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2. Me gustan más los jeans rotos

Salí de ese café con una nueva perspectiva de la vida. Me sentía bajoneada por tener que quitarme los jeans rotos al día siguiente e ir con mi manager/abogada/hermana/subastadora a presentarme frente a una cuerda de imbéciles para venderles mi talento.

Ok, no conocía a estos tipos, pero era muy obvio que éramos diferentes. Yo no entendía por qué Sophie creía que esta era una idea tan fantástica si los inversionistas no compraban artistas para producirlos, ¿o si? ¿Lo hacían? Qué rayos iba a saber yo de eso, las inversiones me interesaban tanto como la política, es decir: NADA. Y aquí estaba como tonta atrapada en el medio de las dos, caminando hacia mi casa sin poner música en mis audífonos porque no me sentía de ánimos para nada más que para divagar en esta idea.

Sentí una mirada súper pesada recargarse en mi espalda mientras caminaba hacia mi departamento afuera de Manhattan. Ya caía la tarde, y la ciudad lucía hermosa, pero algo solitaria, así que debía apresurarme a llegar a casa antes del anochecer si no quería estar sola en algún callejón olvidado por Dios.

Apresuré el paso cuando divisé que una sombra me seguía y el corazón se me sobresaltó. Respiré profundo y aceleré el paso ante la idea de que alguien estuviese tratando de interceptarme. Para cuando vi la sombra por tercera vez estuve a punto de echarme a correr, cuando advertí al hombre salir del callejón medio oscuro con un girasol en las manos.

—Por Dios bendito —me quejé liberando algo de estrés cuando él se me acercó extendiéndome el girasol—. Qué te he dicho de seguirme, idiota —seguí quejándome mientras evitaba mirarlo y agradecía al Dios Altísimo porque no era un secuestrador ni un matón.

O bueno, la verdad es que si lo era, pero no tenía permiso de ponerme un dedo encima.

—Perdóneme, princesa —susurró con ese bendito acento británico que enloquecería a cualquiera de este lado del mundo.

—No te perdono, Derrick, aléjate —le dije mientras respiraba profundo y le arrancaba el girasol para seguir caminando.

Te voy a explicar por qué no quería tener a Charles Derrick cerca de mí: El tipo era súper sexy. Tenía esa aura de bad boy, pero toda diferente, y tan atrayente.

Es decir, el tipo era una combinación de un ángel del cielo con algo de la sensualidad de Channing Tatum, un poco del porte y la elegancia de Ian Somerhalder en el Diario del Vampiro y un aire pequeño a la ferocidad de Jensen Ackles. Pero a esto le sumaba un gesto tierno, dulce, confuso y casi inofensivo que te hacía desvariar totalmente cuando lo mirabas vestido con esa chaqueta de cuero y esos jeans rotos frente a ti, observándote como si no fueses digna de su atención, como si no fueses más que un recado de mi padre. Y eso es lo que era.

Charlie podía ser hermoso, pero era un verdadero idiota con ínfulas de superioridad, sin dejar de lado el hecho de que es un hampón de los de mi papá.

Y sí, sí, antes de que preguntes, todo esto son cosas que me repetía cada vez que lo veía aparecer en escena con esa mirada inerte y ese aspecto de estatua griega que haría dudar a cualquiera de pasarse al lado oscuro.

—Tu padre dice que... —comenzó a decir mientras me seguía, pero yo no le dejé hablar.

—Si mi padre quiere hablarme, que me llame —le repliqué de golpe.

—También quiere decirte que... —yo no toleraba cuando mi padre me enviaba mensajitos con el recadero. Significaba que no podría verlo pronto, y lo extrañaba mucho. Sabía que se esforzaba demasiado porque todo su mundo no me alcanzara, y esto debía estarlo matando tanto como a mí.

—No voy a hablar de esto contigo, Derrick. Ya tendré oportunidad de hablar con él, que es lo que realmente quiero. Dile que estoy bien —le pedí sin querer mediar palabras y aceleré el paso sosteniendo el girasol con fuerza cuando él atrapó mi mano y sus ojos azules se centraron con profundidad en mí.

—¿Puedes dejarme hablar? —me dirigió una mirada llena de molestia. Yo tiré de mi mano con fuerza para que me soltara.

—No tienes permitido tocarme —le solté algo histérica por su repentina invasión a mi espacio personal. Él pareció aludirse por mis palabras y dio un paso atrás enterrando la mirada en los tenis.

