#18
Mi espalda, mi estómago y mis brazos duelen. La paliza que recibí me está pasando factura con mi cuerpo y eso es malo, debo salir y para eso tengo que estar lista para pelear cuerpo con cuerpo, claro si tengo la grandísima suerte de que no esté armado. Debo estar bien, sin tener un cuerpo dolorido que me impida moverme como se debe.
— Tienes complejo suicida, ¿lo sabías? —alguien me observa desde el otro lado de la habitación, la misma chica con la que había estado al recibir unos cuantos golpes llenos de furia por unas cuantas frases provocativas que lograron su objetivo.
— No te interesa —respondo de mala gana haciendo resaltar mi tono frío y seco.
— No me interesaba hasta que supe quién eras —sus brazos que estaban en los brazos de la silla se aprietan contra estas, su expresión cambió y por algún motivo yo soy la culpable o al menos lo que cree saber de mí.
— Para ti ¿quién soy?
— Eso muy pronto lo sabrás —una sonrisa cruza su rostro, creo que ella también espera algo de venganza.
— Claro que lo voy a saber cuando estemos en un juzgado y sean condenados —una risa demasiado fuerte, pero demasiado hipócrita como si lo hiciera forzosamente sólo para no pensar en ese hecho.
— Eres soñadora —esa palabra es como una daga en mi corazón, sonríe como si supiera lo que he pensado.— ¿Recordando viejos momentos? Eran felices, pero no merecían serlo.
— ¿Queriendo ser libre? Anhelas la vida de otro.
— Yo escogí quién ser.
— Tu rostro te contradice —se levanta de la silla y se acerca hacia mí, me intento incorporarme, pero resulta algo imposible al tener atadas mis manos y pies.
Me sujeta de la quijada para que la vea directamente y justo cuando iba a decir algo, abre la puerta.
— La diversión la espera —los dos sonríen ante eso, un código no tan secreto.
La diversión espera para divertirse conmigo.
Me conducen después de que el chico de más o menos 21 a 24 años haya cortado las sogas que ataban mis pies. El pasillo no es tan extenso, a lo largo de este hay unas cuantas puertas, su suelo con una hermosa baldosa de color blanco con unos detalles con un tono distinto de blanco, algo como más oscuro; sus paredes limpias a pesar de ser blancas, ¿no se cansan del color blanco?, a mí me recuerda a un hospital. Llegamos al final del pasillo encontrándonos con unas escaleras que sólo conducen para abajo.
Al llegar abajo veo que hay otras personas que lucen mayores, o sea, no tan jóvenes como los chicos que he visto, estas personas aparentan tener más de 30 años. Todos de negro como si estuviéramos en un sepelio, al lado contrario de dónde están ellos hay sólo una silla con brazos, supongo que ese será mi asiento para ser la diversión de los demás.
— La invitada especial acaba de llegar —al parecer ya se le pasó el enojo, es el único que usa traje negro cuando los demás están con jean negro y una camiseta del mismo color.
— Ya mismo llega la protagonista —avisa el chico que venía junto a mí agarrándome de uno de mis brazos para que no intentara nada, creo que se había olvidado de que tenía mis manos esposados en mi espalda.
— Mi querida Sofía, tu puesto te está esperando para que no te canses al estar de pie viendo el hermoso show que te tenemos planeado —su intento de voz amable y dulce es muy bueno, le sale como si de verdad sintiera aquello.
No me muevo, mi vista se dirige hacia la silla, pero mis pies no caminan en esa dirección, se acercan dónde él. El chico viendo mi intención me jala de las esposas, me detiene, frena mi caminata sin sentido o eso creo. Siento los dedos de la otra chica en mi brazo, me guía de una manera brusca hacia esa silla, me hace sentar pateándome las piernas para así dejarme caer sobre aquella.
El líder revisa su celular y sonríe ante lo que acaba de ver.
