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su alma en un lienzo

El ocaso se pintaba en el cielo, dándole calidez a su rostro. Sintió una mano con dedos largos, mover un mechón de cabello y acomodarlo detrás de su oreja, se volvió y miró a la joven mujer que le miraba con ternura.

- Mamá.

- ¿Hmm? - musita, mientras peina su cabello castaño.

- ¿El mundo termina en el atardecer?

La mujer de largos cabellos castaños, mirá al atardecer, solo lo mirá, pero no lo observa de la manera que lo ve el pequeño.

- El mundo termina en el atardecer, - repite con una sonrisa - Tal vez, pequeño. ¿Tú que dices?

- Sí. - dice seguro, con su mirada brillando con intensidad. - El mundo acaba cuando la personas mueren, con cada atardecer su vida se acorta. Cada atardecer es el final.

Habla con tranquilidad dando su argumento, la mujeres tan solo lo observa con cariño, ella ya fue sorprendida por haberlo tenido, de que estuviera aquí sano. Solo le queda entregarle todo lo que sabe y tiene como muestra de cariño.

- Osamu.

- ¿Sí mamá?

- Déjame pintarte.

El pequeño sonrió y asintió.

- Claro, mamá.

En aquel tiempo existían cámaras, pero aquella mujer prefería lo tradicional, dejando en cada lienzo un recuerdo y su marca.

En aquel marco dejo ilustrado al pequeño brillo de sus ojos oscuros, como la noche.

De a poco aquellos ojos se llenaría de estrellas.

Y dando su último trazo, llamó al pequeño para que viera la pintura.

- ¿Qué tal, Osamu?

El niño observó con cautela cada detalle de la pintura, procurando que cada lienzo quede guardado en su memoria.

Tomó el pincel más finito, y observó a su madre.

- ¿Puedo?

- Claro, cariño.

Y con ello dibujo una figura reflejada en los grandes ojos claros del niño. Dazai Osamu dejó en esos ojos cafés reflejado el alma de su madre. Para recordarla.

Ella algún día se irá con la caída de su ocaso.

(...)

Abrió lento y pausadamente los ojos, era un recuerdo de ella. Sentía el cuerpo pesado, tan pesado como si estuviera encadenado a su suave cama, era uno de esos días. Donde solo podía sumirse en la melancolía.

Sin embargo, su madre le dejó un pequeño que le podía sacar de ese augurio de tragedia. Ese pequeño, entró por la puerta con una sonrisa tierna.

- Buenos días, Dazai.

- No son tan buenos, solo días.

Atsushi se acercó a su cama y observó detenidamente el comportamiento de su hermano mayor. Volvió a recordarla, como cada día.

Entonces pensó en algo que podría alejar esas malas emociones, y saltó como un felino sobre el castaño que pegó un quejido, mientras Atsushi, lo abrazó.

Atsushi no se siente tan afectado como su hermano, porque él no pasó mucho tiempo con ella pero la ama, y la extraña, extraña los mimos por la mañana, el paseo por el jardín viendo los pájaros que muchos se posaban en la mano de ella.

La extraña. Llora cada vez que la recuerda, pero recuerda que todo lo que hacía ella, todo se fue con ella, y eso es especial, y prometió no llorar porque sentía que con llorar, sentiría mal a su hermano.

Entonces.

¿Por qué estás llorando, Atsushi?

«Porque me duele. »

De los ojitos heterocromáticos, salían finas gotas cristalinas, dejando brillar aún más el dorado de sus ojos. Dazai sintió como el pequeño cuerpo del albino temblaba.

Dazai, con las sábanas lo envolvió y lo apego a su pecho, como un bebé, dándole su consuelo.

- Todo estará bien, Atsu. - susurro, lo dijo bajito para que tan solo lo escuchará el pequeño entre sus brazos.

Atsushi levantó el rostro dejando ver sus lágrimas de dolor caer, como un grifo abierto.

