#12
Estoy en casa, sentada en uno de los sillones de la sala, escucho el interrogatorio que Carlos ha grabado para un mejor análisis de este. Puesto que no me encontraba ahí, sino en la casa del asesinado husmeando, intentando unir cabos para saber cuál era su relación con el asesino y porque tenía una cicatriz de esa forma en su mano izquierda.
Todavía recuerdo esa sensación de que estaba siendo observada en la casa de Álvarez, revise toda la casa, abrí todas las puertas para buscar algún indicio que me diga que no me estaba volviendo loca y que efectivamente había alguien haciéndome compañía. Sin embargo no hallé nada, pero tampoco la sensación se fue, mientras seguí ahí aún podía seguir sintiendo unos ojos en mi cuerpo, en mis expresiones, en mis movimientos.
Cuando había salido de la casa me decidí tomar un poco de aire cerca del vehículo de la policía en el que habíamos llegado, me apoyé en este y miré al cielo esperando que desde arriba mi madre, mi padre y mi hermana me dieran una respuesta a todo este lío.
Gotas de lluvia empezaron a caer sobre mi rostro, pero ni aún así me movía de ahí. La lluvia se empezó a intensificar, pero no me importaba pescar un resfriado, sólo estaba ahí parada en el mismo sitio que hace varios minutos, me sentí cansada y agotada de toda mi vida. Ya no tenía fuerzas y el enemigo se estaba enterando de eso al verme tan vulnerable. Lo último que recuerdo son voces llamándome, diciendo mi nombre a lo lejos o así se escuchaba. Mi propio peso me venció dejándome poder tocar el piso lleno de agua.
Desperté en mi habitación acostada y arropada con las cobijas. Leí los mensajes que había recibido de Carlos diciéndome que en el velador estaría la grabación del interrogatorio realizado a la ex esposa de Álvarez.
Escucho el audio en la sala junto con mi cuaderno para anotar lo que me parezca más relevante.
— ¿Por qué hizo un viaje sin su esposo? —reconozco la voz de Carlos, al parecer él llevará las riendas de las preguntas.
— Él pagó el viaje, me había dicho que necesitaba relajarme y que disfrutara con mis hijas, ya que, al ser maestra de colegio me consumía bastante y él se había dado cuenta de eso. Él no me quiso acompañar porque tenía ciertos pendientes aquí, pero —se escucha un silencio, para luego dar lugar a sollozos.
— ¿Qué tipo de pendientes? —cuestiona esta vez es la voz de Fernando que escucho.
— No lo sé, él siempre ha sido reservado en esas cosas, nunca me comenta nada —casi puedo ver como ellos se miran entre sí preguntándose si está diciendo la verdad.
— Una cantidad muy fuerte fue sacada del banco cuando supuestamente estaban en la ruina —acusa Luis.
— ¿Qué? Eso no es posible —su voz suena sorprendida por el hecho que estaban en la ruina y ella ni siquiera estaba enterada. Puedo sentir como los chicos fruncen el ceño.
— ¿Hay alguien que haya querido venganza?
— No, él era alguien muy sociable y carismático con todo el mundo —su voz es algo melancólica.
— ¿No había empezando a actuar algo sospechoso antes de que ustedes emprendieron el viaje?
— Recuerdo que a la hora de cenar, recibía ciertas llamadas que le obligaban a alejarse de nosotras para poder contestar, casi siempre después de recibirlas tenía que salir a cierto lugar en la noche y no regresaba hasta altas horas de la noche.
— ¿Nunca le preguntó a dónde iba?
— Si lo hice varias veces, pero siempre se terminaba enojando conmigo alegando que era muy desconfiada de él.
— ¿Usted creía que le estaba siendo infiel? ¿Qué tenía una amante?
— Más de una ocasión llegué a pensar aquello, pero nunca pude confirmarlo.
— ¿Cómo era la relación de ustedes?
— Era muy buena hasta que empezó a desaparecer ciertas noches y fines de semanas sin avisar a dónde iba.
— ¿Fines de semanas?
— Así es, mis hijas se daban cuenta que solíamos pelear en las noches, sabían que él se iba y nunca llamaba ni siquiera para saber si ellas estaban bien.
— ¿Alguna vez pensó usted que puede que su difunto esposo pudo haber tenido otra familia?
— No, todo eso de las salidas y llamadas habían empezando en el último año.
— Creo que podría ser tiempo suficiente para criar a un bebé.
— No lo veo capaz —su voz sonó firme a pesar de como se había tornado el interrogatorio.
— Su esposo fue brutalmente asesinado, ¿quién cree que sería capaz de hacer algo así?
— No lo sé, pero yo no soy la asesina.
— Nunca dije que lo fuera
— Ustedes están aquí porque creen que yo tengo algo que ver, pero no, yo lo amaba.
— Estamos aquí porque necesitamos conocer mejor la familia de Álvarez —responde Luis.
— La familia no tiene nada que ver con lo que le pasó.
— ¿Cómo puede estar tan segura?
— Porque él tenía en su mano izquierda una pequeña cicatriz en forma de una pieza de rompecabezas.
— ¿Pieza de rompecabezas?
— Si, cuando le pregunté porque la tenía, no contestó. Las niñas también le habían preguntado, pero él desviaba la atención con otra cosa
— ¿Usted cree que eso tiene algo que ver con la muerte de su esposo?
— Estoy muy segura de eso.
— ¿Por qué lo dice? —hay cierta curiosidad en el tono se utiliza Carlos al preguntar.
— Porque una vez lo oí decir que se arrepentía de una promesa, realmente no entendí a lo que se refería.
Pongo pausa, la mano que encontré en mi cocina se la entregué al líder del grupo C, le había mandado un mensaje contándole la situación, él simplemente me entendió y me dijo que pasaría por mi casa para revisar todo.
Cojo mi celular que se encuentra en la mesita del centro, reviso las últimas fotografías tomadas y ahí está la mano con la cicatriz.
Álvarez se arrepentía de algo, de una promesa que había hecho, curiosamente tenía una cicatriz en forma de una pieza de rompecabezas.
¿Será él el asesino?
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