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20. El infierno no me conoce

"Camino en la noche, por el olvido y el infierno. Es tu mirada suplicante la que me hizo alejarme. Querer, amar o sentir una vida, esa que escapa entre mis dedos"

Su mano se siente tibia y cálida en mi piel. El agua que deja caer en mi espalda es muy relajante haciendo que por un momento olvide todos los sucesos de hace unas horas. Cierro mis ojos concentrándome en los sonidos de mi alrededor, sonriendo hasta encontrar lo que buscaba.

-Ya no te late el corazón tan rápido. Estás más tranquila -abro mis ojos para buscar la mirada de mi mujer quien me regala una sonrisa al encontrar mi mirada.

-Ahora que he comprobado por mi misma que estás bien, ya no estoy tan nerviosa.

-Ven al agua, por favor. Necesito sentir tu cuerpo junto al mío.

Recibo una pícara sonrisa por su parte, algo que me alivia, pues verla tan preocupada por mi es algo que no deseo. Grace se quita su ropa con parsimonia, como si me estuviera provocando con cada prenda que cae al suelo. Mi polla emerge, dura y gruesa ante la tentadora visión que tengo delante de mi. Sus pechos tardan poco en ponerse algo más sonrosados a causa del calor que desprende la bañera. Le hago un sitio para que ella pueda sentarse entre mis piernas, siendo atrapado mi miembro entre el hueco que hay entre sus dos nalgas.

-No creas que no puedo sentir que estás duro. La noto en el culo -su risa en sus palabras me hacen abrazarla con fuerza atrayéndola más hacia mi pecho. 

-Siempre me la pones como una piedra. Tengo ganas de ti a todas las putas horas. Por mi, viviría toda la vida con mi polla enterrada dentro de tu coño, pero tú te empeñas en dormir y no me dejas -siento un codazo en mis costillas pero percibo como sonríe. Su corazón, está calmado y ella está tranquila, algo que hace que me relaje.

-He pasado algo de miedo pensando en que os ocurriría algo -su confesión me hace apretarla más contra mi pecho intentando mitigar de esta manera todos sus miedos, o por lo menos, intentarlo.

-Lo teníamos todo controlado. Unos cuantos hombres de Max, que no sirven para nada, y un par de hombres de Lombardi que si sabían lo que hacían. En peores guerras hemos luchado Charles y yo.

-Me dijo una cosa horrible cuando me lo encontré en el pasillo. Me confesó que fue un esclavo -chasqueo mi lengua un par de veces sin poder negar sus palabras. 

-No pienses en eso, Grace, por favor. Ambos hemos vivido y sufrido mucho, y por desgracia los recuerdos no se van, los malos. Charles sabe lidiar con ellos y te aseguro que esa chica está en buenas manos. Él mejor que nadie sabe como se siente y sé que hará todo lo posible por ayudarla. 

Grace da la callada por respuesta, entendiendo perfectamente lo que le digo. Adoro en ella ese impetuoso carácter que tiene, pero también cuando sabe ser discreta, algo que hace ahora sin querer saber más sobre Charles. 

Durante unos minutos, ninguno de los dos emite palabra alguna, hasta que una de mis manos toma su barbilla y la guio hasta tener su boca frente a mi. Grace se da la vuelta mordiéndose los labios y al fin deja que tome su boca. El fervor con el que la beso es debido a tantas horas de incertidumbre esperando el éxito de nuestra misión. Ella toma mi rostro con las palmas de sus manos, profundizando un beso que pasa a ser desesperante y salvaje en cuanto roza su lengua con la mía. Degusto su boca tomando todo lo que quiero de ella.

Una de mis  manos se encoje en su cintura, pegándola más a mi mojado cuerpo. Sus pechos están duros y cálidos al estrellarse conmigo. Mis manos descienden hasta sus nalgas, apretándola y creando una increíble fricción entre nuestros sexos. 

-Quiero devorarte entera hasta saciarme de ti- mi boca hace lo que mis palabras desean. Presiono sus labios con los míos una y otra vez, arañándola con mis dientes.

Grace es la que se separa de mi regalándome una diabólica sonrisa, porque ella lo es. Un infierno de mujer. Hecha solo para ser tomada por mi , causando estragos en mi oscura y desordenada vida. Ella se da la vuelta, sujetándose a los bordes de la bañera. Aparta el pelo de su cuello y después de inclinarse solo un poco, me regala otra de esas lujuriosas miradas.

-Debes estar cansado después de tanto esfuerzo. Hambriento -ella habla con parsimonia, mordiendo sus labios uno contra el otro- ven a por lo que es tuyo, Carlos.

Solo tengo que levantarme de mi sitio y colocarme de rodillas tras ella. Pego mi polla a su trasero, agarrando sus cachetes y hundiendo mis dedos en ella. Mi boca busca su cuello, reglándole un largo y húmedo beso, que recorre sus hombros. Mis manos se pierden en la parte delantera, una en sus turgentes pechos, otra en la  unión de sus muslos. Aprieto su pecho endureciendo su pezón, el cal pellizco hasta conseguir ese gemido vibrante. Mi boca en su cuello, rozándola con mis colmillos y deseando hundirlos en su piel.

