3. No sé mantener la boca cerrada
—Estás bellísima, Emm. Lo juro —seguía diciendo Sophia mientras yo caminaba más lento de lo normal porque los tacones me estaban matando. Hasta el momento no habíamos conseguido ninguna respuesta convincente y los empresarios no parecían convencidos tampoco con la idea, por lo que sería bueno que en esta última entrevista las cosas marcharan mejor.
—Solo me lo has dicho 5813 veces hoy —musité pasando por las enormes puertas de Adam's Empire.
—Es que me encanta tu estilo rocker—formal —yo le sonreí.
—Cuando sea famosa voy a lanzar mi propia línea de ropa —bromeé cuando un montón de ruidos y griticos emocionados se oyeron desde la recepción.
—Famosa ya eres —dijo mi hermana sin ganas. A ella no le resultaba nada divertido que por todas partes tuviésemos que detenernos para saludar a mis fans. Y lo cierto es que, para este momento del día, a mí tampoco me encantaba la idea. Quería terminar la bendita cita con el tal Midas e irme a mi casa a darme una larga ducha de tres horas si fuera posible.
—Por favor, ve tú —casi le supliqué a Sophia que bajó los hombros.
—A ti te atenderán más rápido, Emm —pero yo negué.
—Si se sigue oyendo en la ciudad que me estoy vendiendo por un disco, no le hará bien a mi imagen —la manipulé sacando mi móvil para fingir que no había notado que tres recepcionistas y un chico vestido formal me miraban y susurraban entre sí.
—¿Y cómo van a enterarse de eso? —preguntó mirándome con severidad.
—Ya sabes que no se mantener la boca cerrada —Sophie me empujó con el brazo, y cuando estuvo a punto de objetar mi teléfono sonó salvándome de otras trece selfies y preguntas incómodas.
—Tramposa —profirió Sophie mientras yo me alejaba de la gente para atender mi llamada.
—¿Dime, Lucas? —dije apenas contesté el teléfono.
—Clay, oh Clay. Esto no te va a gustar —susurró mi community manager haciéndome querer regresar el brunch que acababa de comerme.
—Dispara —le pedí.
—Hay unos periodistas que dicen tener historias sobre tu tatuaje, el de tu muñeca —yo suspiré.
—Cualquier historia que tengan, es falsa —le dije. Nadie más que mi papá y yo sabíamos que había detrás de mi tatuaje en forma de C y un rayo atravesando.
—Es el tatuaje que una banda criminal usa, Clay, no hay que ser un genio —dijo con un tono increíblemente frío cuando escuché unos ruidos y vi como los trabajadores extrovertidos de la empresa iban a acercarse a mí.
—No creo que eso sea problema de nadie, Luke, desvíalo —pedí como si fuese obvio.
—No podemos hacerle frente a esto si no hablas, Clay —soltó cuando yo vi una puerta y corrí a esconderme tras ella para poder solucionar mi crisis antes de los selfies.
—No voy a declarar que odio a mi padre y aborrezco su mismísima estampa, Lucas. No es cierto y tú eres un pésimo community manager —murmuré al cerrar la puerta y notar que me encontraba en una especie de terraza cerrada.
—Albert Clayton le ha costado millardos al Estado, Clay. Que la rockera que escribió "la voz de los muertos" no se haya pronunciado en contra de tal injusticia es inaceptable —volvió a juzgar y yo respiré profundo.
—Estás a un solo juicio más de que te despida, Lucas —le advertí y él chistó.
—Entonces quizás si eres lo que todos dicen —replicó y yo me frustré tanto que sentí que el pecho me explotaría.
—Gracias por nada, Lucas —repliqué con la voz más calmada y seria que pude—. Habla con mi abogada para el finiquito de tu contrato.
Sentí la profunda necesidad de golpear la pared de la terraza, pero me contuve porque estaba cubierta de follaje y yo no quería dañar mis manos, tenía concierto en dos días y no podía dañar el mobiliario de la empresa a la que iba a pedirle dinero para no irme a la quiebra.
