1. Da Ya Think I'm Sexy?
Dio una nueva calada a su cigarrillo dejando los restos sobre el cenicero, antes que sus dedos volvieran ágiles sobre la máquina de escribir. Tal vez estaba presionando de más cada tecla, y este era un buen indicativo de lo cabreado que estaba en ese momento.
Do KyungSoo expresaba en esa carta toda su furia, y sí, también parte de su frustración despertada tras un nuevo artículo de prensa amarillista, que tildaba a su boxeador estrella, Kim WooBin, de ser un vicioso y alcohólico, que llegaba tarde a sus entrenamientos, muchas veces ebrio, y aunque en su mayoría eran ciertas aquellas acusaciones, no podía permitírselo.
Él era su representante, tendría que salvar su culo de nuevo, antes que terminen de mandar definitivamente toda su carrera al caño. Ya ni siquiera importaba que dos meses atrás, WooBin ganara el campeonato asiático de boxeo, llenando de gloria al país entero.
Sus mejillas, incluso sus orejas, estaban completamente rojas. Las mangas de su camisa seguían pulcramente arremangadas hasta sus codos y algunas gotas de sudor empapaban su frente. KyungSoo tomó un pañuelo y lo pasó por todo su rostro al finalizar la carta.
Estaba sofocado dentro de su pequeña oficina, en aquellos días que empezaban a ser calurosos. Retiró el papel de la máquina de escribir y su ceño se mantuvo fruncido al leer su contundente carta en defensa del boxeador.
Esta ya sería la última vez que se lo permitía, pensó agotado.
Una cabeza empezaba a asomarse tras la puerta, KyungSoo alzó una de sus cejas, al notar a la persona entrando a su despecho con total sigilo.
—Aún no llega —murmuró tímidamente.
KyungSoo vio a Taemin, su ayudante en su academia, con una expresión temerosa. El chico de 17 años se mantuvo en su lugar, en tanto él negaba en silencio sin mucho que pudiera hacer. Suspiró largamente, estaba furioso pero no ganaría nada, así que resignado, le entregó la carta al chico para que la depositara en el correo.
Ese día WooBin no apareció, ni al siguiente. KyungSoo visitó su departamento y no lo encontró, fue a la disco en donde en más de una ocasión lo había sacado completamente drogado, tampoco estaba allí.
MinHo, envuelto en un traje deportivo rojo, una de sus promesas de boxeo, entró a su oficina, sus ojos enormes le miraron con sorpresa.
—Está aquí —anunció tenso—. WooBin, y no está solo.
—¡Qué! —exclamó KyungSoo poniéndose de pie.
Acomodó los tirantes sobre sus hombros y dejó el cigarrillo prácticamente consumido en el cenicero.
Había pasado tres largos días sin saber el paradero del boxeador. Durante ese tiempo la carta enviada a la editorial de prensa había causado los efectos esperados, pero no podía hacer nada si WooBin seguía con ese comportamiento problemático.
—¡¿Qué cojones, Kim?!
Exasperado, KyungSoo gritó al verlo apareciendo en el gimnasio con una sonrisa torcida, de seguro aún colado con la basura que aspiró la noche anterior y la anterior a esa.
Como si no fuera suficiente, como dijo MinHo, estaba siendo escoltado por dos mujeres de piernas largas, pechos como toronjas y melenas doradas. Las dos damas soltaron una risita, que lo descolocó todavía más.
—Hey —le saludó el boxeador relajadamente—. Ellas son Angie y Sandy no hablan coreano, solo vinieron a conocerme ¿Entiendes? Así que, relájate Do —señaló dándoles una mirada lasciva a las dos chicas.
—¡Tres malditos días en los que nadie vio tu cara, rufián! y has tenido las pelotas para venir acompañado de mujerzuelas. —KyungSoo elevó su voz completamente enfurecido.
Su rostro tan rojo, parecía que echaría humo por sus orejas en cualquier momento mirando sin ningún temor al más alto.
