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Capítulo 10.- Corazas de Hierro

Cuando Isaac vio aquellas fotos, le pidió a Karen que le llevara hasta aquellos restos. Vaya sorpresa fue la del mismo Isaac cuando le dijo que era exactamente por eso que le había llamado, para investigar aquella nave.

Tomaron cuatro Destroids Cheyenne, y partieron hacia el sitio. Isaac iba con Karen, la cual llevaba la cabina de su unidad abierta. La mayor parte del tiempo estuvieron en silencio, hasta que bostezó Isaac.

—Siento no ser Kara para evitar que te aburras. — le dijo un poco indiferente Karen.

—¿Perdón? — preguntó Isaac sin haber entendido del todo aquella declaración.

—Tal vez debería de golpearte para que te sientas mejor Isaac.—

—Sigo sin entender tu punto.—

—Lo que pasa es que te ves aburrido, y te he observado que con Kara jamás has bostezado. Además, desde que ella llego a la base ya no te pasas a que te ayudemos con tus experimentos.—

—Lo siento mucho Karen, pero espero entiendas que aunque es divertido ver algunos de mis inventos funcionando con ustedes, pues la verdad me entusiasma más verlos en un Veritech que en un Destroid.—

—Si. Te entiendo. Aún así deberías de pasarte a saludarnos de vez en cuando. Te digo que desde que ella llego prácticamente no nos prestas atención.—

—¿A qué viene todo esto?—

—Nada, nada, no tiene importancia. Eres mi amigo y te deseo lo mejor, de verdad parece que disfrutas el pasar tiempo con Kara, ¿pero no crees que abusa mucho de ti?—

—¿Abusar? Es casi un milagro que siga con vida, es muy violenta, y algo me dice que se la ha tomado contra mí.—

Karen empezó a reír.

—A decir verdad — continuo Karen tras reír — me da mucha risa como se pelean. Es algo violentita la chica sin lugar a dudas, pero algo me dice que lo disfrutas.—

—Si... claro, claro, claro, me encanta que me golpe. Es casi un sueño — dijo Isaac sarcásticamente, cuando a lo lejos empezaron a divisar los restos de esa nave — Sé que es solo un Picket... pero aun así no deja de impresionarme.—

—Sujétate Isaac, vamos a acercarnos — le dijo Karen, mientras incrementaba la velocidad.

Los dos llegaron hasta la destruida nave, detuvieron los Cheyenne, y de estos desmontaron Karen y Terry cargando con ellos unos rifles de asalto. Mientras que Eledore y Michael se quedaron a bordo de sus unidades haciendo guardia.

Los rebeldes zentraedi en realidad eran muy descuidados, aun las naves que estos consideraban operativas, y que no pertenecían a la Fuerza de Defensa Robotech, tenían daños por todos lados. Los zentraedi no reparaban jamás nada, sencillamente lo usaban, y si se volvía completamente inútil lo desechaban y hacían otro. Esto aplicaba igual para armaduras, naves y los mismos zentraedi. Esto no hacía a la tecnología alienígena atractiva a la vista. Ahora, estar en una nave que se había estrellado contra la superficie lunar, bueno, imaginen el terrible panorama.

La razón por la cual estaban allí era por las fotos que Karen había mostrado a Isaac. En estas se observaba al Picket estrellado, pero se detectaban extraños contenedores que no parecieran corresponder a la propiedad de los zentraedi. El satélite no mostro señales de radiación o energía procedente de esos contenedores, pero aun así su naturaleza no correspondía a la tecnología zentraedi.

Entraron a la nave para intentar acercarse a uno de estos susodichos contendores, y averiguar qué es lo que había en su interior. Mientras todos se adentraron, encontraron decenas de cadáveres zentraedi, algunos completamente descuartizados y con las tripas de fuera. Y no solamente esto, sino que de entre los restos también se encontraba el cadáver de un invid con una especie de artefacto explosivo detonado en su propia mano; por lo que Isaac y los demás llegaron a la conclusión de que algunos invid realizaron ataques suicidas contra algunas flotas zentraedi, lo cual guardaba muchas similitudes con los famosos pilotos kamikaze japoneses de la Segunda Guerra Mundial. Si no hubiera sido por que estaban dentro de sus trajes espaciales, y que no podían oler aquella podredumbre, era seguro que hubieran vomitado.

Por fin estuvieron frente a uno de estos contenedores, que la verdad es que era inmenso. Isaac usó sus propulsores y se subió sobre éste. Acto seguido, sacó su Tablet en busca de alguna lectura inusual, pero nada, la maldita cosa estaba inerte.

—¿Alguna idea de que son? — le gritó Karen desde abajo.