Mi mano acaricia su cuello, subiendo mis dedos hasta su boca. Pongo mi pulgar en sus labios, instándola a abrirlos.

-Chupa, como si fuera mi polla la que está en tu boca.

Sus labios se cierran en mi dedo, siendo succionado este como si de verdad fuera mi polla la que está entre ellos. Grace, entregada y sumisa cuando el placer se apodera de ella, se presta a la tarea con verdadera dedicación. Perdido en la sensación de su lengua en mi dedo, de como lo succiona este con ardor y frenesí. Se lo saco para girar su cabeza y tomar su boca. Me como sus labios. La devoro y muerdo probando el sabor de su deliciosa sangre en mi garganta.

 Fresca. 

Adictiva.

Su corazón latiendo de forma frenética, compitiendo con su agitada respiración. Mis manos vuelven a tomar sus tetas, apretándolas, juntándolas y separándolas para mi. Las torturo unos buenos segundos hasta que mis dedos buscan su hinchada vagina, dispuesta, caliente y necesitada de mi.

-Carlos, por favor.

Acaricio su clítoris, frotando este y presionando donde sé que tanto necesita. No quiere que sea delicado, mi mujer lo quiere todo y lo quiere ahora. Agarro mi polla con la mano derecha y la llevo hasta su entrada. Es Grace quien se encarga de empujarse para acogerme profundamente en su interior.

-Lo que yo decía, quiero estar dentro de ti para siempre -beso su cuello disfrutando del sabor de su piel, ese acanelado que tanto adoro.

Su vagina aprieta mi polla en cuanto me recibe, abriéndome paso en su interior. Me sujeto a sus caderas comenzado un endiablado y frenético vaivén que ella acompaña moviéndose en sincronía conmigo. Su espalda desnuda brilla a causa del agua que se desliza por ella y por las sombras de la tenue luz de la habitación.

Sus gemidos desesperados y el golpeteo de sus caderas me lleva a penetrarla más profundo, con embestidas certeras pero intensas. Los latidos de su corazón se incrementan así como el empuje de sus muslos. La tomo de las caderas, impulsándome desesperadamente dentro de ella.

-Carlos, voy a correrme, muérdeme. 

Un rugido sale de mi garganta tras sus palabras. Ella aprieta sus piernas, haciendo que tenga que aumentar mi despiadado golpeteo sobre ella, y ahora si, ahora clavo mis colmillos en su cuello tomando su embriagadora sangre, la cual llena mi boca como si fuera el elixir de la vida. Sus gemidos se vuelven más desesperados cuando se rinde al orgasmo, poseída por el, tensando todo su cuerpo. Su paredes se contraen, apretando mi ya dolorida polla, esa que quiere derramarse en ella.

Saciado de su sangre, y después de sellar su herida con mi saliva, tiró de ella para pegarla aún más a mi, hundiéndome un par de veces más, llenándola con mi esencia y reclamándola de nuevo. Todo mi cuerpo vencido, deshecho y desmadejado. La tomo entre mis brazos besando su cuello y espalda de la forma más delicada que puedo.

Grace se da la vuelta, marcando su boca con una satisfecha sonrisa y buscando mis labios para besarme. Su mirada se ha tornado brillante, diría que hasta violenta por la forma es que incluso su rostro, muda hasta ponerse más serio. 

-Si alguna vez no vuelves a mi, yo misma iré a buscarte. El infierno no me conoce y no saben de lo que soy capaz, y nadie conseguirá separarme de tu lado. 

📆MÁS TARDE

-Debemos irnos. Tenemos que movernos a otro lugar seguro -dejo que Grace me ayude con la camisa, mientras le paso a ella uno de sus zapatos, el cual descansa de manera inexplicable encima de la cómoda.

-¿Madrid?

-Por ahora no, a estas alturas, Max ya sabrá el ataque a la mansión Lombardi -chasqueo mi lengua fastidiado por tener que abandonar Madrid, nuestro lugar seguro.

-¿Y dónde iremos?

-Al norte de Francia. Iremos allí hasta que se calme todo. Tengo a mis hombres buscando a Lombardi, aunque necesitamos que sea su hija la que nos dé información sobre su paradero. Mientras tanto, la esconderemos bien a ver lo que su padre es capaz de hacer por recuperarla. Aunque me temo, que por la forma en la que huyó, le importa bien poco lo que pueda pasarle -los brazos de Grace rodean mi cintura buscando como poner su cabeza en mi pecho. 

-Lando no le hará daño, ¿verdad? -mi pelirroja levanta su cabeza mirándome algo preocupada. Agito la mía de un lado a otro besando su frente en respuesta.

-No físicamente, por eso puedes estar tranquila. Aunque no puedes olvidar que esa mujer se encarga de cazar vampiros y de masacrarnos y sinceramente, no siento ninguna compasión por ella.