Los otros boxeadores que entrenaban allí, veían absortos la escena. Do KyungSoo, propietario de la academia de boxeo, no solía ser el tipo de persona que alzara la voz fuera de los entrenamientos, era considerado sereno, hasta un poco tímido fuera de estos.
—¿Qué es esta escenita? Cálmate Do, no eres mi madre —contestó ofuscado—. Si no me quieres aquí, regresaré mañana... aún tengo asuntos que atender con mis nuevas amigas.
KyungSoo miró con repudio al boxeador. Estaba ya agotado lidiando con la misma mierda casi todos los días.
WooBin estaba cerca de la salida del gimnasio cuando KyugSoo lo apuntó con su dedo y habló fuerte:
—Si cruzas esa puerta, será mejor que te busques otro entrenador, agente y contador que pueda soportar ¡todas tus mierdas! —anunció alto y claro.
Un jadeo colectivo se escuchó en el recinto, los otros chicos eran meros espectadores, y la verdad, ya veían venir el momento en el que el entrenador Do, como volcán, entrara en erupción.
—¿Qué dices, bastardo? —WooBin se volteó con incredulidad dibujada en su cara debido a las agallas del otro tipo.
—¡Fuera de mi academia! —gritó.
—¿Y quién va a sostener este lugar cuando me vaya? —WooBin con un rostro burlón miró a los otros boxeadores—. ¿Este grupo de perdedores? No me hagas reír, Do.
—¡Oye, Kim! —gritó MinHo enfurecido en nombre de sus otros compañeros—. Ya escuchaste a Do ¡Fuera!
Los demás empezaron a abuchear a la estrellita rebelde. Se lo merecía.
—¡Te vas a arrepentir de esta Do! Te lo juro.
WooBin en compañía de sus mujeres, abandonó el lugar.
KyungSoo sentía una especie de alivio, una carga menos sobre sus hombros.
Sus muchachos, como llamaba a sus aprendices, le dieron palmaditas en sus espaldas y lo felicitaron. KyungSoo no quiso manifestar frente a ellos que algo tenía de razón WooBin, lo cierto es que ninguno de ellos estaba aún a la altura, ni siquiera Choi MinHo.
Tendría que buscar a su próximo diamante en bruto, alguien con talento innato, si deseaba que su equipo se quedara con la victoria por otro año consecutivo en la liga asiática, y así demostrar que no era solo WooBin quien había ganado gracias a su talento. Era él, Do KyungSoo, que, con duro entrenamiento, lo había convertido de un maleante a uno de los boxeadores más reconocidos en toda Asia.
++🥊++
Había pasado casi un mes desde que KyungSoo había echado a Kim de su gimnasio, los periódicos más sensacionalistas del país habían hablado de ello, incluso intentaron que concediera un par de entrevistas explicando la situación actual con el boxeador, del que no se conocía su paradero. Él se había negado, no necesitaba más de esa mala fama que arrastraba WooBin.
El problema que tenía ahora en manos, eran las cuentas que estaban llegando, su academia para boxeadores albergaba a cuatro estudiantes en ese momento, por lo que desde hace tres meses, debió alquilar dos de los salones a un profesor de artes marciales, ya que era el deporte más popular en ese país.
Que WooBin haya ganado la liga continental, le dio cierto reconocimiento y entradas de dinero, en su mayoría para el boxeador, quien no dudó en despilfarrar su pequeña fortuna, en tanto KyungSoo, con el porcentaje que le correspondía, hizo un par de adecuaciones, esperando que más hombres se animaran por este deporte luego de verlo triunfar en televisión nacional. Desafortunadamente ese no fue el caso, y ahora se las veía a gatas para terminar el resto del año.
Antes de salir aquella tarde, vio a dos de sus aprendices en el cuadrilátero, el pequeño Taemin actuaba como réferi de las contiendas, mientras los otros dos boxeadores esperaban su turno. Sonrío brevemente, eran buenos, habían mejorado considerablemente. No sabría si su nivel sería suficiente para un torneo continental o tendrían que conformarse con competiciones locales.
