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Capítulo seis: Cuatro cruces, una incógnita

Estábamos en la mansión de Max, que tenía cien habitaciones. Trajimos a Donna a una de las habitaciones más lejanas para que los empleados de la familia o el padre del rubio no nos interrumpiera.

Ella estaba acostada sobre una cama con un acolchado de seda color dorado, al igual que su cabello. La habitacion es de color bordó con algunos diseños dibujados de color dorado, dandole más vida al lugar.

Max fue a buscar algo que supuestamente haría que Donna despertara al instante y esperaba que fuera así. Ella estaba así por mi culpa, si le hubiera hecho caso, nada de esto estaría pasando.

—¿Y Alice? —preguntó el peli marrón.

Miré a mis alrededores y no la vi, ni siquiera me di cuenta cuando se fue.

—Creo que se fue con Max.

—Oye, sé que estás asustada por todo, pero Donna es fuerte, estará bien —apoyó su mano en mi hombro, en modo de consolación.

—¿Fuerte? Recibió un golpe muy duro, no sé cómo no le sangra la cabeza.

—Donna es más fuerte de lo que crees, Beth —-me senté al lado de la rubia y la observé durante unos segundos.

Parecía fuerte, pero también frágil. Parecía que algo la perturbaba, pero a la vez no. Sentía que podría estar ocultando algo y quería saber que era.

—Ella dijo que yo la ayudé en el pasado, ¿Qué fue lo que hice?

—Creo que debería contártelo ella —habló con un poco de timidez.

—Por favor, Erix, necesito recordar —suspiró y se sentó en la esquina de la cama.

—Cuando llegaste al pueblo, Donna estaba pasando por una etapa difícil, ella se encariñó contigo, pero tú siempre fuiste distante, hasta que un día Donna llegó a tu casa con algunos moretones en el rostro, luego supimos que su padre la maltrataba porque su madre había muerto para salvar a Donna. Fue entonces que se quedó un tiempo a dormir en tu casa y todo entre ustedes creció, dejaste de ser tan distante y con el tiempo empezaste a quererla —relató.

Efectivamente Donna era una chica fuerte y valiente, soportar a un padre que la maltrataba por algo que estaba fuera de su control requería de paciencia y mucha valentía.

—Déjame a solas, por favor —él asintió y se levantó.

Lentamente se fue caminando hasta la puerta y al irse su mano tomó el picaporte de la puerta y la cerró.

Se veía tan frágil, tan indefensa, pero a la vez podía ver en ella que era una chica con mucho carácter y fortaleza. Sabía que era difícil admitir que era de la comunidad LGTBQ+, debido a la homofobia que existe, pero no entendía como nadie se interesó en ella. Era muy tierna y siempre quería hacer sentir a todos bien.

No merecía lo que sucedió, no merecía estar a mi lado llena de problemas por resolver. No merecía vivir con miedo o angustias.

Tomé su mano lentamente y la acaricié. Sentí como tenía una piel fina y suave.

—Donna, no te conozco mucho, pero sé que siempre quieres hacerme sentir bien, siempre estás para mi y tengo miedo de que ese golpe que hayas recibido te cause algún problema —una lágrima se deslizó por mi mejilla lentamente—. Erix me contó lo fuerte que eres, y la verdad no conozco a alguien más fuerte que tú, por eso tienes que estar bien...

De pronto la puerta se abrió abruptamente, me sobresalté y me pasé las manos por mis mejillas para simular que no estaba llorando.

Los tres entraron y Max se acercó con un frasco con una especie de polvo blanco.

—¿No te enseñaron a tocar la puerta?

—Mi mansión, mis reglas —giró la tapa del frasco y cuando lo abrió un olor nauseabundo salió de él.

Erix, Alice y yo nos tapamos la nariz para no morir por ese polvo.

—¿Acaso quieres matarnos, Max? —preguntó la peli marrón.

—Tú me caes para la mierda, así que sí, pero esto hará que Donna despierte. El olor es muy fuerte, eso hará que no lo soporte.

