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5. Las estrellas que comienzan a caer

Trevor Adams

Retorcía el papel una y otra vez en mis manos, hasta que la puerta sonó al abrirse y pude ver a Kristen pasando con una taza de café en las manos. Golpeé la mesa con el papel y me di vuelta frustrado.

—Nunca te había visto tan infeliz de verme —fue honesta mientras dejaba el café en la mesa que estaba al lado de la entrada principal.

—¿No han llamado? —pregunté algo frustrado cuando ella negó con la cabeza—. Maldita sea.

—¿Midas no acepta un "no" por respuesta? —siguió bromeando y yo me irrité tanto por su mal humor que no pude evitar golpear la mesa de madera con la mano—. Venga, Trev, no puedes pagar esto conmigo —se quejó sin más cuando yo suspiré intentando entender qué había salido mal.

—¿Por qué no han respondido? —repliqué mientras volvía a mover el mouse de la computadora para seguir mirando el contrato que le había enviado a Clay hacía 2 semanas. No recibí respuesta de ella, ni de nadie, por lo que la invité a mi oficina hoy para explicarle qué era lo que había intentado plasmar en esas malditas 25 páginas de transposiciones legales.

—Quizás no les interesa —volví a golpear la mesa con frustración y volví a repasar las líneas del contrato, pero ya me las sabía de memoria.

—¿Cómo no va a interesarles? Nadie va a ofrecerles un contrato como este —repliqué con frustración y ella se alborotó el cabello con los dedos antes de quitarse los lentes y mirarme con sus ojos verde aceituna.

—No a todos les interesa el dinero por encima de su libertad, Trev, eso ya lo sabes —yo respiré con más enojo. Si esto era lo que Clay creía luego de leer mi propuesta, entonces no era la clase de chica que yo pensaba.

—Es absurdo. Necesitas dinero para todo en la vida, no admitirlo es ridículo —solté entre dientes.

—¿Y? ¿Es estúpida por no correr a aceptarte el dinero que quieres darle? —yo respiré profundo y me agarré la cabeza con las manos mientras seguía leyendo el contrato una vez más.

—Tal vez lo sea —musité.

—Disculpe, no había nadie afuera y... —oí esa voz profesional y firme que recordaba de alguna parte.

Levanté la mirada y noté que había hecho el ridículo al ver la mirada profunda de la manager de Clay mirándome con fiereza.

—No pasa nada, pase, siéntese —le dije tratando de remediar mi ataque de malcriadez. Quizás ella no me había oído, aunque el rostro de Kristen parecía indicar que sí. Lo peor era que yo sabía que si había escuchado nuestra conversación, esta mujer no aceptaría nunca nuestro contrato.

—Gracias —respondió con política sin dejar de escrutarme con su mirada.

—¿Le ofrezco algo de tomar? —dije con suma cortesía y ella negó sin tomar asiento.

—No, gracias —respondió con sencillez mientras Kristen asentía y se iba de la oficina.

—No nos hemos presentado formalmente, mi nombre es Trevor Adams —le dije tendiéndole la mano, ella abrió su posición y me extendió la mano como solo un negociante haría.

—Sophia Songbird —replicó ella estrechando mi mano con solo la fuerza necesaria. Identifiqué rápidamente el apellido.

Vaya nombre. Pensé para mí. Algunos teníamos nombres comunes como Trevor Adams, y venían este par de chicas que parecían de la realeza a tener un apellido tan distinguido.

—¿Eres familia de Clay? —inquirí instintivamente, ella soltó mi mano como indicando que no teníamos ningún tipo de confianza.

—Su hermana mayor —dijo casi con orgullo—, ¿por qué? ¿Es información relevante? —sonreí ante mis propios pensamientos.

—La verdad es que no, solo reconocí su apellido de los expedientes. Emma Clayton Songbird —narré. Era obvio que yo quería que ella notara mi interés en su hermana, en su artista. Sophia tomó asiento con una postura cómoda pero seria y me miró a los ojos—. Es que Songbird me parece que es mejor nombre artístico que Clay, es todo —completé al ver que no lograba intimidarla.

—¿Y bien? —inquirió—. ¿A qué se debe su insistencia? —añadió con demasiada seriedad.

—Quisiera saber por qué no han respondido a mi propuesta —dije sin rodeos. Ella arqueó una ceja.

—La estamos considerando —replicó como si tuviera ensayada la respuesta.

—¿Clay la leyó? —pregunté de golpe.

—No —dijo sin más, y su respuesta me pareció inaudita.

—¿Puedo saber por qué? Ella es la artista —Sophia soltó una risita por primera vez.