—Hoy tengo un compromiso, así que espero sigan entrenando —anunció.
Los boxeadores se detuvieron y parecía que el agotamiento se había esfumado de sus rostros, ya que de un momento a otro empezaron a chiflarle y darse codazos entre ellos, acompañado de miradas cómplices.
—KyungSoo tiene una cita caliente —dijo Taemin con una sonrisa pícara.
Las mejillas del nombrado se sonrojaron y por un segundo miró al piso, avergonzado, negando con la cabeza.
—Ya es hora que vuelva ruedo —opinó WonHo, secundado por MinHo.
—Lamento decepcionarlos, aún no hay citas para mí. —Se sinceró con su equipo mirando a sus manos—. Solo le haré un favor a mi hermana —explicó.
—¡Ja! No nos crea tarados —dijo Siwon, el boxeador de mayor edad.
De seguro va a besuquearse con su chica.
KyungSoo escuchó entre los murmullos, negando con la cabeza. Nada más lejos de la realidad, pensó. Sus mejillas, inevitablemente, se pusieron más rojas que nunca.
—Pervertidos —gritó KyungSoo antes de salir.
Subió a su vehículo, un Renoult 12, y se miró en el espejo retrovisor, su cabello azabache había estado creciendo y algunos mechones tapaban su frente. En su despecho se había cambiado su camisa por una sin estampado, siendo esta de color lila, aunque más ajustada que la anterior, al igual que sus pantalones de un tono café claro.
Al llegar a la calle frente a la casa de su hermana, tocó el claxon del carro un par de veces, no iba a bajarse, allí esperaría a YeJi, su sobrina, para llevarla a su cita. Sus ojos se agrandaron, la pequeña parecía que había dado un estirón en esas semanas sin verse.
—Tío KyungSoo, mamá dice que eres un maleducado al no entrar a saludar...—La muchacha se acomodó en el asiento del copiloto y le plantó un beso en su mejilla—. Tiempo sin verte, tu cabello. —Sus pequeños ojos lo inspeccionaron—. Luce fantástico.
—Hola YeJi, tu madre exagera... y gracias por el cumplido —dijo, pasando una mano por su cabello.
KyungSoo miró a su sobrina, tenía las uñas pintadas de un rosa brillante, que era el mismo color que su blusa.
—¿Recuérdame porque accedí a ser tu chaperón? —cuestionó haciendo mala cara—. Ni siquiera puedo creer que estés en edad para tener citas, tienes como 12 años.
—Ja ja —respondió ella sarcásticamente, poniéndose el cinturón de seguridad—. Tengo 16, ya no soy una niñita —señaló sacándole la lengua—. Además, mi mamá dice que si sigues siendo un maleducado, me dirá todas esas cosas que hiciste en el instituto... He visto una foto tuya, tío —añadió entre risas— ¡Tu pecho estaba todo peludo!
¡Dios, no esas fotos!, pensó aterrado.
—Como sea —agregó en un intento por encausar la conversación—. ¿A dónde debemos ir?
La chica se le notaba emocionada, lo que lo puso de mejor humor.
—La vie en rose, tío.
—¿ Acaso no es una canción?—cuestionó con el ceño fruncido.
Esa canción le hacía recordar a su madre, pensó, y por un fugaz momento le hizo sentir nostálgico.
—La vie en rose —repitió ella despacio—. Es una roller disco.
—¿Una disco? No creo que tu madre haya accedido a esto.
—En patines, tío. No venden licor.
Es solo por diversión.
KyungSoo suspiró cansino y con las indicaciones de su sobrina llegaron al sitio.
El letrero de neón con el nombre del local en tonos rosa apareció frente a ellos.
Al entrar, se sorprendió por las luces de colores que salían de una esfera negra colgada en el techo, y lo concurrido que estaba a esa hora. Una pista de patinaje se ubicaba en el centro, y las personas, en su mayoría adolescentes, bailaban con patines al ritmo de Rocket Man que sonaba en ese momento. Todo era bastante ruidoso y vibrante.
