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Capítulo 4


Capítulo 4

Hermanos

Cyan Orión Dankworth

—¡Enana, vamos. Sólo unos minutos más! —intento arrastrarla conmigo, pero según ella, ya no puede más.

—¡Estoy cansada! —se queja, otra vez—, ¡Mis pies duelen! ¡Cárgame, por favor!

Aprecio su drama, pero no me engaña.

—Ni lo sueñes.

Creí ingenuamente que Antares quedaba cerca, pero hemos caminado por horas y aún no damos con la entrada. ¿será que no aún no damos con la entrada.

—¡Por favor! —ruega.

—Bien —resoplo, totalmente resignado. Me agacho un poco y ella se sube en mi espalda. Tristemente me levanto, oyéndola reír, ya que a fin de cuentas se había salido con la suya.

—¡Arre! —exclama, olvidando su cansancio.

«Grandioso, ahora yo soy su caballo y ella mi jinete»

Empiezo a caminar un poco más lento de lo normal, para ver si así se aburre y decide caminar por su cuenta, pero no resulta. Fallo al primer intento.

—Jamás te vuelvas a ir —escucho su temeroso susurro.

—No lo haré —digo y siento su cabeza aferrarse mí.

Al cabo de unos minutos, cuando ya no oigo su voz y en vez de eso su respiración muy tranquilo, deduzco que yace dormida. Mis pies duelen, pero los hermanos mayores tienen que hacer sacrificio por los menores, ¿No?

Entre tanta caminata silenciosa, recuerdo la noche anterior. Me vi velando por el sueño de Cass, cuidando su rebeldía mientras dormía a merced de un viejo amigo que no recuerda. Admito que verla descansar es gratificante.

Sin embargo, no me quedo con esa escena de encanto, sino también con su misterioso grito por la pesadilla. Aludo que fue grave para que gritaba de esa forma y se mantuviera inquieta durante unos minutos, exaltada, agitaba y sudada.

Eso me llevó a preguntarme cuando la veía dormir, qué tan buena o mala había sido su vida, si tenía familia.

—Quizá sea aventurera y solitaria.

Ella me inspira tranquilidad aunque parece rodearse de caos. Y ahora confirmo que de tanto pensar en ella hasta el dolor de los pies se fueron. ¡Esta mujer cura todo mis males! Sonrío, pero a pesar de ello, también imagino a mi madre en medio de esa sarta de imbéciles.

—Perdóname madre —murmuro al cielo—. Te traeré de vuelta a casa. Lo prometo.

...

«¡Hora de bajar a la vaca del camión!»

Dejo de inclinarme y me paro recto. Mi espalda me mata segundo a segundo.

—Llegamos... —exclamo y Ross se levanta de golpe—. Ross, me duele todo! ¿Qué comes?

Ella ríe irónicamente y me hace un par de muecas.

—Muy gracioso. ¡Eres un mal hermano, estoy cansada y me haces caminar!

—¿Cansada? ¡Soy yo el que ha caminado por horas! —ella rechista.

—¡Uf! —pasa sus manos por su rostro, exasperada—. ¡Eres un pesado! —me grita.

«Otra Cass»

—La pesada es otra que se atasca de comida —le saco la lengua y la dejo atrás.

Ross llega hasta mí y ve con asombro el pueblo vecino: a los comerciantes, la comida, animales, toda una estructura de años.

—¿Cuántas veces has venido aquí? —pregunta de repente. Al parecer la molestia se le esfumó.

En Antares puedes encontrar cualquier tipo de personas; bármanes, gente de la alta sociedad, la media y la baja, también puedes toparte con comerciantes de alta y baja calaña, mujeres con poca ropa, hombres fornidos y sudorosos, aventureros y cazadores: de personas y recompensas. En fin, hay una gran variedad. No era un lugar tan apto para niños, pero si el único que no ha sido atacado por Mártires por su nivel de protección.

—Un millar de veces —contesto y sonrío. Este lugar me trae muy buenos recuerdos—. Justamente desde que... —estuve a punto de decirle que papá había muerto.

