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7. Una princesa hija de p*

Me volví a estirar la solapa de la chaqueta mientras trataba de no hiperventilar ante la idea de estar de nuevo frente a este inmenso edificio. Respiré profundo una y otra vez antes de dar un paso al frente con mis botas de cuero y la firme convicción de que estaba por venderle mi alma al diablo.

«No quiero hacer esto, no quiero hacer esto, no quiero hacer esto». Intentó convencerme mi mente, y yo, estaba a punto de huir corriendo como una niña pequeña.

Ser adulto y tomar las decisiones que no querías tomar para justificar que luego serías capaz de hacer "lo que tienes que hacer" es una auténtica porquería.

Di un paso más en dirección al edificio y negué con la cabeza tratando de dejar de rechazar la idea en mi mente cuando una mano se enroscó en mi brazo haciéndome detenerme con la firme convicción de golpear en las pelotas a cualquier baboso en la calle.

Lo vi de frente y reafirmé mis ganas de golpearle las pelotas por el simple hecho de tocarme. Pero me limité a empujarlo y negar con la cabeza.

—Aléjate de mí, Derrick —me quejé al ver el girasol en su otra mano.

—No quieres hacer esto —aseguró como si pudiera leer mi mente y yo chisté.

—No me conoces —le dije alejándome del edificio cuando su gigantesca figura me persiguió a pasos agigantados.

—No tienes que venderle tu alma a un empresario, Emma —yo caminé al callejón, donde no pudieran vernos y puse distancia entre nosotros poniendo un contenedor de basura de por medio.

—Solo te pregunté si Adam's Enterprises tenía negocios turbios, nada más —le aclaré—. Si tu opinión me importara...

—Me la habrías pedido, ya lo sé —dijo con ese gesto suyo de estar descontento. Pero es que todo el tiempo lo estaba.

—¿Me vas a decir que están traficando órganos ahora que sabes de qué se trata el contrato que me ofrecieron? —aventuré con gesto cansino y él se peinó el cabello con los dedos en uno de sus gestos de modelo de comerciales. Yo puse los ojos en blanco. ¿Por qué el idiota mentiroso tenía que ser tan sexy?

—No, Trevor Adams y su empresa están limpios —soltó entre dientes—. Esperaba que fueras lo suficientemente inteligente para no casarte con él, pero...

—¿Casarme? —lo detuve.

—¿Qué crees que quiere ese tipo al pagar millones de dólares por ti? Ni siquiera te conoce —yo no pude dar crédito a sus palabras y entonces solté una media carcajada irónica—. Tienes razón, no quiere casarse contigo, seguro solo te va a meter en su cama para presumirlo con sus amigos ricos... —entonces lo hice callar con una cachetada que me dolió hasta la muñeca.

—No había escuchado algo tan estúpido en toda mi vida —fui brutalmente honesta, en caso de que mi cachetada no fuese suficiente para hacerme entender.

—No debes firmar ese contrato —me aseguró Derrick agarrándose la cara. Su mejilla ya se había tintado de un color rosado.

—Lo que hago con mi carrera y con mi vida, es mi problema —aclaré—. No eres nadie.

—Eres una princesa... —musitó levantando el girasol con la intención de que yo lo tomara.

—Una princesa hija de puta —le repliqué entre dientes. En caso de que lo hubiese olvidado, yo podía cuidarme sola y no necesitaba que un imbécil me dijera qué hacer—. No puedes simplemente inferir que voy a prostituirme por dinero, ni siquiera por todo el dinero del mundo. Eres un idiota.

—No es eso lo que quise decir —me aseguró y yo lo vi bajar la mano con el girasol—. A tu papá no le gusta ese negocio y...

—Y tu como buen cachorro debes convencerme de que... —si ya estaba molesta hasta el momento, ahora era mucho peor.

—No lo hago por tu padre. Es que no creo que deberías hacerlo... —yo simplemente respiré profundo y me alboroté el cabello antes de dar un paso al frente para salir del callejón. Entonces me tomó del brazo de nuevo con fuerza y cierta fiereza cuando yo tiré de mi mano para que me soltara.

—Déjame en paz —musité al mirarlo. Sus ojos grises se centraron en los míos y él los sostuvo haciéndome ver que se lo estaba pasando mal. Era esa mirada fiera, como llena de molestia, como con preocupación, como si pudiera arrancarte todas las ideas con un beso histérico.

Esta era mi manía con Derrick, era como una especie de tensión pasional que había entre nosotros, que peleábamos como esposos y que lo veía como dos veces por semana custodiando mi casa. Prácticamente no hablábamos, pero cuando él se ponía patán, yo fácilmente podía arrancarle la cabeza y terminábamos como ahora. Dirigiéndonos miradas fieras como si eso fuera a cambiar alguna cosa.

—Ya sé que no soy nadie, pero... —comenzó a conmiserarse y yo bufé.

—Es verdad, no eres nadie y yo soy libre de hacer lo que me venga en gana —le recordé y él me siguió un par de pasos más.

—Van a cambiar todo lo que eres —sentenció—. Lo que es una maldita vergüenza, porque eres perfecta exactamente como eres.

«¿Por qué tenía que decir cosas así?», se quejó mi mente tratando de seguir molesta y marcharme. Como si ya no tenía suficientes dudas, ahora se sumaba este a recordarme quién era yo.

—No me conoces —dije por lo bajo cuando lo miré de reojo y él me volvió a extender el girasol.

