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Capítulo 7: Recuerdos

Perder a los seres queridos era un dolor que Ace jamás le hubiera deseado a nadie pero a la vez, había convivido tantas veces con esas pérdidas que sabía demasiado bien que los recuerdos eran lo único que siempre prevalecerían.

Su propia vida había estado sentenciada desde el mismo día en que fue engendrado y dado a conocer. Él no era consciente de nada, sólo un feto en el útero de su madre queriendo formarse, pero su madre... ella vivió el mal trago.

Su marido se echó a la mar y desapareció, luego tuvo que escuchar y ver con sus propios ojos la ejecución de Gol D. Roger, tuvo que esconder siempre que en su vientre engendraba la sangre del mayor pirata conocido y uno de los más deseados como odiados. La Marina y otros piratas deseaban ver toda su estirpe aniquilada y por lo tanto, Ace debía morir incluso antes de nacer.

Su madre sufrió todo el embarazo. Le ocultó de todo el mundo siempre que pudo y cuando dio a luz, agotada y sin fuerzas, falleció. Él no llegó a conocerla pero siempre tenía una fotografía de ella guardada dentro de su sombrero. Esas fueron sus dos primeras muertes aunque a él no le causaron dolor propiamente dicho por ser un bebé. Sin embargo, sufrió esa falta de padres toda su vida.

¿Cuántas veces vio a las familias alegres por los pueblos? Los padres que consentían a sus hijos, como iban a la escuela y hacían amigos... él en cambio, estaba escondido siempre en esa casa llena de bandidos con Dadan que afectuosa no era, aunque era una mujer de gran corazón que siempre le cuidó y nunca permitió que le faltase de nada.

Estaba muy agradecido de haberla tenido como tutora, porque ni siquiera Garp solía ir a visitarle. Le dejó allí como a un fugitivo y las veces que venía a verle, sólo intentaba convencerle de que se hiciera marine, algo que él detestaba.

Toda su juventud y adolescencia estuvo marcada por peleas, pequeños hurtos y juegos, muchos juegos de pirata con su único amigo Sabo. Al menos hasta que llegó Luffy. Ese chiquillo era pesado, como una mosca que nunca te deja en paz. Le seguía a todos lados y Ace siempre buscaba formas de perderle de vista y dejarle atrás. Al principio lo lograba con facilidad, luego, le costaba cada vez más. Luffy aprendía y mejoraba para darle alcance.

¡Perdió a Sabo! ¡Perdió a su compañero de la cuarta división a manos de Barbanegra! Había perdido compañeros... vivía una y otra vez con ese dolor de la pérdida y aún así, viendo a Law en su camerino a solas, mirando a través de la gran cristalera el intenso fondo marino y sus criaturas, se dio cuenta que su pérdida ni siquiera suponía un cuarto del dolor que podía sufrir Law.

Sabía su historia, la había escuchado a más de un pirata. "El cirujano de la muerte", así le apodaban por su habilidad y su temperamento frío y tranquilo. Law no solía acostumbrar a perder los nervios. Tenía sus estrategias y las seguía al pie de la letra. Su apodo se lo tenía bien ganado.

‒ ¿Es tu familia? – preguntó Ace al ver las fotografías del despacho de Law, estaban repartidas por los pocos muebles cercanos a la cama o al gran escritorio donde tenía extendido mapas.

‒ Sí. Supongo que habrás escuchado cosas.

‒ Algunas historias, posiblemente algunas sean verdad y otras falsas, ya sabes que la gente se inventa muchas cosas.

‒ ¿Qué cosas cuentan de mí? – sonrió Law.

‒ Qué eres frío como el hielo y vivías en un país igual de frío. Estuviste muy enfermo de niño, una enfermedad mortal y muy contagiosa de la que nadie sobrevivía. Siempre tienes buenas estrategias. Eres miembro de la peor generación y que nunca ven tus ataques en alta mar. Si atacas a otros piratas en alta mar o cualquier otro navío, no dejas supervivientes. Dicen que robaste cien corazones de piratas para hacerte con el título de Shichibukai.

‒ ¿Qué no te crees de esas historias?

‒ Bastantes cosas. Dudo si estuviste enfermo o al menos, si lo estuviste, que fuera una enfermedad mortal o contagiosa, aquí estás. Aunque podría ser cierto y te salvase el poder de tu fruta, no estoy seguro. Por otro lado, no creo que seas de los que no dejas supervivientes, además, ¿Quién contaría esas historias si no los dejases?

‒ Buen ojo. ¿Y los cien corazones?

Ace sonrió como si esa información fuera relevante o graciosa.

‒ ¿Seguro que fueron sólo cien? – preguntó Ace como si con eso quisiera decirle a Law que le consideraba más peligroso de lo que las malas lenguas hablaban de él. Law no respondió.

‒ Es cierto que robé corazones para convertirme en Shichibukai. No te diré cuantos.

‒ Podrías darles el mío y te habrían ascendido al instante a Shichibukai. Te habría ahorrado trabajo de ir a cazar a todos los demás.

‒ No lo pensé en su momento, creí que no sería tan fácil robarte el corazón precisamente a ti, o bueno, a ninguno de la banda de Barbablanca.

‒ Ya ves, a veces las cosas te sorprenden.

‒ Reconozco que tú me has sorprendido – aclaró Law – no esperaba que fueses de esta forma.

‒ ¿Qué forma? – sonrió esta vez Ace.

‒ Tan extrovertido y agradable. Creí que el famoso "puño de fuego" sería mucho más...

‒ ¿Pirata?

