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3. Hold the line


No supo qué podría estar con vida finalizada toda una semana, la primera de cuatro.

Joder, ni siquiera se había imaginado que un set de sentadillas, abdominales y saltos con la cuerda, pudieran hacerle trabajar un grupo considerable de músculos de su cuerpo, al punto de arder en cada fibra y sentir que en al finalizar un set de ejercicios parte de su alma se desvanecía.

Por supuesto que era su culpa, su impulsividad de haber aceptado una tonta apuesta ¿Todo para qué?

Estaba agotado y lo peor, JongIn aún no había puesto ni un solo pie en el cuadrilátero, ni una vez desde que a la mañana siguiente, tras haber peleado con KyungSoo, se presentara una hora después de la acordada.

Lo primero que hizo fue hablar directamente con el propietario de la academia. Su trato hacia él fue tan serio y frio que por un momento se cuestionó si estuvieron  a punto de compartir un beso.

Y allí estaba la sortija de plata, cobrando sentido ante esa actitud hostil hacia JongIn, a quien había reclutado para convertirse en un boxeador profesional y participar de la competición que se aproximaba.

JongIn aún seguía algo renuente frente al tema de pelear en competiciones, aunque debía admitir que le había interesado la posibilidad de ganar dinero por algo en lo que aparentemente era bueno, según se expresó KyungSoo, sin saber cómo diablos supo esto.

Había llamado a su hermano, YoungBin, una vez en esa primera semana. El menor ahora esperaba que lo pudiera defender del tío de YeJi, si en algún momento se metía en problemas.

Así que allí estaba JongIn, iniciando la segunda semana de entrenamiento, al parecer con más ejercicios aeróbicos, siendo supervisado por Taemin, el joven asistente en la academia.

No lo negaba, JongIn esperaba ansiosamente el momento en el que KyungSoo se dirigiera directamente a él, como hacía con los otros chicos que entrenaban duro en el cuadrilátero, y que por cierto eran realmente buenos.

Había tenido la oportunidad de hablar con ellos, era un grupo de chicos bastante amables hasta algo relajados; aunque también los había visto en acción en el ring, donde realmente se veía lo apasionados que eran por ese deporte.

—Otro más, JongInnie. —Le animó Taemin, quien revisaba la lista entrenamiento que KyungSoo, o mejor dicho, el entrenador Do, le había indicado para que JongIn los cumpliera a cabalidad.

El nombrado lo fulminó con la mirada, sin energías para continuar. Se encontraba sudoroso y su frecuencia respiratoria había aumentado en los últimos minutos.

Miró a WonHo y TaeYang haciendo pesas en las máquinas. Al otro lado estaba Siwon y MinHo llevando una calurosa pelea, donde KyungSoo los seguía con la mirada de un halcón.

¿Por qué él no podía tener un poco de esa atención?

—Hey, concéntrate JongIn. —El más joven chasqueó los dedos frente a él—. Ya tendrás tiempo para entrenar con ellos.

—¿Que no tienes que estudiar o algo así? —preguntó intentado bromear y arrepintiéndose al instante al ver al chico con un semblante entristecido.

—Lo haría. Pero ahora soy el hombre de la casa, tengo que ayudar a mamá.

JongIn ni siquiera tuvo el corazón para preguntar más, así que se concentró en una nueva sesión de ejercicios.

El pequeño Taemin iba anotando en una libreta de hojas amarillas, el tiempo que marcaba el cronómetro cuando terminaba una nueva sesión.

Luego de bañarse en las regaderas de la academia, JongIn se disponía a marcharse donde Im, pero esta vez fue detenido por KyungSoo cuando estaba por tomar su morral.

—Necesito hablar contigo antes de que te vayas —espetó seriamente, dirigiéndose nuevamente a su oficina a la espera que JongIn le siguiera.

El nombrado se quedó en su lugar, y no fue hasta que MinHo le empujó levemente sus hombros, haciendo ademán para que le siguiera y no lo hiciera esperar. En tanto los otros compañeros, le lanzaban extrañas miradas como si supieran algo que él no, y esto le hizo desconfiar.

