Capítulo 21.- El Error
Tratamos de continuar como si nada, cosa que realmente no era nada sencilla, sabiendo lo que sabíamos. No pasó nada relevante en el mes posterior a haber visto el testamento de Armand, y el hecho de que no pasara nada fue un tanto desventajoso para nosotros, pues no salía un buen pretexto para salir en el Caimán más allá de Quintus, al menos no sin levantar sospechas.
Seguía sin poder creer que detrás de la apariencia tan amistosa y benigna de Xenio, hubiera en realidad la personalidad de un cruel y despiadado villano. Me ponía de nervios hablar con él, así que tenía que fingir tranquilidad. Un día pareció caer sobre nosotros lo que tanto habíamos estado esperando. Irónicamente habían sido los restos de Enmity los que nos lo proporcionaron. Fueron detectadas varias naves de carga que venían desde Elysium y que parecía que pretendían pasar por Quintus. Se les había visto escoltadas por Lightings que habían desertado, y que se presumía, estuvieron presentes en la última batalla. Se creía que dentro de las naves transportaban armamento para continuar su campaña contra la Fundación.
El escuadrón Ceraunia fue enviado para interceptarlos. Avanzamos en formación de "V", y cuando los tuvimos a la vista, Iselda intento entablar contacto con ellos.
— Atención, este es el escuadrón Ceraunia a Lightings renegados. Se les ordena que se rindan y nos sigan de vuelta al Agrigento. Si no siguen nuestras instrucciones nos veremos forzados a derribarlos. Respondan. —
No hubo respuesta, e Iselda los intentó contactar nuevamente, pero el silencio persistió.
— No contestan — dije con voz trémula.
— Bien, todos estén listos, vamos a acercarnos más. No se distraigan, puede que estén esperando a que estemos en su rango para atacarnos, así que no quiten sus pulgares de los gatillos — ordenó Iselda a todo el escuadrón.
Nos acercamos más a las naves de carga, que no disminuyeron o alteraron su velocidad una vez estuvimos a su lado, se trataba de diez naves. Iselda de nuevo intento contactarse con ellos, pero no respondieron. De una de las naves vimos cómo se abrieron unas compuertas y de esta emergieron cuatro Lightings, y al girarnos a las otras, vimos como hacían lo mismo.
Rompimos la formación, e interceptamos a los Lightings enemigos. Pese a que eran más, no fue tan difícil derribarlos. No sé si se debía al hecho de que había mejorado tras enfrentar a Armand. Uno de los Lightings intento atacarme con sus sables, pero con mucha facilidad lo desarme y deje inutilizado. Otros dos por detrás me dispararon misiles, pero los intercepte con los asistentes, y con los mismos es que inutilice sus unidades. Uno pretendió tomar por sorpresa a las hermanas Hayakawa, las cuales se enfrentaban a otros dos, pero le derribé dándole con el rifle en la espalda, lo cual hizo que explotara.
Las naves de carga también abrieron fuego, así que me acerqué a dos de estas y destruí sus improvisadas armas. Una tercera nave intentó embestirme, pero logré evadirlo, y disparé sobre el puente de ésta. Al momento perdió el control, provocando que se impactara con otra nave más, que al poco estallo en mil pedazos. Cuatro Lightings intentaron atacarme al rodearme, pero antes de que lograran completar su ataque, los destruí usando los asistentes.
Todos los Lightings enemigos habían sido destruidos, y solo quedaron dos naves de carga intactas, que lanzaron señales luminosas que indicaban que se rendían. Aun así seguían sin establecer contacto radial con nosotros. Nos siguieron de vuelta al Agrigento.
Una vez aterrizamos vimos que Xenio mismo estaba esperándonos, pero acompañado de un fuerte grupo de seguridad. Descendimos de nuestras unidades, y cuando estuvimos frente a Xenio, sus hombres nos apuntaron a todos con sus armas.
— En realidad siento mucho tener que hacer esto. Pero me temo que tendré que arrestar a tres integrantes de su escuadrón señorita Iselda. —
—¿Qué quiere decir?, ¿Qué significa esto?— cuestionó salvajemente Iselda.
— Mucho me temo que las naves que interceptaron no llevaban armas... lo averiguamos hace poco, y descubrimos que transportaban civiles. —
— ¡¿Qué?!, eso no puede ser. La información decía que transportaban armas. — dijo molesta Iselda.