Me volví hacia la puerta para regresar al mundo real cuando me di cuenta de que estaba cerrada por fuera.
"¿Es en serio?" pensé en voz alta mientras mi mente halagaba la creatividad del encargado de la mala suerte. Qué imaginativo se había puesto conmigo hoy.
Respiré profundo el aire puro de la terraza y miré hacia arriba, cuando la inmensidad de los edificios de New York se robó mi aliento por un instante. Sus formas rectas, oscuras y con cristales tan impecables que podías ver el reflejo de los otros edificios, me ayudaba a entender un poco mejor lo realmente pequeña que era. Desde luego mi problema justo ahora me estaba ahogando, pero había cosas más grandes que yo, y si quería llegar a la cima, pues solo tenía que montarme en un elevador.
Eso sí, tenía que salir primero del bendito lugar donde me había encerrado y justo ahora no se me ocurría cómo.
Caminé por la pequeña terraza mientras imaginaba qué iba a decir el mensaje que tenía que enviarle a Sophia explicando que por torpe me quedé encerrada en una terraza en cualquier parte del lobby.
Por momentos así yo llegaba a creer que era adoptada. Mi papá era el tipo más escrupuloso del mundo, y mi mamá era muy, distinguida, ordenada y alineada. Sophia era la definición de la elegancia y justo después estaba yo quedándome encerrada en terrazas, cayéndome al montarme en el escenario y pisando caca de perro con botas policiales al salir de casa. Si existía una definición gráfica de torpeza era Emma Clayton, su servidora.
Alguna clase de deidad se apiadó de mis lamentaciones sobre una posible adopción y vi la puerta abrirse. Me aproximé a salir cuando vi a un hombre alto entrar como alma que lleva el diablo.
Respiraba muy fuerte y caminaba como si estuviera a punto de entrar en crisis. Su cabello castaño claro con reflejos dorados era lo que más se veía a parte de su piel blanca y sus mejillas profundamente enrojecidas.
Metí la mano para detener la puerta de cerrarse cuando lo escuché hacer un ruido que me hizo retroceder. Lo vi tensar sus músculos y sostenerse el rostro, para luego hacer una especie de mascarilla con sus manos y taparse el rostro para respirar. Fruncí el ceño y me acerqué con la genuina intención de ayudarlo cuando él cerró los ojos con fuerza y respiraba como si fuese a darle un paro cardíaco.
—¿Estás bien? —le pregunté, pero apenas lo hice sentí que era una pregunta estúpida. Gracias a Dios él no me respondió, sino que siguió concentrándose en vivir, y yo me acerqué para verlo un poco mejor—. ¿Quieres que llame ayuda? —inquirí, pero esto pareció solo alterarlo más.
—No —intentó decir—. Por favor, no —me suplicó y yo negué.
—Tranquilo —le dije mirando los músculos de su cuello tensarse mientras intentaba respirar. Entonces reconocí lo que tenía. Era una crisis de ansiedad, un ataque de pánico—, tranquilo, está bien —le dije con la voz más suave que pude.
—Estoy... Estoy... —intentó hablar y yo negué de nuevo—, estoy bien —logró articular cuando yo me puse frente a él y vi por primera vez sus profundos ojos grises.
—No es necesario que me convenzas de nada, no te conozco —le dije con sencillez—, está bien no estar bien —le aseguré cuando él seguía luchando por aire y entonces le señalé hacia arriba y él pausó repentinamente su respiración mientras parecía detallar mi esmalte de uñas negro. Entonces miré hacia arriba y él hizo lo mismo.
Lo volví a escuchar respirar con dificultad, pero estaba observando lo mismo que yo, los edificios, sus formas y detalles. Entonces con la voz baja comencé a cantar.
—Uno por los sueños que intento alcanzar... Dos por las estrellas que comienzan a caer —musité recordándome las veces que yo misma trataba de calmarme. Él dio medio paso hacia mí y supe que estaba tratando de oírme mejor, entonces alcé un poco la voz y seguí—. Tres, este va por mi, porque estoy trabajando tan duro. Tomaré un respiro y seguiré adelante —canté y él comenzó a regular su respiración con suavidad.
