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Viernes, 21:26 p.m.

Silvia se enrolló la toalla blanca alrededor del cuerpo al salir de la ducha. Cogió otra, más pequeña, y se la enroscó en el pelo. Se calzó sus chanclas y se dirigió a la cocina. Una vez allí, esquivó a Gina y a Ravenna, abrió la puerta de la nevera y cogió tres botellines de cerveza. Dando un golpe con la cadera volvió a cerrar la nevera, se abrió paso en la estrecha cocina, y atravesando la sala de estar, llegó a la terraza. Haciendo un poco de presión con el pie, la puerta de cristal que daba al exterior se abrió. Buscó a tientas el interruptor de la luz y lo pulsó.

La terraza se iluminó progresivamente, observándose vacía bajo el foco. A parte de una mesa de madera con cuatro sillas y alguna maceta con flores, no había mucho más allí.

Aún así, se acercó a la mesa y dejó la cerveza; para volver dentro de casa y coger el paquete de tabaco y el cenicero. Sacó un cigarrillo y se lo encendió, para después pasar dentro de la casa. 

- ¿Cómo vais, chicas? - preguntó a las otras dos, que estaban sacando la comida de las bolsas y poniéndola en platos. 

- Casi hemos acabado - respondió Ravenna. - Por cierto, hemos encontrado esto en una de las bolsas; supongo que es para ti - Gina soltó una risita mientras Ravenna le tendía, sin mirarla, un trocito de papel con marcas de haber estado doblado.

Silvia las miró, primero a una y luego a otra, y después cogió el papel con el ceño fruncido. Leyó lo que había escrito un par de veces. Era un número de teléfono, y a su lado, dos letras: L. G. Levantó la vista y vió que las dos chicas la miraban expectantes, con sonrisas burlonas en sus rostros. Silvia arrugó el papel y puso los ojos en blanco, negando con la cabeza. Sus pendientes de aro se movieron al compás. 

- Paso del tema - las dedicó una breve sonrisa y salió de la cocina.

Gina y Ravenna se miraron a la vez, poniendo cara de incredulidad. Silvia subió con calma las escaleras de caracol, pero por dentro ardía. Lip la había dejado su teléfono y estaba claro que le iba a llamar, solo que no sabía si sus compañeras estaban preparadas para saberlo. Aquello podría tener tantas consecuencias...

Una vez estuvo en el piso de arriba corrió hacia el baño y se encerró en él. Con su teléfono en la mano se sentó encima del retrete, y abrió el puño. Encima de su palma extendida estaba la bola de papel con el número de Lip Gallagher. Lo miró detenidamente durante un rato. Finalmente, tomó una bocanada de aire y lo desarrugó. Marcó el número en su teléfono y le dio al botón de llamar. Dio una calada al cigarro que llevaba unos minutos consumiéndose solo. Los tonos comenzaron a sonar. Ella, nerviosa, aguardaba impaciente a oír la voz del chico saludando al otro lado de la línea. Cuando por fin la oyó, esta le dijo que dejara un mensaje después de la señal. Dio un gran suspiro, lista para hablar cuando el pitido sonase.

En realidad no tenía ni idea de lo que quería decirle. 

- Hola, soy Silvia... Bianchi - comenzó - Eh... Hola, Lip. En realidad espero que sea tu teléfono, porque si no me voy a morir de la vergüenza... - dijo, riendo nerviosa. - Ni siquiera sé qué decir, estos cacharros deberían tener más tiempo de espera... Mmmm... Espero que puedas hablarme más a fondo de esa fiesta en el Alibi, me gustaría volver a pasarme por el barrio... Ver a Carl y a Ian, y a Debbie... En fin... Mmmm... Me ha gustado verte hoy. Llámame... si puedes, claro. Ciao.

Cortó la llamada y dio un gran resoplido. Se frotó la frente, y comenzó a mover su pierna derecha, nerviosa. Aquel mensaje era el peor que había dejado en mucho tiempo.

La voz de su hermana, que la llamaba desde abajo, la hizo apresurarse. Tiró la colilla dentro del retrete y estiró de la cadena. Corrió a dejar el teléfono en su habitación y bajó las escaleras. Salió a la terraza, donde sus compañeras ya estaban sentadas a la mesa. 

- Estaba en el baño - se disculpó, sentándose ella entre medias de las dos.

Abrió su cerveza y le dio un trago, para después comenzar a comer de su hamburguesa con patatas. Su prima Gina y Ravenna mantenían una animada conversación sobre una serie de televisión. 

- Es que no entiendo por qué a Moira el marido la ve diferente - se quejó Gina, masticando. - O sea, todo el mundo ve una mujer vieja, pero el hombre ve una mujer joven. 

- Eso lo explican después, según va avanzando la temporada - respondió Ravenna, divertida porque ella ya había visto la serie y lo entendía todo. 

- Y claro, esa cosa vestida con el traje negro no es el marido. ¿Explican al final qué es esa cosa?

Ravenna negó con la cabeza. 

- ¿Lo ves? ¡No explican nunca nada! - la morena dio un resoplido. - No me está gustando esta temporada, no me entero. 

- Pero porque tienen que pasar muchas cosas para que lo pilles - Ravenna soltó una carcajada. - En el primer capítulo nunca te vas a enterar de nada. 

- Bueno, pero podrían ir explicando algo - se encogió la otra de hombros. - Para mantener el suspense y esas  cosas. 

- Si la serie está hecha así, por algo es - rió la pelirroja, dando un trago a su cerveza. - Debes tener  paciencia...

Silvia, mientras tanto, tenía la mirada puesta en su hamburguesa y solo masticaba. Se dio un par de segundos para tragar las tres patatas que se había metido a la boca. Cortando a Ravenna, soltó:

- He visto a Lip. 

En cuanto terminó la frase, ambas mujeres callaron. Las dos dirigieron su mirada a la castaña. Silvia levantó con cautela la mirada de su plato, y la dirigió primero a la pelirroja, y después a la morena. Ravenna dejó su taco en el plato y se recostó sobre la silla. Gina dio un gran sorbo a su cerveza. 

- ¿Dónde? - preguntó Gina, cuidadosa. Sacó un cigarro de su caja de cartón y lo encendió. 

- En el Fridays - respondió Silvia, imitando a Gina y cogiendo otro cigarrillo.

Se lo encendió y soltó todo el humo. 

- Por eso has tardado tanto - comentó Ravenna. Silvia asintió, comiéndose el último trozo de hamburguesa. Su hermana mayor dio un largo suspiro, para después frotarse la cara con la palma de las manos. - ¿Y bien, cómo está?

- No ha cambiado nada - Silvia sonrió. - También le pregunté por los demás, y me aseguró que estaban bien. 

- Bueno, me alegro - Ravenna esbozó una pequeña sonrisa, mientras Gina permanecía callada, fumando.

- También... - comenzó Silvia, cogiendo su cerveza. - Me ha dicho que dan una fiesta en el Alibi. 

Ravenna soltó un bufido. 

- Es mañana, y sólo será un rato. Para volver a ver a la gente del barrio - intentó justificar la castaña, inclinándose sobre la mesa. 

- Yo no voy - replicó ella, de mala gana. - No se me ha perdido ya nada en ese barrio - giró la cabeza para evitar mirarla y bebió un trago de su botellín.

Silvia formó una fina línea con sus labios, y miró a Ginna. Esta, sin cambiar su inexpresivo rostro, negó con la cabeza. 

- Bien - replicó, decepcionada, aunque no sorprendida por sus reacciones. - Necesitaré el coche, entonces.

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