#1
— No debiste meterte en este mundo, no en el mismo que el mío.
Le golpea en las piernas con una soga gruesa, ella se encuentra tirada en el suelo, recostada sobre uno de sus hombros.
— Haré de tu vida un infierno — le grita mientras le sigue azotando.
Ella lo único que hace es intentar zafarse de las sogas que rodean sus muñecas. A cada azote que recibe, más lágrimas salen de sus ojos logrando empapar la venda que los cubre.
Ya no aguanta más, le duele demasiado las piernas, no las puede mover por el dolor causado.
Sólo ruega que esta pesadilla termine pronto, ruega que la policía le esté buscando y que no tarden mucho en venir a salvarla.
Empieza a sentir que le está costando respirar, se siente cansada, ya no quiere más.
De pronto la persona que le causaba tanto sufrimiento decide parar, escucha como unas personas se acercan, son pisadas pesadas, no son rápidas, tampoco lentas.
— ¿La vas a matar? —pregunta una de las personas que llegó a la habitación.
— No, le voy hacer vivir un hermoso infierno
》》》
Sofía
Después de varias horas
— Por fin podrás salir, mi amor — me acaricia la cabeza como si fuera una niña pequeña, eso sigo siendo ante sus ojos.
— Lo sé — suspiro, mi vista se dirige a la ventana que está cerca de la camilla.
— No tengas miedo — volteo a verla y ella tiene sus ojos rojos con lágrimas deslizándose por sus mejillas.
Observo como ella ha cambiado, su piel está pálida, ya no es de ese color chocolate como la mía y supongo que también la he de tener igual, su cuerpo lo único que transmite es cansancio y mucho dolor.
— La policía le sigue buscando — dice con lágrimas en sus ojos, su voz se quiebra en la última palabra.
— Yo lo buscaré — le digo decidida.
— No lo harás, es muy arriesgado, sólo mírate — me señala y sollozos salen como gotas de agua en una inundación.
》》》
— ¿Qué haces todavía aquí?
— ¿Qué no se nota? — todo esto me está empezando a cansar, todos esos comentarios me provocan ira.
— Acaso no has aprendido que esto no es para ti.
— No me doy por vencida.
— Pudiste haber muerto —me lo dice como si no se me hubiera pasado por la cabeza primero.
— Pero sigo aquí
— Tuviste suerte — se aleja de mí y ahora si va a seguir trabajando.
— No existe eso — le gritó para que le quede claro. Hace tiempo dejé de creer en esa tontería.
Siempre ha sido así su actitud, el problema es que no me acostumbro a que me trate de menos. No soy como las demás, yo no agacho la cabeza, al contrario, la levanto más.
Un secuestro no me va a parar, no voy a dejar de hacer lo que me apasiona, no voy a dejar que se salgan con la suya.
Si, tengo miedo, pero el truco está en no demostrarlo, ya que, eso es darle poder a tu enemigo para que te ataque.
》》》
Vivo cerca del lugar en donde trabajo, eso es lo bueno, son sólo unas 5 cuadras, sólo eso nada más.
No hay que tener miedo, pero al estar caminando sola por las calles a altas horas de la noche, empieza a dar un poco y más con esa extraña sensación que no te deja en paz.
Me siento observada.
Intento tranquilizar mi respiración, respiro hondo varias veces. Quiero estar calmada, eso es lo que debo demostrar a mi oponente.
Ya me vio llorar, ya se divirtió haciéndome sufrir, ya es hora de demostrar que soy una mujer fuerte.
Escucho pasos detrás mío, no volteo. Sigo con mi camino, ya falta menos para llegar.
Estoy a unas casas de la mía, veo las luces prendidas, de seguro es mi madre esperando por mí.
Eso me tranquiliza un poco porque sé que no estoy sola. Y espero nunca estarlo.
Cuando llego ya a la puerta veo hacia el camino por el que vine y no veo a nadie, es raro porque seguía escuchando los pasos antes de que virara para la puerta.
Es cuando volteo para el otro lado, tampoco veo a alguien, todo está tranquilo.
Me adentro rápido a mi casa, veo a mi madre que se pone inmediatamente de pie, se acerca a mí preocupada y empieza una vez más a llorar.
— No me gusta que trabajes hasta tarde — me abraza con todas sus fuerzas.
— No me voy a quedar de brazos cruzados — le digo al oído con una voz suave y tranquila, esperando que me entienda.
— No entiendo porque escogiste esa profesión — niega con su cabeza.
— Quiero que otras personas vivan en paz.
— ¿A qué precio? —se separa de mí.
— A cualquiera.
— Igual de terca que él, siempre soñadores.
— Lo extraño.
— Yo también —va y cierra la puerta con llave.— No lo hagas por él — me acaricia mi mejilla y se va a su habitación.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro