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21. La venganza del esclavo

"Encadenado a mi sed de venganza. La sangre me pertenece, me da la vida pero también me la quita, al igual que tu posesiva mirada. Miedo. Temor, pero también atracción. Lo tienes todo, pero no eres nada"

📆 PRIMEROS DE ENERO DE 1789

📍PARÍS, FRANCIA

Fue arrojado a la calle como un perro, como a uno que ya no les sirve cuando ya han tomado todo de él. Su sangre había sido drenada hasta provocarle un paro cardíaco. Su cuerpo, usado tantas veces por hombres y mujeres que llegó un momento que perdió la cuenta de las veces que había sido ultrajado. Humillado. Abandonado y apaleado, lo dejaron tirado en una sombría calle de París a la espera de una muerte, la cual ya rondaba muy cerca de él.

No había nada más que deseara en la vida que morir, terminar de una vez con esta aciaga existencia que el destino había guardado para él.

Ya casi con su último aliento, sintió una fría mano en su frente y como su dueño pronunciaba palabras en una lengua que no reconocía. Los oscuros ojos del extraño le produjeron un intenso escalofrío, más si se percató que él parecía querer ayudarle. Agarró su mano para detenerlo, encontrándose con la negativa de éste.

-Quiero mor...ir... dejadme ir con Dios -le pidió el castaño de ojos claros con un hilillo de voz, pues la vida, ya le estaba abandonando para su regocijo.

-Dios hace tiempo que te abandonó, hermano, pero tienes suerte de que estoy yo aquí. Te mueres. Esa puta te ha dejado sin sangre y ni el mejor galeno podría curarte, y es una pena, porque vas a quedarte sin vengarte de ella.

Sintió la sangre espesa en su boca, y como casi se ahoga con ella. Tosió un par de veces, sintiendo como le faltaba el aliento y todo el cuerpo le crujía con cada vaivén de su cuerpo.

-Dime una cosa, Marc Hervé, porque, así te llamas, ¿verdad? -el de ojos marrones vio como el moribundo asentía deseoso de librarse de tan inesperado acompañante en sus últimas horas de vida- ¿no te gustaría vengarte de ella? ¿no te gustaría que recibiera su merecido? el ostracismo. El abandono. La pérdida de su posición. Esa sería la peor muerte para ella. Dime, ¿quieres vengarte, Marc?

No tenía nada que perder. Se moría. Daba igual lo que contestara, sus ojos no verían jamás la caída de Maria Antonieta, la infame reina que dispuso de él como su esclavo bañándose en su sangre y usándolo para sus depravadas prácticas sexuales. 

-Si, si quiero -contestó sintiéndose mareado y como la vista se le nublaba. Pero, antes de abandonarse a los brazos de la muerte, sintió un cálido aliento estrellarse en su boca y unos ojos más oscuros que la noche.

-Bienvenido a tu nueva vida, Mar Hervé, abraza la oscuridad y sé el dueño de ella. 

📆16 de OCTUBRE DE 1793

📆CUATRO AÑOS DESPUÉS

La celda olía a sudor. Un olor nauseabundo ante el cual tuvo que anular sus sentidos para que el estómago no se le siguiera revolviendo. No le hizo falta sobornar a nadie para entrar, allí todos eran conscientes de su posición y de su poder y no le negaron nada.

La encontró encadenada de todas sus extremidades, y con un rayo de sol impactando directamente en su rostro. Demacrada. Con evidentes signos de desnutrición, pues sabía que hacía semanas que no la alimentaban. Nada quedaba de la altanera reina, la que quiso gobernar en la sombra y cuyos excesos se lo impidieron.

Perpleja asistió ella a la entrada del que antaño fuera su juguete quien la miraba con una inusitada arrogancia, impropia en él. Vio como se acercaba hacia ella sin un ápice de temor en sus paso, pero si con una exagerada confianza. 

-Tú. Deberías estar muerto, esclavo -escupió ella sus palabras con demasiada rabia en su voz.

-Y lo estoy -Marc no había terminado de pronunciar la última letra cuando su mano tiraba del pelo de la que fue reina de los franceses, obligándola a alzar su cabeza para mirar al hombre del que tanto abusó.

-Eres un vampiro.

-Como tú. Bueno, no, hay tantas diferencias entre nosotros que no te mereces ni que te las expliques -le dio Marc un fuerte tirón a su pelo, moviendo su cabeza de un lado a otro, para, apartarla asqueado por tocarla, segundos después.