Dirigí apenas mi mirada hacia él, quien todavía respiraba con algo de dificultad.
—Sigue —me pidió con voz queda y volvió a mirar hacia los edificios.
—Cuatro son las personas que me aman. Cinco, ellos me alientan y sonríen. Seis, es hora de cerrar algunas bocas. Estoy preparada, lista y fuera. Sé que ahora puedo seguir adelante —finalicé y él respiró profundamente antes de mirarme unos instantes y yo no pude evitar hacer lo mismo.
Debía tener la misma edad que yo, o tal vez un par de años más. Su rostro era perfilado, su cabello era liso y corto, pero caía en una capa por el lado derecho de su rostro, y vestía un traje impecable y carísimo como todos en esta empresa.
Y fue entonces que me di cuenta que el tipo estaba buenísimo y que ahora me miraba fijamente.
"¡Bien hecho, Clay! Tu siempre llamando la atención". Me acusó mi cerebro, el recatado, el angelito que no quería ser notado. Entonces yo bajé el rostro para esconderme tras el cabello suelto mientras pasaba mi sonrojo de vergüenza.
Sus ojos grises me escrutaban una y otra vez antes de que una media sonrisa se dibujara en sus labios rosados.
—Gracias —me dijo. Yo medio sonreí con vergüenza y asentí.
—Sufría ataques de pánico de pequeña —le dije. Él pareció aludirse por aquellas palabras y negó.
—No era un ataque de pánico, era... —comenzó a mentir cuando yo sonreí y él se detuvo inmediatamente.
—No es necesario que me convenzas de nada, no te conozco —le repetí cuando él asintió con frescura.
—Entonces puedo confiar en que no le dirás a nadie lo que has visto —aventuró y yo también asentí.
—Lo que sucede en la terraza, se queda en la terraza —le aseguré en forma de broma cuando él soltó una risa más tranquila, ridículamente bonita y se rascó la cabeza alborotándose el cabello. ¿De dónde había salido este tipo? ¿Directo de un comercial de pasta dental? Lo miré un par de segundos más.
—¿Qué haces en la terraza? —me preguntó luego de unos instantes cuando yo hice una mueca y él pareció interesado. Entonces yo detallé cada parte de su figura bien contorneada, y me obligué a mirar a otro lado para no pasar de babosa.
—Trataba de huir de una crisis de pánico —le aseguré cuando él metió las manos en los bolsillos de su traje en un gesto increíblemente sexy. ¿Sería que este tipo era modelo de la compañía o algo así?
—¿Y? ¿Lo lograste? —yo inmediatamente me sentí fuera de lugar.
—¿El qué? —inquirí sin pensarlo, cuando noté que debí quedar como tonta por no prestar atención.
—Huir de tu crisis de pánico —me recordó con una media risa cuando yo apreté los ojos con cierta vergüenza.
—Ya no estoy tan segura —le aseguré—. Pero tengo una entrevista y debo salir de aquí —y cuando él abrió sus labios para responderme, la puerta se abrió de par en par dejándome ver a Sophia del otro lado.
—¿Se puede saber...? —comenzó a preguntar cual madre que pierde a su hijo en centro comercial cuando vio a mi acompañante y dejó su escenita de histeria.
—Mil perdones —explicó mi acompañante mientras yo me moría de la vergüenza frente al tipo sexy por la hermana sobreprotectora que me tocó tener—. Es mi culpa que... —añadió cuando mi hermana le sonrió con incomodidad obvia.
—No te preocupes —le dijo—, es solo que debemos irnos —expresó mirándome en modo inculpatorio.
Le mostré los dientes en un vano intento de sonrisa porque, qué más podía hacer. Mi hermana de seguro creía que me había metido en algo romántico con el chico sexy, y no la culparía, quizás si debí intentar algo.