— Al parecer siempre actúan sin pensar, les gusta el maltrato, pero hasta a mí me cansa aquello. Sólo recuerda que soy un hombre con poca paciencia, por suerte la venganza muy pronto llegará a su fin. Estoy seguro de que querrás saber quién está detrás de todo esto.
Su mirada está puesta sobre mí, me observa con un odio que se puede llegar a palpar en el aire.
Su rostro pasa de estar enojado a uno con una felicidad algo rara o más bien dicho cínica. Sólo asiente una vez y el chico me quita una de las esposas y rápidamente pone mis brazos en cada uno de los de la silla, se encarga primero de uno, el que tiene aún la esposa y rodea el brazo con la que había estado mi otra muñeca. La chica hace lo mismo que su compañero con una nueva esposa.
Veo que un señor se acerca hacia donde estoy sentada y le pasa al chico una cinta negra que parece ser muy resistente. Él procede a colocar la cinta en mis pantorrillas juntando con las patas de la silla.
Se escucha unas pisadas que vienen de la escalera, entran dos chicas de más o menos 18 a 20 años.
¿Por qué la mayoría son jóvenes?
¿Será que son obligados a trabajar para el jefe?
— ¡Sofi! —escucho un grito, alzo la cabeza que sin darme cuenta la había agachado mientras pensaba.
Ahí estaba ella, aún con vida.
— ¡Karen! —le grito, una felicidad llena mi corazón, aún no la he perdido. Dirijo mi cabeza hacia dónde está ese estúpido jefe que aún ni siquiera sé su maldito nombre.— Déjala en paz, es solo una niña.
— Dime tú, quién te crees que eres para decirme lo que tengo que hacer —una furia recorre mis venas, empiezo a jalar mis brazos hacia delante, me lastimo con las esposas que tienen cada una de mis muñecas atándome a una silla, impidiéndome auxiliar a Karen.
— Vas a pagar por la miserable vida que le has hecho pasar —él se divierte viendo como me encuentro desesperada por hacer algo.
— No sabía que tenías un gran afecto con los niños, si lo hubiera sabido, hubiéramos iniciado con eso hace tiempo.
— Estamos listos, ellos están al otro lado —le comunica al jefe mientras tiene el celular en sus manos como si estuviera grabando algo, lo hace con ayuda de ese palito.
Las chicas que recién acabaron de llegar le observan al jefe, aquel da una señal con su cabeza como siempre lo hace. Ellas conducen a Karen al centro de la habitación, sentandola en esa tipo cama que no había notado que estaba ahí.
El único pensamiento que tengo en la mente es que la van a violar. Empiezo a llorar y a intentar escapar, pero sólo causo que me duelan las muñecas por la fuerza que ejerzo.
— Que comience el show —él está al lado de la cama observando como la niña empieza a llorar, el rostro de ella expresa miedo.
El señor se acerca a un costado y me apunta con su celular, me está grabando, eso quiere decir que del otro lado hay alguien viendo.
— ¡Sofía ayúdame! ¡ayúdame! —uno de los señores se acerca mucho más a la cama que los otros dos. Ella sigue llorando igual que yo.
Él la coge del brazo antes de que logre salir de la cama, su llanto aumenta todavía más. De un solo tirón le saca la camiseta que llevaba puesta, el rostro de ese malnacido se acerca a su cuello, se acuesta encima de ella. Veo que le empieza a acariciar y ella se empieza a mover peor que lagartija a la vez que sigue con su llanto. Cada tanto ella grita “No, por favor, déjame”.
Siento una gran impotencia al saber que no la puedo ayudar y que nadie lo va a hacer, todos parece disfrutar aquello.
¿Acaso no tienen corazón?
¿No les da pena ver a una niña como es violada?
¿No causan nada los gritos y llantos de ella?
¿Quién es capaz de hacer una venganza de esa magnitud?
¿Meterse con una niña?
Siento que algo me empieza a recorrer mi muñeca, con los ojos llorosos distingo algo rojo en ella, es sangre.
Creo que es el capítulo más largo que he hecho en esta historia.
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