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Capítulo 14.- Los Generales

Pasaron cuatro meses desde el día que llegué al Agrigento, y tomé el cargo del segundo al mando en el escuadrón de Iselda, que por cierto al final lo terminó nombrando como los Ceraunia. Tras la primera impresión que deje, creo que si bien no me he ganado el respeto de todos, tal vez haya al menos logrado que me aceptaran como uno más.

Las cosas a bordo del Agrigento eran muy diferentes al Quorum. Pues para empezar, Xenio tomaba su nave, junto con otras, e iba más allá de la gran muralla en busca de nidos de VR que exterminar. Según todo esto bajo la ideología de: mejor prevenir que curar. Lo que hacía que todos tuvieran fe ciega en él, es que Xenio salía a combatir a bordo de su Lighting, el Celestis.

Aun así, estas misiones resultaban bastante peligrosas, pues una vez ubicábamos un nido y lo destruíamos, inmediatamente se nos venían encima enormes grupos de VR, por lo cual terminábamos huyendo y los enemigos que nos seguían eran destruidos por la flota apostada en Quintus. Por puro milagro, todos los miembros de Ceraunia lograban regresar misión tras misión.

Y a veces las cosas se complicaban más, pues Destay y su escuadrón, ni hacían lo que se supone les tocaba, ni estaban donde se supone deberían. Muchas veces vi como Vivian se quiso abalanzar a los golpes contra Destay, pero siempre Xenio intercedía por él. Después de un tiempo Vivian empezó a ausentarse, y Mariane era la que se encargaba del escuadrón. En esos momentos no sabíamos qué hacía, pero empezamos a notar que Destay también se ausentaba. Al principio estos eventos no parecían tener la menor importancia.

Un día en el cual estaba en uno de los comedores, y revisando los reportes de los miembros de Ceraunia, fue que llego Mulder a verme.

— ¡Cuate!, me permites sentarme a tu lado. — 

— Adelante — dije mientras le señalaba el asiento frente a mí.

Mulder se sentó, y saco un sobre con unas fotos para mostrármelas. En ellas estaban enfocadas algunas personas que se veían importantes, pues llevaban el mismo uniforme color escarlata, pero no sabía quiénes eran. Mulder noto mi desconcierto.

— ¿No sabes quiénes son? — me dijo mientras yo negaba con la cabeza — Son los generales celestiales. El máximo rango que se puede obtener después del de comandante supremo. Por lo menos los que debes de conocer son estos dos — y al tiempo que me decía esto me mostró dos fotos, en una había un hombre rudo, y en otro una mujer con pinta de ingenua — el primero es el general Brandom, la segunda es la general Violeta, ambos son de los más prominentes en los altos rangos. — 

— Y esto debe de importarme... ¿Por qué? —

— Pues porque en estos momentos los generales celestiales están a bordo de la nave, y están reunidos con Xenio. — 

— ¿Y eso es normal? — 

—Pues no... eso es lo raro, por lo general no es necesario que Xenio se tenga que ver con los generales celestiales en persona. Algo muy malo está pasando, lo sé, lo siento, tanto que me dan ganas de regresar a mi colonia y olvidarme de este asunto. —

El comportamiento de Mulder no era muy normal, pues este acostumbraba a hacer bromas en todo momento. El hecho de que no las hiciera, me preocupo. Aun así no había nada que pudiera hacer.

Esa tarde pasé por el hangar a darle su acostumbrado mantenimiento a mi Lighting. Si, aún no había perdido mi costumbre de no dejar que nadie más le diera mantenimiento a mi unidad. Pero me lleve la sorpresa de que había un mecánico metiéndole mano.

— ¡Hey!, deja de manosear allí. —

El mecánico sacó su cabeza de la cabina, y entonces me di cuenta que no era él, sino una ella. Pero no le pude ver bien la cara pues llevaba puesta una gorra, además de aceite en la cara.

— ¿Hice algo inapropiado? — preguntó la mecánica. — 

— No... bueno si, solo quítate de allí. — le dije un tanto molesto.