—Clay es brillante, talentosa, hermosa y muy inteligente, pero las leyes no son uno de sus talentos —explicó—. Yo soy su agente, yo me encargo de las propuestas—. Entonces recordé las palabras de Clay hacía dos semanas, y supe que no lo decía por farolear, realmente su hermana era muy exigente.

—No van a conseguir mejor propuesta que esta —solté casi tartamudeando en un intento por no lucir como si me había quedado sin palabras, aunque así fuera.

—Tengo seis propuestas mejores que no implican vender el alma de mi hermana a un empresario —dijo marcando cada palabra. En esta oportunidad no se refirió a ella como "Clay", sino que casi remarcó su parentesco porque quería que yo supiera que se trataba de algo personal.

—Ninguna propuesta es como la mía —repliqué celosamente cuando ella volvió a soltar una risita irónica que me dejó desarmado. Era todavía más ruda que Clay.

—Señor Adams, Robertson & Marshall Entrepricing me está ofreciendo 14 millones de dólares solo con el fin de quitarle a usted este negocio —replicó—. Y la tasa de interés es muy llamativa —pero yo enloquecí ante la idea de que Clay cayera en manos de unos malnacidos como Robertson y Marshall. Entonces respiré profundo con quizás demasiada fuerza y crucé mis manos delante de mí.

—Pero ellos solo le ofrecen dinero —me la jugué—, una cantidad de dinero que no podrán costear si esto no resulta.

—Como le dije, señor Adams, Clay es talentosa, inteligente y hermosa. ¿No cree usted que, con su determinación, ella lo hará funcionar? Después de todo, no es estúpida —recalcó con tanta saña que supe a la perfección que me había escuchado.

—Perdóneme usted, pero pedirle dinero prestado a un empresario como Robertson es una gran estupidez —dije sin retractarme de nada.

—¿No cree que es más estúpido entregarle los derechos de la imagen de Clay, la princesa del Rock, a un tiburón que no sabe nada sobre música? —intenté que mi frustración por este tema no aflorara y volví a respirar profundo.

Pero vaya que yo sabía que no era músico, ni productor, ni nada. Pero tenía todo el dinero del mundo para comprar a quienes, si lo eran, y a quienes iban a sacar esta carrera adelante fuera como fuera.

—Clay es talentosa, pero tiene su imagen en contra justo ahora —le repliqué—. Por eso es que pido los derechos de su imagen, para transformarla en lo que necesita para que el mundo la escuche.

—Clay no necesita cambiar de imagen para que el mundo la escuche, señor Adams. Lo hacen con el simple hecho de que cante un melisma en escala de fa mayor —y yo no iba a quitarle la razón de eso.

—Clay necesita desligarse de la imagen de su padre, y yo no lo veo posible si sigue haciendo lo mismo con una deuda de 14 millones —le expliqué cuando ella finalmente cruzó sus manos sobre sus piernas y relajarse.

—¿Qué sugiere, señor Adams? —inquirió.

—Lo que está en el contrato, Clay se convertirá en la primera estrella de nuestra productora, y será nuestra por todo un año —Sophia negó de nuevo y se notó incómoda—. Con esto quiero decir que nosotros hacemos el marketing, planeamos los medios y la vestimos. Le damos un guion y ella... Va por ahí haciendo lo que hace mejor —me expliqué con claridad viendo cómo lograba hacerme entender.

—¿Por qué debería tomar su propuesta y no solo el dinero prestado de otro empresario? —interrogó sin dejar de mirarme.

—Porque yo les garantizo que va a funcionar —repliqué—. Clay no necesitará a Avril Lavigne, ni a ninguna otra estrella, no tendrá que buscar productora, ni discográfica. Tendrá todo en este mismo edificio y a los mejores en el oficio para que tenga la libertad de hacer su arte como desee.

—¿Por qué? —me preguntó cortando mis delirios de grandeza. Su pregunta me desconcertó tanto, ¿no era una cosa obvia?

—Porque lo establece el contrato —le repliqué dudoso.

—No, ¿por qué quiere hacer todo esto por Emma? —inquirió con reservas. Yo fruncí el ceño—. ¿Por qué debo confiar en usted a quien le entregaremos algo más que una promesa de pago? —entonces yo entendí el por qué de sus reservas.

—No estoy comprando a tu hermana como mercancía —le respondí de golpe y ella continuó mirándome con reservas—. Solo estoy haciendo lo necesario para que tenga éxito.

—Permítame explicarle algo, señor Adams... —comenzó a marcar una distancia que yo quería romper, porque me interesaba que esta mujer confiara en mí.

