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18. El beso de la cazadora

"Cuando la noche venga a mi, estaré esperando ese beso cruel, ese que me deshace y me toma, que me hace pertenecerte"

📆VIERNES POR LA NOCHE

Lando apuró su copa mostrándose desinteresado por todo lo que ocurría a su alrededor. El lugar estaba muy concurrido a estas horas de la noche, debido al comienzo del fin de semana. La mayoría de ellos eran gente de su edad, quienes llevaban un buen rato disfrutando de las primeras horas del inminente fin de semana. En ésta zona de Italia, los lugares de ocio proliferaban más que en otras zonas, siendo la variedad y calidad de estos, los que atraían a los clientes. 

-¿Lando? -la voz de Carlos le vino fuerte y clara a través del dispositivo que Grace le había colocado. Lo habían probado durante todo el día y éste se había mostrado muy eficiente en su cometido- la chica está entrando en el bar. Atento.

Intentó no desviar su mirada Lando de su copa, pero, agudizando su oído al escuchar que, efectivamente, Cinthia Lombardi entraba en el bar. No le pasó desapercibido su paso firme y rotundo, y por un momento, desvío su vista para comenzar ese descarado coqueteo que tendría que llevarlo a las mismísimas puertas de la Mansión Lombardi.

-Comenzamos el juego, chicos. Todos listos -les dijo Lando a Charles, Carlos y Grace, quienes seguían todos sus movimientos desde una villa cercana a la posición de su amigo, quien, apartó los nervios a un lado para poder desarrollar mejor su papel.

Oteó Lando a su alrededor, mordiendo sus labios de forma seductora mientras movía lentamente sus caderas al ritmo de la música. Con mucha calma, ladeó su cabeza hasta fijarse en Cinthia, una muchacha rubia de complexión menuda, cuyo cuerpo escondía una verdadera arma de matar vampiros. 

Una cazadora. 

La heredera de su padre. 

Fue ella la que se fijó en Lando. En ese pelo rizado que caía graciosamente por su frente. En sus impresionantes ojos claros y en un cuerpo de infarto que movía, siendo consciente de que todas las miradas estaban en él. Algo que no parecía importarle, pues, rechazaba los avances de algunas de las chicas que se acercaban a él, con toda clase de deshonestas proposiciones. 

Solo tuvo que esperar Lando unos minutos cuando sintió la presencia de Cinthia a su lado. Esbozó una sonrisa pues la chica había sido más evidente de lo que pensaba. Sintió el latir de ella corazón muy alterado y como su respiración estaba aún más agitada. 

-¿Te importa que me siente aquí? allí hay un tío que me está agobiando un poco -ladeó su cabeza Lando para prestarle atención. A pesar de que llevaba tiempo siguiéndola y creía saberlo todo de ella, la chica lo confundía. Rubia. De ojos claros como su bisabuela y una fina piel surcada de algunas pecas. Su cuerpo era grácil, debido a las clases de ballet que tomaba. Aunque los músculos de sus brazos y piernas eran algo que no podía esconder.

-Claro, sin problema, ¿necesitas que le diga algo? mira que soy cinturón negro de kárate -la respuesta de Lando la hizo reír. Una forzada carcajada que él siguió pues la fase de coqueteo, acababa de empezar. Pensaba en el éxito de su plan, de eso no había duda. Pero, si por casualidad, Cinthia aún no se había percatado de quien era, y simplemente quería un encuentro fugaz, pensaba disfrutarlo y después pensaría que hacer con ella.

-Oh, no creo que haga falta, pero, por si acaso no me voy a apartar de tu lado, ¿te importa?

-¡Para nada! Que una chica guapa desee mi compañía es para invitarla a una copa.

-Oh, por favor, Lando, te falta comerle ya la boca -le dijo Charles al otro lado del dispositivo, pendiente de cada una de las palabras de Lando. 

