1. Nastya
" En la oscuridad eterna, danzan dos almas, amantes etéreos, vampiros de amor, sedientos de pasión, en un abrazo eterno y misterioso"
📆Madrid
📍En la actualidad...
No era una noche como otra cualquiera. Se notaba en el ambiente. Olía a sudor, a alcohol, a sexo... Esta era la mejor sala de fiestas de la ciudad. Aquí era donde la élite de Madrid se daba cita para dejarse ver o simplemente para dar rienda suelta a sus deseos más ocultos.
El Club Nastya era un sitio de lujo a la par que discreto. Se notaba en su decoración, cuidada hasta el más mínimo detalle, en sus impecables empleados y en su selecta clientela. Un par de años llevaba abierto y era el club de más éxito de la ciudad.
Su dueño miraba toda la sala desde su rincón privilegiado. Cada noche era igual. La gente acudía a su club para vivir nuevas experiencias y olvidarse por un momento de quien era o lo que era. Todos eran tan previsibles. Tan mundanos. Pero esto le daba dinero, y mucho.
¿Qué si estaba orgulloso de lo que hacía? Hacía mucho tiempo que la ética y la moral no formaban parte de su vida. Porque al final lo que había allí abajo, la gente, sólo eran un medio para alcanzar un fin.
Sintió una presencia a su lado y no tuvo ni que girarse para ver como su mejor amigo y su jefe de seguridad se colocaba a su lado. El castaño llevaba una copa en su mano la cual se bebió de un trago mientras una solícita camarera lo esperaba bandeja en mano para recogerla. La rubia se mordió los labios de manera seductora y sacó los pechos antes de irse sin dejar de mirarlo.
- No te folles a mis camareras -le dijo el moreno sin dejar de mirar la pista de baile. Estaba tan hastiado de todo esto. De que todas las noches fueran tan iguales, y tan previsibles.
- No son mi tipo. Demasiado artificiales -le contestó el otro desganado- mucha gente hoy ¿no?
- Es sábado. El Madrid le ha ganado al Barcelona y la gente ha salido a celebrar -le recordó emitiendo un suspiro con el que reflejaba la molestia que todo esto le causaba.
- ¿Tenemos algún jugador en los reservados? -le preguntó el castaño mirando, precisamente, al lugar donde se encontraban esos sitios privilegiados.
- Un par. Pero no son problema. Están bien atendidos. ¿Y Lando?
- El niño está en la barra, quejándose como siempre.
El moreno de pelo oscuro desvío su mirada hacia la barra donde el castaño de rizos servía copas. Su puesto era el que estaba más lleno, sobre todo de chicas. Las mujeres hacían cola para que el muchacho les sirviera y de paso intentar llevárselo a la cama esa noche.
Llevó su mano al transmisor de su oreja y conectó con el rubio el cual hizo el mismo gesto.
- ¿Qué quieres, Carlos? -le preguntó Lando mientras una morena le ponía las tetas en el mostrador mirándolo de manera seductora.
- Que no te quejes, eso es lo que quiero -le ordenó con un gruñido.
- Charles y tú estáis arriba tocándoos los huevos mientras yo me mancho las manos aguantando a tanta desesperada. Perdona que me queje ¿vale? -le contestó de mala gana evidenciando de esta manera lo poco que le gustaba estar detrás de esa barra.
- Sabes cual es tu cometido, Lando. Esta noche están los británicos en el reservado y tenemos que tenerlo todo controlado. Arriba, nosotros y tú abajo. Confío en ti, niño. No me falles -le pidió una vez.
- Nunca lo he hecho, no lo voy a hacer ahora. Aunque si ves que me tomo un descanso para comer...no me lo eches luego en cara -le advirtió soltando una carcajada a la par que sus palabras.
- Mientras no sea con esa morena. Huele a cocaína desde aquí.
- Lo sé -forzó Lando una mueca mirando a la morena a la que pronto le sirvió esa copa para que dejar de acosarlo con la mirada.
- No bajes la guardia, Lando. Nunca se sabe por donde saldrán estos putos ingleses -le volvió a advertir Carlos al más joven de ellos como otro recordatorio más de lo que les rodeaba.
- De acuerdo.