—Llámame Trevor —le pedí.

—Señor Adams —remarcó ella con sencillez—. No hay nadie más interesado que yo en sacar a Emma de las calles y mantenerla trabajando tan lejos de ellas como sea posible —reveló sus verdaderas intenciones tras ese traje suntuoso y esa mirada de falsa prepotencia—. No pienso sacarla de las manos de gente mala para ponerla en manos de gente peor, prefiero tomar la oferta de Robertson.

—Si quiere alejar a Emma de Albert Clayton y su gente, yo soy la mejor opción —respondió—. No encontrarán un lugar más ajeno y lejano a ese estilo de vida que yo. Robertson, por otra parte... —comencé a decir cuando ella negó con la cabeza en desapruebo—. Señorita Songbird, yo... —le dije con frustración. Ya no sabía qué más decirle, ninguna línea del manual del negociante estaba funcionando, ella no quería más dinero, ella no quería más ofertas. Había venido hasta aquí a decirme que no.

—Lamento hacerle perder su tiempo —dijo mientras se ponía de pie y yo con ella.

—No, espere, por favor —prácticamente le supliqué—. Usted va a creer que estoy loco —dije arrepintiéndome en primer plan por lo que estaba a punto de hacer. Después de todo, ponerme vulnerable no era la mejor técnica de negociación, pero era lo único que me quedaba—. Mi hermano fue apuñalado en prisión hace dos semanas —solté al ver que caminaba hacia la puerta. Ella se detuvo y volteó a mirarme.

—Realmente lo siento.

—Él está bien —le aseguré, pero ella me miró con desconcierto—. Lo que sucede es que me habían llamado de la prisión para informarme su estado y yo no pude responder —narré—, le pedí a mi asistente que tomara la llamada y me informara el contenido de esta en un correo electrónico que recibí unos minutos más tarde —Sophia me miró perder el control con una mirada muy similar a la de su hermana, entonces supe que debía terminar con esto—. No podía abrir el correo electrónico, simplemente comenzaba a hiperventilar cada vez que veía la notificación en mi teléfono y fue entonces que hui al lugar más solo de este edificio, la terraza —le expliqué.

—Clay me ha contado la historia —trató de interrumpirme pero yo negué y levanté la mano.

—Ella no me conoce, señorita Songbird, ni usted. Pero yo estaba ahí como cualquier persona sufriendo un ataque de pánico y ella cantó el fulano melisma que usted menciona... Y un lullaby que me hizo estar más en paz de lo que he estado en todo el año —le dije sin poder evitar que mis ojos se empañaran ante la emoción de tener esta última oportunidad. Respiré y pestañeé rápidamente para evitar manipularla—. Es por esto que insisto en el contrato que le ofrezco. Porque quiero poner la voz de Clay donde todo el mundo pueda escucharla cuando lo necesite.

—Entiendo —dijo ella con sencillez. Como si todo lo que acababa de decir no fuera nada.

—¿Y bien? —le pregunté siguiéndola con la mirada. Ella simplemente se encogió de hombros.

—Lo consideraremos —me respondió sin más logrando dejarme con la boca abierta.

—Espero que no tome una mala decisión de la cual pueda arrepentirse, señorita Songbird —repliqué con pesar. Después de todo, este era uno de los pocos negocios que se me escapaban de las manos.

—Y yo espero que usted aprenda a manejar sus límites, señor Adams. No esperar a que lo rechacen para tratar con respeto a quienes no son tan adinerados como usted —yo revisé mis palabras enteramente y mi comportamiento con esa simple mirada de desdén.

Entonces pude ver todo lo que estuvo mal en esta reunión desde la primera vez que la llamé por su nombre de pila, hasta que asumí que simplemente firmarían conmigo por ofrecerles más dinero.

—Mil perdones —añadí antes de dar un paso atrás.

—No se preocupe —respondió—. Gracias por atenderme —finalizó antes de salir de la oficina dejándome con la profunda decepción de haber perdido el potencial mejor negocio de mi vida. Estrellas como esta no se veían todos los días. Era una pena que no formaría parte de mi mural de estrellas de oro.

***

Y empezamos el año con mucha imaginación y muchísimas ganas de sacar adelante esta historia que ya poco a poco va tomando forma. 

¿Qué les pareció Trevor?

¿Y qué me opinan de Sophía?

Si les gustó el capitulo dejen su estrellita y compártanlo con su gente. Que a todos nos viene bien un poquito de ficción jeje...

Muchas gracias por leerme y pues nos estamos leyendo!!

Atte:

E.C Álvarez.

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