Ok, no. Quizás no debería andarme liando con tipos lindos en terrazas, o no debí quedarme pensando en eso mientras el tipo nos miraba.
—Entonces ve —me dijo el chico alejándose al otro lado de la terraza.
—¿Estás bien? —sentí la necesidad de preguntar cuando él se dio media vuelta con su porte de modelo y me miró.
—¿Por qué lo preguntas? Aquí no ha pasado nada —bromeó guiñándome un ojo y logrando hacerme sonreír.
—Bien, vamos —exclamó mi hermana con impaciencia agarrándome la mano para salir de la terraza antes de que me provocara volverme a seguir hablando—, ¿quién es ese tipo? —fue lo primero que preguntó y yo me encogí de hombros recordando por unos breves instantes su sonrisa de comerciales.
—No lo sé —repliqué tratando de recordar su nombre.
Es que no se lo pediste, tonta. Me recriminó ese lado de mi cerebro que juraba que tenía que haber intentado algo con el tipo sexy. Hicimos una especie de fila de al menos 15 minutos en los cuales yo seguía pensando en aquel encuentro y mi hermana veía cómo hacerme la pregunta imprudente que quería hacerme y no podía con tantas personas cerca.
—¿Y qué hacías con él en una terraza cerrada? —se aventuró a preguntarme muy de cerca un par de minutos después cuando yo abrí mi boca para hablar y el ascensor se abrió para nosotras logrando separarnos en un mar de personas.
Para cuando salimos del ascensor en el último piso, ya la conversación no parecía tan importante, porque había una gran sala negra iluminada apenas por algunas luces LED.
—Sigan hasta el fondo del pasillo, a mano izquierda está la sala de juntas donde tienen su cita —indicó una chica muy bonita con un vestido negro y unas zapatillas doradas altas.
—Muchas gracias —susurré mirando de reojo. Un pasillo tan profundo, oscuro y negro para dar paso a... ¿una sala de juntas? Los empresarios tenían unos gustos tan extraños que no podía imaginarme cuánto hasta que pisé la primera baldosa del pasillo y vi de refilón una especie de brillo a mi derecha.
Volteé y vi la pared brillar con lo que parecía ser oro puro. Eran como pepitas de oro que formaban una imagen, se trataba de una especie de caramelo con envoltura pequeña. Continué caminando por el pasillo y mientras este se continuaba iluminando y las piedras doradas minúsculas iluminaban las paredes como constelaciones formando imágenes claras y otras no tanto.
Había edificios, logos de marcas y toda clase de lo que parecían ser rostros dibujándose por el extenso pasillo mientras caminaba admirando todo por su belleza y su increíble sentido del arte.
Una melodía se dibujó en mi cabeza y medio sonreí ante la sensación de que estaba presenciando algo más que un pasillo oscuro.
Al llegar a la puerta de la sala de juntas, volteé para apreciar por última vez la belleza, pero desde esta perspectiva el pasillo volvía a estar súbitamente oscuro y sus paredes negras.
—¿Lo has advertido? —le pregunté a Sophia antes de notar que estaba inserta del todo en su teléfono—. Sophie —intenté llamar su atención y ella espabiló—, ¿ha pasado algo?
—Nada, es solo... —volvió a quedarse en el aire mirando el celular cuando uno de los empresarios abrió una puerta de cristal frente a nosotros y nos sonrió.
—Bienvenidas, señoritas —dijo el hombre de traje con una sonrisa algo inquietante—, estamos listos para escucharlas —añadió sin dejar de sonreírnos y yo intenté devolverle la mueca para que no se viera tan extraño. Pero parecía mirarnos como comida y eso era algo muy obvio.
La sala de juntas tenía una mesa redonda, muy distinta a la que había visto en las oficinas de los demás inversionistas. Había dos mujeres y cuatro hombres, entre ellos, el tipo sexy de la terraza.
Entre todos, él lucía joven, pero se había peinado el cabello hacia atrás y su mirada desde luego era mucho más feroz que la primera vez.