El de pelo rizado ensanchó su sonrisa siendo bastante agradable Cinthia al recibirla. A esa primera copa, vinieron unas cuantas más, generándose entre ellos una "supuesta confianza". Hablaron de nimiedades y las bromas algo más subidas de tono subieron entre ellos. Empezaron a tocarse. A darse pequeños besos, hasta que la propia Cinthia lo arrastró a uno de los baños prometiéndole que le iba a hacer pasar un buen rato.

Los labios de Lando estaban en su cuello cuando ambos entraron en uno de los cubículos. El deseo y la excitación entre ellos era más que evidente, y por un momento, la propia Cinthia olvidó sus convicciones, deshecha entre los brazos de Lando. Sus besos y caricias le estaban nublando su razón.

-Oh, joder, nena, me tienes a cien -le decía Lando intentando provocarla aún más.

-Disfruta Lando, porque será la última vez que beses a una humana.

Sintió el de pelo rizado un pinchazo en su nuca. Al momento, la vista se le tornó borrosa y sintió como las piernas se le debilitaban hasta caer sentado en el wáter, sintiendo como una poderosa droga entraba en su organismo. 

Verbena. La planta que aturde a los vampiros.

Cinthia acarició los rizos de Lando, incluso mostrando una amarga mueca al hacerlo.

-Lástima, estoy segura de que hubiera sido un polvo de la hostia.

📆MÁS TARDE

Aún estaba aturdido Lando escuchando voces en la lejanía. Intentó enfocar su vista, encontrándose con la sorpresa de que estaba solo. Intentó moverse y percibió que sus manos estaban atadas y él sentado en una silla, con un terrible dolor de cuello.

-Lando, ¿estás ahí? llevamos más de tres horas sin un reporte y aunque sabemos que estás en la mansión Lombardi, queremos saber si estás bien -la voz de Grace le vino alta y clara a través del dispositivo que estaba tras su oreja. Carraspeó un par de veces antes de contestar, moviendo su dolorido cuello en el proceso.

-La verbena me pica la garganta. Esa perra me la inyectó en el baño del bar y al parecer, me han dejado en el sótano. No puedo escuchar nada a mi alrededor. Deben haber insonorizado la habitación, aunque puedo percibir algo de movimiento, lejano, pero puedo escucharlo -les contestó Lando para tranquilidad tanto de Grace como de los dos hombres.

-Estamos fuera, listos y preparados -le dijo Carlos recordándole el plan que tan meticulosamente habían trazado- cuando des la señal entramos.

-Grace, ¿tienes visibilidad? -le preguntó Lando a la pelirroja, quien llevaba toda la parte tecnológica de la misión, desde una de las casas ocultas que ellos disponían en esa zona de Italia.

-Desde que te llevaron a la mansión, me han llegado todos los datos. He trazado un mapa por cada paso que dabas, con un alcance de casi cien metros a tu alrededor. Es más de lo que pensaba -le respondió ella con orgullo, pues sus nanobots estaban funcionando mejor de lo que esperaba.

-Viene alguien. Silencio -Lando les pidió que cortaran las comunicaciones, cuando percibió detrás de su puerta dos presencias. 

Una de ellas era de un hombre algo más mayor, con un intenso aroma a habano, y la otra era la de la chica, Cinthia, la bisnieta de su amada Fiorella. Pronto la puerta se abrió dando paso a las dos personas, encontrándose con la mirada arrogante y satisfecha de la chica y otra más asqueada por parte del hombre mayor.

-Que buen espécimen, hija, esta vez te has superado -el hombre le dio una palmada en el hombro a la chica, revelando así su condición, el hijo de Fiorella y además, una de las cabezas visibles de la familia.

-Gracias, padre. No me costó ningún trabajo traerlo aquí, ¿Qué haremos con él? -Cinthia no se atrevió a mirar a Lando. Sabía de la sugestión por parte de los vampiros y temía caer en ella, pues el chico la atraía. Al principio se había acercado a él, precisamente porque le gustó nada más verlo, de ahí su desilusión cuando descubrió que era un vampiro.