—¿Desde qué?

—Nada —respondo—. Debemos seguir —tomo su mano y recibo una tierna mirada—. Aquí tengo amigos que nos ayudarán.

Cruzamos el portón marrón de hierro e ingresamos al pueblo siendo el blanco de muchas miradas. Todo a nuestro alrededor es muy llamativo, las tiendas de comida, textiles y armaduras abundan por doquier, sin omitir las tiendas de los accesorios que toda mujer desea tener consigo. Ante los ojos de Ross, seguramente, todo es nuevo y fascinante.

«Tal vez si las hubiera traído conmigo..., nada de aquello Hubiera pasado. Pero como dice la gente, el hubiera no existe»

La muchedumbre va y viene, las mujeres me escanean de arriba para abajo como si buscaran algo importante y perdido en mi apariencia; y no es por presumir pero soy un bizcocho. Mis padres me hicieron cómo a un pastel de chocolate: con calma para que salga así de sabroso.

Dejo de prestarle atención a mis pensamiento, cuando entre la multitud que tenemos Ross y yo en frente, una figura femenina resalta sobre las demás. Alegre y sorprendida se acerca veloz hasta quedar a una distancia un tanto prudente.

—¡Cyan, qué sorpresa! —exclama con emoción. Ella intenta abrazarme por el cuello, pero discretamente lo evito, fingiendo mirar los alrededores.

—Hola, Rachel —saludo.

Es rubia, ojos claros. Sin duda una mujer muy bella que sabe que es bella. Rachel y yo nos conocemos desde hace más de siete años, exactamente cuando vine aquí por primera vez, justo después de la muerte de mi padre.

—Solo vengo de visita. ¿Cómo has estado? —no quiero ser grosero.

—Oh, ya veo —sonríe y coloca un mechón tras su oreja. Su mirada baja hasta Ross y se sorprende—. ¿Y ella es...?

Ross me abraza de la cintura y se presenta sola.

—¡Soy Ross, su hija!

—¿Qué? —grita con sorpresa—. ¿Eres... eres su hija? —la observa y luego a mí—. ¡¿Tienes una hija?! —su pregunta parece ser más un reclamo.

—Ross —reprendo y ella estalla de risa—. Rachel, ella es Ross, mi hermana.

Rachel suspira de alivio.

—Es... —la mira no muy empática—, un gusto —siento que tensa un poco.

—Su consentida —aclara mi hermana y le sonríe de vuelta—. Pero ahora, si nos disculpas, tenemos que irnos. Fue un gusto conocerte.

Ella asiente aun en shock.

—Igualmente. Nos vemos, Cyan. Sabes dónde encontrarme —se pierde en medio de todos.

Ross se echa a reír y yo la observo sin entender el motivo.

—¿Viste su cara? —pregunta—. Se nota que le gustas.

—No debiste decirle eso. La próxima vez te dejo botada —sentencio y rio también, sintiéndome un poco culpable—. No puedes andar diciendo por ahí que eres mi hija.

—Está bien. Ahora Romeo, por favor, vámonos. O no podré ayudarte a escapar de tu Julieta.

—¿Qué dices? Ella no es mi Julieta... —cayo al ver que mi hermano de vida se acerca con una inmensa sonrosa en el rostro.

Llega a mí y ambos nos damos un fuerte abrazo como muestra de una gran amistad. Mas no viene solo, pues mi hermana de vida y la suya, se acerca a ambos para regalarme un fuerte abrazo también.

—Henry y Thalía Lesath —nombro y ellos sonríen.

Henry, moreno y alto, sonríe cuando se separa y me ve después de semanas de no saber de mí. 

—¡Hermano! ¿Cómo estás? —cuestiona él.

Thalía, de cabellos rojizos y ojos color cielo, sacude mi cabello como señal de haberme extrañado.

—Nos da gusto verte, cabeza de chorritos —dice.

—También me da gusto verlos... —afirmo.