Carlos cortó el intercomunicador y posó su vista justo enfrente, en el reservado que sus homónimos ingleses llevaban ocupando desde hacía un buen rato. Aunque su jefe no era de los suyos. Era un neerlandés venido a menos que se había ganado el puesto matando a todo el que estaba más arriba de él.
- Me voy al despacho. Vigilaré las cámaras -Charles le dio una palmada a su amigo en el hombro dándose la vuelta para irse.
- Espero que esta noche no nos den problemas. Odio cuando tengo que contenerme con ese idiota holandés o como coño se llame -suspiró con fastidio acomodando las mangas de su impecable chaqueta.
- Yo también lo espero. Vamos hablando.
- Los ojos abiertos, Marco -volvió a pedirle Carlos antes de que Charles se alejara.
- Marco -el castaño se atusó su flequillo, riéndose a continuación- sólo me llamas así cuando la cosa se pone seria.
- Anda, tira.
Carlos se despidió de su amigo con una leve sonrisa. Sólo Lando y él le hacían sonreír. A medida que pasaban los años y uno llevaba tantas vivencias en el cuerpo, se le quitaban hasta las ganas de hacerlo. Miró al niño, el cual era todo amabilidad con su amplia clientela femenina.
Le hizo un gesto Lando desde abajo a Carlos para que supiera que lo tenía todo controlado. Hasta a él le había sorprendido la facilidad conque se adaptó a ellos y a su vida. Era como si hubiera estado esperándolos durante años. Ni echaba de menos ser un miembro de la alta burguesía italiana, ni se arrepentía de su decisión. Estar con Charles y con Carlos era lo mejor que le podía haber pasado en la vida. Ser parte de algo. Sentirse útil y valorado era mucho más de lo que su familia, los Norrisi podían haberle dado alguna vez.
Carlos iba a girarse para subir a la cúpula, un lugar privilegiado donde vigilarlo todo, cuando sus piernas se negaron a moverse. A sus fosas nasales llegó un intenso olor a canela, miel y azúcar. Se le hizo la boca agua. Le recordaba al Baclava, el pastel griego que hacía su madre. Sus ojos se inyectaron en sangre y todo su cuerpo tembló reaccionando al olor. Escaneó la sala con rapidez, hasta que los fijó en el portador de ese olor, o más bien en la portadora.
Se agarró a la barandilla con excesiva fuerza sin darse cuenta de que la estaba doblando. Allí, delante de él había una preciosa pelirroja de pelo de fuego que miraba alrededor con los ojos muy abiertos. Desde aquí pudo ver que su verdosa mirada y unos labios tan jugosos y carnosos que deseó perderse en ellos. Llevaba un vestido verde que se ajustaba perfectamente a su figura, luciendo en ella lucía jodidamente increíble. Su polla reaccionó poniéndose dura al instante de una forma tan dolorosa, que no pudo evitar que un tosco gruñido saliera de su boca.
Nunca un olor, una mirada, había conseguido ponerle como estaba. Deseo, lujuria, lascivia, las ansías de tomar a esa mujer y hundirse entre esas piernas hasta estar saciado de ella. Aunque mucho se temía que no podría hacerlo. Las ganas de estar con la pelirroja le estaban matando. Ese olor se había colado debajo de su piel y lo tenía enloquecido, y cuando ella fijó su mirada en él, con una abrumadora rotundidad, fue cuando comprendió que estaba perdido.
Tuvo que apartar las manos de la barandilla porque no estaba controlando su fuerza y temía romper algo con el mero roce de sus dedos. Siguió mirándola fijamente. Siguió perdido en esa mirada pero un movimiento en una de las zonas VIPS le hizo romper el contacto, muy a su pesar.
Abajo, la pelirroja sintió un repentino vaivén y como parecía que todo le daba vueltas. Su vista seguía fija en los ojos más oscuros que había visto en su vida. Estaba hipnotizada con esa mirada. Y con ese hombre. Tragó saliva al ver a la figura imponente que todo lo vigilaba desde su posición en las alturas. Era alto, de pelo moreno. El traje negro de impecable corte le sentaba como un guante, y eso le hacía aún más excitante. Sintió un ramalazo de deseo en todo su cuerpo y tuvo que parpadear dos veces para asegurarse de que él y lo que sentía era real.
