Capítulo 28
Jimin POV
Dos manos firmes me agarran por la cintura mientras intento abrir la puerta principal de la casa, lo que hace que todos los nervios de mi cuerpo se pongan en alerta. Incluidos los conectados a mi polla, porque junto con la forma en que siento la de Kook apretada contra mi culo, estoy luciendo una erección en toda regla.
He estado así toda la noche, ya que este tipo es el mayor calienta pollas que he conocido nunca.
Desde que terminó el entrenamiento, he estado deseando tenerlo en casa, desnudo y debajo de mí más de lo que me muero por sostener el trofeo de los Frozen Four al final de la temporada. Pero me ha fastidiado los planes pidiéndome una cena tardía en vez de dejarme tenerlo como plato principal. Sin embargo, el sustento es una buena cosa, y cuando mencionó un agujero en la pared lugar mexicano que había oído que tiene absolutamente el mejor pastor en el área metropolitana de Seúl, me convenció.
Lástima que apenas pudiera disfrutar de mi comida con él delante de mí, lo bastante cerca como para oler su almizclado jabón corporal, aunque demasiado lejos como para tocarlo. Lo único que podía hacer era mirarlo al otro lado de la mesa. Lo cual él sintió la necesidad de mencionar. Más de una vez.
Como no soy de los que se aguantan las tonterías, en cuanto pagamos y entramos en mi coche, prácticamente lo metí en mi regazo para besuquearnos y follar en seco. Solo duró unos veinte minutos antes de que no pudiera aguantar más y tuviera que llevarnos a casa, de lo contrario corría el riesgo de follármelo en el asiento trasero de mi coche.
Por eso estamos en mi casa y no en la suya, como siempre. Acortar diez minutos el viaje significa entrar dentro de él diez minutos antes.
Ha desmantelado el noventa y cinco por ciento de mi autocontrol. Y estoy listo para devorarlo por eso.
Si tan solo pudiera abrir la maldita puerta.
─Mierda ─, maldigo en voz baja mientras sigo tanteando la cerradura y la llave ─. Estás haciendo esto mucho más difícil de lo que debería ser.
─Mmm ─, tararea seductoramente mientras me pasa la lengua por la unión de la mandíbula y la garganta ─. ¿Pero no se trata de eso?
Para convencerme de su razonamiento, se acerca a mi ya dolorida polla a través de los vaqueros. Llevo empalmado desde que salimos de cenar gracias a sus bromas, y la presión en mis huevos se está convirtiendo en una cuestión de vida o muerte.
No bromeo, si no me corro en los próximos veinte minutos, podría morir.
Por suerte, por fin puedo introducir la llave en la cerradura y empujar suavemente la puerta para abrirla, encontrándome con una tranquila oscuridad en el salón de la casa. Como debe ser, ya que es casi la una de la madrugada de un día laborable. El único de mis compañeros de piso al que se le ocurriría estar despierto a estas horas es Taemin, pero por suerte está a dos pisos de distancia de mi habitación.
Kook sigue frotando mi cuerpo a través de la tela vaquera, y yo suelto un gemido bajo antes de girarme hacia él. Le rodeo la nuca con una mano y lo hago girar antes de apoyar la otra firmemente contra el marco de la puerta. Lo hago retroceder lentamente contra la madera, con mi cuerpo pegado al suyo, y él deja caer el bolso al escalón del porche.
─Estás intentando matarme─, murmuro, más como una afirmación que como una pregunta. Porque no hay forma de que pueda soportar mucho más el tormento que está desatando.
─Créeme─, me susurra ─, ese no es el objetivo.
Me agarra la barbilla con la mano y me atrae hacia sí para darme un beso abrasador, con su lengua chasqueando la mía al separarme los labios. El corazón me da un vuelco en el pecho cuando me inclina la mandíbula y sus dedos rozan la piel. Es como si lo apretara con un puño mientras lucha por encontrar un ritmo constante.
Esa sensación ya me ha ocurrido más de una vez, las primeras tras el descanso. Pero el maldito trozo de músculo lo ha estado haciendo mucho más últimamente, sobre todo desde que se lo presenté a mis padres, hace ya casi dos semanas.
No estoy seguro de cómo me siento al respecto, o por qué mierda está sucediendo en primer lugar. Aunque estoy seguro de que tiene algo que ver con la facilidad con la que se ha colado en mi vida cotidiana.
No solo en las formas obvias, como con el hockey.