—Dígame entrenador Do, para qué soy bueno —dijo con una media sonrisa, sentándose en la silla metálica disponible.

La oficina era pequeña y agradeció al ventilador girando las aspas en el techo. No había notado el par de posters de El Padrino, y algunos artículos de periódicos enmarcados que estaban colgados en una de las paredes.

Pudo leer de reojo, en el título de uno de estos, el nombre de KyungSoo acompañado de una foto de él sonriendo. Le sorprendió verlo con el cabello más largo casi sobre sus hombros, con lo que parecía ser un trofeo en una mano y el par de guantes en la otra.

—Taemin me compartió tus tiempos de las últimas sesiones —dijo, haciendo que JongIn le mirara—. Has ido mejorando tu resistencia.

KyungSoo lo había notado interesado en el artículo de prensa de aquellos años, y como un recordatorio de lo que eclipsó su carrera, en su brazo izquierdo empezó a sentir una especie de punzada, una débil señal de un dolor fantasma. Incluso la argolla le incomodaba, apretando su dedo anular, así que se la quitó ante la mirada de JongIn.

—¿Y eso qué significa?

Volvió a dirigirle la mirada al hombre frente a él. Aclaró su garganta antes de continuar:

—De ahora en adelante podrás entrenar directamente en el ring. Toma. —KyungSoo extendió en su mano derecha, un protector bucal nuevo para que JongIn lo usara de ahora en adelante—. No querrás que tu perfecta sonrisa se estropee —dijo sin considerar el adjetivo que había usado.

JongIn extendió los labios revelando su perfecta sonrisa, sin poder evitar el sonrojo que se había manifestado en sus mejillas.

—Está bien —dijo sin más, sonriente.

KyungSoo lo miró por un par de segundos antes de hablar nuevamente:

—Te he retrasado, así que permíteme llevarte donde Im —agregó luciendo pensativo.

—No, no hace falta.

El hombre volvió a ponerse la argolla que se había quitado minutos atrás. JongIn volvió a sentir la amargura en la boca.

—¿No le importará a su esposa, entrenador Do? —cuestionó alzando una ceja—. De seguro lo debe estar esperándolo.

KyungSoo se quedó helado por un segundo. Sonrío levemente, solo sus labios en el gesto, antes de negar con la cabeza.

—No, no creo que le importe. Vamos, JongIn.

En un principio, el trayecto en el carro fue silencioso, de vez en cuando JongIn miraba de reojo a KyungSoo.

Desde que salieron de la academia lo notaba algo apagado, tal vez había problemas con su esposa y él se lo recordó. No sería ni el primero ni el último hombre en un matrimonio desdichado.

—¿Cómo está YoungBin?

La pregunta le sorprendió por lo repentina.

—Está bien... —contestó con un encogimiento de hombros—, supongo.

KungSoo frunció el ceño, sin despegar la vista de la carretera.

—Pensé que eran cercanos.

—Lo somos, solo que no vivimos juntos. No vivo en casa de mis padres —aclaró.

—Ya veo...

JongIn sintió la necesidad de no dejar morir la conversación. Eran raras las veces en las que parecía no estarse evitando.

—¿YeJi, cómo está ella? —preguntó.

Fuera del boxeo, solo tenían a ese par de adolescentes en común.

—Bien, en tanto tu hermano no haga una estupidez y mantenga sus manos en donde se puedan ver —contestó con cierta dureza y  su mirada fija aún en la carretera. Era evidente que le molestaba—. Han estado encontrándose en casa de mi hermana ¿Lo sabías? —le cuestionó mirándolo brevemente. Sus cejas gruesas juntas y sus manos apretando de más el volante.

JongIn sonrío, estuvo a punto de reír. Verlo tan territorial con algo que para él no representaba mayor peligro.

