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Capítulo 25

Jimin POV

No entiendo por qué, en nombre de Dios, pensé que sería una buena idea tomar otra maldita clase de filosofía como optativa este semestre. Se suponía que iba a ser un sobresaliente rápido y fácil con todo lo que aprendí el curso pasado, pero acabo estudiando esta mierda más a menudo que cualquier otra cosa. Y aunque tiene sentido en teoría, cuando el profesor me pide que lo ponga en mis propias palabras en un ensayo, se vuelve mucho más jodidamente difícil.

No ayuda que Kant, Hume y todos los demás se mezclen en un revoltijo dentro de mi cerebro después de mirar sin parar mi libro de texto, tratando de averiguar por dónde quiero empezar. Que es lo que llevo haciendo desde las nueve de la mañana, cuando llegué a la biblioteca.

Hace ocho putas horas.

Estoy a dos segundos de arrancarme los malditos pelos cuando me fijo en una figura solitaria que se abre paso hacia mí a través de los estantes poco iluminados.

Al principio creo que estoy alucinando por haber estado mirando la pantalla del ordenador demasiado tiempo. Porque es imposible que Kook esté en la biblioteca. Un domingo... o probablemente cualquier otro día de la semana.

Sin embargo, reconocería esa mueca y esa sonrisa en cualquier sitio. Son las únicas cosas que me calientan la sangre estos días, ya sea por lujuria o por ira.

Tiene buen aspecto. Casi comestible con su sudadera NLU Hockey y su pantalón. Nada de lo cual debería ser atractivo por sí mismo, pero Kook hace que le favorezca tanto como el cuero y los vaqueros.

Por otra parte, tal vez sean esas malditas gafas las que me están afectando.

─¿Me estás acosando, Jeon?

Se detiene al otro lado de la mesa y su maldita sonrisa aumenta cuando sus ojos se fijan en los míos antes de meterse las manos en los bolsillos de la sudadera. ─ ¿Acosar? De ninguna manera. Este pequeño encuentro es cien por cien sorprendente.

Entrecierro los ojos. ─ ¿Quieres decir casual?

─Tomate, batata─, dice, apartándome ─. La cuestión es que no es acoso.

─Ah, ¿sí? ─ Levanto la ceja ─. Porque sé que no hay ninguna posibilidad de que hayas entrado por casualidad en la quinta planta de la biblioteca. Primera o segunda, quizá. Es muy poco probable, aunque te daré el beneficio de la duda. ¿Pero aquí arriba? De ninguna manera.

Todo lo que obtengo es un encogimiento de hombros sin compromiso. ─ Lo sé, es raro. Pero estaba aquí arriba hojeando las estanterías en busca de un buen libro y ahí estabas tú. Debe de haber sido el destino.

─Destino─, digo sin palabras ─. Sobre todo cuando los únicos libros que hay aquí son artículos de investigación y tesis.

Rodea la mesa, se acerca a mí y apoya una mano en la madera lisa, la otra en el respaldo de mi silla. El leve roce de sus dedos me atraviesa la camisa y me revuelve el estómago.

No se inmuta al mirarme fijamente, con sus ojos onix llameantes y una mueca en esos labios pecaminosos. Y es exasperante saber que el maldito ni siquiera tiene la decencia de parecer avergonzado cuando lo pillan in fraganti en una mentira descarada.

─Déjalo, Kook. ¿Cómo me encontraste?

─Envié una orden de búsqueda, obviamente.

Pongo los ojos en blanco. ─ ¿Y la verdadera respuesta, imbécil?

─Cálmate, cariño. ─ Su risa profunda, un barítono grave, flota sobre mi piel y me recorre una oleada de lujuria y adrenalina. O quizá era el apelativo cariñoso que... Podría acostumbrarme a oír más.

Dios, qué jodido estoy por este tipo.

Mi frente se levanta un poco más mientras espero su respuesta. Y llega cuando me rodea, me roza los hombros con las manos y su aliento me calienta el cuello mientras me habla al oído.

─Se lo pedí a Hoseok.

Me giro hacia él, con la boca a escasos centímetros de la suya. ─ ¿En serio? ¿Y eso no va a ser un claro indicio de que pasa algo entre nosotros?

Después de toda la mierda que pasó la semana pasada, lo último que necesito son mis compañeros de piso haciendo aún más preguntas.

─Él no es el más sabio, estoy seguro de ello─, prácticamente ronronea ─. Le dije que tenía un libro para ti. Liderazgo para tontos. Se rio y dijo que llevabas aquí todo el día. Y como sé que mañana tienes que entregar una redacción, pensé que irías donde hay más silencio. Con menos gente alrededor para... Distraerte.