—Es tan fantástico este lugar ¿Verdad tío? —La joven habló completamente impresionada, sacándolo de sus cavilaciones.
—Sí, sí que lo es —murmuró.
Llegaron a sentarse en una de las cabinas disponibles, que estaban distribuidos alrededor de la pista. KyungSoo miraba a su alrededor.
—¿Y quién ese chico que te deja plantada? —preguntó al cabo de diez minutos cuando evidentemente nadie más aparecía.
—¡Tío! —replicó ofendida—. No digas eso. Él vendrá. Para que sepas, él está en la clase avanzada de matemáticas, ya verás es un chico educado y-. —YeJi se detuvo, poniéndose de pie, antes de agitar los brazos.
Tuvo que girar su rostro para ver a quién estaba saludando su sobrina.
¡Oh por Dios! KyingSoo tragó saliva sintiéndose nervioso. El hombre que se acercaba, sí, porque era un hombre y no un adolescente como hubiese esperado, tenía una increíble piel bronceada, y su cabello castaño estaba peinado hacia arriba con un copete al frente. Era como una versión joven de Marlon Brando, pensó completamente embelesado.
—YoungBin, él es mi tío, Do KyungSoo, tío, él es mi cita, Kim YoungBin y él es su hermano mayor, Kim JongIn, que también viene a acompañarnos. ¿Tío? —preguntó extrañada, luego que su tío no dijera nada.
KyungSoo pestañeó repetidamente, había dos personas sentadas frente a él. Tuvo que recomponerse rápido.
Qué había sido aquello.
Sentía sus mejillas calientes y su corazón latiendo con fuerza.
—Disculpen, me distraje por un segundo. Soy Do KyungSoo. —Se presentó con una pequeña sonrisa y se ordenó mentalmente a mirar al chico más joven—. El tío de YeJi, un placer.
El de nombre JongIn rió discretamente. Lo escuchó y dio un breve vistazo en su dirección y se avergonzó aún más cuando sus miradas conectaron por fracción de segundos. Menos mal, los adolescentes no se percataron de esto.
Le siguieron un par de charlas casuales, luego que pidieran malteadas y una orden de papas fritas. Siendo un buen tío, interrogó a la cita de su sobrina, no quería que saliera con un maleante. Por otro lado, YeJi lucía una sonrisa radiante mirando a este chico.
El tal YoungBin perdió su sonrisa, luciendo aterrado luego que su sobrina le dijera que él tenía una academia de boxeo... Perfecto, ahora lo pensará dos veces si intentaba lastimar a su sobrina. KyungSoo sonrió satisfecho pensando en ello.
Aunque no se atrevió a mirar al otro acompañante, ni siquiera cuando este habló y mencionó que solía trabajar en un lugar similar a ese como mesero. No, por supuesto no iba a dirigir sus ojos hacia esa persona, aunque sintiera cómo él lo miraba seguidamente.
¡Dios! Pensó que ese tipo de pensamientos habían muerto en su adolescencia, no esperaba que a mitad de sus veinte, pudiera sentirse así ¡Por un hombre! Algo estaba mal con él de nuevo.
—Chicos, creo que deberían ir a patinar —Les propuso JongIn animadamente.
La música alegre continuaba sonando a través de grandes bocinas, dando este ambiente festivo. YeJi lo miró esperando su aprobación, por lo que asintió.
—¡Genial! —dijo el chico tomando de la mano a su sobrina para salir de la cabina.
—Los estaremos vigilando —dijo KyungSoo mirando severamente sus manos unidas.
JongIn rió nuevamente, para nada discreto esta vez.
—Diviértanse —dijo, guiñándoles el ojo.
Por primera vez, KyungSoo tuvo las agallas de sostenerle la mirada sin timidez alguna antes de dirigirle la palabra:
—No debiste decirles eso.
—Son jóvenes —respondió JongIn con un encogimiento de hombros—. Además —continuó— creo que tu mirada intimidante ha asustado a mi hermano, debería retarte por eso. —El chico sorbió de su malteada, apenas mirándolo.