—No sé... no detecto ninguna señal de energía — le respondió Isaac.

El joven científico se había quedado encima del contenedor, contemplando todo lo que había a su alrededor. Había varias decenas más por todos lados. Y como las fotos satelitales indicaban, algunos de estos estaban esparcidos por parte de la Luna. De repente vio lo que pudiera ser un interruptor para abrir el contenedor.

—¡Karen! ¡Terry! ¡Suban aquí!— gritó Isaac.

Al poco tiempo, los antes mencionados aparecieron por encima del contenedor ese par.

—¿Qué es lo que pasó? — le preguntó Karen.

—¿Ven eso de allá? Creo que es un interruptor para abrir el contenedor. Ayúdenme a activarlo.—

Entre los tres se posaron sobre el interruptor y comenzaron a saltar sobre este, pero el peso de los tres no parecía ser suficiente, así que insistieron una y otra vez, hasta que por fin se dejó caer la puerta. Los tres hubieran esperado que saliera vapor, o algo así para hacerlo más dramático, pero no. La puerta sencillamente cayó. Isaac se asomó por el borde de este, luego hacia el interior, y dentro pudo ver un objeto voluminoso. Lo analizó de nuevo con si vieja confiable, es decir, su Tablet, y no detectó ninguna clase de energía, solo el analizador químico fue capaz de identificarlo.

—Y bien, ¿Qué es esa cosa? — le preguntó Terry.

—Hierro — respondió asombrado.

—¿Hierro? — pregunto Karen.

—Tiene otros elementos, pero la mayor parte es Hierro, solo es Hierro... ¿Para que querrían los zentraedi Hierro?—

—¿Y de dónde lo habrán sacado? — añadió Terry.

—En realidad pudo ser de cualquier lado, el Hierro es un elemento común en el universo. Aunque especulando un poco, dudo que lo hayan extraído los zentraedi mismos. Por los contenedores diría que lo obtuvieron de otro lado, pero aun así... ¿Para qué quieren Hierro? No lo entiendo.—

—¿Y si accedes a la computadora de abordo? A lo mejor hay algo de información al respecto — dijo Karen

—Tal vez... — respondió Isaac, quien inmediatamente abró comunicación con Eledore — Eledore, sigue nuestra señal y trae acá tu Destroid.—

—Y dejar solo al tonto de Michael. ¿Estás seguro de eso?—

—No hay nadie por aquí, Michael se las arreglará si ti.—

—De acuerdo, ya voy, ya voy.—

Al poco rato es que apareció Eledore, Isaac se acercó a este y subió sobre los impulsores de su unidad. Atrás de este le había adaptado un cable para conectarse a naves zentraedi. ¡Ja! Y los tontos de la U.N. Spacy y de la REF decían que era algo estúpido. De allí se conectó a la computadora central del Picket con mi Tablet por medio del wi-fi del Destroid.

Había una inmensa cantidad de información, no sabía ni por dónde empezar, además que los zentraedi no eran muy ordenados a la hora de archivar. Si ellos se quedaban allí podrían tomar días, o semanas, antes de que pudieran averiguar algo útil con respecto a ese Hierro. No pudieron pensar mucho en una solución cuando escucharon los gritos de Michael por la radio.

—¡Jefa! Se aproximan varios reguld hasta nosotros, y no son aliados, estimo estarán aquí en 15 minutos.—

—¿Reguld? ¿Aquí? — dijo extrañada Karen — ¡Isaac!, tenemos que irnos.—

—¡No!, esto está muy raro. ¿De dónde salieron esos reguld enemigos si se supone se retiraron todas las fuerzas enemigas? Algo no está bien aquí, además, ¿para que necesitan todo ese Hierro los zentraedi?—

—Sea lo que sea no tenemos tiempo para averiguarlo, tenemos que largarnos de aquí pero para ayer — pronunció Eledore.

—¡Al demonio! Mejor nos llevaremos el disco duro principal — dijo Isaac determinado.

—¡¿Estás loco?! — grito Eledore — ¿Cómo piensas llevarte esa monstruosidad a la base?—

—¡Con tu Destroid Eledore! — dijo Isaac, mientras éste gira a donde Karen — Karen, regresa con Terry a los Destroid y consíganme todo el tiempo que puedan. Mientras tanto tú y yo Eledore, sacaremos el disco duro principal de la nave.—

—¡Vamos a morir! — exclamó Michael que había escuchado toda la conversación.

—¡No!, no lo haremos, hagan lo que les digo.—

—De acuerdo — le dijo Karen a Isaac mirándolo a los ojos, mientras ésta gira a donde Terry y le dice — Terry, vámonos.—

Karen y Terry se fueron por donde habían entrado de vuelta a sus Destroid. Mientras tanto Isaac y Eledore se aventuraron por los laberínticos pasillos del Picket, en busca del disco duro principal.