—No necesitamos conversar nada —explicó uno de los empresarios mirándome de arriba abajo, que estaba sentado en una silla cercana a la puerta—, ya con ver aquí a la mismísima Clay, estamos de acuerdo en que debemos comprarla —dijo con una petulancia insuperable que me hizo regurgitar las palabras, pero mi hermana me las atajó apretando mi mano con fuerza.
—Buenas tardes, hemos venido a hacerles una propuesta de negocios —inició ella cuando el mismo empresario, de cabello negro engominado y mirada oscura sonrió.
—No, linda, las propuestas aquí las hace Midas —añadió él acercándose con fiereza como una pantera a la presa—, queremos comprarte —me dijo con una sonrisa blanca y tan sínica que me provocó acidez. Me le quedé mirando al tipo sexy de la terraza quien estaba sentado detrás de los otros empresarios y parecía seguirme escrutando con su mirada fija.
—No estoy en venta —le repliqué cuando Sophia casi me patea escondiéndose tras la mesa.
—¿Y entonces qué haces aquí? —preguntó una de las mujeres que estaba sentada tomándose lo que parecía ser un whiskey en las rocas.
—Chicos, no hay por qué ponernos desagradables —siguió la otra mujer, era una chica de cabello castaño y liso, que parecía más noble que el resto—. Escuchemos su propuesta —propuso cuando el otro hombre negó con la cabeza. El tipo sexy de la terraza puso una mano en su mentón y se quedó escuchando nada más.
—Ya sabemos quién es Clay y lo que queremos de ella, ¿qué más hay que saber? Que Midas le haga una oferta —exclamó uno de los empresarios más viejos y yo sentí las palabras atragantarme de nuevo.
—¿Qué es lo que quieren? —le pregunté. Entonces el primer empresario se me acercó como una serpiente.
—Cambiamos un poco tu imagen, tu estilo y algunas otras cosas, vemos qué nos puedes ofrecer y para el año que viene ya Midas te habrá convertido en oro —me dijo casi al oído y yo me sentí tan indignada que no pude callármelo.
—No estoy en venta, discúlpenme por hacerles perder el tiempo —dije antes de marcharme con la mayor de las clases, rezándole al Dios Todopoderoso que no fuese a tropezarme con estos tacones y a lucir como tonta.
—¡CLAY! Esta era una oportunidad de oro, ni siquiera hicieron preguntas —me siguió Sophía reclamándome y yo me detuve en seco en el medio del pasillo. —¿No sabes mantener la boca cerrada? —yo negué inmediatamente.
—Prefiero servir mesas que vendérmele al tal Midas, se nota que nos ve como comida—le dije—. Ni todo el oro del mundo va a cambiar quien soy, Sophie. Nos vamos.
—Madura, Clay. Esto es por trabajo, es por tu carrera por la que tanto has trabajado —me dijo retándome con la mirada cuando yo negué nuevamente.
—Si tu quieres entrégales tu currículo, Sophia, yo no le vendo mi alma al tal Midas —dije con odio dándome media vuelta de nuevo y cuando lo hice. Pues debo decir que sí, me tropecé con mis tacones, y no solo eso, por poco y me llevo a alguien con toda mi torpeza.
Sus manos se cerraron en mi cintura y me sostuvo con gesto firme antes de mirarme a los ojos unos instantes y arquear una ceja.
Maldije mi suerte y me separé para mirar que... Oh, sí, se habían roto mis únicos tacones restantes, y con ello mi esperanza de llegar a casa con la dignidad intacta.
Chisté al intentar pararme con estilo, pero era evidente que lucía como un garabato frente a este tipo que me sostenía con sus brazos fuertes y me miraba profundamente a los ojos. A buena hora me vine a caer sobre el chico sexy de la terraza.
***
Bueno! Ya les he presentado al gran Midas, ¿qué les parece?
Apenas estamos empezando así que pues me gustaría leer sus impresiones ^^ si les gustó no duden en dejarme una estrellita y compartir la historia con sus amistades, WattConocidos y demás ^^
Hasta otra!!
Atte: E.C Álvarez
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