—Lo dices como si fuera el mismo demonio... Son jóvenes a esa edad pasan cosas.

—Cállate —KyungSoo hizo un gesto de negación con la cabeza y masculló en respuesta—: no quiero saber.

Esta vez JongIn estaba riendo.

—Hablas como si hubieses sido un santo, entrenador Do, ¿o me va a decir que nunca hizo travesuras?

Las mejillas de KyungSoo se ruborizaron, ante la pregunta demasiado curiosa.

—Las hice y me arrepiento de ellas.

JongIn dejó que el aire saliera de su boca. Se preguntaba si una de esas travesuras estaba el haberse casado; deseaba tanto saber pero se contuvo.

—Los chicos en la academia parecen ser muy buenos boxeadores —dijo, cambiando de tema.

Desde el principio había querido preguntarle la razón por las que se había interesado en él.

—Lo son —contestó— en sus ligas. Tú no estás en la misma división que ellos.

—¿Cómo? —JongIn estaba algo sorprendido.

—MinHo y WonHo están en la categoría de peso medio. SiWon y TaeYang en semipesado... y tú JongIn estarías en la categoría de menos 70 Kg... ligeramente musculosos pero manteniendo una contextura delgada, lo que exige la categoría wélter.

Ahora entendía por qué KyungSoo lo había puesto en esas máquinas que usaban para pesar en el primer día.

—Más opciones para ganar —dedujo JongIn.

—En efecto —dijo, asintiendo con la cabeza.

++🥊++

Las manos de KyungSoo las sentía firmes en sus caderas, al igual que su pecho a escasos centímetros de su espalda, generando una especie de calor asfixiante, y no, nada tenía que ver con que en la última hora JongIn hubiese estado enfrentándose amistosamente con los otros boxeadores. Mientras KyungSoo prácticamente le señalara cada uno de sus errores y moviera su cuerpo a su antojo con el fin de mejorar su postura y en consecuencia su técnica.

El entrenador Do no dejaba de remarcarle la ausencia de una.

Dar buenos putazos no era una técnica, moverse rápido tampoco. JongIn tendría que ser más estratégico, tener control de todo su cuerpo para que el rival no anticipara su siguiente movimiento.

En teoría ya lo tenía claro, en la práctica aún le costaba.

—La cadera debe mantenerse fija cuando des un golpe en la cara del adversario —KyungSoo dijo, notándose molesto antes de obligarle a lanzar un gancho a WonHo, quien presto su cara para su cometido.

JongIn sintió los dedos apretarle en su piel, no deseando esa sensación de piel contra piel combustionando en todo su cuerpo. Y el cosquilleo que sintió cuando KyungSoo resopló detrás de él, fue ya demasiado, por lo que dio un paso adelante acercándose a su compañero.

Solo así KyungSoo lo soltó y se dirigió de vuelta hacia las cuerdas paralelas que delimitaban el cuadrilátero, apoyándose sobre estas. Desde allí lo observaba con detenimiento y le daba indicaciones para corregir su técnica.

Una semana de duro entrenamiento en el ring y ya tenían a JongIn agotado, su músculos doloridos, aunque podía ver los resultados, ya que su resistencia ahora era mayor y podía huir fácilmente de quienes le seguían tras haber tomado el dinero que le debían a su jefe.

Era sábado, tras dos largas semanas, y no había visto a KyungSoo, le extrañó, ya que parecía que siempre estaba allí.

En toda esa mañana había visto a MinHo entrenando en las pesas durante una hora y luego se marchó, por lo que en ese momento sólo eran él y Taemin.

JongIn seguía practicando con uno de los sacos de entrenamiento disponibles en el gimnasio, intentando recordar la técnica que debía mantener en cada golpe. Apretaba sus dientes cuando sus manos forradas en el guante golpeaban el saco y este se tambaleaba.

Terminó por poyar su frente sobre el saco, con el sudor descendiendo por su espalda y brazos.