‒ Sí – susurró Law – mucho más pirata, ya sabes, más egoísta, yendo de un lado a otro asaltando barcos, atacando a otros piratas, robando botines, que no te importaría la población pero en cambio... pareces muy diferente. No eres como el resto de piratas que he conocido.

‒ Supongo que no soy un buen pirata.

‒ Eres un buen hombre pero no buen pirata. ¿Por qué hacerte pirata? No te gusta saquear ni esas cosas. He visto como te has hecho amigo de toda mi tripulación como si nada. Yo no tuve una buena convivencia con piratas y...

‒ Tampoco yo – dijo Ace seriamente – mi padre era un pirata, no le conocí – dijo sin más y estaba claro que no quería decir quién era su padre, a Law no le interesaba – mis padres fallecieron cuando nací, así que no los conocí, me crió un miembro de la Marina y quería que yo siguiera sus pasos, pero no podía, por mis venas corría la vena de un pirata, lo sabía y era difícil vivir con eso. La gente de mí alrededor sólo veían en mí a un chico huérfano con problemas, que creaba problemas allá donde iba. Llevo pegándome con piratas toda mi vida, odio que se metan con mi padre aunque esa persona tampoco sea de mi agrado pero...

‒ Es tu padre, es normal que no te guste que se metan con él.

Ace estaba especialmente serio con esa conversación, algo no muy típico en él pero Law reconocía una cosa, ese chico a parte de agradable y extrovertido, también podía ponerse serio en temas importantes, era un chico muy sensato.

‒ ¿Cómo era tu vida antes de convertirte en un pirata? – preguntó Ace – porque seguro que tú tenías más opciones que la mayoría que escogemos esta vida.

Law sonrió y se sentó en su sitio mirando de nuevo el mar.

‒ Cierto, elegí esta vida a la fuerza. Mi familia era todo lo que tenía en la vida pero los asesinaron, la Marina asedió la ciudad, no dejaban entrar ni salir a nadie cuando la enfermedad se propagó por toda la ciudad. Ni siquiera era una enfermedad contagiosa pero la trataron como tal. Nunca les importó nada cuando extraíamos el metal para ellos pero cuando enfermamos... todo cambió. Una noche entraron con sus fusiles y aniquilaron a todos, hasta los niños. Yo iba a morir igualmente, daba igual a sus manos o por la enfermedad, pero por alguna razón sobreviví escondido entre los cuerpos de mis compañeros muertos.

Sus ojos se perdieron en la foto que tenía entre sus manos y Ace, acercándose a él para poder ver a la familia en la foto, se sentó en la esquina de la mesa junto a Law.

‒ Lloré mucho hasta que ya no podía llorar más y entonces, lo supe, sobreviví para vengarme de todos ellos. Me alisté como pirata con la tripulación de Doflamingo. No me trataban bien, de todas formas todos sabíamos que iba a morir más pronto que tarde, pero en esos fatídicos días, hubo alguien que creyó en mí y en una salvación. Le debo mi vida, él encontró la "Ope Ope" para mí. Doflamingo lo asesinó. Por eso voy a darle caza cueste lo que cueste. ¿Por qué elegiste tú esta vida Ace?

‒ Yo sólo quería ser libre. Con el viento a mi espalda y las alas de la libertad – sonrió – sin nadie que me dijera qué hacer, recorriendo el mundo, viviendo aventuras, siendo yo mismo sin siquiera tener que ser conocido.

‒ Ahora eres conocido.

‒ Sí, supongo que sí – sonrió Ace – aunque no era mi intención inicial. Sólo quería navegar y buscar un motivo para vivir.

Esa frase no le gustó a Law por como sonó. Nadie necesitaría sentir que tenía que buscar un motivo para su existencia, no lo había, sólo había que vivir.

‒ ¿Por qué crees que necesitas un motivo para estar aquí?

‒ Ya te lo he dicho, mucha gente odiaba a mi padre, me odiaban a mí incluso sin conocerme. Todos me querían muerto desde niño. Me cuestioné si de verdad debía vivir.

‒ ¿Sigues cuestionándotelo?

‒ No tanto. Con Barbablanca y los suyos la verdad es que he encontrado mi sitio. Creo haberlo hecho. Por eso necesito que le salves la vida, da igual todo lo demás.

‒ Y por eso no te importa en absoluto que tenga tu corazón, te da igual vivir o morir.

‒ No es que me dé igual, pero en esta vida, siendo pirata, tarde o temprano me encontrarán y me ahorcarán. Tengo una diana tan grande como el East Blue en mi espalda. Toda la Marina me busca.

‒ Pudiste escapar de esa diana. Escuché que te ofrecieron ser Shichibukai.

‒ ¿Y obedecerles? ¿Dónde quedaría mi libertad? – preguntó Ace con seriedad – no, paso. Prefiero morir siendo un pirata honrado a un perro del gobierno. Aún así, respeto tu decisión de ser Shichibukai, tú tienes otros objetivos diferentes a los míos.

Law separó la espalda del respaldo de la silla y se acercó un poco más a Ace que agachó la cabeza hacia él al ver su sonrisa.

‒ Sabes... sí que eres un chico interesante.

Con la mano en su nuca, Law atrajo el rostro de Ace hacia abajo hasta que sus labios se juntaron. Ese chico le atraía mucho, guardaba secretos, como todos pero le daba igual no conocer todo de él por ahora. En estos momentos sentía que conocía lo que necesitaba y con eso era suficiente. Quería volver a tener a ese chico a su merced, le deseaba y desde luego, Ace no se apartó por lo que intuyó que él también deseaba todo aquello.

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