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#27

Los niños siguen siendo humanos, aún no les han atrapado aunque tampoco hay que fiarse de su bondad. Solo esta vez les haría caso, no creo que me conduzcan a mi muerte, sigo sus instrucciones que me dieron. No hay nadie en los corredores, nadie me vería entrar ahí, según ellas es el cuarto prohibido que siempre han querido explorar y saber que es lo hay dentro para considerarlo así para ellas, pero como son unas hijas tan obedientes que son incapaces de contradecir a su querido padre, no han entrado nunca ahí. Solo puedo pensar que ingenuas resultan ser esas dos pequeñas, son solo una almas inocentes.

El lugar al que me condujeron es una extraña habitación que se encuentra en medio del pasillo, es algo parecido a un redondel pero rectangular, conecta 4 pasillos, uno a cada lado.

Encuentro su puerta y después de algunos intentos no termina cediendo, lo que sea que guarde ahí no quiere que cualquier persona lo termine viendo.

Escucho zapatos chocar contra el piso de baldosa, mi corazón se acelera con cada paso que se hace más fuerte indicando que alguien se aproxima. No hay ningún sitio en el que me pueda esconder, solo hay pasillos blancos, paredes blancas, todo vacío, ningún adorno por ningún lado. Así que lo único que me sobra es la suerte, la cual espero tenerla.

— A la izquierda —brinco del susto al escuchar una voz suave en mi oído, pero al voltearme no hay nadie. A pesar de que no sepa quién era la dueña de la voz, hago caso y me dirijo hacia el lado que me susurró, me escondo en el comienzo del pasillo blanco.

Los pasos parecen detenerse, dejan de hacer ruido, así que con cuidado salgo del pasillo, pero primero reviso hacia todas las direcciones posibles en las que pudiera aparecer alguien. No hay nadie, creo que se fue hasta que escucho un fuerte golpe, veo nuevamente hacia mi lado, pero no veo a nadie entre los pasillos conmigo.

Estoy frente a la puerta con llave, por última vez giro la manija esperando a que por algún milagro ceda y así es, eso quiere decir que la otra persona está dentro.
Abro la puerta con lentitud esperando a que no haga ningún ruido que pueda llamar la atención de la persona de adentro, dejo un pequeño espacio para que mi cuerpo apenas pueda entrar, enseguida que haya pasado cierro la puerta. Lo primero que hallo son unos estantes con bastantes carpetas, en algunos niveles de ella hay unos cajones que tienen algo escrito en mayúsculas.

Retrocedo un paso y me agarro del estante más cercano y me encojo como medida de precaución; me había olvidado que había alguien aquí adentro también, con suerte esa persona no se da cuenta de que una intrusa ha entrado al cuarto prohibido. Toda su atención la tiene unos papeles en las manos, al frente una mesa con una computadora, dos lámparas en los extremos que se encuentran alumbrando aunque la luz del cuarto también esté encendida, una caja, varias carpetas y demasiados papeles tirados por toda aquella superficie.

— Jefe ya encontré lo que me pidió, ¿solo necesita la carpeta o toda la caja? —habla el hombre por teléfono lográndome asustar por aquella interrupción a ese silencio que solo era acompañado por el suave ruido de las hojas pasando que resultaba ser casi inexistente en el ambiente.— De acuerdo, ya se los llevo.

Recoge todos y cada uno de los papeles, parece que los ordena un poco para luego ponerlos en la caja, apaga las luces y sale de la habitación, escucho como pone llave.

Con cuidado me dirijo a la mesa dando pequeños pasos inseguros y tanteando con lentitud las cosas cercanas a mí esperando encontrar algo sólido que me ayude a caminar hasta allá. Al encontrar la mesa busco aquella primera lámpara deslizando mis manos por la superficie al lograr encenderla, voy por la otra.

Cojo la primera caja que me es más cercana, intento descifrar lo que dice en la parte delantera, pero me resulta imposible leerlo, todas las letras están demasiado juntas y algo raras, aunque después de un tiempo viendo la segunda palabra consigo leer Ramírez. Realmente no sé qué esperar con aquello, pero espero que no tenga relación con mi familia.

Hay varias carpetas de diferentes colores en ella, en la primera azul hay varias fotos de mi padre siendo policía, en la estación, en algunos escenarios delimitados por franjas amarillas indicando que es una escena de crimen, en el auto, en mi casa; pero eso no es todo en la siguiente hay fotografías de mi madre en la casa, en la tienda, en su trabajo antes de que renunciara, en el parque; y en la próxima yo no podía faltar, en la casa, en el colegio, en mi graduación, en la universidad, en el trabajo. Y lo que me sorprende es que haya más fotos mías haciendo absolutamente de todo que la de los demás juntos. La última carpeta azul son fotos de mi hermana antes de ser secuestrada, en la última es justo cuando ella desaparece en el parque, me veo a mí en el fondo distraída cuando debía haber estado junto a ella como nuestra madre lo vivía repitiendo.

Hago a un lado algunas carpetas hasta que mis ojos captan el único título que ocupa toda la parte delantera de la carpeta roja. Mi visión se nubla, mis lágrimas no aguantan más estar retenidas en mis ojos, se deslizan rápidamente por mis mejillas queriendo ser la primera en desaparecer en el suelo. “Asesinato de Carlos Ramírez”, en esa carpeta habían dibujos, algunos rayones sobre estos que se me complican entenderlos, también hay varios horarios, nombres con información sobre ellos y su importancia en mi familia. Todo fue planeado, dedicaron varios días a crear la mejor estrategia y revisar cada mínimo detalle para que salga bien, para que no haya errores y así fue, mi padre está muerto.

Un CD está sujeto a la carpeta con un pedazo de cinta, lo coloqué en la computadora después de encenderla, me aseguro de que el volumen no se encuentre demasiado alto y lo comencé a ver. Lo observé completo sin pausar el vídeo para respirar hondo, solo me limpiaba mis lágrimas para ver como asesinaban a quien era mi héroe, aquel que debió haber impedido la desgracia de mi familia.

Al acabar de mirarlo empiezo a sentir dolor en mis manos, mis uñas clavadas en mis palmas son lo que provocan aquello, pero enseguida se me olvida el dolor, lo único que recuerdo es ese odio hacia Medina. Aquel sueño que tuve cuando esta pesadilla comenzó se va a convertir en realidad, ya lo verá.

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A. C.

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