Solo quedaban dos semanas para decidir si se unía o no al campeonato para su división. Lo cierto es que si se negaba, extrañaría un poco la camaradería con los chicos de los que empezaba a hacerse cercanos.

Toda la vida pensando que pelear era malo ya que ese era el ejemplo de sus padres, quienes en su juventud acudían a manifestaciones en contra de las guerras que azotaban al mundo en diferentes países. JongIn creció con esos ideales pacifistas.

¿Qué dirían sus padres si le ven peleando por entretenimiento?

Muy hipócrita de su parte, de seguro.

Tras bañarse para salir de la academia, a JongIn le sorprendió la música que se reproducía de la radio grabadora, ni siquiera sabía que había una allí. Encontró a Taemin bailando al ritmo de los Bee Gees, y usando un palo de escoba como su pareja.

De brazos cruzados, JongIn lo veía entretenido sin querer interrumpirlo. Lo hacía bastante bien, el joven era un buen bailarín.

Luego que la pieza musical acabara, Taemin palideció al verlo allí.

—Pensé que estaba solo —Se disculpó con una expresión aterrada.

JongIn rio intentando restarle importancia.

—Está bien, cuando quieras te puedo enseñar un par de pasos para que atraigas a las chicas en la pista de baile.

Las mejillas de Taemin se pusieran bastante rojas. El más alto lo miraba un poco divertido y enternecido, recordándole que debería ir a casa de sus padres y ver a su querido hermano.

—Por supuesto, me gustaría. Aquí nadie baila —Se quejó Taemin.

—¿Ni siquiera KyungSoo? —preguntó mostrándose levemente interesado.

—Ya no lo hace —respondió suspirando.

—¿Acaso su mujer no lo deja?

Taemin se vio incómodo por un momento, desviando la mirada.

—¿Ya estás de salida, JongIn? —preguntó en su lugar.

Él asintió, no queriendo ahondar en el tema y sin duda, curioso ante la reacción de Taemin.

El teléfono en la oficina de KyungSoo sonó, era una llamada para el propio JongIn, quien extrañado tomó el aparato de manos del menor.

Un minuto más y hubiese perdido la oportunidad de escuchar la voz grave de KyungSoo, que se escuchaba ligeramente diferente desde el teléfono.

++🥊++

Fiebre de sábado en la noche, el aire se sentía cálido, incluso con las ventanillas abajo KyungSoo podía sentir un poco de sudor humedeciendo su espalda bajo la camisa blanca.

Aparcó su vehículo frente al edificio de apartamentos que JongIn le había indicado vivía cuando le pidió su dirección al medio día.

En realidad no tardó demasiado en aparecer frente la ventana del asiento delantero, inclinando su cuerpo para mostrar su rostro sonriente.

KyungSoo hizo todo lo que estaba a su alcance para mostrarse impasible, aunque difícil cuando el más alto lucía tan despampanante.

El cabello de JongIn estaba peinado con gel hacia atrás, vestía una camisa sin mangas negra que se le adhería muy bien, como una segunda piel, y un pantalón acampanado de estampado de cuadros, que ajustaba sus muslos y terminando con zapatos relucientes de plataforma. Provocando que el mismo KyungSoo se sintiera tan corriente a su lado, con sus converse negros y chaqueta de cuero a juego.

—Luces bien.

Dijo este haciendo que sus mejillas se arrebolaron o era por la mirada pícara que le había lanzado como si calificara su atuendo esa noche.

Debía ser un gran contraste, ya que KyungSoo en la academia, o vestía formal con colores en gamas de café o sudaderas deportivas cuando entrenaba con ellos, y ahora se podía decir que era un estilo...

—Juvenil —complementó JongIn —. Se te ve de menos años, ni siquiera en la roller disco te vi tan-.

—Ya entendí—dijo, sin querer sonar más exasperado de lo que esperaba.

—¿A dónde vamos? —preguntó JongIn evidentemente curioso—.En la llamada no me dijiste. Espero no me hagas pelear porque no sé si pueda con estos pantalones —añadió entre risas.

