada.

Kiduy trepo su murciélago seguido de los demás partieron en busca de la chica oscura para salvar su pellejo.

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