- ¡Grace! ¡Grace!
La llamada de su amiga Nat la sacó del aturdimiento de esa mirada. Se giró para buscarla y la vio venir hacia ella mientras le cogía la mano.
- Ven, vamos arriba. Nos han invitado a un reservado -le dijo ella tirando de la pelirroja fuera de la pista de baile.
- ¿Quién? -le preguntó ella con desconfianza.
- Unos chicos. Venga vamos, será divertido. Tíos buenos y bebida gratis.
Grace siguió a regañadientes a la rubia más por vigilar que no hiciera alguna locura que por otra cosa. Desvió su mirada de nuevo a las alturas, pero él ya no estaba allí. Sintió una punzada de decepción en su pecho suspirando con fuerza a continuación.
Nat la hizo subir unas escaleras que las llevaba a la segunda planta de los reservados. Un enorme y orondo guarda de seguridad las miró de arriba a abajo, pero un gesto de los ocupantes del reservado le hizo abrir el cordón de seguridad y dejarlas pasar. Lo que se encontró dentro la estremeció de los pies a la cabeza. Chicas con vestidos último modelo que se paseaban por la sala exhibiéndose ante los hombres apostados en cada rincón, y alcohol, mucho alcohol. Nada más entrar, un camarero puso una copa en cada mano de las chicas. Grace miró la suya y decidió no beberla. ¿Cuántas veces le habían dicho que no aceptara nada de desconocidos?
- Bebe, Grace. Sólo es un coctel, y está rico -Nat se bebió la suya de golpe y la insto a ella a hacer lo mismo.
La pelirroja cogió aire con fuerza y la probó. Sabía cereza y a algo con alcohol. Y si, estaba buena. Se bebió un buen trago y sintió como le subían los colores de sus mejillas. Nat la cogió de la mano y avanzaron dentro de la sala. Esto no le gustaba. Este no era su ambiente, ni mucho menos. Pero cuando a su amiga se le metía algo en la cabeza...
Un hombre más grande que un armario empotrado se acercó a ellas. Había recibido instrucciones precisas sobre las dos nuevas chicas que acababan de llegar.
- Al señor Verstappen le gustaría invitarlas a una copa, sin son tan amables -les dijo él señalando un par de sofás que había al fondo de la sala.
- Será un placer -respondió Nat cogiendo a su amiga de la mano, la cual la retuvo antes de ir a donde les indicaban.
- ¡Espera, Nat! No conocemos a ese tío. Vayámonos -le pidió ella con cierto desaliento en su tono de voz.
- Joder, Grace. Eres una aburrida, tanto ordenador te tiene sorbido el cerebro. Max Verstappen es uno de los solteros más ricos de Europa, y nos quiere invitar a nosotras, ¡a ti y a mi! Si tú no quieres ir, yo si. No pienso desperdiciar la oportunidad de mi vida porque seas una remilgada.
Nat se soltó de su mano y se contoneó hacia la esquina de la sala donde un joven castaño la miraba como si fuera un nuevo trozo de carne. Grace cogió aire con fuerza y no tuvo más remedio que seguirla. ¿De cuantos líos la había salvado ya?
Grace caminó y sonrió al tal Max y a otro hombre que había cerca de él, el cual la miraba con sumo interés. Esas miradas no le gustaban nada, y aunque estuvieran en una sala llena de gente, era como si estuvieran solas y desprotegidas. Nat no perdió el tiempo y se sentó al lado del otro tío mientras la pelirroja permanecía en pie.
- ¿Grace, verdad? -le dijo el muchacho rubio con un ligero acento belga. Ella asintió mirándolo sin disimulo. Era algo atractivo, si te gustaban los hombres con cierto aire chulesco y que te miraban como si fueras un puto trofeo- soy Max Verstappen, ¿te sientas con nosotros?
Él le hizo un gesto con la mano y ella no tuvo más remedio que claudicar. Cuanto antes hicieran el paripé con él, antes se irían. Grace se sentó y al momento le dieron otra copa.
- Brindemos -dijo él alzando el vidrio dorado, chocándola con las chicas- por las mujeres bonitas que hay en Madrid.
