Un nuevo comienzo es lo que a veces se requiere para poder volver a tener ganas de vivir. Comenzar de nuevo no es fácil, menos con ese dolor en el pecho que te lo impide cada que das un nuevo paso.

Pero aquí estoy, después de tres meses del asesinato de Álvarez, mi jefe había llegado a la misma conclusión que saqué. Fue comprensible y me recomendó que me vaya de Cúcuta, que viaje a Bogotá y trabaje ahí unos cuantos meses. Así fue como de repente me fui sin decir nada a nadie, y es mejor así.

Pero como siempre, a pesar de que intentes huir, la vida no será fácil en ningún sitio. Los problemas estarán presentes en todos lados, no te puedes escapar de ellos porque, aunque no queramos, forman parte de la vida.

Tres meses trabajando como policía de tránsito y Guardia de seguridad en ciertos bancos, me ha ayudado para poder alejarme de todo ese misterio que rodea, sin poder evitarlo, los diversos crímenes en los que por trabajo me toca estar de algún modo implicada. Suficiente tengo con el infierno misterioso que empezó a rodear mi tranquila vida.

Este pequeño viaje de trabajo me dio lo mejor, pero también me lo arrebató sin previo aviso. Hice una amiga que al poco tiempo se volvió mi mejor amiga, aunque no sea una persona que confía tan rápido en las personas, ella se adentró en mi vida personal. Así como al poco tiempo se convirtió en algo muy importante para mí, la vida sin pensarlo dos veces se la llevó.

No sé si es suerte o no, pero no llegó sola, sin embargo, se fue sola.

Sé que hice lo correcto al adoptarla, es una niña hermosa que necesita, como todos los otros niños, un hogar lleno de amor y cariño. La vida no es justa, le quitó a una niña,que apenas posee tres años, su querida madre.

Aún recuerdo el dia en el que falleció.

Serían como a las 6 de la tarde, mi turno había acabado ya hace una hora, me encontraba haciendo las compras cuando sentí un pequeño mareo junto con un dolor en el pecho que parecía como si alguien me estuviera apuñalando. Temí lo peor porque siempre he tenido ese pequeño poder sobrenatural de saber si algún ser querido está herido.

Me había convencido que no era nada, que de seguro era otra cosa, pero mi mente no me creía y ordenó al resto de mi cuerpo a hacer las cosas más rápidas.

Sin pensarlo dos veces, me había desviado del camino que llevaba hacia mi pequeño departamento que había alquilado mientras me quedaba aquí. Me dirigía hacia el trabajo de ella, al conducir mis manos habían empezado  a sudar sin ningún motivo aparente, mi pierna derecha había cogido un pequeño tic y se movía de arriba a abajo dando la apariencia que estaba temblando.

Un semáforo rojo es el que me había detenido unos pocos minutos, cerré los ojos y respiré profundamente, no dejaba de repetirme que todo estaba bien. Pero ese sonido característico de una ambulancia me hizo temer lo peor, los carros se movieron para dejar pasar a la ambulancia, pasó a mi lado haciendo sonar la sirena mientras mi mente imaginaba miles de escenas en dónde sólo sucedía lo peor. Faltaba poco para que llegue al consultorio de ella, unas cuadras más que me separaban de mi destino.

Había tráfico, lo único que podía hacer era rogar a los ángeles que por favor las cuiden a ambas.

Siempre que hay un accidente de tránsito suele haber tráfico, conocer ese pequeño detalle no ayudaba para nada a mi corazón. Cada segundo que pasaba en el auto, mi corazón empezaba a latir más veloz que el segundo anterior.

No prestaba atención a los distintos pitos que producían los diferentes coches que tenía atrás mío, no hacía caso a los insultos que salían cuando por el otro carril me pasaban, no me importaba provocar otro accidente. Al final de cuentas voy morir, a quien le interesa cómo sea, si ni siquiera a mí lo hace.

No podía ver nada, mi vista se había nublado por las diversas lágrimas que se habían agrupado en mis ojos esperando salir. Gritos que se sentían pesados cuando lograban salir de mi garganta a pesar de que había un nudo en ella. Sentía como veía todo que daba vueltas, mi cabeza dolía, me sentía cansada.

Lo último que recuerdo antes de que la oscuridad me llenara fue los pequeños pero ruidosos golpecitos en la ventana.

Recuerdo que había despertado en una habitación tan triste y deprimente, con un color que ni siquiera te logra transmitir alegría o paz. Ahora entiendo porque los enfermos lucen como si se estuvieran muriendo. Un oficial junto a una enfermera había entrado. Nunca sabes lo que se siente si no lo vives en carne propia.

Por lo general los oficiales siempre se encargan de decir a los seres queridos de la víctima que ha sido secuestrada, violada o asesinada lo que ha pasado, se encargan de investigar las circunstancias y atrapar a los delincuentes. Otra vez me encuentro en la otra parte.

“Lamentamos su pérdida” palabras que son sólo superficiales, hipócritas que muestran compasión cuando no la tienen. En ese instante mi vida cambió, supe desde el primer instante al ver el cuerpo sin vida de mi ex mejor amiga que no podía dejar a la niña sola.

Todavía joven me comprometí a cuidar a la niña, una que ni siquiera comparte ningún lado de sangre. Sin embargo le daré lo que la vida le quitó.