KyungSoo, como ya se hacía un hábito, evitó mirarlo, manteniendo sua ojos en las calles iluminadas de la ciudad.

—Esta noche hay un par de peleas —informó demasiado formal.

—Acabo de decir que no puedo —comentó, lamentando su elección de vestuario. Muy iluso de parte de JongIn el haber pensado que saldrían a bailar.

—Para que observes y aprendas —explicó hablando despacio—, posiblemente haya uno que otro boxeador con el que te enfrentarás... si decides participar del torneo.

—¿Los otros chicos participarán? —preguntó extrañado, ya que no le habían comentado sobre alguna competición.

—No hay reglas allí, solo usar guantes. No estoy muy de acuerdo con el estilo libre, siempre es un riesgo para las lesiones, por lo nadie de mi academia participa. Solo me gusta ir con el fin de aprender —expresó con un encogimiento de hombros.

—Parece tener un buen ojo para esto —comentó mirando su perfil.

—Lo tengo —dijo con firmeza.

Esa noche, como le comentaba a JongIn, era una clase de previa al inicio de la temporada de boxeo, novatos y alguno que otro boxeador medianamente reconocidos en el medio se enfrentaban.

Dejó el carro a tres bloques del lugar, KyungSoo estaba ansioso por alguna razón, caminando entre grupos de personas, espectadores como él.

JongIn se había mantenido en silencio a su lado, de vez en cuando mirando al más bajo que se le notaba algo pensativo con sus manos aferradas a los bolsillos de su chaqueta.

No había querido decirle que se veía juvenil, maldita sea, había muerto por decirle que se veía jodidamente caliente como un pequeño rebelde sin causa y que le encantaría verlo más con ese estilo despreocupado. Se abstuvo, porque de haberlo dicho, probablemente hubiese concluido sus elogios con un beso en sus labios que se le hacían tan irresistibles.

Y se odiaba al desear que fuera KyungSoo el que diera ese primer paso y olvidara su votos para tener una aventura con él.

Caminaron hasta una calle más amplia y mejor iluminada, JongIn vio sorprendido un ambiente casi festivo en el sitio, y algo alicorado entre las personas que formaban un círculo alrededor de una pelea que ya había iniciado.

Con personas gritando y empujando, JongIn decidió tomar la mano de KyungSoo en un intento por no separarse del más bajo hasta que quedaron bastante cerca de la pelea que estaba entreteniendo a todos allí.

—Presta atención —le indicó KyungSoo mirando hacia el par de boxeadores que  se enfrentaban.

El más bajo tomó ese momento para desajustar sus manos entrelazadas.

Las mejillas de KyungSoo se habían encendido cuando había sentido la tibia mano de JongIn sobre la suya. Se quería morir allí mismo debido a ese comportamiento tan osado. KyungSoo incluso había visto una sonrisa coqueta, estaba disfrutándolo.

«Me gustó haberte hecho sonrojar».

Las personas a su alrededor se agitaron sorprendidas cuando el boxeador de pantaloneta roja derribó de un solo golpe a su oponente, un tipo mucho más alto y corpulento. Un perfecto knockout.

—Tus manos deben ser rápidas si quieres dar un golpe de gracia.

Comentó hacia JongIn, entretenido con el espectáculo que daba el boxeador tras haber ganado. JongIn lo miró de devuelta, y a juzgar por esa mirada juguetona, KyungSoo supo que le daría un segundo sentido a sus palabras.

—Mis manos son lo suficientemente rápidas. Deberías comprobarlo.

KyungSoo bufó en una casi risa, negando con la cabeza. JongIn lo estaba haciendo demasiado evidente.

—¿Qué? —inquirió JongIn con una expresión relajada, fingiendo inocencia.

—Concéntrate —le reprendió sin ser demasiado autoritario.

—Estoy concentrado —JongIn se acercó hasta chocar sus hombros, mirándolo fijamente.