—Tu padre dice que la semana entrante se contactará contigo para verse en una cena. Que esta semana estará fuera del país —dijo como si se tratara de un robot. Yo respiré profundo y volví a levantarle la mirada con molestia. Odiaba cuando los hampones de mi papá me trataban como a una muñeca. Lo miré con furia y luego de unos instantes volvió a mirarme a los ojos—. Mensaje entregado —añadió sin más.

—¿Quieres tu galletita ahora? —le dije con cinismo antes de adelantarme y golpear su brazo mientras seguía mi camino a casa.

Bien, mi historia con Derrick era algo turbia, y por eso le guardaba tanto resentimiento que no me molestaba tratarlo como un perro. Mejor dicho, tratarlo como el idiota que era, porque a los perritos de la calle se les debía respeto.

Lo había conocido antes. De hecho, había tenido el padre de todos los crushes con él. Un tipo inteligente, culto, guapo, fuerte, centrado. ¡Un partidazo! Se los juro que lo conocí un par de semanas y me tenía como tonta hasta que me confesó que era uno de los hampones de mi papá y que se acercó a mi para asegurarse de que estuviera "bien".

Totalmente absurdo. Como si yo necesitara tener a un hombre al lado para mantenerme a salvo.

Entonces me enfurecí contra él y contra mi papá, y le hice jurar que ese idiota jamás me volvería a perseguir. Aún más, que ni siquiera podría tocarme.

Y como si fuese humo, y una actuación barata, toda la inteligencia y perspicacia de Charles Derrick desapareció. Se convirtió en miradas condescendientes y mensajes fortuitos cuando mi padre no podía verme.

Si me preguntan, se convirtió en lo que es: la mano derecha de mi papá, su hombre de confianza y su recadero matón.

Yo no podía confiar en un hombre así, que me hubiese mentido antes, que hubiese accedido a mí con tal facilidad.

Ahora lo odiaba por engañarme, y si bien uno tiene ojos para ver, yo evitaba verlo para que mi estúpido corazón enamoradizo e ingenuo no me traicionara.

Sin embargo, sabía que Derrick me estaba siguiendo todavía. Caminaba al menos a cinco pasos de mí y luego, cuando entraba al edificio donde vivo, esperaba afuera hasta ver que encendía las luces del departamento. Lo sabía porque lo había visto un par de veces, eso hacía cada vez que mi papá me enviaba un mensaje a su cargo. Y es que, si algo me pasaba entre el trayecto entre la recepción del mensaje y mi departamento, mi padre seguro lo rebanaría en trozos y se lo lanzaría a sus tigres.

¡Oh! ¿He dicho tigres? No se han enterado de eso por mí.

Al entrar a mi departamento encendí las luces y vi a mi gatita pasar por mis piernas recargándose en forma de saludo.

—Hola, bonita —susurré mientras me acercaba para acariciarla y ella acababa teniendo una lucha encarnizada con mi brazo.

Me permití sonreír al verla, y al mirar todo en mi hogar, el espacio que yo había logrado con esfuerzo y trabajo duro. El lugar que perdería pronto si no conseguía un contrato. Suspiré y me levanté para ponerle a Yue (mi gatita) algo de comer en su tazón.

A los minutos entró en mi teléfono una videollamada de mi mamá que me estaba debatiendo si debía o no responder. Finalmente, supe que necesitaba atenderlo y aún no había tocado el botón cuando veía el rostro sonriente de mi madre en la pantalla.

—Hola mamá —ella me miró bien desde la pantalla—. Estoy llegando a casa.

—Hola, mi bella, ¿cómo estás? —inquirió rápidamente sin dejar de mirarme—. Pensé que vendrías a casa con tu hermana.

—No, mañana tenemos reuniones importantes, y debo juntar algo de ropa –le expliqué—. Tal vez vaya pasado mañana.

—Tu hermana me contó lo que pasó —dijo como si no supiera como tocar ese tema. La veía andar por la cocina haciendo esto y aquello, con su coleta alta y su ropa cómoda. Solo el hecho de verla hacer mil cosas ya me hacía sentir en casa—, ¿crees que podrán solucionarlo pronto?

—Eso intentaremos –comencé a explicar mientras me sentaba en el mesón de la cocina.

—Pues, si necesitas cualquier cosa, hija. Sabes que puedes pedírmelo —yo medio sonreí. Doscientos mil dólares para producir y lanzar un CD era demasiado pedir para mi mamá.

—Lo sé, mamá, gracias —añadí mientras la miraba hacer sus cosas en la cocina.