Seguía nervioso, sus manos sudaban, no podía decir o hacer algo, salvo esperar a que regresara su sobrina, y evadir los intentos de conversación del otro.
—Supongo que lo de los ojos no es de familia... —dijo JongIn, tomándolo desprevenido.
—¿Cómo?
—Los de YeJi son algo más rasgados, en cambio tus ojos, KyungSoo, son grandes, me gusta —murmuró esto, arqueando una de sus cejas en su dirección, como si aprobara con un gesto lo que acababa de decir.
Sus dedos apretaban el borde de la mesa. No respondió, y en su lugar, llevó su mirada hacia la pista en un intento por encontrar a YeJi en el mar de personas en la pista.
—¿Estás casado, KyungSoo? —El chico seguía interrogándolo.
—¡¿Qué?!
—El anillo en tu dedo. —Señaló directamente a su argolla—, supongo que es un sí.
—No es de tu incumbencia.
Se removió incómodo en su silla y evitó que sus ojos se dirigieran a su alianza que aún seguía en su dedo, y que en ese momento sentía quemarle.
—Es bastante interesante ver que un hombre que luce tan tímido, sea un boxeador que golpea a las personas por diversión —opinó con el fantasma de una sonrisa.
—Era... —corrigió de inmediato—. Era boxeador, ya no lo soy más —agregó con cierta severidad—¿Deberíamos echarle un ojo a los chicos? —preguntó para cambiar de tema.
No le agradaba ese interés que manifestaba.
—Tienes razón. ¿Qué talla eres?
KyungSoo comprendió tardíamente a lo que se refería y empezó a negar.
—Yo... no, no me refería a patinar. Solo-.
JongIn se puso de pie a su lado. No, no puede ser, no lo había notado antes, el otro hombre apenas vestía una camisa que dejaba su ombligo a la vista, y por si no fuera poco, usaba un pantalón corto. Sin poder evitarlo, sus ojos se desviaron hacia sus piernas bronceadas y definidas que eran tapadas por un par de medias blancas que le llegaban un poco más abajo de sus rodillas.
Sus mejillas estaban más acaloradas que nunca, necesitaba un respiro, no podía continuar así.
—Eres algo cómico, KyungSoo. —JongIn lo barrió con la mirada con sus manos en la cintura como si lo hubiese atrapado—. Parece que eres talla 38, ya regreso. ¡No te muevas! —agregó tocando brevemente su hombro.
—¿Has patinado alguna vez? —preguntó tras volver con un par de patines en sus manos. Él ya tenía los suyos puestos.
—No, no me siento cómodo patinando —dijo sintiéndose nervioso.
JongIn se inclinó frente a él, y tardó en darse cuenta, que le estaba quitando sus mocasines para ponerle los patines. KyungSoo enmudeció.
¡Dios! Qué vergonzoso era esto. Miró a los lados y para su alivio, nadie miraba en su dirección.
—Vamos —expresó animándolo—, si piensas que vas a caer te puedes sostener de mi brazo —añadió mirándolo desde abajo antes de ponerse de pie.
—¡No! Qué dirá la gente —protestó.
—Que no sabes patinar —contestó relajadamente, restándole importancia—. ¿Qué más tienen qué decir? —Sus ojos parecieron albergar un brillo al enderezar su espalda—. Oh, esa es mi canción favorita ¡Entremos!
La canción que estaba sonando era de David Bowie, la reconoció fácilmente de camino a la pista.
No necesitó de la mano de JongIn, pero sí lo sentía patinando a su lado.
Fue algo torpe intentando deslizarse con los patines, las personas a su alrededor se deslizaban con gracilidad, en tanto JongIn poco a poco se movía al ritmo de la música. KyungSoo sonrió por un segundo, el chico parecía tener un espíritu libre, no sabía cómo explicarlo, y ese pensamiento hizo que su corazón estuviera a punto de salírsele de su pecho.
No podía estar pasando por esto otra vez.
—¿Qué pasa, no bailas? —preguntó, de seguro notando la tensión en los gestos de KyungSoo.