La mecánica se retiró y se hizo a un lado, al tiempo que verifique que todo estuviera en orden. Me llevé una gran sorpresa al percatarme que varios sistemas que había desde hace tiempo tratado de volver más eficiente, sin mucho éxito, ahora estaban ajustados justo como quería.

— ¿Qué fue lo que hiciste? — 

—¿Yo? — me respondió la mecánica. 

— ¿Acaso hay alguien más aquí? — 

—Bueno... — volteó a ver a su alrededor, y al no encontrar a nadie más, es que continuó — no, creo que no. — 

—Entonces dime, ¿qué hiciste? — 

—Pues, tan solo nivelé las especificaciones de tú unidad para que este mas balanceada a la hora de salir al combate. Y es que la verdad no pude evitar meterme, es que no hay muchos Lightings que tengan asistentes, pero me emocione aún más al darme cuenta que en esta unidad está instalado el sistema prototipo. — 

— Pues sí, lo es, pero por mucho que te entusiasmes no deberías de meterte donde no te llaman. Debes de ser más cuidadosa, pues no sabes con quien te puedes topar. Afortunadamente yo no armaré un escándalo de esto, pero si te digo que deberías de ir con más cuidado — pronuncié como si le estuviera dando un ligero regaño, así como una valiosa lección. 

— Supongo que tienes razón. —

En un sentido me sentí orgulloso de mi proceder, pues no exageré las cosas y le había enseñado a una mujer mecánico a ser más cuidadosa. Podría haberme jactado más con ella, pero con lo que había dicho era más que suficiente.

Al hangar entraron Iselda y Mulder, y cuando me vieron con la mecánico, corrieron hasta donde estebábamos. Me llamo la atención que en cuanto estuvieron cerca, ambos adoptaron una posición de saludo marcial. Esto por si solo era raro... pero lo que siguió, me hizo caer en una de las situaciones más vergonzosas de mi vida.

— General, sus hombres la esperan para volver a su nave. — dijo Iselda. 

— ¡Oh¡... ¡es verdad! Lo olvidé por completo, es que justo como le estaba explicando a este joven, pues no pude resistirme a echarle un ojo al prototipo de los asistentes. — 

— Lo entiendo general, solo espero que mi segundo no haya sido descortés con usted. — 

—Claro que no. De hecho hasta me dio una lección de que debo de tener más cuidado de andar por mi cuenta. —

En ese momento mi posición era la de cabeza baja, puños cerrados, y esperando que mi presencia pasara desapercibida. La ahora general, se dirigió hacia mí.

— Bueno, fue un placer. Por cierto, no supe cómo se llamaba. —

Sabía que si le decía mi nombre, automáticamente terminaría en una celda. Pero bueno, era tiempo de asumir las consecuencias de mis irreflexibles actos.

— Lambert... mi nombre es Lambert, señora. — 

— Mucho gusto Lambert. Yo me llamo Violeta. — dijo la general extendiéndome la mano. Dudé un poco, pero al final le estreche la mano que me ofrecía — Y no se preocupe de que levante cargos contra usted, no lo haré. Después de todo no traigo puesto el uniforme escarlata, así que no lo culpo de confundirme con una mecánico. — 

—Si me permite general, la escoltaré hasta su lanzadera — intervino Iselda. 

— No hace falta, conozco el camino, además no creo encontrar otra cosa que capte tanto mi atención. Si me disculpan me retiro. —

Así la general salió del hangar, y con ello volví a estar tranquilo. Dicha tranquilidad no duro mucho, pues inmediatamente tanto Iselda como Mulder se echaron a reír. Incluso Mulder me echó en cara el hecho de que no era posible que no la hubiera reconocido, cuando ese mismo día más temprano, me había enseñado su foto. Las burlas continuaron por otra semana más, pero no me pude quejar mucho, pues al menos los demás miembros del escuadrón no se enteraron de ese incidente.

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