—Espero que este olor valga la pena —comentó Erix, mientras aguantaba el olor.

Max acercó el frasco circular destapado a las fosas nasales de Donna y movió su mano en círculos para que el olor se esparciera. Lo hizo repetidas veces y yo solo podía estar pendiente de los ojos de Donna, no se abrían y eso me estaba preocupando, haciendo que por los nervios mi corazón latiera más rápido.

Mientras sentía que mi corazón se me iba a salir del pecho, Max acercó el frasco más cerca de sus fosas nasales y por un breve instante vi como Donna frunció su ceño.

—Sigue haciéndolo, parece que está funcionando —dije desesperada.

—Parece que el golpe fue muy fuerte, este es un polvo que se usa para maquillajes, pero el olor es tan fuerte que a veces lo usan para que personas que recibieron un golpe fuerte, despierten. Es como si Donna se resistiera a despertar. Aunque un poco de esto en la cantidad equivocada puede causar la muerte.

Fruncí mi ceño.

—Haremos que despierte, no tenemos otra opción.

Siguió intentando hasta que Donna se despertó asustada, se sentó sobre el acolchado, su pecho subía y bajaba muy rápido. Lo primero que hizo fue verme y abrazarme muy fuerte.

—Tenía mucho miedo —me susurró.

Estaba un poco sorprendida por su reacción, pero no era la única que tenía miedo, yo también estaba asustada, no entendía nada. La abracé porque a pesar de que no la conocía, no quería perderla y dejar de verla.

Al estar tan cerca mío, mi corazón empezó a latir más fuerte, todavía tenía miedo, pero fue extraño que en el momento que los brazos de Donna me envolvieron, los latidos de mi corazón fueran más rápidos y una extraña sensación se apoderó de mí.

—¿Dónde estamos? —nos separamos del abrazo y la rubia empezó a observar la habitación.

—En mi mansión —contestó.

—Debemos llamar a mi padre, podemos estar en peligro —soltó Alice y Erix la abrazó por los hombros para contener su miedo.

—No seas miedosa, Alice. Tu padre es un inútil que ni siquiera pudo saber quién secuestró a nuestros compañeros, ¿crees que podría ayudarnos en esto?

—Cállate, Max, no sabes de lo que hablas —él se acercó a ella y la miró a los ojos.

—Sé de un sheriff que está a cargo de una ciudad que tiene dos jóvenes desaparecidos y varias personas libres que secuestraron a Beth. ¿No te sientes culpable de no poder ayudar a tu amiga?

—Basta, Max —le dijo Erix.

—¿No te sientes culpable de esto? Beth y Donna casi mueren porque tu padre no es capaz de capturar a los responsables de esto y ahora tienes miedo porque tu vida corre peligro. Vaya amiga... —recalcó la palabra.

Alice acarició su brazo algo apenada por sus comentarios.

—¡Cállate, Max! ¡No es momento de echarnos la culpa, eso no resolverá nada! ¡Ahora debemos pensar que vamos a hacer! —soltó molesto.

—Eso, protege a tu novia la cobarde, Erix —espetó molesto.

De pronto empezaron a discutir entre los tres, nada podía detenerlos. Donna y yo nos miramos sin saber que hacer, pero se callaron cuando el ruido del vidrio de la ventana siendo rota por una piedra envuelta en un papel, cayó en la habitación, todos se callaron.

Ambas nos levantamos y nos acercamos al objeto.

Nos miramos entre todos, Alice tomó la roca un tanto confundida, Max y Erix corrieron hacia la ventana y se asomaron para ver quien nos había lanzado la roca.

—Es una camioneta Chevrolet negra —dijo Erix.

—En mi motocicleta los alcanzaremos, vamos —ambos salieron corriendo de la habitación sin que pudiéramos decir algo.

—¿No es peligroso que se vayan? Pueden morir.

—No, Max es un idiota, pero no sería capaz de hacer que ambos mueran —contestó la rubia.