Quiso tomarlo de su mano, pero KyungSoo aterrado por sus pensamientos, la esquivó como si fuera radioactivo. JongIn lo miraba sin entender.
—Esto está mal —murmuró para sí mismo—. Dile a los chicos que los espero en la mesa —añadió apresuradamente.
No espero respuesta alguna, patinó de vuelta y en su huida chocó con un par de personas.
Desde la cabina localizó a su sobrina de la mano de su cita. You should be dancing era la canción que se escuchaba en ese momento, KyungSoo rodó los ojos, y cruzó sus brazos sobre su pecho.
Sin realmente buscarlo, encontró a JongIn en la pista. Él en verdad era bastante grácil en los patines, y ahora estaba dando un par de piruetas al ritmo de la canción de los Bee Gees, tenía un buen swing, admitió amargamente sin dejar de verlo. Y en algún punto, sus ojos se encontraron y JongIn sonrió galantemente.
Una vez finalizada la cita de los adolescentes, resultó que JongIn no tenía vehículo, y al parecer la línea de buses ya no estaba circulando, era apenas las 7 pm, no podía ser cierto. Pero fue YeJi, que ofreció sus servicios para transportarlos a todos, así que con una sonrisa forzada, comentó que no había inconveniente.
Lo bueno es que YoungBin y su hermano vivían a unas cuadras de la casa de su hermana. Decidió dejar primero a su sobrina, quien se despidió alegremente.
Luego que quedaran los tres hombres, podía sentir la tensión.
Ojos en la carretera, se repitió mentalmente e intentó ignorar a JongIn sentado en la silla del copiloto.
Solo unos minutos más, ¡eso es todo! Luego, no lo vería nunca más, y ya podría actuar con normalidad, y olvidaría este impase.
—Aquí es —dijo el menor de los tres.
KyungSoo apenas se despidió del chico sentado en la parte de atrás.
Sus manos no soltaban el volante.
—Gracias —murmuró JongIn, aún en su lugar.
KyungSoo giró su rostro, mirándolo con desdén, sin saber qué carajos estaba esperando para bajarse de su carro.
—Tu esposa debe ser muy afortunada de tenerte —dijo y le robó un beso en su mejilla.
Quedó anonadado y su rostro se puso tan rojo.
—Me gustó hacerte sonrojar. Adiós KyungSoo y espero no verte nunca más —agregó desde fuera del vehículo, apoyando sus manos sobre la ventanilla.
KyungSoo aceleró y salió de los suburbios a toda velocidad, justo como su corazón latiendo a mil por hora.
++🥊++
JongIn siempre podía regresar a casa de sus padres para lavar su ropa y tener un plato de comida gratis.
Esa noche, su hermano le echaba esa mirada conocedora luego de cenar y encerrarse en el cuarto que solían compartir hasta hacía unos dos años, cuando el mayor optó por independizarse.
—Está casado, JongIn —informó YoungBin, como si él no lo hubiese descifrado ya—. Tú también viste esa argolla ¿No?
—Sí —respondió con atisbo de resignación—, y es por eso que felizmente no lo veré más, así que olvídate que te acompañaré a otra cita con tu primor.
JongIn había tenido un par de desastrosas experiencias con hombres que clamaban adorarlo pero amarrados a matrimonios infelices con mujeres que hacían miserables, pero que debían seguir, ya sea por hijos, apariencias, inseguridades, o todo lo anterior.
No, él ya había tenido suficiente, podría olvidarse fácilmente de ese... boxeador.
Estaba riendo sin ganas al recordar sus mejillas tan rojas, tan avergonzado, tan adorable e inalcanzable.
Me alegra traerles esta nueva historia 💜 y más con esta temática Retro, cortesía del KaiSoo Fest: Retro Love.
Espero disfruten de este minific ><. Serán 5 capítulos y estaré actualizando seguidamente. Así que pueden leer y acompañarme en estas noches, con la confianza que verán finalizada esta historia en un par de días! ☺️
23/06/22
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