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V

"Frágil como el papel, y delicada como porcelana."


De nuevo en el bosque. Definitivamente la poca cordura que le quedaba había quedado atrás, al imaginarse a la rubia esperado al pie del lago a su encuentro —el que ella misma había asegurado—, imágenes de su pequeño cuerpo habían invadido sus pensamientos al recordarla desnuda en pleno baño. Más, su belleza voluminosa e implacable.

Pensamientos libidinosos cruzaron en conjunto, los cuales fueron tachados irrefutablemente. Ahora sí, recordaba el camino; y en poco tiempo estaba en el lago.

No la veía por ningún lado, y la idea de que no iría cruzó por su mente; en realidad no habían pactado formalmente cuando se encontrarían y le pareció ir a aquel lejano lugar en un arrebato tan inmaduro e innecesario. Toda la noche se planteó ir y verla de nuevo, tenía muchas preguntas sin respuestas; y ella sabía a lo que se enfrentaba a diferencia de él. Ella tenía las respuestas que él necesitaba.

Finalmente optó por sentarse en fría nieve a esperar, lo cual le pareció inútil y frustrante. Nada le aseguraba que ella se presentaría en el punto fijado —que de igual manera no habían acordado, pero tenía el presentimiento de que la muchacha llegaría—, pudo haber estado mintiendo en aquel momento, podría ser una trampa y en realidad planeaba asesinarlo. ¿Pero qué razón tenía? Bueno, quizá el haber culpado a los lobos —a los cuales parecía muy allegada—.

Después de aproximadamente una hora de espera en los cuales solo observó el lago, expectante, decidió que era tiempo de regresar al pueblo; ella no iría.

Se levantó, y sintió sus piernas adormecidas a causa del frío —a parte de su trasero—. Y cuando se dispuso a retirarse, la vio.

Estaba a un par de metros, sentada en la rama de un árbol, llevaba su capucha con ella como era de costumbre. Sus cabellos rubios —con pequeñas ondulaciones en las puntas, de un color blanquecino— flotaban a la par con la suave brisa del invierno como caireles. Y ni hablar de sus ojos color plata, los cuales brillaban como la luna; eran hermosos.

Detalló su perfil, mentón delicado, nariz pequeña, labios rojos carmesí —e hinchados—, pestañas rizadas y ojos de gato. El lobo del día anterior la acompañaba, vigilando cada uno de sus pasos; protegiéndola de él. Aunque eso no le importaba, nunca sería capaz de hacerle daño a esa mujer tan hermosa.

—Creí que no te atreverías a venir —habló finalmente, Yvonne.

—Yo también pensé lo mismo —respondió, acercándose a ella. Pero el lobo junto a ella se interpuso, el cual gruñía en su dirección.

—Estoy bien Anko— -lo tranquilizó ella, acariciando su pelaje marrón.

—Así que tu mascota tiene nombre —dijo, refiriéndose a Ankor.

—No es mi mascot— -aclaró de manera seria—. Está aquí para asegurarse que esté bien.

—No veo porqué no lo estés.

—No confió en ti -dijo de manera directa.

—Lo sospechaba. ¿Sí se supone que no confías en mí, por qué viniste? —preguntó con molestia.

—Calla no he terminad— -acu—ó-. No confió en que no le harás daño a Ankor o algún otro lobo —señaló al lobo siberiano—. Temo por sus vidas, sé que no serías capaz de lastimarme; pero no puedo asegurar lo mismo de ellos.

—No lo negaré, tienes razón —admitió y continuó—. No sería capaz dañarte, hay algo que me lo impide y no sé qué.

—Temor —aseguró.

—¿Cómo estas tan segura?

—Todos me temen —le recordó.

—No —negó—. No siento temor cuando te veo, ni una sola pizca de miedo, eres como un imán que me atrae... Eres un misterio que quiero resolver, quiero saber porque todos en el pueblo hablan de esa manera atroz de ti.

—No —agachó la cabeza un momento pensando, volviéndose para mirarlo. Él pudo sentir aquellos ojos color plata penetrarlo sin ningún pudor de manera fría. No, aquellos ojos no eran los mismo que tanto le habían impresionado, estos eran fríos y vacíos; parecían blancos—. Quieres sentir el miedo del fantasma del invierno.

Un escalofrío recorrió su espina dorsal para instalarse en su nuca, el fastama del invierno. Así la llamaban la gente del pueblo.

—¿Sabes porqué me llaman de esa manera? preguntó, él negó— Porque según ellos soy un gélido fantasma con el alma en pena, que solo atrae desgracias a su miserable pueblo. Y quizás sí tienen razón, indirectamente —razonó con una sonrisa amarga—. Por ahora —susurró.

"Amar sería su perdición, pero también su salvación."

(***)


(Agosto, 4 de 2018).

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