Me refiero a la forma en que es la primera persona de la que busco un mensaje por las mañanas, o a la expectación que siento cuando entro en el estadio, sabiendo que voy a verlo durante una o dos horas.
Se ha convertido en el subidón que busco constantemente, y con ello se ha integrado en mi vida casi a la perfección.
Sin embargo, a pesar de lo impecable que se ha integrado en mi vida, todavía no hemos hecho nada.
Ni una maldita alma en este planeta, aparte de Eunwoo, sabe que nos hemos enrollado. Pero mientras estoy aquí, en la puerta de mi casa, deseándolo de todas las formas posibles, tampoco creo que haya ninguna razón para seguir callándolo. Estoy harto de ocultarlo y de andar a escondidas. Se ha vuelto insípido y, lo que es más importante, no tiene sentido, ya que hemos abandonado todas las demás reglas establecidas desde el principio.
Mantenerlo en secreto es la única norma que se ha cumplido en todo este tiempo.
Y creo que ya es hora de que desaparezca también... aunque quizá pueda esperar hasta mañana, cuando los chicos no estén todos muertos de sueño. Lo último que querrán ver al despertarse es a mí manoseando al que se supone que es mi enemigo mientras nos dirigimos a tientas a mi dormitorio.
─¿Vas a invitarme a entrar? ─ Se ríe suavemente contra mi cuello─. ¿O piensas dejar que me congele aquí toda la noche después de machacarme en la puerta?
─Eso sí que es una idea─, digo antes de agarrar su bolso de donde se le había caído ─. Pero no, tengo otros planes para ti que no implican provocarte hipotermia.
Una expresión pecaminosa aparece en su cara, los dientes rozando su labio inferior mientras me quita el bolso. ─ Entonces guíame.
Así lo hago, le agarro de la mano y lo arrastro a través de la puerta principal hasta que ambos quedamos envueltos en la oscuridad. La puerta se cierra silenciosamente a nuestras espaldas y lo suelto para cerrar por la noche. Todo va bien, y justo cuando creo que no vamos a despertar a nadie, Kook golpea un juego de llaves de la mesa de la entrada con su bolso.
─¡Shh! ─, susurro-grito ─. Es como si quisieras que nos encontraran.
Un lamento incorpóreo se susurra a través de la oscuridad, y sigo el sonido hasta que la tenue forma de su silueta aparece ante mí.
Enciendo rápidamente la linterna de mi teléfono, vuelvo a agarrar a Kook de la mano y lo arrastro hacia las escaleras. ─ Sígueme. Y procura no tirar nada más.
─No sé por qué no encendiste la linterna desde el principio.
─Porque conozco esta casa como la palma de mi mano y no la necesito ─, le digo cuando llegamos a mi puerta. Rápidamente, la abro para evitar el fuerte crujido que hace a veces y lo empujó hacia la seguridad de mi habitación.
Cruzo el espacio en penumbra hasta la mesilla de noche, deslizo la mano bajo la pantalla de la lámpara y enciendo la bombilla. Proyecta un suave resplandor sobre mi dormitorio, iluminando a Kook cuando deja su bolso en el suelo junto a mi escritorio.
Una sonrisa se dibuja en mi cara mientras él rebusca en la bolsa, sin parar hasta que tiene el disco en la mano. Él responde a mi sonrisa con la suya cuando me descubre mirándolo, más tímido por naturaleza.
Probablemente, es la vez que más inocente lo he visto.
Se toma un momento para deslizar el disco debajo de una almohada y, cuando termina, lo agarro por la cintura y lo arrastro hacia mí.
─Una superstición menos─, murmuro, mientras mis labios recorren la columna de su garganta.
─Quedan dos.
La sonrisa con hoyuelos de Kook me ilumina en la penumbra antes de sellar mi boca con la suya en un beso que me hace doblar los dedos de los pies. De los que me provocan todo tipo de estupideces en el corazón. Como el dolor y el anhelo de cosas que no tiene por qué desear.
Con la boca pegada a la mía, me empuja hacia la cama y solo rompe el beso para quitarme la camisa por la cabeza. Se toma su tiempo para despojarme de cada prenda de ropa y recorre la piel recién expuesta con la yema de los dedos.
Sus suaves caricias hacen arder cada una de mis terminaciones nerviosas, ardiendo por él.
Cuando mis rodillas tocan el borde de la cama, me empuja hacia abajo. Caigo solo en el colchón y él sigue de pie sobre mí, completamente vestido.
─Bueno, esto no es precisamente justo ─, digo, acomodándome en el centro de la cama.