Ambas nos levantamos de la cama y nos acercamos a Alice para ver qué contenía el papel. La peli marrón dejó la roca sobre un escritorio que había y desenvolvió el papel que estaba arrugado.

Al hacerlo nos miramos confundidas, no tenía sentido lo que estaba dibujado en él.

Había dos cruces rojas que estaban cerca, otra cruz roja que estaba alejada, al igual que la cuarta cruz, que estaba casi cerca del margen de la hoja. No había ningún mensaje o pista, solo cuatro cruces rojas.

—¿Cruces? —susurró Alice.

—Hay algo raro, hay cuatro cruces, digamos que es el mismo hombre que intentó matarnos y que las cuatro cruces simbolizan a cada uno de nosotros, ¿por qué son cuatro si somos cinco? —preguntó en voz alta.

Era curioso, dos cruces estaban cerca, mientras las otras dos estaban más alejadas, algo debía significar, pero no entendía la posición en la que están puestas.

—No lo sé, debe ser una especie de acertijo —respondí.

—¿Como? No hay nada escrito, solo cuatro cruces ubicadas de forma ridícula —espetó molesta la peli marrón.

¿Ubicadas? ¿Qué tan loco es pensar que esas cruces no tienen esa distancia por casualidad? No recuerdo lo que he vivido secuestrada, pero esta noche me he dado cuenta que nada es casualidad, es como si todo estuviera planeado.

Y las cuatro cruces no era la excepción.

De pronto recordé el mensaje que ese misterioso hombre había dejado en mi cámara. No sabía qué tanto podía confiar en Alice, pero al parecer en Donna si podía hacerlo.

—Estoy preocupada por los chicos, algo pudo haberles sucedido —ella empezó a caminar de un lado a otro.

—Es extraño que no nos hayan llamado, pero si están en medio de una persecución no van a llamarnos —dijo la rubia.

Alice caminaba de un lado a otro, desesperada, mientras se comía una uña del dedo pequeño. Creí que esta sería una buena oportunidad para hablar a solas con Donna sobre ese hombre misterioso.

—¿Por qué no los esperas abajo? —ella levantó la cabeza y asintió varias veces.

Se dirigió hacia la puerta rápidamente y al irse la cerró lentamente.

—Tuve mucho miedo de perderte —la rubia me abrazó de repente y no supe qué decir o qué hacer.

Solo me dejé llevar y la abracé para que no tuviera miedo.

Luego de eso le conté cómo había recuperado mi cámara, como había aprendido a usarla viendo algunos tutoriales y cuando le conté sobre ese hombre ella se sorprendió. Me hizo varias preguntas para cuestionarme a mí misma de que no debía mantener eso en secreto.

—¿Tienes idea del peligro en el que estás? Pudiste habérmelo dicho, algo pudo haberte sucedido.

—Yo no te conozco, Donna. No sé si eres confiable o no —eso pareció dolerle, porque cerró los ojos con fuerza y tragó grueso.

—¿Entonces por qué me lo contaste? Si no soy confiable.

—Porque hasta ahora eres la única persona en la que confío un poco. A veces dar demasiada confianza puede lastimarte.

Ella suspiró y se sentó al borde de la cama, mientras pasaba su mano por su cabello con frustración.

—Sé que no me conoces, entiendo tu desconfianza y tienes razón, nunca es bueno darle toda tu confianza a una persona.

De pronto una idea pasó por mi cabeza.

Ahora Donna y yo éramos un blanco fácil, ya nos habían atacaron y saben cuan indefensas estamos, si Max dice la verdad sobre el padre de Alice, lo más probable es que nunca encuentre a los culpables, pero si nosotras investigamos, tal vez los hallaríamos y aún más importante, tal vez podría volver a recordar mi vida.

Por eso se me ocurrió que si Donna sufría maltrato por parte de su padre, creo que sería una buena idea que ella se quedara en casa durante unos días, hasta que estemos seguros y lejos del peligro.

