Ella tenía un problema de actitud, o era lo que todos decían. Era una princesa, y no cualquiera, era la princesa del rock, o eso aseguraban en Rolling Stones.

Él era perfecto, o eso declaraban en Forbes. No tenía defectos, era talentoso, inteligente, guapo y muy convincente. Era el rey de los negocios y nadie podía timarlo, o eso creía él.

Ella era mejor conocida como Clay. Ese era el nombre que coreaban en ovaciones cuando ella alzaba su voz y dejaba a salir de sus pulmones ese sonido celestial, su voz. Clay era una estrella brillante, llena de ira, llena de rabia, y alzaba su voz contra aquellos que se aprovechaban de los menos afortunados.

A él lo llamaban Midas, porque convertía en oro todo lo que tocaba. Midas era millonario, absolutamente rico y nadie jamás debía enterarse qué hacía con su cuantiosa fortuna.

Emma Clayton es su nombre real. Ella es una joven músico con corazón de fuego y alma de hierro. Su delineador y sus tatuajes esconden la pureza de su ser. No está llena de ira, no odia al mundo y no es lo que todos piensa de ella.

Trevor Adams es su nombre de pila. Él es un joven empresario que piensa que no ha tenido más que suerte. Su Armani de temporada esconde las inseguridades e inferioridades de su corazón. No es un magnate, no es un tiburón desalmado, y nadie nunca lo descubriría, ¿o sí?

Es súper complicado vivir en un mundo en el cual lo mejor que puedes hacer es seguir aparentando ser quien no eres para no desaparecer.

Pero llegado cierto punto te das cuenta de que, si necesitas aparentar tanto, quizás no estás en el sitio correcto.

Lo peor es que al darte cuenta, no puedes ignorarlo nunca más. Es entonces cuando sabes que todo debe cambiar para siempre, cuando sabes que nunca más aceptarás que te digan cómo vivir.

Esta es la historia de Midas y Clay, quienes son mucho más que un sumatoria de las cosas que han vivido hasta ahora. Quienes están por descubrir que la libertad está donde menos lo esperaban.