—Conozco lo suficiente para querer evitar este desastre —aseguró—. Es una catástrofe que alguien piense que debe modificarte para satisfacer a la industria.

—La vida es una porquería —analicé.

—No lo es —argumentó—. Hay otras opciones.

—¿Aceptarle su dinero sucio a mi papá? No, gracias —aventuré y él simplemente negó.

—Dame tiempo, y encontraré otra forma —yo negué nuevamente.

—Ya tengo manager, gracias —le dije tomando el girasol y mirando la etiqueta que colgaba de su tallo.

"Sé que puedes hacer cualquier cosa, te ama, papá"

Tragué grueso y respiré profundo al mirar la letra de mi papá. Siempre creyendo en mí, siempre mirando desde lejos y esperando para aplaudir.

—Emma, vámonos por ahí, a tomar un café, déjame convencerte de que... —yo negué con la cabeza terminando de salir del callejón.

—No tenemos ninguna relación, Derrick, solo me hiciste un favor —intenté ser lo más clara posible y él se alborotó el cabello.

—No entiendo por qué tienes que ser tan obstinada —se quejó.

—Es un talento —le repliqué mientras me daba media vuelta sin notar que chocaba de frente contra una persona que me sostuvo con fuerza para evitarme caer.

«Bien hecho, Emm» me animó mi mente al ver que otra vez había chocado contra una pobre alma en desgracia. Al menos este sujeto no traía café.

Pero un momento, esta no era la primera vez que esas manos gruesas y fuertes me sostenían. Levanté la mirada y vi sus ojos grises de frente logrando ponerme totalmente nerviosa.

—Emma, por favor... —siguió diciendo Derrick y cuando salió del callejón me puse pálida de golpe. Esto no se veía bien.

—Discúlpame, Clay —se disculpó Midas soltándome súbitamente. Me miró por un instante mientras Derrick se paraba detrás de mí.

—No, he sido yo quien... Se chocó contigo —me disculpé sintiéndome tan avergonzada que juraba que mis mejillas estaban encendidas en fuego.

—Nunca tienes que disculparte conmigo por eso —bromeó Midas, y yo reí tímidamente, aunque el comentario me diera ganas de meterme bajo la alcantarilla—. Tenemos una cita en un par de minutos, solo iba a comprar un...

—Princesa —lo interrumpió Derrick con la voz más gruesa de lo normal. Era genial, ahora el perro favorito de papá tenía que venir a ponerse sobreprotector frente a mi nuevo jefe.

—Ya hemos terminado de hablar, Derrick —le dije entre dientes cuando se aproximó.

—No lo creo... —se aproximó cuando Trevor se le quedó mirando al ver su forma sugestiva de tratar de atraerme hacia sí.

—Él es Derrick —le presenté a Trevor, aunque no hubiese razón para que lo hiciera, no quería que mi nuevo jefe pensara que tenía malas compañías, aunque las tuviera. —Derrick, el señor Adams, mi nuevo jefe —le presenté.

—Charles Derrick —se presentó a si mismo extendiendo una mano. Midas simplemente lo miró de arriba abajo y extendió la mano sin pensarlo—. Soy amigo de su padre —y yo no pude evitar soltarle un codazo.

—Trevor Adams —le sonrió Midas—. Aparentemente, el nuevo jefe de Clay —dijo con una sonrisa tan brillante que yo me di cuenta que hasta ahora él no sabía que había venido a aceptar el contrato.

—No estaría tan seguro —dijo Derrick con gesto serio y yo me metí más entre ellos para que dejaran de estrecharse la mano a muerte.

La verdad los hombres podían ser cansones con respecto a esto de soltar feromonas.

—Es hora de que te marches, Derrick —le anuncié. Él se me quedó mirando con ese rostro suyo de que no estaba haciendo nada malo y no sabías si matarlo a golpes o qué otra acción violenta emprender.

—Espero que tomes la decisión más sabia, princesa —me amenazó. Solo él y yo sabíamos que eso era una amenaza y yo me encogí de hombros.

—Ya lo hice —le dije dándome media vuelta para entrar al edificio de Adam's Enterprises. Fue entonces que sentí un juego de pasos detrás de mí y rogué para mis adentros que no se tratara de Derrick.

—¿Algún antiguo ex novio? —yo bufé ante la broma de Midas.

—Ya quisiera él—dije cuando él siguió caminando al interior del edificio.

—¿Entonces por qué te llama princesa? —me preguntó y yo me di media vuelta para verlo de frente cuando estábamos justo delante del ascensor. El hecho de que hubiese visto esa discusión con Derrick, junto a mi pasada conversación con él y el anterior momento de cercanía que tuvimos me daba una confianza extraña con respecto a Midas. Es como si lo conociera, como si fuéramos amigos y eso explicaba muy bien por qué yo tenía la necesidad de ser brutalmente honesta con él.

—Porque soy una princesa —aclaré con una media sonrisa—. Una princesa hija de puta —repetí como me habían dicho tantas veces en tantos lugares—. ¿Estás seguro de que quieres arriesgarte por esto? —inquirí refiriéndome al contrato. Él soltó una sonrisa brillante, extraña, ambiciosa. Como si tomara el reto demasiado a pecho.

—Estoy ansioso —admitió antes de sostener el ascensor para que yo entrara a firmar el contrato más complicado del resto de mi vida. 

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