Una sonrisa malvada se apodera de su rostro mientras se quita lentamente la camiseta que lleva puesta, revelando un paquete de seis apretado y kilómetros de obras de arte entintadas en su piel. ─ ¿Desde cuándo lo justo tiene algo que ver con esto?
Luego se quita los pantalones, rápidamente los calzoncillos y se queda desnudo. Verlo, duro y esperándome, es algo que ya tengo grabado en lo más recóndito de mi cerebro. Pero eso no le impide robarme el aliento.
Con una mano rodea su pene y da largos y lentos tirones mientras me mira fijamente, despatarrado y a su merced.
─Okey, esto no es justo─, me quejo, con los ojos clavados en la palma de su mano que acaricia esa preciosa polla. Una en la que me gustaría meter las manos o la boca antes de que todo esto acabe.
Aparece un destello de su lengua mientras se moja el labio inferior y sigue masturbándose con movimientos pausados.
─Oh, bebé─, murmura, con el sexo y el deseo goteando de su voz mientras coloca su cuerpo sobre el mío ─. Ya sabes que en el odio y el hockey todo vale.
No se puede negar la verdad de su afirmación, aunque hay algo con lo que no estoy de acuerdo.
Yo no lo odio. Y con la forma en que las cosas han cambiado entre nosotros, tan rápida y fácilmente, me pregunto si realmente lo odiaba.
Nada en él grita enemigo.
Ya no.
Vuelve a posar su boca en la mía mientras empuja su pelvis hacia abajo. Nuestras pollas se frotan y chocan entre sí, piel suave y fricción placentera mientras me besa y me lame la mandíbula, la garganta y el pecho.
─¿No te preocupa lo más mínimo que nos oigan? ─ Sus labios bajan un poco más, de mis pectorales a mis abdominales, en un camino claro hacia mi polla ─. Quiero decir, suponiendo que esa sea la razón por la que nunca venimos aquí.
─Me imaginé que a Eunwoo le vendría bien dejar de balbucear incoherencias mientras te follo ─, digo riendo, y mis abdominales se contraen bajo su lengua cuando recorre las hendiduras.
─¿Y que lo oigan todos es mucho mejor?
─Por mí pueden pegar la oreja a la puerta y escuchar; no hay nada que no oiga yo también a través de sus paredes.
─Las cosas que no necesitaba saber─, se desconcierta, y cuando miro hacia abajo, encuentro su nariz arrugada con disgusto ─. Supongo que es otra razón por la que debería estar agradecido de que Eunwoo no suela tener invitados.
─¿De verdad quieres seguir hablando de la vida sexual de nuestros compañeros de piso ahora mismo? ─ contraataco, con mi mano anclada en la parte de atrás de su pelo ─. Porque preferiría que participaras activamente en la nuestra.
Una sonrisa diabólica se dibuja en su rostro y vuelve a su tarea: volverme absolutamente loco con su boca pecaminosa.
Continúa su camino por mi cuerpo, mordiendo, lamiendo y besando hasta llegar a mi polla, para luego dar un rodeo hasta llegar a la parte interior de mi muslo. Me arqueo sobre la cama, desesperado y necesitado de su boca, de su mano, de follarme algo. Cualquier cosa sería mejor que esta tortura a la que me está sometiendo.
Sin embargo, no se mueve.
Por eso ni siquiera ha tenido la oportunidad de rodear mi polla con sus labios antes de que me hartara de sus juegos.
─Ya no vamos a hacer esto─, gruño, agarrándolo por los hombros y apartándolo de mí. Está boca abajo en la cama cuando me doy la vuelta y me deslizo entre sus piernas, detrás de él. Le aprieto la columna con la mano, manteniéndole el culo erguido mientras le meto un dedo por el pliegue.
─Alguien se está impacientando─, bromea, pero no hay nada de gracioso en la tortura que va a recibir como venganza.
Habla por hablar, por la forma en que se arquea ante mis caricias cuando la yema de mi dedo se arremolina alrededor de su borde.
─Ahora no quieres jugar conmigo, bebé─, murmuro, inclinándome para darle un beso en una mejilla y luego en la otra ─. Eso es algo que puedo prometerte.
Suelta una carcajada aguda que rápidamente se convierte en un grito ahogado cuando le sorprendo hundiendo la cara entre sus mejillas, lamiendo la sensible hendidura. Mi lengua atraviesa el borde sin preámbulos y su cuerpo se levanta de la cama, un gemido gutural sale de su garganta. Me anima aún más saber que está disfrutando con lo que hago.