KyungSoo ahogó un jadeo, sintiendo que toda su cara se había acalorado bajo la intención oculta de esa mirada oscura. Y es que no era posible que su cuerpo y mente añorara acortar definitivamente la distancia y compartir su calor.

No estaba bien visto. ¡Estaba mal!

—En la pelea, JongIn —le corrigió—. Concéntrate en la pelea.

Vieron un par de peleas más, quien había ganado la primera que presenciaron siguió invicto. KyungSoo reconocería el alto nivel que tenía, y por su complexión delgada, no siendo demasiado alto, probablemente estaría en la misma categoría si JongIn decidiera participar.

Eso convertiría a ese boxeador en un rival para su aprendiz.

KyungSoo había demostrado que tenía un buen ojo, y estaba agradecido en no haberse equivocado al reclutarlo, suponía que debía agradecerle en parte a su tío político —el viejo Im HyunSik— quien fue quien le habló de él en primer lugar.

Una casualidad había sido encontrarlo dos veces.

Sus ojos se abrieron fruto de la sorpresa, cuando una figura ya conocida para él fue hacia la lona y cargó al boxeador, felicitándolo. Todo en un acto casi teatral.

WooBin, ¡qué demonios estaba haciendo allí!

—Deberíamos irnos —le susurró a JongIn a su lado, intentando alejarse de la algarabía.

—¿Do KyungSoo, eres tú?

El nombrado quedó helado cuando estaba ya por retirarse.

—Vaya, debí imaginar que estarías aquí —dijo WooBin sonriente.

Como un interruptor, los espectadores callaron interesados en ellos dos. Algunos reconociéndolo a él y otros al glorioso boxeador, que recién había festejado con el ganador de esa noche.

JongIn vio al más bajo tensarse. La cara del otro hombre le resultó familiar, pero no sabía de dónde, aunque en ese momento era lo de menos, era claro que se conocía con KyungSoo y que a este no le había gustado encontrarlo allí.

—Ya que estás aquí, quiero presentarte a Lay, él viene de China, y es mi pupilo ¿Acaso no te parece genial?

Estiró sus labios en una extraña sonrisa, viéndose exageradamente entusiasta, lo que desconcertó a KyungSoo.

—Es bueno verte de nuevo —contestó cortésmente, queriendo retirarse de allí, y evitar las miradas de los otros.

JongIn mirada al boxeador chino. Lucía tan fresco como si no hubiese estado peleando. Había algo en él que le daba cierta desconfianza.

—Disfruta del resto de la noche —continuó KyungSoo— y espero que mañana sigas en tus cinco sentidos —agregó un tanto hosco.

KyungSoo estaba conteniéndose, y la sonrisa de WooBin desapareció.

—Veo que trajiste a tu nuevo... boxeador. ¿Es ahora tu nuevo proyecto? —cuestionó, arqueando una ceja en dirección a JongIn.

—No es de tu interés, ya no haces parte de mi academia, por lo que no te debe importar —masculló KyungSoo, evitando ver al hombre a su lado.

WooBin empezó a reírse, y algunas personas lo hicieron también, incluso aquel boxeador, Lay, le miraba con diversión, o ¿era una mirada amenazante? No podría asegurarlo.

—Así que no lo niegas... interesante.

KyungSoo apretó las manos en sus costados, evitando bufar.

JongIn no sabía si debía presentarse o simplemente dejar que KyungSoo manejara la situación. No sabía qué hacer, le confundía la rivalidad con que se miraban. Eso sí, no dejó que su rostro reflejara eso, en su lugar, se mantuvo con una expresión impasible, cerca al más bajo.

—El torneo ya está por empezar —dijo WooBin mirando a los espectadores—. ¿Qué les parece si antes de iniciar tenemos una contienda? .Tu chico y el mío.

La gente animada empezaba vitorear, KyungSoo agrandó los ojos. JongIn ni siquiera había accedido a participar.

—¿Qué dices, entrenador Do? La gente lo está esperando.

