Capítulo 4: Robar tu corazón
¡Robar un corazón no era una tarea fácil! Al menos eso pensaba Law aunque su habilidad hacía posible muchas cosas. Para él no era difícil del todo, aunque sí era cierto que tenía que buscar las oportunidades para hacerlo. El gran problema de Law no era que fuera difícil robarlo o no, sino más bien, robarlo sin que Ace se diera cuenta de ello para poder chantajearle más adelante.
Esa noche empezó como una noche normal y rutinaria. Sólo quería ir a beber tranquilamente y tratar de no pensar por un día en su venganza, pero ni eso había sido posible. Ver a los comandantes de la tripulación de Barba blanca cambió todos sus planes para esa noche, aunque no era un gran plan el que tenía en mente.
Ace era un chico muy interesante y pese a que le confundió con el primer comandante, acercarse a él no había sido un error. No lo consideró como tal al menos, el sexo estuvo muy bien.
Tras la cena, caminaron en silencio por los pasillos y entonces, Ace giró a la derecha sin siquiera pronunciar ni una palabra. Law dudó. Su camerino no estaba a la derecha, de hecho, a la derecha estaban las habitaciones del resto de los tripulantes. Muchos de ellos dormían juntos en el mismo lugar sobre unas hamacas de red.
‒ ¿Dónde vas? – preguntó Law dubitativo.
‒ A mi cuarto, bueno no al cuarto... ya me entiendes, a mi hamaca – comentó – he dejado mis cosas allí. Bepo me dijo que podía quedarme en una de las hamacas de arriba.
‒ ¿Y te ha dicho también cuánto ronca él? – sonrió Law.
‒ No, pero estoy acostumbrado a los ronquidos. Me duermo enseguida – sonrió Ace con inocencia.
¡Como un niño pequeño! Esas pequitas sobre el puente de su nariz no ayudaban en absoluto a Law a imaginarle de otra manera. Ese chico era muy diferente a los piratas que él había conocido hasta la fecha.
‒ Duerme en mi camerino anda – dijo Law.
‒ No sería conveniente que un desconocido durmiera con el capitán. ¿No crees? Estaré bien con tu tripulación.
‒ ¿No te da miedo que te apuñalen unos desconocidos mientras duermes?
‒ Soy un tipo Logia, las armas no me afectan – dijo Ace muy seguro de sí mismo – y sentiré pena por aquel que quiera desafiarme. No soy partidario de abandonar un enfrentamiento.
‒ De acuerdo. Pues ve con la tripulación.
‒ Nos vemos mañana, Torao – pronunció esa abreviación que le sorprendió demasiado.
Ace era muy raro. De verdad que sí. Tomaba confianza enseguida, tanto, como para ponerle un apodo incluido. Law sonrió al ver cómo Ace se alejaba por el pasillo entre la oscuridad para dirigirse al camerino central donde dormía la tripulación. ¿Dormiría en el Moby Dick también con los demás o tendría él su propio camerino? Esa duda le asaltó durante un segundo. No veía a Ace durmiendo en solitario pero... todo era posible.
***
En el camerino central no había demasiada gente pero los pocos que estaban allí, se giraron al instante a mirarle en cuanto entró. Tener a un extraño ya les resultaba demasiado raro y comprometedor, no se fiaban de él y era mucho peor sabiendo que era el segundo comandante de la tripulación de Barbablanca.
Nadie pronunció palabra alguna cuando vieron a Ace apartar su mochila de la hamaca de red y dejarla en una de las esquinas del suelo. Con tranquilidad, se desató las botas y las dejó también junto a su mochila antes de subir de un salto a la hamaca alta para tumbarse.
Desde luego, en esa estancia nadie se atrevería a meterse con él. Conocían su nombre, sus leyendas y no sólo las suyas, las de toda su tripulación. No eran tan necios como para intentar sacar la furia de ese chico. No le apodaban "puño de fuego" por nada. Las malas lenguas hablaban de que ese chico incineró muchos barcos de la Marina. Los piratas le temían y le respetaban, tanto, que hasta los más sanguinarios le invitaban a fiestas, a beber o a comer mientras él estaba cerca por miedo a enfurecer la ira de la tripulación de Barbablanca.
‒ Pues no parece tan temido como cuentan – dijo Bepo finalmente al ver que Ace, sin meterse con nadie, se tumbaba en su hamaca y colocaba su sombrero sobre su rostro como si con él quitase toda la luz que le molestaba para poder dormirse.
‒ Tú también has escuchado sus leyendas – pronunció Penguin en susurro.
‒ Sí – dijo Bepo – pero parece un chico bastante agradable. Ni siquiera se ha metido con nadie y a mí me ha pregunto de forma muy educada donde podía dormir. Ha estado a punto de irse a dormir a la bodega por si molestaba.
‒ ¿Enserio? – preguntó Penguin mirando esta vez a Ace que ya parecía haberse quedado dormido.
‒ Sí. Creo que no quiere molestar demasiado.
‒ No sé yo. ¿Por qué el capitán le habrá invitado?
‒ No lo sé. Pero podemos preguntarle – comentó Bepo de forma inocente.
Antes de que sus compañeros pudieran detenerle, Bepo ya estaba junto a la hamaca de Ace y agarraba esta con sus manos peludas de oso polar, tirando de la red y moviéndola ligeramente. ¡Blancos! Así se quedaron todos al ver que la hamaca cedía ligeramente ante las zarpas de Bepo y entonces, Ace movía su sombrero para ver quién había apoyado la mano en su cama.
