Capítulo n°19: "Navidad negra".
En el planeta de los oscuros todos están alborotados por el inicio de única fiesta que celebran o que el rey Criptón permite realizar.
Nadie se atreve a contradecir ni objetar ninguna ley por el miedo a ser expulsados, también porque nadie querrá darle asilo por ser un oscuro, un Critoniano.
La chica de la oscuridad se regodea de los mejores caballeros para una posible batalla. El miedo acecha a gran parte del universo. Nadie es consciente del daño permanente que puede ocasionar el odio albergado en el alma.
Sí, es que tiene un alma que ofrecer. Algunos caballeros de la armadura Búho se creen superiores solo por estar bajo el mando de la princesa Critonita. Desaparecen híbridos a su antojo, destruyen hogares sino tiene algo que ofrecerle, pero no son capaces de rebelarse viendo que una tormenta amenaza con repetirse.
Los caballeros caminan por la calle Miopía. Son alrededor de cinco. Portando una máscara que impide ver su rostro avanzan hacia un grupo de mujeres que están apostadas en medio de una parra de murciélagos. Comentan entre ellos fijándose que no haya nadie en su órbita que los vigiles.
-Paidan, esas mujeres llevan el lazo rojo. No debemos acércanos a ellas nos meteremos en problema – habla temeroso de su reacción, aunque no parece importarle.
-Solo conversaremos con ellas. Tranquilo no te asuste no haremos nada malo – sonríe quitándose la máscara.
Su enorme cicatriz atraviesa desde un ojo terminando en la parte inferior de su mejilla derecha, brilla desde lejos. Intimidad con sus ojos amarillos, aunque el miedo se huele a kilómetros de distancia. Él pretende llevarse el trofeo prohibido.
¿Quién le diría que no? Nadie le hace un desaire a un caballero del rey Criptón.
Al pararse cerca una mujer de túnica blanca, que cubre todo su cuerpo y cara, pero no sus ojos cristalinos, el ambiente se pone tenso. Ella evita mirarlo directamente a los ojos queriéndose escapar de sus garras girar para retirarse. Lo mismo hacen las otras, pero ellos no están dispuestos a ser rechazados.
-Tranquilas, no le haremos daños – dice Paidan cortándole el paso para que no se vayan – Venimos en paz.
-Ustedes no son portadores de paz – vocifera asustada la mujer vestida de celeste – son caballeros y saben que nosotras pertenecemos al rey.
-Pero el rey puede compartir con nosotras – objeta Ladius, que aún no ha revelado su rostro.
Todos llevan sus nombres colocados en sus trajes por eso no es tan difícil deducir quien es quien.
-Le comunicare su atrevimiento a mi impregnado – murmura enoja la de rojo completo – vayan despidiéndose de sus puestos.
-Paidan, debemos irnos – avisa Loty preocupado de lo que pueda pasar – puedes tener a las mujeres que quieras, pero en otra parte.
Critonita y todos sus maléficos amigos supervisan que todo esté en orden en la ciudad. Pero al ver a los caballeros rodeando un grupo de mujeres decide hacerle una visita cortésmente.
Ellos parecen entretenidos que no la ven llegar.
-El rey jamás compartirá con ustedes mediocres a mujeres tan bellas y riquísima en dinero. Nosotras le debemos lealtad – se impone con su carácter la que lleva vestimenta verde.
-Solo serán unos instantes – pide Paidan acariciando el rostro de la mujer que se aparta rápidamente.
-Caballero, Paidan – interviene la princesa maliciosamente - ¿Por qué quiere a esta mujer que tiene lazo rojo? Conoce las reglas.
-Sí... es... solo.... – su solo presencia asusta que el caballero se queda mudo.
-Te lo dije – susurra Loty ganándose una mirada por el comentario.
Las mujeres desaparecen cuando son liberadas por ella.
-Desaparezcan en este preciso instante. Veremos que dice el rey cuando lo sepa – Paidan y los demás, agachan la cabeza tragándose cualquier explicación posible – Los quiero de guardia para la fiesta de mañana.