Un ligero suspiro sale de los labios de mi mujer. Ella entiende a todo lo que nos exponemos y poco a poco ha ido asimilando el mundo en el que ahora vive, ocupando el lugar que le corresponde.

-¿Porqué Max se aliaría con esos cazadores? no le veo lógica ninguna lógica -me dice ella, haciéndose la misma pregunta que me he hecho yo unas cuantas veces en estas horas. 

-Algunas personas tienen un precio. El poder y la ambición ciegan a la mayoría de ellas en su afán por alcanzarlos. Lombardi proveía a Max de chicas como alimento, pero lo que el puto neerlandés le daba a él, es algo que no sabemos -chasqueo mi lengua con desagrado, pues, por más que lo pienso no logro averiguar lo que el rubio se traía entre manos con el puto italiano.

-Nat no aparece, ¿verdad? -el tono de voz de Grace es ahora más desolado. Por más que buscamos a su amiga, ésta no apareció, ni si quiera entre los muertos.

-Mis hombres no dan con ella, así que me temo que o bien Max o Lombardi se la llevaron, y me inclinaría más por la primera opción -puedo sentir los latidos de su corazón golpetear en mi pecho y como ella acaba rindiéndose a la evidencia. Hace tiempo que perdió a su amiga y no la va a recuperar. 

-Iré a ver si la chica que está con Charles necesita algo -me dice separándose de mi cintura, ofreciéndome una calmada sonrisa que más bien es para ella que para mi.

No aparto mi mirada de ella hasta que sale de la habitación, justo a tiempo de que mi móvil reciba un nuevo mensaje. Voy hacia la cómoda donde se encuentra chasqueando mi lengua al ver que se trata de Georg, uno de mis hombres más fieros y perteneciente a la orden inglesa. Brevemente me cuenta que han peinado la zona y que no hay rastro de Lionel, pero, que se han hecho con una de los hombres de Max e intentaran sonsacarle algo.

Ahora más que nunca necesitamos que la joven Lombardi nos diga el paradero de su padre, pues me temo que los negocios con Max seguirán, en otra ubicación.

Salgo del dormitorio después de dejarlo todo preparado para irnos. Le envío a Charles y Lando un mensaje pidiéndoles que se preparen ya para abandonar la mansión. Aunque esta vivienda está bastante alejada, no me fio de seguir aquí por más tiempo.

Atravieso el pasillo, bajando las escaleras, agudizando mi oído al escuchar los cansados pasos del de pelo rizado en el vestíbulo. Su rostro, hastiado y algo asqueado es algo que no me sorprende, pues de todos nosotros es el que más se ha visto expuesto.

-Esa puta no quiere decirme nada -es lo primero que me dice él en cuanto estamos frente a frente.

-No contaba con eso, pero, si es algo que necesitamos, y rápido. Cuanto más tiempo transcurra, más kilómetros hay entre Lombardi y nosotros. 

-Grace debería escanearla antes de que nos vayamos. No me fio de que tenga algún puto rastreador en su cuerpo y nos llevemos una sorpresa desagradable -veo tanta determinación en Lando que no puedo evitar esbozar una orgullosa sonrisa al ver como ha tomado las riendas de la situación con la cazadora. 

Lando se mantiene en silencio, desviando su mirada hacia las escaleras, las cuales está bajando Charles, llevando de la mano a la chica que ha rescatado. La muchacha, parece otra después de haberse aseado y puesto ropa limpia. Aunque no es capaz de mirarnos ni a Lando ni a mi a los ojos, aferrándose a la mano de Charles mientras camina.

-Estamos listos -nos dice Charles manteniendo a la chica detrás de él. Asiento con mi mirada, centrándome en Lando quien parece mirar algo impresionado a la muchacha que acompaña a Leclerc. 

-Voy a buscar a Grace -no termino de hablar cuando mi mujer aparece bajando los escalones, llevando en su mano uno de sus bolsos de viaje. Sus ojos se demoran en mi no queriendo apartar su mirada hasta que baja el último escalón.

-Ya he terminado. Cuando quieras nos vamos -Grace se coloca a mi lado, quitándole la bolsa de su hombro para ser yo quien la lleve.

-Necesito que hagas algo antes de irnos -le pide Lando haciéndole un gesto con la mano para que le acompañe.

-De acuerdo. No tardo -mi pelirroja se inclina hasta besar mi mejilla, dándome un pequeño abrazo antes de irse.

Desvío mi mirada de ella a Charles, quien mantiene a la chica aún detrás de su espalda como si quisiera esconderla de todos nosotros.

-Grace me mira con pena -no me sorprende que Charles me esté hablando en griego, pues sé que de ésta manera la chica que está a su lado, no se asustará.

-Está preocupada. Y si, se siente apenada por ti y por todo lo que has sufrido.

-No sabe nada, ¿verdad? -niego con mi cabeza un par de veces, mostrándose él algo aliviado al hacerlo- mejor, aún no estoy preparado para que nadie sepa que fui un desgraciado al que una puta reina vampira casi mata.

-Y sin el casi, Charles. 

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