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Preludio

LAS sabanas estaban rojas, manchadas, sucias y rancias. No iban a ser lavadas, tampoco quemadas, el ama de llaves recorto el trozo ensangrentado y lo coloco en el marco. No era habitual conservar de esa manera la primera menstruación y aunque le dolía la vagina (o mas adentro como su madre le explico) Lysa no quería perderse el momento en donde su señal de madurez sería inmortalizada para ser exhibida como prueba de su floreciente edad, al parecer muchos nobles recurrían a artimañas para casar cuanto antes a sus hijas, lo que llevo a muertes en el parto y una preocupante escases de mujeres en todo el reino, incluso dos décadas después seguían sin ser suficientes y era extraño ver alguna mujer en las calles. Era una pena que usaran un marco tan bonito, de oro y rubíes, en especial si una vez su propósito fuere consumado sería abandonado en alguna caja polvorienta de los cientos de habitaciones que seguramente tendría su nuevo hogar.

Aunque si era sincera Lysa no esperaba mucho, incluso se conformaba con la idea de vivir en un granero, si era a su lado estaba dispuesta a hacerlo. Destrozar sus delicadas manos, parir a sus bebés, vender sus joyas para mantenerlo, lo que fuera, solo quería estar con él. Pero no era mas que una fantasía, algo que la propia Lysa sabía, ni todo el amor del mundo la convencería de dejar la comodidad de la mansión Livingston por algo peor, tampoco es como si sus padres se lo permitieran. Lady Clove y Ser Homer preferirían mandarla a una casa de servicio religioso antes de permitirle arruinar así su vida, no es como si no se pudiera escapar de allí, pero simplemente no quería.

Si tan solo su amado no fuera un esclavo recientemente liberado a lo mejor y sus padres lo aceptarían, quizás si él la quisiera, aunque fuera un poco Lysa intentaría luchar contra ello, contra la vida impuesta por sus padres para ella, no era así, gracias a los dioses.

Era...amargo pero también sumamente liberador que Robert no la amara, no importaba que cada fibra de su cuerpo clamara por él. Era liberador no tener ese pensamiento rondando en su mente por mucho tiempo, el escapar. Los matrimonios arreglados eran algo común en la aristocracia y aunque su familia estuviera en graves problemas económicos y la reputación de la casa Livingston por los suelos no cambiaba que era su deber casarse con un hombre que pudiera salvar lo poco que quedaba de lo que alguna vez fue una poderosa familia. Dudaba mucho encontrar algo bueno, su madre le decía que no perdiera la fe, que con su belleza era suficiente, su encanto y buenos modales la harían irresistible, Lysa sabía que no era cierto, por muy hermosa que fuera, por muy buena esposa y madre que pudiera ser una familia arruinada sin casi nada que ofrecer no era una ventaja.

A no ser que su prometido se estuviera desesperado. Lysa tuvo que contener su mueca cuando supo que su prometido había enviudado dos veces, sin hijos y sin dientes, bueno, eso no, pero podía imaginarlo así.

— ¿Qué te parece? —su madre sostenía un collar de perlas que caía sobre las monedas de oro que sobresalían del cofre —¡Y esto es solo un anticipo! La dote vendrá después ¿No es generoso? El marqués Thaliam es muy generoso, además, su prima acaba de convertirse en reina de Talitha, ¿No es perfecto? ¡Serías casi de la familia real!

¿Acaso importaba? La decisión claramente estaba tomada.

— Promételo—rogó con voz ahogada.

Lady Clove dejo las perlas de regreso al cofre, acaricio su vientre plano, un gesto que Lysa sabía que adquirió cuando estaba embarazada de ella, al parecer siendo incluso una bebé que todavía no nacía lloraba y sufría, su madre pasaba horas acariciando su vientre, intentando calmarla, aquél gesto nunca la abandono, así como el llanto nunca abandono a Lysa. Te sentía temblar, dijo una vez su madre, Te movías tanto que parecía que algo ahí adentro te hacía daño y tú luchabas por escapar. Quería decirle que era ella quien le hacía daño, pero no era cierto, podía escapar, si realmente quería hacerlo podría escapar, eran tan simple, ni siquiera era una preocupación el dinero, tan solo con tomar el cofre y montar a su yegua rumbo al muelle para comprar un pasaje lo mas lejos posible. Pero no lo haría, no porque no pudiera, solo...no veía que valiera la pena.

— ¿Qué cosa?—la miro a los ojos, añorante.

— Que morirá pronto—su madre palideció, pero pronto se recompuso.

— Es natural que tengas dudas respecto al matrimonio, yo misma—Lysa se levantó, observo a la ama de llaves entregarle el trozo de tela enmarcado al enviado de Lord Thaliam, una prueba irrefutable de que estaba lista para el matrimonio y todo lo que conlleva.

— No respondiste mi pregunta—no miraba a su madre, ¿Cómo podría mirar a su vendedora? Después de todo Lysa no era mas que una cerda siendo llevada al criadero y luego al matadero...no, no podía pensar así, lo escogió, lo estaba escogiendo, acepto aquél destino, aunque el pensamiento la hiciera querer arrancarse los huesos.

— Es un hombre viejo,—repitió las mismas palabras con las que le presento a su futuro prometido, Antonie Thaliam, un marqués de ya avanzada edad, sobrevivió a dos esposas, sin herederos, pero un erudito admirable que amasajo un considerable riqueza en las últimas décadas — solo serán unos años, ser la marquesa de Thaliam te dará una vida segura, prospera y feliz.

— ¿Realmente lo crees? —las lágrimas nublaban su vista, pero no se permitió llorar y aunque quisiera no podría hacerlo, tantas noches llorando por aquél esclavo liberado la dejaron seca.

Si tan solo Robert la mirara a ella como miraba a su hermana mayor Lysa estaría dispuesta, incluso sin garantía de luchar por él. Adoración, deseo y amor, veía tantas cosas en los ojos de Robert cuando miraba a Katalin. Nunca esa mirada era para ella y eso la destrozaba.

— Hablé con su médico, ha tenido problemas recientemente, en su familia hay un largo historial de problemas de salud, morirá pronto—Lady Clove intento tomar su mano, pero Lysa la aparto, no quería consuelo de quien la vendía como ganado, ¿O no? ¿Realmente era su decisión?

— Eso no, si el marqués muere poco me importa, pero—tomo aire, al parecer todavía le quedaban lágrimas, no sabía si por la incertidumbre de su destino o por su amor no correspondido—¿Seré feliz?

Preguntar no haría la diferencia, hacia años su madre no sabía lo que le gustaba, fue en el momento exacto en el que acariciarse el vientre dejo de surtir efecto que desconoció a Lysa.

Solo unos años, pensó Lysa, solo unos años y podría hacer lo que quisiera, follarse a un cerdo incluso, nadie le diría nada, sería una marquesa después de todo.

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