Una parte de mí quiere reírse de lo inteligente y ridícula que es su excusa, Sin embargo, mi cuerpo está demasiado excitado por su proximidad.

Por suerte, se aparta y me da la tan necesaria distancia mientras acerca la silla a mi lado en la mesa. Lástima que no sea suficiente, porque mi atención sigue hiperfijada en su cuerpo a un palpito de distancia.

Cómo demonios consigue este tipo excitarme solo con su presencia está tan lejos de mi coeficiente intelectual que da risa. Por otra parte, también podría ser la cálida palma de la mano que se posa en mi muslo bajo la mesa, justo encima de mi rodilla.

─Y ahora estás aquí para joderlo todo, ¿verdad? ─ murmuro, clavando mi mirada en la suya. Cuando asiente, no puedo evitar la suave burla que sale de mis labios ─. ¿Por qué no me sorprende?

─Porque quieras o no admitirlo─, susurra, acercando cada vez más los dedos a mi polla ─. Soy tu distracción favorita.

Tiene razón, se ha convertido en mi distracción favorita. Y también tiene razón al suponer que no hay forma de que lo admita.

Lástima que deba leerlo en mi cara, porque la sonrisa pecaminosa de sus labios no hace más que crecer, como mi puta polla. Otra cosa que no pasa desapercibida para él, si la forma en que su dedo la roza, acariciando la cabeza, sirve de indicación.

─¿Y sinceramente? ─, murmura, arqueando una ceja ─. Parece que te vendría bien un poco de... Descanso.

Mis ojos se apartan de él y echan un vistazo a la escasamente iluminada quinta planta. Hay un puñado de personas en cubos de estudio o esparcidas en mesas por las zonas abiertas... y la persona más cercana sigue estando a unos diez metros de distancia.

Tomando mi silencio como un visto bueno, Kook me acaricia por encima de mi propio par de pantalones. Por instinto, meto la mano debajo de la mesa y le agarro la muñeca con tanta fuerza que me duele.

─Aquí no─, siseo, soltándolo ─. El último pasillo a la izquierda. Ve hasta el fondo. Estaré allí en un minuto.

Sonríe, retira la mano y se levanta de la mesa. ─ No me hagas esperar o tendré que empezar sin ti.

Observo cómo desaparece de la vista entre los montones, mientras deseo controlar mi polla para poder ir a buscarlo sin agitar una bandera ante cualquiera que me cruce por el camino. Aunque cuando pasan noventa segundos y sigo más duro que una piedra, me gana la impaciencia.

─A la mierda─, murmuro, me aprieto la maldita cosa y me levanto del asiento.

Dejo los libros y el bolso sobre la mesa y sigo en la dirección en la que le dije a Kook que me esperara. Una mesa vacía con un montón de pertenencias encima podría levantar sospechas si se deja sola el tiempo suficiente, pero es un riesgo que estoy dispuesto a correr.

Lo único que me importa es ponerle las manos encima al compañero más sexy y exasperante que he tenido nunca.

Excepto que... El último pasillo está vacío cuando llego.

Me dirijo a través de las estanterías, hasta el fondo, a punto de cabrearme de verdad si me ha dejado empalmado en la biblioteca, de todos los sitios. De repente, un brazo me agarra por la capucha y me arrastra hacia un cuerpo duro y masculino.

─Ya has tardado bastante─, gruñe y me aprieta contra una de las estanterías de madera antes de pegar su boca a la mía.

Las lenguas luchan por el dominio mientras las manos buscan frenéticamente la piel desnuda. Los extremos de sus dedos se clavan en mis caderas mientras los míos se anclan en su pelo, y nos devoramos mutuamente hasta que los dos somos un desastre jadeante, desgarrando la ropa como dos animales salvajes.

Creo que nunca me cansaré de esto. De la batalla que libramos antes de que se rinda y se convierta en masilla en mis manos.

Veinticuatro horas es todo el tiempo que ha pasado desde la última vez que estuve dentro de él, pero sigo hambriento de él. No me había dado cuenta hasta ahora.

Mis dedos abandonan su pelo y se clavan en los duros músculos de su hombro, empujándolo hacia sus rodillas al mismo tiempo que él empuja mi pantalón al suelo. Es angustioso ver cómo los segundos que pasan parecen años antes de que por fin me baje la ropa interior para liberarme. Sin embargo, merece la pena en el momento en que pasa su lengua perversa por mi raja, lamiendo el presemen como si fuera lo mejor que ha probado en su vida.

Se me cierran los ojos de placer, la cabeza se me cae contra la estantería de detrás y doy gracias en silencio a mis estrellas de la suerte porque no haya libros de verdad que puedan caerse con lo que está a punto de ocurrir.