Quizá todos esperaban una reacción mucho más preocupante, más enfadada, en cambio, lo que primero vieron, fue el semblante serio de Ace para luego, ver cómo ese rostro cambiaba a una gran sonrisa al ver a Bepo.
‒ Eres tú, el Mink – susurró Ace antes de agarrarlo con suavidad del rostro y rozar su frente contra la de Bepo, creando un terrible sonrojo en el oso polar – garchu Bepo.
¡Era un chico joven pero todos supieron en ese instante que había llegado más lejos que ninguno de los que estaban allí! Sabía cómo tratar a un Mink y posiblemente, las tradiciones de muchos otros piratas. Ese chico navegaba desde hacía unos años en la Grand Line junto a su tripulación. Vivió cientos de aventuras con ellos, conocía a todos los grandes piratas, a los grandes Marines, le buscaban por todas partes. Ese chico estaba más curtido que ellos en esa aventura. Les llevaba ventaja a todos ellos.
‒ Ace – se quejó Bepo totalmente sonrojado - ¿Puedo preguntarte algo?
‒ ¿Eh? – se sorprendió Ace al escuchar esa pregunta – sí, claro. ¿Qué quieres saber?
‒ ¿Por qué estás aquí en el Polar Tang?
Ace pensó durante una milésima de segundo, aunque en realidad, no pensaba, más bien se había quedado paralizado ante esa pregunta. No esperaba algo tan directo y entonces, cuando todos creían que Bepo sin duda alguna, metió la pata al preguntar algo así, se dieron cuenta por la sonrisa de Ace, que estaban muy lejos de acertar.
‒ Porque me ha robado el corazón – dijo directamente Ace, provocando una reacción en cadena en todos los allí presentes que lo tomaron de manera metafórica. Desde luego pensaron que tenían una relación sentimental.
‒ ¿Qué? – preguntó Bepo más sonrojado aún si eso era posible - ¿Law y tú?
‒ Oh no, no metafóricamente, sino literalmente – dijo Ace con una sonrisa – me ha robado el corazón para que le ayude con una venganza suya.
Aquello pilló a todos por sorpresa. Su capitán era idiota. Meterse en esos problemas con el segundo comandante de la tripulación de Barbablanca...
Robarle el corazón a alguien así sólo haría que toda su tripulación les persiguiera para matarles y recuperar a su comandante.
‒ Nos van a matar a todos – se escuchó entonces a Penguin atemorizado por saber que serían perseguidos por toda la tripulación de Barbablanca.
‒ Que va – dijo entonces Ace – en realidad si quisiera podría recuperar mi corazón más o menos sin esfuerzo.
‒ ¿Entonces?
‒ Tenemos un trato. Yo le ayudo con su venganza y él me ayuda a mí con otro asunto – comentó Ace sin más.
‒ Pero... tiene tu corazón – dijo Bepo.
‒ Y puede quedárselo si se siente más seguro así de que no le traicionaré. No me importa demasiado.
‒ Eres muy raro – dijo finalmente Bepo, y esas palabras, hicieron que todos se lanzasen a cerrarle la boca a Bepo por si molestaba a Ace, sin embargo, éste echó a reír.
‒ Es verdad. Puede que sí sea un bicho raro – sonrió Ace volviendo a tumbarse en la hamaca.
Más calmados todos, soltaron la boca de Bepo para que éste pudiera volver a hablar, sin embargo, parecía que metería la pata una y otra vez.
‒ Ace, ¿Y si tu tripulación creen que te hemos secuestrado y queremos matarte o algo así?
‒ ¡Bepo! ¡Cállate! – dijeron al unísono unos cuantos intentando que dejase de meter la pata.
Ace se puso serio una vez más y pensó en esa opción. Entonces, volvió a sonreír.
‒ Eso no pasará.
‒ Pero... ¿Les has avisado que venías voluntariamente?
‒ No. Pero están acostumbrados a que me escabulla. Además tienen mi Vivre Card. Saben que estoy sano y salvo. De hecho podrían localizarme si me necesitan. No hay problemas.
‒ ¿Sueles desaparecer?
‒ Constantemente – sonrió Ace – no te preocupes. Siempre saben que vuelvo con ellos.
‒ Vale – se quedó más tranquilo Bepo – entonces, buenas noches, Ace.
‒ Buenas noches – pronunció Ace en general hacia todos antes de volver a poner su sombrero sobre su rostro para dormir.
***
Una gran sonrisa se escapó de los labios de Law. Escondido tras una de las paredes que daban a la puerta donde estaba su tripulación, escuchó toda la conversación. Ace sabía como calmar a todos y de hecho, hasta parecía que se llevaba bien con ellos. Todos se relajaron al instante y no tenían miedo a compartir el camerino con él. Eso era algo muy bueno porque pasarían días allí encerrados hasta poder llegar a Dressrosa.
‒ Sí que es único – susurró Law para sí mismo sacando del interior de su chaqueta ese corazón que seguía latiendo al mismo ritmo tranquilo y calmado de siempre.
Ace era todo un enigma. Nada ni nadie le alteraba.
"Bum, Bum" "Bum, Bum"
Ese calmado sonido relajaba a Law. Era sorprendente que algo tan pequeño pudiera darle tanta paz.
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