Ross vuelve abrazarme como hace un rato, pero esta vez sin decir una palabra, y solo a la espera de una buena presentación. Los Lesath se percatan de su presencia y ella se intimida un poco.

—Les presento a mi hermana, Ross.

Thalía es la primera en acuclillarse y extender su mano para susurrar su saludo.

—Ross ellos son mis amigos: Henry y Thalía.

—Es un gusto, Ross —dice Henry.

Ross asiente sin decir una palabra, pero los Lesath comprenden el porqué. Quiero seguir charlando de cosas buenas, pero realmente en ese aspecto no tengo mucho que contar. Pero en el lado de las desgracias, tengo para hacer un libro entero.

—Henry, necesito hablar contigo un momento —aviso y él asiente.

Thalía comprende y le sonríe a Ross.

—Ross, cerca de aquí hay una tienda de manjares. ¿Quieres acompañarme a comprar algunos?

Ross sonríe y parte a su lado, dejándonos a Henry y a mí solos.

Ambas tomaron rumbo hacia el puesto de dulces de enfrente, mientras nosotros inspeccionábamos nuestro alrededor.

—Tienen a mi madre —voy al grano.

—¿Cómo pasó? —inquirió sorprendido.

—No lo sé, no estaba en casa cuando ocurrió —observo a Ross en la distancia—. Debo encontrarla, Henry.

—Entiendo. Te ayudaré a localizarla. Hace algunos meses llegó un grupo de personas de Pollux, también atacados por Mártires —informa—. Tal vez ellos sepan algo.

—¿En dónde están? ¿En qué parte viven? —se aviva una llama de esperanza.

—Tranquilo, hermano —me abraza por el hombro—. Hay que hacer las cosas con calma. Dudo mucho que estas personas quieran hablar con el miedo de ser cazadas y asesinadas.

Asiento.

—Sé paciente, la encontraremos. Ahora concéntrate en Ross. Ella te necesita, eres lo único que tiene, ¿No?

Vuelvo a asentir. Respiro e intento calmarme.

—Vamos a casa. Deben tener hambre y también debes darte un baño. ¡Apestas a pantano! ¿Dónde estuviste?

—¿Qué dices? Me bañé en la mañana, en el bosque.

—¿En dónde diablos te bañaste? —me pregunta, sorprendido—. El único rio limpio que conozco es que está cruzando a las tierras vacías de Capella.

—En el manantial cerca del bosque —contesto confundido.

De pronto Henry se echa a reír.

—¡Eres un completo idiota! ¡Allí no hay ningún manantial! —respira para calmara—. Hermano, eso es enorme agujero, de agua estancada con sanguijuelas y larvas.

No puedo evitar poner mi cara de horror y asco.

«¿Cómo no me di cuenta antes? Definitivamente no puedes ser más estúpido, Cyan»

—Ni una palabra a nadie —señalo amenazante.

«Esto es humillante»

—Ya vámonos, realmente lo necesitas —dice, adelantándose.

Seguramente ella lo notó y por eso se burló de mí.

«Mala mujer»

—Ella lo sabía, no fue considerada ni porque la ayudé —espeto, olvidando a Henry y a su oído escúchalotodo.

—¿Ella? ¿Quién? —se detiene y voltea hacia mí.

—Nadie —empiezo a caminar, buscando a las chicas—. ¡Ross, Thalía!

Henry me sigue.

—¡Cyan, ven aquí! —gritó—, ¡Oh vamos no diré nada! ¡Cuéntame!

«Corrección, si puedo ser más estúpido»

¡Hola, querido/a!💝 ¿Cómo estás? He aquí un capítulo más de Rizos en medio de la oscuridad. Deseo les haya gustado, y de ser así, pueden comentarme aquí qué cosas les parecieron mejor de el capítulo.

Comparto fotito que me sirve de referencia a algunos personajes: Henry Lesath, Thalía Lesath y Cyan Orión. No es una imagen mía, pero me encanta. La conseguí de Instagram y ahí está el nombre del autor o la autora. 

Chao, corazones 💗

Melany V. Muñoz

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