-Irá al área médica. Sé de un par de personas que les vendrá de maravilla para sus experimentos -Cinthia intentó esconder una mueca de horror tras las palabras de su padre. Sabía lo que hacían en otra de las mansiones de la orden, algo que no compartía pero, de lo que no se podía quejar.

-Padre, este vampiro sería un buen esclavo, no creo que...

-¡No me cuestiones, Cinthia! interrógalo por si hay algo que merezca la pena de él y después prepáralo para el traslado. Es una orden -el tono autoritario de su padre, la hizo agachar la cabeza y callar. Apretó sus puños a ambos lados de sus caderas y no fue hasta que su progenitor abandonó la pequeña celda, que ella pudo mostrar toda la rabia que sentía.

Lando permanecía impasible delante de ella. Tenía que disimular todo lo que podía lo mucho que le desagradaba la chica, aunque, sentía su corazón latir excesivamente deprisa y las emociones mezcladas como un puto torbellino.

Sintió como se acercaba a él con cautela. Emanaba un olor a furia mezclado con una tenue fragancia de limón. Dejó que se confiara, pues, ella sería su llave para poner en marcha su plan. 

-Es una pena que seas un vampiro. Tanta maldad desperdiciada -lo agarró Cinthia de los rizos que había en la parte de atrás de su nuca, para que Lando pudiera levantar su cabeza y mirarla, sumiso a ella- sé quien eres. Mi yaya me lo contó todo antes de morir. Y a pesar de todo el amor que te tenía, sigues siendo un puto vampiro que eligió serlo antes que a ella.

Las palabras de Cinthia no le importaron lo más mínimo. A Fiorella si le había contado la verdad, y siempre contó con su discreción. Lo que pretendía ahora su bisnieta, era provocarlo, algo que no iba a conseguir.

-Dime donde está el resto de tu familia, y dejaré a algunos vivir. Seré clemente contigo y puede que te convierta en mi mascota, en honor a mi abuela -le dijo ella, consiguiendo con sus palabras que Lando esbozara una arrogante sonrisa.

-Te equivocas. Tú serás mi mascota. Mi esclava. Siempre dispuesta y a mi servicio. Comerás cuando yo lo diga. Tú y tu coño estarán siempre dispuestos para mi y rogarás tanto porque te folle, que desearás no haber entrado nunca en ese puto bar.

Las palabras de Lando causaron sorpresa en ella, más cuando él, se deshizo de las cuerdas que lo amarraban y la agarró del cuello para devorar su boca de una forma salvaje y rotunda. Los labios de Lando se movían contra los de Cinthia tomando todo de ella, siendo inmovilizada por los brazos del vampiro. Estaba a su merced. No podía ni quería moverse, esclava de su boca. De su arrebatadora y lujuriosa boca que solo quería besar una y otra vez. Tan adictiva como peligrosa.

Como era Lando. 

Ambos se besaban con desesperación, uniendo sus bocas una y otra vez, sin dejar pasar un resquicio de aire entre ellos. Sintió ella un pequeño pinchazo en sus labios y como su sangre era succionada de estos. No podía resistirse pues pronto sintió un sopor que se apoderaba de su cuerpo y como su mente se nublaba. Dejó Lando de beber la sangre de sus labios, sabiéndose controlador de la voluntad de la chica. Se levantó de la silla, mostrándole las rotas ligaduras que ella misma se había encargado de anudar, con una expresión de sorpresa en su rostro.

-Y ahora, mascota, vamos a salir de aquí, pero, por esos pasadizos ocultos por donde te escapas de tu padre para ir a bailar, y me vas a llevar hacia una de las puertas que dan al bosque -enlazó Lando su brazo con el de la chica, tirando de ella hasta aprisionarla con su cuerpo. La excitación en ella era tan evidente, que el de pelo rizado sabía perfectamente que no se negaría a nada de lo que le pidiera.

-Mi padre te matará -fue lo único que ella se atrevió a decir intentando encontrar un momento de lucidez en toda esta nebulosa de su cabeza.

-Deberías ir aprendiendo una cosita, mascota, a Lando Norris no hay ni dios que lo mate.