Era cierto, no confiaba en ella, pero una parte de Donna me daba paz y la otra curiosidad. Quería saber más de ella y ser amigas, como antes del secuestro, pero las heridas del pasado todavía dolían demasiado.

Dicen que el que no arriesga no gana, tal vez podría arriesgarme, al fin y al cabo ella dio su vida por la mía.

—Donna —giró su cabeza lentamente y me dio una pequeña sonrisa en este momento de caos.

—¿Quieres contarme algo más?

—¿Sería incómodo pedirte que pases unos días en mi casa porque no quiero que nada malo te suceda? —sonrió de lado.

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Max y Erix volvieron luego de media hora, nos dijeron que habían perseguido a la camioneta, pero la perdieron en una ruta llena de neblina a las afueras de la ciudad. Cuando le mostramos las cuatro cruces, no supieron qué hacer. Ninguno de nosotros sabía si eso tenía algún sentido coherente.

Para nuestra sorpresa Max quiso llevarnos a cada uno a su casa, en su auto.

No iba a mentir, cuando llegamos a casa no esperaba encontrar a mi padre hablando con mi madre. Cuando vio a Donna se puso furioso, dijo que ella era una anormal y que no debía juntarme con esa clase de personas.

Yo la defendí, aclarandole que solo eramos amigas, porque estaba segura que sabe que le gustaban las chicas, pero por algún motivo que desconocía, no creía en mis palabras.

—¡Vete, Jax! ¿O acaso quieres que llame a la policía?

Mi padre le dio una mirada amenazadora, pero ella ni se inmutó. Papá siempre ha creído que mamá era muy sumisa, pero nunca fue así y eso a él le molestaba. Por lo visto, en todos estos años solo empeoró.

—Mejor me voy antes de que se me pegue esta peste —me observó con asco.

Luego caminó hasta la puerta y se fue dando un fuerte golpe con la pobre puerta.

Últimamente he notado como papá no pasa ni un segundo en esta casa, ni conmigo ni con mamá. Se trataban como si fueran dos desconocidos y se miraban como si quisieran matarse mutuamente.

Tuve el impulso de abrazar a Donna, no me importaba si no tenía toda mi confianza, pero nadie debe ser discriminado por gustos. Todos somos personas y tenemos sentimientos.

Ella me devolvió el abrazó con mucha fuerza y pude oír un leve sollozo.

—Lo lamento, cariño —dijo mi madre para luego abrazarnos a ambas.

Estuvimos así durante unos segundos, luego Donna me pidió si podía ir a descansar, ya que estaba un poco asustada por todo lo que vivimos. La verdad yo también estaba con un poco de recelo, esas cuatro cruces no salían de mi cabeza.

Estaban ubicadas de una forma extraña, pero no encontraba su significado. No nací para los acertijos.

Luego de cambiarnos y ponernos nuestros pijamas, me di cuenta que Donna seguía perturbada por lo que le dijo mi padre. Me senté a su lado, en la cama y ella apoyó su cabeza en mi hombro.

Pasé mi brazo por detrás de su cuello para acariciarle el brazo como una manera para consolarla.

—Mi intención al traerte aquí no era que te pusieras triste por mi padre —suspiré.

—No estoy triste por eso, Beth —fruncí mi ceño.

—¿Estás asustada por lo qué sucedió? Yo también, pero si no me mataron cuando me secuestraron fue por algo, pero no sé qué.

—Beth, tu vida está llena de misterios que tal vez no seamos capaces de descifrar, pero siempre te haré recordar todo. Sé que no recuerdas nada, pero así empezó nuestra amistad.

—¿Cómo?

—Te habías mudado un sábado a la mañana, yo había salido de mi casa, vivo a siete casas de la tuya —aclaró—, había ido a despejar la mente porque había peleado con mi padre y te encontré —sonrió—. No pude evitar ver que no podías cargar una caja que era muy pesada y te ayudé, con el tiempo descubriste que mi padre me maltrataba y algunas noches me quedaba aquí —respondió.