— Me temo que es verdad, intentamos contactarlos para decirles que ignoraran las naves de carga, pero nos resultó imposible. Así que no haga las cosas más difíciles, señorita Iselda. Deme a la señorita Alma, y a los señores Gabriel y Lambert. —
Yo estaba bastante sorprendido... pero eso explicaría la insistencia de los enemigos en proteger las naves de carga. No podía ser mejor, en serio que no. Se suponía que ahora teníamos que corregir las cosas después de que ya lo habíamos arruinado al derrotar a Enmity, y en lugar de eso, habíamos complicado aún más las cosas. Ya bastante era tener que matar a otros users... pero saber que ahora era culpable de haber matado a sangre fría a civiles. Eso ya era demasiado. Vi a Iselda, y esta me vio a mí, en sus ojos había preocupación. No había nada más que hacer. Me entregue a Xenio sin oponer resistencia. Alma y Gabriel imitaron mi gesto.
— Pero esto es una arbitrariedad. Ellos solo siguieron sus órdenes señor — dijo Mulder que acababa de llegar.
— Lo siento mucho, — dijo Xenio con su falsa voz de tristeza — pero su crimen es muy grave, haya sido consciente o no. No se preocupen, serán juzgados de acuerdo a las leyes, pero no los engañaré. Lo más probable es que se les de la pena de muerte. —
Así fuimos escoltados por los guardias hasta los calabozos de la nave. Se nos puso en celdas diferentes. Y para mi sorpresa Xenio se quedó dentro de la mía. ¿Qué era lo que quería?
— Sinceramente pensé que me costaría más trabajo deshacerme de usted, señor Lambert. Pero ha resultado demasiado sencillo. —
— ¿Qué quieres decir? — respondí a Xenio tuteándolo, pues ya le había perdido todo el respeto que algún día le tuve.
— ¿De verdad pensaron que no me enteraría de su pequeña traición? —
—No se dé que me hablas. —
—Lambert, Lambert, Lambert. Basta de juegos, sé que conocen mis planes, pero eso poco interés tiene para mí. Armand no pudo detenerme, usted menos. —
—¿Qué es lo que quieres? —
—Solo quiero las coordenadas de Demos, para así destruirla y asegurar mi hegemonía sobre la humanidad. —
—Entonces... ¡todo esto fue una trampa! —
Por fin lo había entendido, Xenio nos había puesto una trampa, y el estúpido de mi había caído en ella. Sentir la realidad de que había dañado a gente inocente no me hacía sentir mejor. Voltear y ver por primera vez en su rostro una sonrisa completamente perversa y malevolente me convenció de que siempre estuvimos en sus manos. ¡Pero por supuesto!, ¿que nos hizo creer que no se enteraría?, después de todo, el Agrigento es su nave.
— Lambert, usted es solo un rehén dentro de mi esquema. Hubiera preferido que Iselda cometiera la insensatez, sé que por los sentimientos que tiene por ella, cometería una heroica estupidez por rescatarla. Pero bueno, tendré que conformarme con usted. Después de todo está también le quiere, y dudo que se quede con los brazos cruzados. —
—¡Eres un maldito! ¡Estas enfermo! — grité con repulsión hacia la persona de Xenio.
— No me odie señor Lambert, solo estoy haciendo lo que creo que es mejor para la humanidad. Desearía no haber tenido que hacer esto. Pero Mulder es más listo de lo que pensé, y puso las tarjetas de datos a bordo de su nave, a la cual desafortunadamente no tengo acceso, y tampoco la puedo destruir pues perdería la información que necesito. —
—¿Y que no le puede preguntar a los prisioneros de aquellas naves? —
—¡Oh!, acaso pensó que ellos eran de verdad parte de Enmity. No, claro que no, han sido tan solo elementos de mi plan, y han entendido la importancia de este, por ello gustosos dieron sus vidas... o al menos la mayoría de ellos. Si esas naves fueran hacia Demos, hubiera puesto como máxima prioridad el que quedaran intactas. Pero la verdad es que hasta ahora no sé cómo Armand se las arregló para llevar gente hasta esa nave. —
—De verdad estás enfermo Xenio. ¡Un loco! —
—Se les ha dicho enfermos y locos a las personas con visión. Además no estoy haciendo nada malo. No se preocupe, tal vez les deje vivir a usted y a los otros, siempre y cuando la señorita Iselda me entregue las coordenadas de la Demos. Hasta entonces, disfrute de su estadía... "Lobo Solitario".—
Xenio dejó mi celda mientras se reía, con una profunda risa que llenó la enteridad del calabozo. No era cualquier risa de un comediante promedio. Era la risa de un psicópata.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro