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~°39 °~

Una Navidad para Recordar

Amelia ajustó las luces del árbol por enésima vez, asegurándose de que cada esquina del pequeño departamento reflejara el espíritu navideño que tanto amaba. Las velas de canela llenaban el aire con su dulce fragancia, y el mantel rojo que cubría la mesa brillaba bajo la tenue luz de las guirnaldas. Era su primera Navidad sin su familia, pero también... La primera que pasaría con Sebastián. Eso hacía que esta noche fuera especial.

Había planeado todo al detalle: la cena, los juegos, incluso la lista de canciones que sonarían en segundo plano mientras compartían anécdotas y risas. Sin embargo, su mayor plan, el más arriesgado, aún le hacía temblar las manos: esa noche le confesaría a Sebastián lo que llevaba guardando en su corazón desde hacía meses.

A las siete en punto, el timbre sonó, y el corazón de Amelia dio un vuelco. Al abrir la puerta, allí estaba él, envuelto en su abrigo negro y con un gorro de Santa Claus ligeramente torcido. En una mano llevaba una caja de regalo envuelta en papel azul, y en la otra, una botella de vino.

-¡Feliz Navidad, Amelia!-dijo con esa sonrisa despreocupada que tanto la hacía suspirar.

-¡Feliz Navidad, Sebas! ¿Puedo decir que vienes disfrazado o solo es el gorro? -bromeó, tratando de esconder sus nervios.

-¡El gorro hace todo el trabajo, soy el jojojo! -replicó entre risas mientras entraba.

El ambiente pronto se llenó de cálida camaradería. Jugaron a armar rompecabezas mientras bebían chocolate caliente, competieron en un desafío de karaoke improvisado y recordaron historias de sus navidades pasadas. Sebastián, como siempre, conseguía que Amelia se sintiera ligera, como si nada más importara cuando estaban juntos.

Pero Amelia sabía que esa noche no podía quedarse solo en risas.

Después de la cena, llegó el momento del intercambio de regalos. Sebastián fue el primero en entregar el suyo: una bufanda tejida a mano, torpemente hecha pero con un evidente cariño en cada puntada. Amelia no pudo evitar reír al verla, pero su corazón se enterneció al pensar en él dedicando horas a algo tan sencillo.

-No soy un maestro en esto... Pero al menos es única -dijo Sebastián, encogiéndose de hombros.

-¡Es perfecta! Gracias, Sebas -respondía Amelia, sintiéndose cada vez más segura de que esa noche debía confesarle lo que sentía.

Entonces, fue su turno. Le entregó un pequeño álbum fotográfico que había pasado semanas preparando. Cada página contenía fotos de sus mejores momentos juntos: el día en que se conocieron, sus aventuras improvisadas por la ciudad, las tardes de estudio que terminaban en risas interminables. Pero lo que realmente destacaba eran las notas escritas a mano, llenas de palabras que insinuaban todo lo que Amelia no había dicho hasta ahora.

Sebastián hojeó el álbum con atención, deteniéndose en cada imagen.

-¡Esto es increíble, Amelia! ¿Cómo lograste reunir todo esto? -preguntó, visiblemente emocionado.

-Digamos que soy buena archivando recuerdos importantes -dijo ella, esbozando una sonrisa tímida.

El momento había llegado. Podía sentirlo en el aire, en el silencio cómplice que se había formado entre ellos...

-Sebas, tengo algo que decirte... -empezó Amelia, mientras su corazón latía con fuerza.

Sebastián la miró, curioso pero tranquilo, sin sospechar lo que estaba por venir.

-¿Todo bien? -preguntó.

Amelia tomó aire... Era ahora o nunca.

-Sabes que... Eres más que mi mejor amigo. Eres la persona que ilumina mis días, la razón por la que sonrío incluso cuando las cosas no van bien... Y... Creo que me he enamorado de ti, Sebastián

El silencio que siguió fue ensordecedor. Sebastián se quedó inmóvil, como si las palabras no hubieran terminado de llegar a su mente... Amelia sentía que los segundos se alargaban como horas.

Finalmente, Sebastián suspiró y bajó la mirada. Tomó las manos de Amelia entre las suyas, pero no con la intensidad que ella había esperado.

-Amelia... no sabes cuánto significas para mí. Eres mi mejor amiga, mi confidente, y no imagino mi vida sin ti. Pero... yo no siento lo mismo.

Las palabras cayeron como un balde de agua fría. Amelia sintió que el aire se escapaba de sus pulmones, como si el mundo hubiera perdido el equilibrio.

-¿No... sientes lo mismo? -repitió, incapaz de creer lo que oía.

-No quiero que esto arruine lo que tenemos. Nuestra amistad es lo más importante para mí, y no quiero perderte, Amelia. Pero no puedo corresponderte de la manera que mereces.

Amelia asintió lentamente, luchando por mantener la compostura. Una lágrima solitaria rodó por su mejilla, pero rápidamente la secó. No quería que Sebastián viera lo mucho que le dolía.

-Lo entiendo -dijo, aunque su voz apenas salió en un susurro.

Sebastián la abrazó con fuerza, y aunque el gesto era cálido, no logró disipar el frío que ahora sentía en su corazón.

La noche continuó, pero algo había cambiado. Las risas se sintieron más forzadas, las palabras más cuidadas. Cuando Sebastián se despidió, prometió que nada cambiaría entre ellos, pero Amelia sabía que eso no era cierto...

Quedó sola en su departamento, rodeada de luces parpadeantes y el eco de una confesión que había terminado en corazón roto... Pero también con una extraña paz. Había sido honesta consigo misma y con Sebastián, y eso era algo que nunca se reprocharía.

Esa Navidad no fue como Amelia había imaginado, pero sería una que nunca olvidaría.

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¡Feliz navidad a todos!

Probablemente haya publicado este shot antes o después de navidad, pero que quede claro que lo hice el 16 de diciembre (jiji).

Les deseo una feliz navidad a todos y que se la pasen bonito, estén donde estén, que se la pasen sabrosón asicomodicen los chavos.

Ya saben, los amo muxito a todos, bai <3


(hagan pedidos o m muero)

PD: ahorita la liz de antes revivio, pero pal 2025 ya se petatea de nuevo.

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