-Yo soy una reina. Tú un simple esclavo que solo sirves para que te follen. 

Se carcajeó Marc con las palabras de la reina. Por la forma tan patética en la que intentaba provocarlo y rebajarlo. Si fuera otra época, esto le dolería, pero, no llevaba cuatro años junto a Karel Saiduz, el Mork, para que una desgraciada minara su confianza.

-Ahórrate la saliva para cuando te bajen abajo. Solo he venido a decirte que perdiste. Tú y ese desgraciado al que manejabas para gobernarnos. Tú pierdes y yo gano.

La sonrisa de Marc era aterradora, lo que pretendía que él fuera. Había querido estar presente durante los últimos momentos de vida de María Antonieta, para que sus palabras provocaran en ella lo que buscaba, que la enloquecieran aún más antes de morir.

Este era el momento de su venganza.

-¿Nunca te has preguntado como el pueblo tomó La Bastilla? ¿o como se formó tan pronto La Guardia Nacional? -las enigmáticas palabras de Marc le cortaron el aliento sumiendo a la depuesta reina en un estado furioso, pues sabía perfectamente las respuestas a esas preguntas.

-¡Hijo de puta!

-Vas a morir. Te creías inmortal y por encima de todos. Pero, el ser un ser de la noche no te da derecho a disponer de las vidas de los demás a tu antojo. No solo es tu pueblo el que se ha rebelado contra ti, también tu familia y tu orden. 

Se dio la vuelta Marc asqueado de permanecer tanto tiempo frente a la persona que lo quebró y que acabó con su vida humana. Ya había cumplido con lo que había venido a hacer. Aunque, aún le quedaba por darle a la infame reina, la última estocada final.

-Por cierto, yo también tengo ahora una esclava. Muy dulce y dócil. Rubia, ojos marrones. Una delicia -sonrió Marc con estas últimas palabras conscientes de lo que estaba creando en la reina. 

-¡No! ¡María Teresa, no!

Gritó la depuesta reina hasta quedarse casi sin voz, el nombre de su amada hija. Abandonó Marc la celda, orgulloso y sintiéndose algo mejor consigo mismo después de haberse enfrentado a su torturadora. Aunque, hasta que no viera su cabeza desprenderse de su cuerpo, no sería del todo feliz.

Saludó con un movimiento de cabeza a los fieles que la custodiaban, tomando una de las escaleras que lo llevaron a la planta de abajo de la fortaleza. Buscó a Karel y rodó sus ojos al verlo tras una esquina, tomando el cuello de una doncella, quien parecía deleitarse con la mordida. En cuanto sintió la presencia del monegasco, desclavó sus colmillos y cerró la herida, instando a la chica a marcharse no sin antes haberla sugestionado.

-Sus gritos se escuchaban hasta aquí -le dijo Karel mientras tomaba su brazo para abandonar ambos la construcción de piedra.

-Enloqueció cuando le dije que tomaría a su hija como esclava. Morirá creyendo que es mía -se jactó Marc sonriendo satisfecho.

-¿Y lo harás? ¿la tomarás como tu esclava?

-Mi boca no va a tocar nada que lleve la sangre de su madre. El duque de Angulema la ha reclamado y se la he vendido a un buen precio -pausó Marc sus palabras, haciéndole a Karel, una sorprenderte propuesta- por cierto, ¿Te apetecería dar un paseíto por Jamaica?

📆FINALES DE MARZO DE 1860

📆 CASI UN SIGLO DESPUÉS

📍NUEVA ORLEANS, ESTADOS UNIDOS

-No quiero luchar más en otra guerra. Estoy cansado de luchar por otros -se quejó Marc mientras bebía su segunda botella de ron del día.

-Nos iremos a Europa, entonces, pero, habrá que cambiar de nombre, te recuerdo que llevamos usando el mismo desde hace más de 50 años -llamó su atención Karel quien daba buena cuenta de una botella de brandy, recién traído del Sur. 

-Hervé, quiero usar el nombre de mi padre. ¿Dónde quieres que vayamos?

-Europa está también sumida en varias guerras. Mejor algún país del sur, Argentina, Brasil, tú eliges. Están lejos y necesitamos algo de tranquilidad -le respondió Karel quitándole de sus manos esa botella- ¿te la llevarás contigo?

-No. Demasiado complicado -le respondió él negando con su cabeza un par de veces- le pediré que se vaya más cerca de la frontera y que se aleje de la guerra. Tendrá suficiente dinero para hacerlo.