- Y por los hombres que vienen a vernos -añadió Nat con una seductora sonrisa.
Su amiga y Max bebieron mientras él no apartaba sus ojos de ella. Grace le dio una leve sonrisa y probó su bebida. Esta sabía diferente, algo más dulce, recordándole a una infusión. Durante los próximos minutos Nat acaparó la conversación hasta que el otro muchacho que había permanecido de pie, observándolas, se sentó al lado de su amiga.
- ¿Tienes novio, Grace? -la pelirroja sintió el aliento del rubio en sus mejillas. Se dio la vuelta para contestarle y sintió un ligero mareo que achacó a la bebida.
- ¿Eres muy directo, no crees? -le respondió ella mirándolo a los ojos. Eran de un color claro, o eso creía, pues segundos después, adquirieron un color oscuro algo sombrío.
- Cuando veo algo que me gusta no me ando con rodeos, y tú me gustas, Grace -le admitió él rozando con la yema de sus dedos su barbilla. Un ligero y desagradable escalofrío, recorrió su cuerpo al sentir esa molesta caricia.
La pelirroja esbozó una ligera sonrisa y alzó su cabeza para mirar a su amiga la cual estaba sentada en las rodillas del otro chico besándolo con avidez. Algo que no le extrañó, a diferencia de ella, cuando Nat veía a alguien que le gustaba, no se lo pensaba e iba a por él sin importarle después las consecuencias.
Los dedos del chico tiraron de ella instándola a mirarlo. Grace sintió un sofoco muy grande en su pecho y como la habitación empezaba a darle vueltas. Las luces eran cada vez más tenues y sentía sus sienes palpitar. Max fijo sus ojos en ella. La pelirroja sintió un vuelco en el estómago. Esos ojos, esos putos ojos la miraban tan fijamente que parecía querer atravesarla.
-Tú y yo lo vamos a pasar muy bien, Grace, te lo prometo. Y no sólo ahora.
Su voz era suave y aterciopelada. Grace sintió como le abandonaban las fuerzas y como se dejaba llevar. Max la recostó en el sofá. Sintió sus labios en su cuello. Un leve roce que hizo que su corazón latiera más deprisa. Sintió sudores fríos por todo su cuerpo. Un miedo que la atravesó, pero ante el que no podía luchar pues las fuerzas la habían abandonado.
-No -susurró ella una negación un par de veces, siendo esta ignorada por el rubio, cuyos dientes rozaron su cuello mientras un par de lágrimas rodaban por las mejillas de Grace. Cada vez lo tenia más cerca, más encima suya. Y no podía hacer nada.
Cerró los ojos rindiéndose, pues las fuerzas ya la habían abandonado, cuando de pronto un leve estremecimiento recorrió todo su cuerpo. Ya no tenia a Max encima. Ya no tenía sus labios en su cuello. Escuchó voces de hombres. Cristales y vidrios rotos. Lo que parecía una pelea. Intentó incorporarse en el sofá pero no pudo. Sintió una arcada en el estómago y unas enormes ganas de vomitar. Quiso ponerse en pie y escapar de las luces y sonidos que la molestaban, pero todo le daba vueltas y la impotencia de no poder moverse la hizo llorar.
Unos segundos después, sintió unos brazos que la alzaban del sofá con sumo cuidado. Grace apenas podía mantener los ojos abiertos y no era capaz de emitir palabra alguna. Jamás en la vida se había sentido así. Con enorme esfuerzo abrió sus ojos encontrándose con unos oscuros que la miraban como si fuera un valioso objeto. Sintió un leve aroma a lluvia y sonrío. A ella le encantaba la lluvia.
- Tranquila, conmigo estarás bien -le dijo él con la voz más calmada que había escuchado en toda su vida.
- ¿Estoy a salvo? -le dijo ella apenas en un balbuceo.
- No lo sé. Tendrás que averiguarlo tú misma.
Grace lo miró mientras él esbozaba una ligera sonrisa que a ella le pareció maravillosa.
Y eso fue lo último que vio antes de desmayarse.
✅ Nastya: Resurrección
*** Capitulo dedicado a SGderek. Una increíble persona que esta aplicación me ha dado la oportunidad de conocer y un gran apoyo como amigo.
Gracias por todo. ***
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