Aquello le recordó a ella, ese apodo tan familiar, le recordaba cuando se lo decía en un tono cariñoso y la frase también lo decía, cuando tenía miedo.

Recordaba cuando hacía lo despertaba con caricias en la frente, con jugo de naranja por la mañana, y los paseos por el jardín por las tardes.

Recuerda que nadie más hará aquello, porque esos momentos se fueron con ella.

Tan solo le lloraba a un recuerdo.

Dejando libremente demostrar su pena, dejando ser consolado por su hermano mayor quien, era el único que le podía recordar más a ella, dejando caer las lágrimas.

- Mamá... - sollozo entre su llanto, hablándole como si ella estuviera ahí, escuchándolo. - Te extraño, mamá.

Pero ella no estaba ahí escuchándolo, ella no está ahí.

Solo le hablaba a un fantasma.

Dazai, no podía hacer nada más que escuchar los tristes lamentos de Atsushi, y darle su consuelo.

A veces para entender a una persona triste es solo estando con ella, y darle apoyo.

- Estoy contigo, Atsu. - susurro para él.

Y Dazai así lo hizo, contuvo la amarga pena del albino.

- También la extraño, Atsu.




(...)



- No a llovido. - dijo Fukuzawa entrando en la cocina, y observando la ventana.

Allí estaba Dazai leyendo un libro y comiendo huevos revueltos, pues, dice que no los compro para no comerlos.

Esperaba que no lo mandaran a comprar nada, su suerte es traicionera y capaz, en el mismo instante donde salga, comience la lluvia.

«Ayy, no. Que atroz.»

Pensó Dazai.

- Peculiar. - respondió mirando la ventana, para luego fijarse en su libro.

Fukuzawa fue a hacerse un té verde, empezó poniendo la tetera.

- ¿Y Atsushi? - preguntó Fukuzawa.

- Está descansando.

Y era verdad, después de todas lagrimas que botó, se quedó dormido profundamente en su brazos, así que lo dejó en la cama bien tapado por el frío, y con las cortinas corridas para que no entre el sol, y no moleste el descansar del menor. Después cumpliría su promesa.

Fukuzawa asintió, y con ello se sentó en la mesa con su té verde.

Estaban frente a frente, en silencio.

- ¿Cómo te has sentido aquí, Dazai?

Rompió el silencio con esa pregunta.

Dazai levantó la mirada de su libro.

- Todo bien, la casa es cómoda, las habitaciones son cómodas, todo bien, abuelo.

Fukuzawa sonrió leve.

- Me alegra escucharlo. - hubo un momento de silencio, y luego, Fukuzawa tuvo una expresión seria. - ¿Qué tal lo llevas?

Dazai dejó de prestar atención a todo lo demás para enfocarse en la pregunta. Se podía decir que bien, pero la recuerda y la extraña a cada momento.

Quiere llorar en algunos momentos, pero de sus ojos no cae nada.

Sin saber, por estar en sus pensamientos, perdido.

No respondió a la pregunta.

- El duelo no es fácil, - habló lento, dando un sorbo a su té, y con eso prestó atención nuevamente Dazai. - El duelo se supera en compañía.

Esa frase se quedó marcada en su mente.

Él no tiene compañía, más que su hermano, pero no puede darle su carga a un niño pequeño, no puede ni quiere. Está solo.

- Es mejor sobrellevar las cosas solo.

Dijo dando un mordisco a su huevos, terminando con ellos. Fukuzawa entendió, que aún no era el momento, pero ya llegará, y eso se aprovecharía.

Suspiró, disimulando cansancio.

- Hoy llegará un tío tuyo, y me falta unas cosas, ¿podrías ir?

Su suerte mendiga.

Suspiró y asintió.

Fukuzawa se levantó de la mesa diciendo lo siguiente:

- Y luego te enseñaré a cocinar, y me ayudarás con la limpieza. La casa es enorme a pesar de ser pocos.

Suspiró ya cansado sin hacer nada, solo respirar.

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