-No pasa nada por atarte a ella, Marc. Si crees que es tu pareja, la acogeremos. Seremos una familia -le sugirió Karel encontrándose con la negativa de éste.

-No la veo así. No siento que lo sea, pero, gracias por tu ofrecimiento.

Chasqueó su lengua Karel, atacando la decisión de su amigo. Lo dejó solo, saliendo de la estancia, cruzándose en ese momento con Sabina, la rubia de cuerpo voluptuoso que llevaba unos meses calentando la cama de su amigo.

-Marc -alzó la mirada el monegasco al ver a la chica entrar. Intentó buscar en su alma, algún indicio o señal de que ella pudiera ser su pareja, pero, no encontró nada en lo que agarrarse para mantenerla a su lado.

-Nos marchamos. Nos vamos del país -le anunció él de forma bastante fría. 

-Oh, prepararé todo entonces -cogió su mano Marc cuando ella se giraba, encontrándose la rubia con una mirada disgustada en el hombre que permanecía sentado en el sillón de mimbre de la sala.

-Solo Karel y yo.

Pudo percibir la desilusión en su rostro así como un sentimiento furioso y decepcionado con él. Otro signo de que ella no le importaba es que no sintió nada con las demostraciones de sus sentimientos. Ni pena por tener que dejarla ni ningún apego. Signo inequívoco de que esta mujer no era su pareja de vida.

Tuvo que soportar todo tipo de reproches por su parte, así como algún que otro intento de agresión. Harto ya de tener que soportar los vaivenes emocionales de la chica, Marc la sujetó de las manos y decidió sugestionarla y borrar así, de una vez por todas, su recuerdo en la mente de la chica. No le dio pena hacerlo. Ella había sido un fin, al igual que él para ella. Calentaba su cama y le daba una coartada perfecta para disimular ante los demás, su verdadera naturaleza. Y ella, a cambio, gozaba de una buena posición social así como económica.

Marc la dejó dormida en uno de los sillones del amplio salón, y después de recoger sus pertenencias y liquidado sus asuntos, se reunió con Karel, quien se había encargado de su transporte así como de planificar el resto del viaje.

-¿Qué le dijiste? -se interesó Karel, pues había pensado que Marc realmente sentía algo por la chica y no querría deshacerse de ella.

-La sugestioné, ya estaba cansado de sus chillidos -le respondió Marc quitándole importancia a una maldita situación que juró no volver a sufrir más. 

Ambos permanecieron callados dentro del carruaje unos buenos minutos. Pronto llegarían al puerto donde un barco los esperaría para llevarlos a Brasil, su próximo destino. Habían vivido mucho durante estos años en América. Nueva Orleans no fue la única ciudad donde habían residido, pero si donde más cómodos estuvieron, pues en ella se había empezado a formar una pequeña comunidad vampírica, donde los dos encontraron su lugar con rapidez.

-¿Alguna vez piensas en ello? en lo de tener una pareja. A mi no es algo que me obsesione, pero tú que tienes más años que yo, a lo mejor si -.la pregunta de Marc sorprendió a Karel, no por la naturaleza de esta, sino porque era algo en lo que nunca pensaba, en lo de tener una pareja de vida.

-Hasta ahora me pasa un poco como a ti, no he encontrado una mujer que realmente merezca la pena como para entregarme por completo. Pero, créeme, el día que ella aparezca en mi vida, aunque tenga que atarla, no la dejaré que se vaya de mi lado.

La respuesta de Karel le dio que pensar. Decidió Marc que se dejaría llevar y se mantendría receptivo por si esa mujer, la que debería ser su pareja de vida, aparecía. Vivieron ambos en los países del Sur durante décadas. Cambiaron de nombre un par de veces y cruzaron el charco en un aparato alado, de nuevo visitando Europa. Llevaron una vida discreta, acumulando riquezas y creando negocios que les reportaban muchos millones. Nunca les faltó ninguna mujer en su cama. Juntos o por separado.

Los hermano Saiduz les llamaban, aunque, con la entrada del nuevo milenio, cambiaron sus nombres hasta ser quienes eran ahora, Carlos Sainz y Charles Leclerc. 

Más de cien años habían pasado para que Charles, esta vez, sintiera esa necesidad, la de tener una pareja, una que cuidar, dar su vida por ella y protegerla de todos. El problema era que ella estaba tan rota que seguramente, nunca lo aceptaría. 

Y así tuviera que morir sin tener una pareja, Charles nunca la obligaría a estar con él, aunque se muriera por dentro por ella. 

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