Solamente asiente yéndose por donde vinieron. Satisfecha con su maldad sonríe volviendo con su escuadrón de la muerte.
Chipas practica su nuevo truco para quemar pueblos enteros. Sopla desde la palma de la mano un polvo negro, pero cuando va a tocar la superficie se transforma en fuego. Enorme llamas se esparcen provocando que Kyran, destello de invierno, congele todo antes de que ocurra una tragedia.
-Chipas deja de jugar y ve al campanario a vigilar – ordena su líder, Critonita.
- ¿Cuál es nuestra próxima visión? – pregunta Serpiente Negra.
-Esperaremos que el festival pase para planear nuestro siguiente paso.
-Bien... - contesta pensativo Kyran, Destello de invierno – ya tiene una de las esferas en tu poder ¿Has experimentado algún cambio o poder nuevo?
-No, pero la esfera cambio de color. Según, mi padre, falta poco para que el poder se transfiera a mi cuerpo.
-Ojalá no tarde mucho – comenta Astilla, una nueva integrante que no cree en leyendas – porque empiezo a impacientarme.
-Sino sabes esperar te puedes ir – gruñe más tranquila de lo normal.
El silencio se vuelve insoportable que cada uno toma un camino diferente. Quedaron en verse en el castillo para ayudar en los preparativos del nuevo cetro que lucirá su alteza.
Critonita dirige sus pies al pantano violáceo apodado "el tragadero de huesos", ya que lleva varias noches sin dormir. La ansiedad por poseer el poder la desespera.
Camina como alma perdida entre los angostos senderos. El pantano siente la presencia de un alma cuya esencia no le preocupa porque no es una amenaza. Sus ojos se convierten en faroles que iluminan su andar en medio de la oscuridad.
Detrás de unas lianas hay una pequeña casa cubierta de musgo negro. Un enorme Búho es el guardián del refugio de Critonita. Lo encontró hace varios años y decidió que sería su lugar secreto, nadie sabe del escondite.
Las lianas se partan dándole lugar para entrar. Es una cueva diminuta por fuera hecha debajo de un enorme árbol.
En el interior predomina la oscuridad, por lo que debe encender una fogata para tener más luminosidad. Solamente hay una cama colgante que ella misma fabrico, una mesa pequeña, libros junto a papel y tinta para escribir durante sus noches de insomnio.
-Miua, miau, miau – maúlla su gato penándose a ella para que lo acaricie.
-Hola, Mifus ¿Tienes hambre? – lo alza entre sus brazos y lo coloca en la cama para darle su comida – Aquí tienes.
De un jarrón saco un par de pájaros muertos. El gato ni lo pensó dos veces comérselo. Era el único amigo en quien confiaba y, con el cual charlaba hasta quedarse dormida.
Mirando las llamas arder se dispuso a escribir. Algo que se convertido en un pasatiempo favorito, aunque debía ocultárselo a todos de su afición por la escritura.
La navidad negra llego como el agua desborda sus olas de los ríos.
Algo faltaba para ser totalmente perfecta. Faltaba felicidad.
La felicidad de este planeta que fue robada por un rey oscuro y malvado.
Nada le pertenecía, nada tenía, pero había miedo en su corazón tan frágil que naufraga entre las olas del dolor.
Tiene un alma vacía, aunque lucha por ser libre. Libertad que nunca llegara.
Todos la llaman: la chica de la oscuridad.
El sueño la vencía. Bostezando guardo en un cobre planeado con su nombre lo que acababa de escribir.
Quito a Mifus de su improvisada cama y se recostó queriendo ver la estrella. Pero lamentablemente su planeta está rodeado de oscuridad. Oscuridad que nunca da paso a la vida sana, libre y llena de alegría. Algo que ellos no podrán experimentar mientras sigan siendo cautivos de un rey, de su padre.