Así que por eso parece que ella conocía la casa mejor que yo, estuvo aquí Dios sabe cuántas veces, por eso la confianza con mi madre y por eso sabía de mi aparente estudio de fotografía.

—Tal vez no pueda recordar nada, pero de alguna manera estamos reviviendo el principio de todo —su cabeza dejó mi hombro y me observó durante unos segundos que me parecieron eternos.

—Será mejor que vayamos a dormir, sé que debes estar lejos de los problemas, ya que eso no es posible, descansa y si necesitas algo me llamas —asentí.

Ella se alejó un poco de mí y se metió en su bolsa de dormir, dándome la espalda.

Hice lo mismo y me quedé pensando en todo lo que sucedió, hasta que el suelo me venció.

Estábamos en mi habitación, Donna estaba en mi cama, leyendo una historia que se titula EL ENIGMA DE BLACKTHORN. Desconozco de qué trata el libro, porque Donna siempre me cuenta todo luego de leerlo, para que no me quede con ninguna duda respecto a la historia.

Me subí a la cama y me apoyé en su pecho mientras sus ojos seguían en las letras de aquellas páginas.

—¿Quieres saber de qué trata? —preguntó con la mirada en el libro.

—Quiero que leas para mí —ella sonrió.

Estuvimos unas horas así, ella leyéndome, yo escuchándola mientras apreciaba lo hermosa que es cuando está concentrada en algo. Realmente es una chica maravillosa.

Leyó hasta el capítulo seis y no leyó más porque el sueño la estaba venciendo y porque le dije que debía comer algo.

—¿Tú estás en el menú? —hizo una sonrisa pícara.

—Que pervertida —le saqué la lengua en tono de burla.

—Yo no tengo la culpa de que tus labios sean adictivos, Beth —acaricié su mejilla haciendo círculos sin sentido.

De pronto me di cuenta que estaba en un lugar oscuro, ya no estaba con Donna.El lugar olía horrible. A lo lejos noté cómo había unas manchas oscuras en el suelo, pero no logré saber que eran.

Frente a mí apareció un hombre al cual no podía verle el rostro, solo una sonrisa macabra y tenebrosa que me hacía creer que esto no puede ser real.

Luego observé como el lugar en el que estoy se aclara y es ahí cuando observé un brazo en el suelo, perteneciente a un cadáver cuyo rostro no me deja ver. Abrí mi boca para gritar de lo horrorizada que estaba, pero la voz no salía de mi boca, solo se hacía presente un silencio denso y unos pasos amenazantes.

Me desperté asustada, sudada y con el corazón latiendo muy fuerte. Giré mi cabeza para ver a Donna, pero ella sigue durmiendo como si nada.

¿Donna y yo juntas como pareja? Debo estar loca, eso no puede ser posible...

Me senté en la cama y pasé la mano por mi cabello, confundida y aterrada por lo que acababa de soñar. Nada tenía sentido, ¿un brazo? ¿Donna y yo juntas como pareja? No tiene sentido. Lo peor fue esa sonrisa macabra, parecía tan real que todavía sentía que estaba en el sueño.

No estaba loca, ya tuve una pesadilla hace tiempo, con esas voces que no paraban de atormentar mi sueño y ahora esto.

De pronto mi celular emitió un sonido de notificación y me pregunté quién podría ser. Deslicé el dedo en la pantalla, ya que el celular no tenía contraseña, entré al chat y lo que vi a continuación me dejó impactada.

Era un mapa, con las cuatro cruces ubicadas en la misma posición que estaban en el papel junto a la roca. Hice zoom y me di cuenta de que cada cruz simbolizaba una casa. No conocía el pueblo, pero estaba segura que la cruz que estaba aislada de las demás es la mansión de Max.

Vivo a siete casas de la tuya...

Debe ser una confusión... No podía ser ella, no podíamos ser nosotras...

¿Quién es la cuarta cruz en este pueblo? 

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