Le agarro la cadera con la mano izquierda, sujetándolo mientras continúo con mi tormento. Deslizo la derecha entre sus muslos, le agarro la polla y le doy largas y lentas sacudidas mientras le muerdo el culo.
Respira entrecortadamente mientras mi lengua le penetra el borde antes de retroceder de nuevo, sin darle nunca lo suficiente mientras lo devoro.
─Maldito Dios─, gime, con el culo apretándose contra mi cara.
─Te dije que no querías jugar conmigo ahora─, gruño, clavándole los dientes en una mejilla antes de que mi palma chasquee contra la suave piel. Vuelve a sacudirse y noto el pulso de su polla en mi puño.
Le está encantando.
Mi boca vuelve a cubrirlo, lamiendo su borde fruncido hasta que la saliva resbala por su raja y gotea sobre la cama. Sus caderas se agitan hacia delante, buscando la fricción que le proporciona mi mano antes de volver a presionarse contra mi lengua un poco más.
─Dios mío. Así, cariño ─, jadea, tomándome por los dos extremos.
Me encanta cuando no tiene reparos en tomar lo que necesita de mí para sentirse bien. Me encantan muchas cosas de Kook, en realidad, pero esta tiene que ser una de mis favoritas.
Mis pensamientos me hacen vacilar durante una fracción de segundo, mis movimientos tartamudean antes de volver a la normalidad.
Siento un dolor punzante en los huevos y me doy cuenta de que esto me excita tanto como a él. Estoy excitadísimo, y la necesidad de estar dentro de él es imperiosa.
Separo mi cuerpo de él, agarro el lubricante de la mesilla de noche y me la unto rápidamente. Me mira por encima del hombro, con el culo al aire y una mirada pecaminosa y lujuriosa que me hace desearlo aún más.
Sin ningún tipo de delicadeza, me alineo con su agujero, deslizándome por el borde con facilidad, y hago un túnel hasta tocar fondo dentro de él.
Kook emite un suave gemido al mismo tiempo que yo suelto un suspiro de alivio.
A pesar de lo maravilloso que es el sexo con él, caliente y explosivo, una de mis partes favoritas es la primera vez que lo penetro por completo. Los suspiros que emite, la forma en que su culo se agarra y aprieta a mi alrededor mientras se adapta a mi tamaño. No hay nada igual.
A veces, casi quiero ser yo quien lo reciba.
Y ahí está otra vez, otro pensamiento que hace que mis movimientos se tambaleen, solo que esta vez, lo hago con fuerza, empujando dentro de él como si fuera lo último que fuera a hacer.
─Sí, sí, sí─, grita Jungkook mientras me abalanzo sobre él, mi pelvis chocando contra su culo mientras lo empalo con mi polla. El golpeteo de nuestros cuerpos al encontrarse con sus gemidos y mis pantalones crean la perfecta y sucia cinta mezclada que quiero reproducir en bucle en mi cabeza.
Me doy cuenta de que está a punto de explotar por la forma en que aprieta mi polla cuando la corona roza su próstata. Está a punto de empujarme con él.
─Mierda, bebé. Sigue apretándome así y esto no durará mucho más.
─Cuento con ello ─, dice con otro gemido, clavando los dedos en el edredón ─. Lléname con tu semen, cariño. Quiero hasta la última gota.
Mierda.
Amo su maldita boca casi tanto como a él.
La realidad me golpea como un tren de mercancías, poniendo todo mi mundo patas arriba. Lo suficiente como para detenerme en mitad de la embestida, a medio camino dentro del cuerpo tembloroso de Kook, para poder rebobinar hasta las últimas palabras que casi pasan inadvertidas por mis pensamientos.
Lo amo.
Dos palabras que, por simples que sean, lo complican todo en cuanto mi cerebro las piensa. Porque ahora que me he dado cuenta de esto... no puedo desconocerlo. No puedo fingir que todos los secretos y momentos robados ya no significan nada para mí.
Por problemático que sea, significan todo. Y al instante, todo encaja en su lugar.
─¿Qué estás haciendo? ─, grita prácticamente, con los ojos encendidos por la rabia que le produce haber estado al borde de la liberación.
Sin embargo, tenía que detenernos si había alguna posibilidad de que esto saliera como yo quería esta noche. Que es algo que no sabía que quería hasta ahora.
Las epifanías son algo curioso.
─¿Qué pasa, Minnie?
─Besame...
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