WooBin miró al chico moreno, su rostro tenso y sus pequeños ojos oscuros, en una mirada desafiante.

—¿Cómo te llamas? —le preguntó directamente.

JongIn no esperaba que se dirigiera a él, se le vio sorprendido, sin saber qué decir.

—No debería interesarte, no he aceptado esto —exclamó KyungSoo luciendo molesto.

Quiso apartar a JongIn de la multitud, pero se mantuvo fijo en su lugar.

—Soy Kai —habló con firmeza.

KyungSoo levantó el rostro hacia JongIn, quien ni siquiera le estaba devolviendo el gesto. Sus ojos permaneciendo fijos en WooBin.

—¿Cuál es tu respuesta, entrenador Do? Aceptas o ¿temes que tu muchacho terminé lesionado?

WooBin burlándose de él, haciendo gestos de un bebé lloriqueando, provocaba que la gente aplaudiera y riera con él.

KyungSoo resopló, la decisión ni siquiera dependía de él, no había acordado esto con JongIn.

Lo miró brevemente y el más alto asintió brevemente hacia él, indicándole en el gesto que estaba de acuerdo. KyungSoo sonrió internamente y esta vez con más confianza, aceptó el encuentro entre Lay y... Kai.

Le gente se le notaba más emocionada ahora.

—Tengo una condición —manifestó KyungSoo con su rostro completamente serio—, lo haremos en el Gimnasio Pyo, cumpliendo el reglamento del boxeo.

Aguafiestas —farfulló—. Está bien, lo que diga el entrenador Do. ¡Ya escucharon, amigos! —dijo, dirigiéndose a las personas aglomeradas—, tendremos un enfrentamiento antes del verdadero concurso.

—Vas a arrepentirte, pequeño Kai —advirtió Lay sonriéndole con todos los dientes.

JongIn se enfureció tanto que su cuerpo se impulsó, mas fue detenido por una mano sobre su hombro que lo retuvo en su lugar. KyungSoo hizo un ligero gesto para que no se dejara provocar.

—Si es así, tú pon la fecha, WooBin y nos veremos nuevamente.

—En una semana contando desde hoy.

—Perfecto —KyugSoo sonrió satisfecho—. Un gusto conocerte Lay, tienes un buen futuro en el boxeo, aunque no creo que tu entrenador pueda estar a la altura de tu nivel —comentó completamente sincero mirando al boxeador extranjero.

Uuuhh

Se escuchó entre la multitud. KyungSoo sonrió de medio lado.

—Y tu WooBin, mantente sobrio hasta entonces.

Velozmente KyungSoo tomo del codo a JongIn, arrastrándolo fuera de la multitud, antes de escuchar los reclamos de su exaprendiz.

La gente includl hizo espacio para su salida dramática.

Te vas a arrepentir, maldito Do KyungSoo

Le escuchó exclamar pero él ya estaba lejos para responderle, aunque tampoco hubiese querido, ni siquiera cuando su corazón latía como si hubiese hecho una carrera hasta su carro.

Ingresó al vehículo y se encogió en su puesto, dejando su frente caer en el centro del volante.

JongIn lo vio en su extraña posición, y no supo qué hacer. Estaba por pasar una mano por sus hombros tensos, sin embargo escuchar su voz ligeramente ronca le hizo detener.

—¿De dónde sacaste ese nombre? —preguntó con la cara aún sobre el volante.

Pestañeó seguidamente, antes de recordar el nombre que había dicho ante ese boxeador.

—Oh, el nombre. —Se avergonzó antes de decir—: Siempre que voy donde Im, veo una academia de artes marciales. Cobra-Kai. Es un nombre americano, supuse que quedaría bien, o no...—JongIn prosiguió un tanto inseguro sin ver el rostro de KyungSoo—. No lo pensé con detenimiento, solo dije lo primero que se me vino a la mente.

—¿Tampoco pensaste bien en aceptar una pelea con ese otro chico? —KyungSoo se enderezó en la silla, girando levemente hacia JongIn.