🕰 MINUTOS DESPUÉS

Todo fue un caos cuando entraron. A Carlos y Charles le acompañaban sus leales hombres, y algunos miembros de otras familias con las que tenían tratos, sedientos de venganza contra los cazadores, aquellos que habían eliminado a algún miembro de la suya y que ahora recibirían el mismo castigo.

Sangre. Fuego. Muros derrumbados. Cuerpos en el suelo. 

El Mork volvió de entre las sombras para reclamar sangre como pago de los pecados. La lucha fue encarnizada, y esta vez él dejó supervivientes, para que les recordaran a los demás que siempre lucharían. El patriarca de los Lombardi fue el primero en huir, dejando a su hija a merced del oscuro. No le importó el destino que ella sufriera a manos de los vampiros, él solo quería buscar un lugar seguro desde donde reunir a sus leales y urdir su próximo plan.

-Carlos. Dime que estás bien -la ahogada voz de Grace le llegaba a su pareja alta y clara a través del auricular que portaba en su oreja.

-Lo estoy. Salimos por la bodega. El techo se está derrumbando y es lo único que queda en pie -le respondió él mientras aceleraba sus pasos detrás de Lando y de la chica.

-Al final de ese pasillo, tuerce a la derecha y ahí encontrarás una puerta. Ábrela, baja las escaleras y estaréis en el exterior -le guio ella pues en la pantalla de su ordenador, tenía el mapa completo de la edificación.

Carlos fue el que se puso a la delantera, para que sus dos hermanos de sangre lo siguieran. Chasqueó su lengua al ver como Lando tiraba de la chica, la cual intentaba zafarse de su agarre.

-Deberías dejarla aquí. Que muera aplastada -le sugirió Carlos echándole un desagradable vistazo a la chica.

-No. Me la voy a quedar. Es mía -la rotundidad de las palabras de Lando le hizo a Carlos agitar su cabeza de un lado a otro, pero, no le mostró oposición.

Charles los seguía en silencio. Llevaba unos minutos teniendo una sensación. Una difícil de explicar pero que no le dejaba pensar con claridad. Fue al pasar junto a una de las puertas, cuando un intenso aroma a vainilla penetró en sus fosas nasales deteniendo sus pasos. Cerró sus ojos concentrado en el olor, teniendo que chasquear su lengua al darse cuenta de que provenía de una presencia que estaba tras esa puerta.

-¡Charles, joder! ¡No te detengas! -le gritó Carlos al girarse para comprobar si los demás lo seguían.

-¡Ahora os alcanzo! -les gritó él con sus dedos rozando el pomo de esa puerta.

-Jodido, Charles -le reclamó de nuevo Carlos cada vez más enfadado.

Charles ignoró sus protestas y abrió esa puerta. Tras ella, el olor a vainilla era aún más intenso, llegando incluso a marearlo. La estancia no era muy grande, pero si oscura, no lo suficiente para sus ojos que pronto otearon la habitación buscando ese aroma.

Enfrente suya, en una celda con gruesos barrotes, alguien atado con largas cadenas a la pared, respiraba de forma entrecortada. Era una mujer, por lo que pudo vislumbrar. Largo cabello que una vez imaginó que sería sedoso, y un cuerpo semidesnudo que se agitaba nervioso. Movió su cabeza la mujer, una muchacha por lo que pudo ver en sus facciones, clavando ella su verdosa mirada en Charles, una triste y ojerosa, consciente de su destino.

Conforme él se acercaba, pudo ver a través de esos barrotes, como su desnuda piel, estaba plagada de marcas de dientes, así como de hematomas de todas las tonalidades. Sangre seca en su pelo y en el resto de su cuerpo, alguna goteando de sus muñecas a causa de las cadenas.

La chica lo miró durante unos buenos segundos, sin quedar impresionada por lo que veía. A Charles se le erizaron los vellos de la nuca a causa de esa mirada, una que parecía querer traspasarle, más allá de él y de todo lo que era.

Hasta que ella se atrevió a hablar, con una petición que él no esperaba. 

-Mátame, por favor. 


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