Mifus se trepa en su abdomen quedándose ahí por comodidad. Siente los parparos pesados cediendo a un increíble sueño tan irreal como su vida.
Despierta porque Mifus lame su cara. Frunciendo su ceño va irguiéndose para quitarse la pereza de su cuerpo. A lo lejos ya se escuchan los tambores sonar.
Señal que la "Navidad Negra" ya llego. Pero a ella le desagrada ver como todos idolatran a un rey tan nefasto como su padre. Siempre pensó que el pueblo tenía el poder destronarlo si así lo querían, sin embargo, ocurre todo lo contrario.
- ¡Odio la navidad llena de mentiras, rostros falsos y sin mi madre! – exclama con un destello de tristeza en sus ojos.
¿Quién pudiera creer que la chica de la oscuridad puede tener sentimientos?
Absolutamente nadie lo creería. Su disfraz de malvada fue creado a la perfección que nadie dudaría.
Con mucho pesar se pone de pie. Le da de comer al gato en silencio y poniéndose su capa sale a fingir maldad.
En la capital, "Oscuras", todos adornaban cada rincón. Dentro de tres horas la fiesta comenzaría. Al avanzar entre la multitud sin ninguna expresión o emoción en su rostro, pensaba cuál sería su próximo movimiento en el universo.
En el palacio real, el rey disfruta el banquete junto a sus invitados, evito cruzarse con ellos yendo a la sala del trono. Crispa, Fénix y Casie sostenían entre empujones el manto. Carraspeo para que se dieran cuenta que había llegado.
-Al fin – hizo una mueca de disgusto su hermana, el príncipe Raco - ¿Dónde te metiste? Llevo horas buscándote.
-Eso no te incumbe, insolente – espeta provocando que todos dentro de esa sala los miren esperando una pelea – Ya te puedes marchar yo me hare cargo de terminar el cetro de mi padre.
-Ni en tus sueños – sonríe de mala gana – continuare con lo que estaba haciendo. Yo llegue primero.
-Está bien – entrelaza sus manos por detrás de su espalda – pero te quedaras solo.
Da media vuelta para irse, el príncipe no comprende a lo que se refiere, sin embargo, todos la siguen a ella. Parpadea varias veces hasta que reacciona dándose cuenta que tiene ayuda de nadie.
-No puedes llevarte a todos porque si no está terminado estarás en problemas – aunque Critonita lo sabe no se aflige, ya que sabe envolver a su padre sin ningún tipo de problema.
Ni siquiera repara en escucharlo. Con tan solo una mirada se hace entender entre sus malvados seguidores para que regresen a ayudarlo.
Los gritos, el movimiento del personal y las caras curiosas abruman. Crotonita trata de moverse con rapidez. Llega a su habitación, quita su capa y la ropa sucia e inmediatamente se va a darse un baño.
Las múltiples cicatrices de su cuerpo vislumbran al observarse en un espejo bastante empañado por el agua. Su silueta borrosa deja ver la piel blanca como papel. Lo que más odia es poder superar aquella horrorosa tragedia que le valió una cicatriz en su cuello.
Nadie imagina lo que oculta debajo de su capa tampoco nadie se atrevería averiguarlo porque ella no permite que penetren su caparazón. Le da miedo mostrarse como en realidad es tiene miedo de lo que vaya a pasar y del odio que siente hacia su amado padre.
Ya totalmente seca va poniéndose prenda por prenda. Para esta ocasión su vestuario es negro y rojo. Es la única vez que usa una falda amplia con cinturón dorado como todas las demás mujeres, especies e hibrido. La capa cubre toda la parte delantera con el bolado.
Cepilla su pelo largo haciendo una trenza para que no sea molesto. Impresiona su color. Negro oscuro como sus ojos. Su rostro va al descubierto, pero sus manos no.
Cada vez falta menos. No quiere estar encerrada así que decide salir para ver las calles vestidas de blanco y rojo. El negro representaría al planeta mientras que el rojo la sangre.