—Parecía importante... no, no lo sé bien —dijo sacudiendo la cabeza.

—WooBin era un boxeador de mi academia, el mejor hasta unos dos meses que prácticamente lo eché porque no tenía un comportamiento ejemplar... Tendría que haber adivinado que quedaría resentido —continuó pensativo—. Lo siento JongIn, por ponerte en esta situación. No tienes que pelear con nadie sino quieres.

—Hey, no pasa nada. Yo creo que no está mal si tengo un enfrentamiento con ese flacucho, tal vez así me anime a esto de la liga —habló suavemente. Sus manos picaban por acariciar esas redondas mejillas pero se abstuvo—. Tengo que hablarlo con mis padres, confesarles que soy un boxeador, no será sencillo.

—¿Son muy estrictos? Yo puedo hablar con ellos.

JongIn estaba por reír.

—No, para nada. Ellos son un tanto peculiares, tienen una forma de pensar un tanto distinta...

—¿Fueron hippies?

JongIn ahora sí estaba riendo.

—Sí, se podría decir que sí —dijo riendo.

Si supiera que sus padres, junto a otro grupo de ciudadanos, se habían manifestado en contra de lo sucedido en el verano del 69 en Estados Unidos, y todo porque su hijo mayor les había confesado entre lágrimas al ver las noticias, que a él también le gustaban los hombres como aquellos que la policía había maltratado ese día a finales de junio.

Había corrido con suerte, no todos los que conocía podían sentirse libres al menos en sus casas. Se preguntó si...

—Te llevaré a tu departamento.

—¿Por qué —JongIn se detuvo inseguro de continuar—: la argolla, no la tiene puesta?

KyungSoo abrió grande los ojos, no esperaba que alguien lo notara tan rápido, y justo fuera JongIn quien preguntara. Si los otros chicos de la academia lo hubiesen visto sin el anillo, lo podrían haber molestado, pensando que tenía alguien entre ojos.

Abrirse con el más alto no era lo que esperaba.

—Yo... perdí a mi esposa hace unos años —dijo con cierta tristeza en su voz—. Sé que es estúpido esto... para mí portar el anillo era lo que me hacía sentir acompañado —Suspiró mirando hacia en frente—. Ayer fui al cementerio a hablar con ella. Ya no necesito ese anillo.

JongIn no esperaba aquella respuesta, y se lamentó las veces en que le había hecho recordar.

—Lo lamento, no tenía idea.

—No pasa nada —expresó con una media sonrisa.

Sus ojos parecían contener un par de lágrimas, JongIn lentamente se acercó al contrario, antes de acunar su rostro, acercándose.

KyungSo contuvo el aliento, cerrando los ojos al sentir sus labios rozando los ajenos.

Un vehículo detrás pensó que era conveniente hacer sonar su estridente bocina, haciendo que los dos se separaran nerviosos y con un rastro del sonrojo en sus mejillas.

KyungSoo se enderezó en la silla, y encendió el auto para salir de allí, ignorando lo que había estado a punto de suceder. Otra vez salvado por la campana.

Al cabo de cinco minutos, el dueño del auto prendió el radio estéreo, y aunque la señal era bastante regular, el camino hasta su departamento estuvo acompañado por música alegre, perfecta para salir una noche de sábado y disfrutar de la fiebre de juventud.

JongIn prefirió el silencio, siendo muy consciente que KyungSoo a su lado intentaba apartarse de él e ignorar lo que estuvo a punto de pasar, otra vez habían sido interrumpidos.

A la próxima oportunidad no la dejaría pasar así, se replanteó en su mente, dando un breve vistazo a KyungSoo.

Aunque ahora podría mejor poner su atención en esa pelea que tenía en frente. No, lo pensó mejor, JongIn seguiría pensando en KyungSoo.

Ahora que sabía no había conflictos por ser un hombre amarrado, JongIn tendría el camino libre para conquistarlo, aunque fuera algo clandestino.

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