—No permitas que esto te dañe, hija –me dijo con suavidad y yo asentí suavemente mientras sentía que se me acumulaban las lágrimas en los ojos—, todavía tendrás muchas más oportunidades, eres muy talentosa.

—El talento no siempre es suficiente, ma –proferí suspirando y ella dejó lo que hacía para mirarme.

—Pero es un buen comienzo —añadió—. Quizás te tome un poco más de tiempo, pero lo lograrás. Lo supe desde que eras pequeña y solo agarrabas las escobas para tocar guitarras imaginarias. Cantas antes de hablar. Esto es lo que debes intentar hasta que ya no puedas más —yo asentí con suavidad mientras pestañeaba para evitar ponerme a llorar.

—Tienes razón, mamá. Haré lo que tenga que hacer –ella me sonrió.

—Esa es mi princesa guerrera –dijo con orgullo cuando yo le solté una sonrisa.

—Gracias, ma —añadí. Realmente necesitaba esto para levantar la cabeza e ir a buscar mi ropa decente para la reunión con los inversionistas que Sophía había conseguido.

—No olvides usar zapatos lindos, y nada de jeans rotos –me dijo con su tono de madre. Aunque mi mamá luciera joven, no podía dejar de lado sus sermones maternos.

—Son parte de mi estilo —bromeé—, los inversionistas deben saber a qué se enfrentan.

—Que lo sepan cuando ya haya un contrato de por medio, hija. Juega bien tus cartas –me aconsejó, y yo le sonreí.

—Gracias ma –repetí.

—Te extraño, hija, ven pronto a casa –me pidió y yo asentí.

—Iré para celebrar que produciremos mi próximo CD —aseguré y ella sonrió.

—Aquí te espero –me invitó y yo me tomé muy en serio esa invitación.

Luego de colgar la llamada tomé un vaso de agua y me trasladé hacia mi habitación. Al llegar allí vi cómo llegó un mensaje de mi hermana y al abrirlo suspiré en grande.

Sophie: Tenemos una cita con tres inversionistas mañana, ponte bonita

Resoplé de nuevo ante la idea de tener que vestirme diferente e ir a venderme como un producto, pero era lo que hacía falta para salvar mi carrera.

De hecho, me aludía un poco la idea de que vestirme como usualmente vestía no fuese "ponerme bonita". Como si mi estilo diario fuese desgarbado, feo o impresentable, en cualquier caso. Era obvio que eso no fue lo que Sophie quiso decir, pero lo dijo y pues, yo me sentía bonita cada día con mis jeans rotos, mi chaqueta de cuero y mis tenis sucios.

Era obvio que una reunión de negocios no era el lugar óptimo para usar tenis sucios o jeans rotos, pero vaya que sentía como si vendiera parte de mi esencia por no poder mostrarme tal cual como era.

Comencé a sacar ropa del ropero, y ciertamente, no había demasiada elegancia en ello. Es que nunca había tenido que ir a una cita de negocios que no fuese con personas como yo. Cuando grababa mis videos para internet vestía ropas sencillas, y simplemente me sentaba con mi guitarra a cantar hasta que Avril Lavigne le dio "like" a mi cover de su canción "How does it feel". Cuando Avril Lavigne me pidió que grabara los coros de una de sus canciones, yo estaba vestida exactamente como hoy, y cuando firmé el contrato con mi ex-productora, mi hermana me prestó una chaqueta de cuero y unas botas de tacón con las que no sabía caminar.

No sabía nada sobre elegancia, ni mucho menos sobre qué sería lo más ideal para presentarme frente a unos inversionistas, por lo que un par de minutos después terminé acostada en la cama con el teléfono entre las manos.

Sin pensar demasiado, me metí en google para buscar una especie de look empresarial y terminé asqueada, hasta que una fotografía se robó mi atención. Era una chaqueta negra de mancas semi cortas con una camiseta tejida de rayas blancas y negras. Estaba acompañada por un pantalón ceñido de color negro y unos zapatos de tacón y punta negros.

Vamos que la modelo se veía espectacular, y los tatuajes de mis manos, así como mi estilo estaba todo impreso en ese look que era perfecta para presentarme frente a cualquier inversionista y decir: yo soy Clay, la princesa del rock alternativo.

Sin pensar dos veces me levanté y comencé a buscar entre mis ropas algo que me sirviera y que pudiera adaptar para conseguir algo así.

Porque quizás no estaba en una buena situación, y quizás tendría que hacer cosas que nunca pensé en hacer en la vida, pero jamás renunciaría a quien soy, mucho menos por un par de billetes. 

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