Si antes había una pequeña parra de Murciélago, ahora abarcaba de punta a punta la avenida principal. Árboles decorados con moños rojo que también podrían ser cintas, desde el cielo colgaban velas negras encendidas y una leve nieve roja caí sin llegar a tocarte. Todo era realmente bello, pero ella no podía disfrutar sentía que algo le faltaba.
La plaza estaba atiborrada de personas. Niños jugando, mujeres hacían notar su presencia con hermosos vestidos, pero en un puesto cerca del algarrobó Mirto se detuvo. El dependiente vendía toda clase de joyas. Un colgante en forma de nube con la letra C le llamo la atención. Tenía recuerdos fugaces con ese colgante, aunque por más que intentara recordar, no pudo, sus recuerdos parecían estar borrados o bloqueados.
Lo tomo y pagándole al hibrido se alejó. Observándolo detenidamente tomo asiento en un banquillo en la soledad de la multitud.
- ¡Es bellísimo! – exclamo una voz desconocida para ella.
-Sí. Es bello – contestó con cierta curiosidad por saber quién era ese hibrido verde - ¿Cómo te llamas?
-Te diré mi nombre si tú me dices el tuyo primero ¿Estás de acuerdo? – se sienta frente de ella.
Critonita debate si es bueno decirle o no su nombre, no quiere asustarlo y que salga huyendo. Los dos se escanean con una sonrisa de complicidad.
Él lleva una capa verde, sus ojos son azules, pero su piel es pálida. En su puño porta un cascabel con cinta verde.
-Eres un hibrido ¿Cierto? – pregunta sabiendo la repuesta.
-Sí lo soy ¿Tienes problema con ello? – ella lo mira porque un hibrido siempre tiene la cabeza ovalada y él la tiene normal como la suya.
-No, ninguna.
- ¿Vas a decirme tu nombre?
- ¿Estás seguro que lo quieres saber? Digo, te vas a asustar y lo más probable es que salgas corriendo.
-Créeme que eso no sucederá.
-Bien. Me llamo Critonita... - no hay sorpresa en sus ojos – ya puedes decirme el tuyo.
-El mío es Ander. Nunca te había visto por estos lados, lo único que sé es que eres la hija del rey.
-No te da miedo todo lo que comentan de mí.
-La verdad, no. Para ser sincero tú me causas mucha curiosidad.
El silencio los envuelve, pero no es incómodo. Ella se siente a gusto con él. Charla como si fueran amigos de toda la vida recorriendo la Navidad Negra.
La nieve cambia de roja a negra, señal que el baile va a comenzar para dar inicio a la celebración.
- ¿Quieres bailar? – es una invitación que no rechazaría.
-Por supuesto, Ander.
Muchas parejas se concentran en la avenida frente al palacio Búho. El rey observa atentamente a los bailarines. El violín sueña dando pie para danzar.
Las mujeres con la mano en la cintura y alzando un pañuelo negro lo florean antes de tirarlo al suelo. Danzando al ritmo de la guitarra se mueven.
Critonita gira alrededor de su acompañante. Estira sus brazos a ambos lados mientras él la toma de la cintura para levantarla haciéndola girar por los aires. Toca el suelo y de nuevo, vuelve a tocar el cielo al ver su sonrisa. Tres vueltas más, giro de derecha hacia izquierda moviéndose entre los demás hasta que termina "la melodía de la reina". Él se arrodilla esperando la reverencia de su acompañante para pararse.
Fueron minutos eternos. Nunca se había sentido tan bien en mucho tiempo. El rey la observaba con desconfianza, pero eso no le importo.
El desfile de disfraces inventados por ellos mismo continuo después del baile. Había árboles raros, animales tenebrosos o cualquier cosa que se le pudieran ocurrir.
Critonita y Ander no se separaron en toda la noche. Quedaron en verse al día siguiente a escondidas. La orquesta seguía tocando y ellos bailaban, saltaban y reían.
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