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#22

Una imagen queda grabada en mi mente, es una fotografía que adornaba la pared de la sala, en ella había una hermosa familia… claro, eso si no conocieras quién es en verdad el padre de esa familia que en la foto luce feliz, contento. Era verdad, tenía una familia y lo importante es que se ven bien.

¿Que más se puede pedir en la vida?

Medina tiene una familia que a simple vista se ve dulce y amorosa entre si. Lo que yo tuve cuando era una niña, como extraño esos tiempos en donde no sabía de los robots que gobernaban el mundo con su oscuridad.

Ahí había dos hermosas niñas de cabellera rubia igual que la de su madre, pero ellas la poseían ondulada mientras que su madre una completamente rizada. Ambas con unos ojos claros, la una tiene azules y la otra verde.

Lo primero que te llamaba la atención de la esposa era esa cabellera corta, pero esponjada. Ese rubio tan claro e intenso, me recuerda al rubio de Rapunzel.

— Esta será tu habitación —me mostró una señora con tez oscura como la mía, su cabello oscuro atado en una coleta baja, su espalda un poco encorvada que de seguro la tiene así por el trabajo.

— ¿Sabes para que me han traído aquí? —pregunto adentrandome a la habitación, es elegante, hay una cama, un estante, un armario, un hermoso y gran ventanal.

— Si le han dado esta habitación es porque no se le avecina nada bueno —dejo de analizar la habitación para centrarme en el rostro de la señora, no me observa a los ojos, su vista se dirige al suelo.

— ¿Nada bueno?

— Este lado de la casa es para la élite —dice con la misma posición que antes.

— ¿Élite? —cuestiono confundida.

— Los mejores del equipo, los sicarios y homicidas más despiadados —continúa hablándome, ya ha subido su mirada hacia mí, sus ojos algo cristalizados, esa sonrisa que haces cuando recuerdas algo malo y quieres sonreír se ha plasmado en sus labios.

Dejo a un lado lo que me ha dicho para indagar un poco sobre algo que empieza a ser más que una simple curiosidad.

— ¿Conoces a Kevin Álvarez?

—  Si, fue un buen muchacho que tuvo mala suerte de tener un hermano que le arruinó la vida —habla asintiendo tristemente mientras va hablando.

¿Puede ser otro?

Tal vez no conoce al Kevin Álvarez colombiano.

Estoy en otro país, que idiota al preguntar algo así.

— ¿Cómo te llamas? —me pregunta mientras se acerca al ropero que ya está con ropa.

— Sofía Ramírez —contesto antes de acercarme hacia ella, deja caer la prenda que sujetaba. Se ha puesto pálida.

Dos toques en la puerta llaman mi atención, pero no la de ella, sigue viendo para la nada.

Se abre dejándome ver a un nuevo hombre.

》》》

Cada grito era un martirio para mí, una pequeña tortura al estar en la misma posición que antes, atada. Sus súplicas parecen ser sordas para todos, no tienen compasión por esa muchacha que solo tiene fuerza para gritar con la esperanza que se detengan.

— Suficiente —ordena Medina, quien se encuentra con una sonrisa. —Es hora de torturar a la otra.

No hay nadie más, sólo estoy yo, los demás pertenecen al grupo.

La muchacha sigue en el piso, parece que se aferra a aquel, no ha hecho ningún intento por levantarse o moverse, parece como si estuviera muerta.

Ponen una mesa al frente mío, una mujer trae una computadora portátil en sus manos, se encuentra ya abierta.

— ¿Estás lista para saber una de las tantas verdades? —pregunta divertido Medina.

La mujer pone play al vídeo, después de que lo haya dejado sobre la mesa justo al frente mío.

Comienza con una niña pequeña, la cual está todo sucia y despeinada en una silla. Se encuentra llorando, se ve que está asustada, creo que la veo temblando. Ella niega, aparece una persona que le golpea y empieza a llorar más. Para de hacerlo.

— Me llamo Samantha —dice mientras su pecho sube y baja— Samantha Ramírez.

Ese nombre.

Siento como todo se derrumba, siento como todo duele, siento como todo parece ser una pesadilla.

Samantha… Ramírez.

Un nombre que hace mucho que no había escuchado.

Ya no veo nada, es mejor así, es bueno que las lágrimas me impidan ver.

Lloro, ya no me importa mostrarme fuerte, han tocado esa pequeña herida que fue cicatrizada con el silencio, con la ignorancia.

Siento como algo suave pasa por mis ojos haciéndoles que se cierren. Mi vista está mucho más clara. Quiero reírme por eso, quiero gritarles por aquello, quiero que alguien me abrace por todo.

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