Afuera, Karen y Terry abordaron sus Destroids, y para cuando por fin los reactivaron, ya estaban al alcance de sus armas los Reguld. Así que sin darles más oportunidad dispararon una andanada de misiles que derribo a 16 de los 60 reguld que se acercaban. De los que quedaron, un tercera parte se dirigió hacia Karen, Terry y Michael. Los Cheyenne no podrán estar fuertemente armados, pero son muy rápidos.

Mientras tanto Eledore e Isaac llegaron a la computadora central del Picket. Isaac descendió del Cheyenne, y se dirigió a donde estaba el disco duro principal.

—¡Aquí! ¡Clava las tenazas de tu destroid aquí Eledore! — gritó.

Eledore no perdió tiempo y así lo hizo, después con suavidad es que sacó el disco duro. ¡Al fin estaba en buenas manos! Ahora los dos tenían que salir de allí a toda marcha. De nuevo se adentraron por el laberinto del Picket, hasta que se encontraron en el exterior. Un reguld apareció frente a ambos dispuesto a destruirlos, cuando éste explotó. Michael era el que había realizado aquel disparo que les salvó la vida.

Los cuatro Destroids se reagruparon, y empezaron a alejarse a gran velocidad de la zona. Los reguld parecieron ignorarlos, y creyeron que lo habían logrado.

—¡Eso estuvo de locos! — exclamó con júbilo Eledore, al tiempo que todos los demás se sentían exaltados.

Justo cuando creían estar seguros, es que varios disparos vinieron desde arriba de donde estaban los cuatro, disparos que aduras penas lograron evitar. Se trataba de un Queadluun, en ese momento nadie lo sabía, pero era el mismo que había perdonado la vida a Kara.

Los Cheyenne maniobraron para evitar el fuego de aquel Queadluun, al tiempo que dispararon sus últimos misiles. El Queadluun los evadió con gran facilidad, en una maniobra donde voló entre ellos.

—¡Jamás nos va a dejar ir! — exclamó Karen — Lo siento chicos, creo que tendrán que regresar solos.—

—¡¿Pero qué dices, jefa?! — exclamó Terry.

Karen no dijo más y abandonó la formación, poniendo rumbo al Queadluun. Karen disparó con sus armas sin hacer blanco, pero para cuando estuvo debajo de este, activo los propulsores al máximo, y dio un gran salto con el cual alcanzó al Queadluun. Ambas maquinas se impactaron, y después cayeron sobre la superficie de la luna. Al poco tiempo todos vieron una gran explosión.

Todos se habían quedado perplejos, nadie podía dar crédito a lo que los ojos de Isaac, Terry, Eledore y Michael estaban viendo. A Terry le empezaron a salir lágrimas de los ojos. Eledore golpeó la consola principal de su unidad con enfado. Michael se comenzó a hiperventilar, mientras gritaba de desesperación. A Isaac también le empezaron a brotar unas cuantas lágrimas. Todos estaban en un profundo sentimiento de duelo, cuando la radio sonó con una estruendosa voz.

—Chicos, me conmueven. No pensé que les importara tanto.—

¡Era Karen!, ¡lo había logrado!, ¡la maldita maniaca estaba viva!

—¡Karen! ¿Qué fue lo que paso? — le gritó Isaac.

—La verdad estaba dispuesta a sacrificarme al activar la autodestrucción de mi Cheyenne, pero justo cuando estaba cayendo con aquel Queadlunn es que recordé el exosqueleto volador que instalaste en la cabina de mi destroid, en caso de que tuviera que evacuarlo.—

—¡Se llama Ex-Gear!... ¡Maldita maniaca! — exclamó Isaac indignado, pero feliz.

Karen solo se rió, y al poco tiempo todos pudieron ver como volaba al lado de los demás chicos, esta se posó en el Destroid de Michael. Se había salvado por los pelos, gracias a uno de los inventos innovadores de Isaac que de nueva cuenta la Fuerza Expedicionaria Robotech había descartado por completo.

En fin, a Isaac le alegraba mucho de que Karen siguiera viva, pero ahora todos tenían que volver a la base, y averiguar qué planes se traían entre manos los zentraedi rebeldes y las fuerzas de ocupación invid. Pues aun ignorantes de todo, lo que estos colegas averiguaron podía determinar la salvación o aniquilación del Sistema Solar. Y en este momento, la Fuerza de Defensa Robotech estaba ya contra reloj, entre la espada y la pared, entre los zentraedi y los invid. 

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