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Capítulo 19.- Un Nuevo Problema

No podía creer lo que había dicho. Y supongo que a Iselda también la tome por sorpresa. No dijo nada, no me respondió nada. Solo regreso al Agrigento.

Pasados unos días es que Xenio organizo una gran fiesta. Ya que durante la batalla yo había derrotado al "Heraldo de la Muerte", y Xenio por su parte había logrado derrotar a Vivian. Poco importaba que la nave perteneciente a Enmity hubiera escapado, junto con algunos Lightings. Sin Vivian, no representaban ninguna amenaza, pues Destay había logrado capturar la tecnología de control mental de VR, la cual se hallaba en estudio. Si lográbamos establecer contacto con los VR, por fin sabríamos que querían, y porque nos atacaban. Con suerte, tal vez hasta terminar la guerra.

Eran cosas bastante buenas. Pero mi cabeza estaba confundida, por un lado, me había sorprendido de lo que le había dicho a Iselda. Pero por el otro, me seguían preocupando las palabras finales de Armand. En especial eso que dijo sobre Xenio, y su papel de verdadero villano. Por más que lo viera, Xenio no tenía la pinta de un villano, no con esa cara tan tierna y que era coronada por su voluptuosa forma que lo hacía ver aún más inocente. Sencillamente no lo podía creer.

Los días que continuaron tras derrotar a Enmity no volví a hablar más con Iselda, fuera de las reuniones tácticas, y solo si era necesario. Por ende ninguno de los dos había tocado aquel tema. Y siendo honesto, me aterrorizaba saber su pensar al respecto.

Xenio pensó que dentro de poco terminaría la guerra, por ello no efectuó más misiones de prevención. Aun así era común que siguiera habiendo patrullas. Y pues, ahí estaba yo, en una patrulla, acompañado de Panoptes y Maya.

— Capitán, ¿ya habló con la jefa? — me dijo Panoptes. 

— Lo dices como si tuviera que decirle algo. — 

— Bueno capitán. Todos escuchamos su declaración por la jefa. —

Si... era correcto, las comunicaciones del escuadrón estaban entrelazadas, y se mantiene un registro de todo esto. En una rutina de revisar esas comunicaciones transcritas, es que todo el maldito escuadrón se enteró de mi imprudencia, a través de chismes. Aunque aún no sé quién fue el que comenzó esto. Así que cuando podían, o se les ocurría, me molestaban con ello. Ignoro si a Iselda la molestarían con lo mismo, pues hasta ahora este nuevo ritual era común cuando ella no estaba alrededor.

— ¿Podría ser profesional Panoptes? Estamos de patrulla. — 

— Sí capitán. Lo siento. — 

— Pero aun así — comenzó Maya — que la jefa y el segundo estuvieran juntos sería tan romántico. Se ven bien juntos. 

— Son una pareja muy linda. la verdad — declaró Panoptes. 

— Saben... los estoy escuchando — dije tratando de acallarlos. —

— Perdón señor. — dijo Maya — Pero es que la forma en la que lo hizo, fue tan espontaneo, tan directo. Se me eriza la piel de pensar que alguien se me declarara así señor. —

Afortunadamente la alarma para regresar sonó. Y poniendo rumbo de vuelta al Agrigento es que dejaron de hablar del asunto... al menos hasta que se les volviera a ocurrir. Aterrizamos en la nave sin problemas, baje de mi unidad, al igual que Panoptes y Maya. Firmamos los documentos pertinentes y cuando estuvimos a punto de retirarnos, detrás de nosotros, estaba Iselda.

— ¿Puedo hablar contigo, Lambert? —

Me quedé petrificado en cuanto la ví. Pero como pude asentí afirmativamente.

— Bien, sígueme. — me dijo para después dirigirse a Panoptes y Maya — Y ustedes dos, esto no es de su incumbencia. Así que pueden retirarse. —

Entramos a la oficina de Mulder, la cual estaba vacía. Iselda se sentó en la silla de este, y yo en la que estaba enfrente. Iselda suspiró.

— Ya tiene rato que no hablamos. ¿Verdad? — 

— Si... así es. — 

— Para serte sincera, te he estado evitando, y creo tu haz hecho lo mismo. Hay muchas cosas en mi cabeza en este momento, pero quería aclarar lo de nosotros antes. —

Escalofríos, fuertes escalofríos, seguido de un miedo atroz me invadieron.

— ¿Te refieres a aquello? — 

— Mira... la verdad es difícil para mí hablar de esto contigo. Te diré que lo estuve pensando de todas las formas que pude, te juro que lo estuve haciendo. Pero... Lambert, la verdad es que tú me gustas... y mucho... desde hace tiempo me has gustado... Aun así, no me puedo imaginar una relación contigo. Entonces... lo siento mucho, en verdad lo siento. —

El silencio se apoderó de aquella desordenada oficina. Estaba en shock tras escuchar sus palabras. No sabía que decir, y así, sin más, sin razón aparente, comencé a reír. Iselda me vio bastante sorprendida.

— Tranquila, no pasa nada. Son cosas que pasan. — 

—Perdóname... en serio lo siento. Pero no quiero lastimarte... tengo miedo, tengo mucho miedo, miedo de mi misma, miedo de nuestra realidad. —

Iselda entonces se echó a llorar, intenté no dejarme llevar... pero a mí también me comenzaron a salir algunas lágrimas. Me levante y me acerque a ella, puse mis manos en sus hombros y la abrace, a lo cual ella me correspondió. Y así estuvimos un rato, abrazados y llorando. Llego un punto en el cual ya no llorábamos solo por nosotros, sino por todo lo que nos rodeaba.

Cuando por fin logramos contenernos, nos soltamos y alejamos un poco. La vi a los ojos y por la Fundación que se veía hermosa. Me acerque a ella, y ella a mí, estuvimos a escasos centímetros, sintiendo el aliento uno del otro. Estuve a punto de besarla, cuando de súbito entro Mulder. Iselda me aventó sobre una repisa, de la cual cayeron varias cosas. Ella se levantó y se aplano las arrugas en su uniforme.

— ¿Qué hacen ustedes aquí? — preguntó Mulder consternado. 

— Estábamos hablando — respondió Iselda mientras se secaba las lágrimas. 

— Bueno... está bien, no diré nada. Supongo que es algo de ustedes dos. Pero aun así es bueno que los haya encontrado, pues de todos modos los iba a buscar. —

— ¿Por qué? — dije mientras me reincorporaba. 

— Es que no saben, de lo que me he enterado. — dijo histéricamente Mulder— Es una bomba, una auténtica bomba. No sé ni qué hacer con lo que me he enterado. Por eso quería discutirlo con ustedes, para saber su opinión. — 

— Primero cálmate, y dinos que ha pasado — le dije. 

— Si, espera. —Mulder se acercó a un cuadro y detrás de este había una caja de seguridad. Ingresó el código y su huella dactilar. De adentro saco una tarjeta de datos, igualmente saco otra de su bolsillo, y puso ambas en la mesa — Eso es todo lo que tengo, y si todo esto es cierto, en serio la hemos fastidiado, pero en grande. — 

— Mulder, por favor, dinos de que se trata — inquirió Iselda. 

— Bueno esta tarjeta de datos es una copia de la radio del Celestis, ya la escuché, y por si sola es perturbadora, pero en si nada importante sin la otra. — 

— ¿Qué tiene la otra? — pregunté. 

— La última voluntad de Armand, y si todo lo que dice en ella es verdad, y por lo que he visto, no creo que mienta. De seguir como vamos, conduciremos al fin de la humanidad como la conocemos. —

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