─Hazlo bien, Kook─, le gruño con la mano en la nuca mientras me introduzco en su boca ─. Quiero entrar en ese culo antes de correrme.

Toma todo lo que le doy, y juro por Dios que también pide más. A cada movimiento de mis caderas, intenta llevar mi longitud más lejos, hasta que me alojo en lo más profundo de su garganta.

Cuando levanto los párpados y miro hacia él, descubro que su mirada ya está clavada en mi rostro. Observándome. Captando cada gramo de placer escrito en mi cara. El placer que él me está dando.

Sus fosas nasales se agitan, el calor de sus ojos me abrasa, me estimula aún más mientras sigo follando en su boca.

Esa boca está hecha para destruirme.

Pero su boca no es suficiente. Lo quiero todo. Quiero verlo entero.

─Quítate los pantalones─, le ordeno.

Una sonrisa perversa curva sus labios cuando me suelta. ─ ¿Quieres que te monte un espectáculo, cariño? ─ Ni siquiera se molesta en darme un segundo para responder. En lugar de eso, su pantalón se desliza por sus muslos, mostrando su polla. Larga, dura y gruesa, con una gota de presemen en la punta que me hace agua la boca.

Y me doy cuenta de que, una vez más, va de comando.

─Sin ropa interior─, pienso, mirándole de nuevo ─. Sabías exactamente lo que querías cuando viniste.

Sonríe y vuelve a inclinarse hacia mí. ─ Tenía mis esperanzas. Parece que no soy el único insaciable desde la primera vez.

Se me encienden los ojos cuando sus labios vuelven a mi polla al mismo tiempo que cierra el puño y da un lento tirón de su longitud.

Sí.

─A ver si se te pone dura cuando te folle la cara.

Vuelve a sonreír, esta vez alrededor de mi polla, y hace ademán de masturbarse mientras Me la chupa. Es un espectáculo sucio y erótico, y pronto todos mis sentidos se sobreestimulan de la mejor manera.

Un modo que me acerca cada vez más a la liberación.

Con la mano libre, le agarro de la muñeca y le arrastro el brazo hacia arriba. Sus ojos se clavan en los míos, con una pregunta silenciosa en sus profundidades onix, mientras sigue acariciándome con la boca. En lugar de responderle, sonrío y le lamo los dedos índice y corazón antes de pasármelos por los labios. Gime en torno a mi miembro mientras mi lengua gira alrededor de los dedos, humedeciéndolos para lo que tengo planeado.

Cuando acabo y lo suelto, ni siquiera tengo que decirle lo que quiero hacer. Ya está metiendo el brazo por detrás y hundiendo los dedos en su interior. Me doy cuenta en cuanto traspasan el borde, otro gemido pecaminoso vibra alrededor de mi longitud, amortiguado en lo más profundo de su garganta.

─Eso es, Kook. Ábrete para mí─, le exijo, con voz ronca mientras muevo las caderas hacia delante.

Me siento atrapado entre el deseo de dejar caer la cabeza hacia atrás, dejando que el placer se apodere de mis sentidos, y mantenerme alerta, mientras memorizo cada detalle de este encuentro para más tarde. Grabarlo en mi cerebro para no olvidarlo jamás.

Al final, el placer gana.

¿Cómo no hacerlo cuando todo lo que hace me hace sentir así de bien?

No importa que me esté volviendo tan imprudente y temerario como es conocido por ser. Pero mierda, si es que no me hace sentir más vivo de lo que me he sentido nunca. ¿Y si vamos a ser imprudentes? Si vamos a follar en público, vamos a follar de verdad. No bromeaba cuando dije que quería estar dentro de él antes de que esto acabara.

Me separo de su boca, lo pongo en pie y lo hago girar para que mire hacia las estanterías. Queda poco tiempo antes de que alguien pase por aquí, y quiero que se llene de mi semen mucho antes de que eso ocurra.

Escupiendo en la palma de la mano, mezclo mi saliva con la suya en mi polla antes de alinearme con su agujero, complacido de encontrarlo ya presionando para que le dé más.

─Sujétate al estante─, le ordeno en voz baja, a lo que obedece rápidamente ─. Y haz lo posible por no hacer ruido.

Una vez que sé que puede mantenerse firme, empujo mis caderas hacia delante lo suficiente para coronarlo. Había planeado hacerlo con calma, sobre todo sin lubricante, sin embargo, él empuja hacia atrás en mi segunda embestida superficial y me deslizo hasta el fondo.

─Mierda, mierda, mierda, mierda─, gime, clavando ambas manos en la madera con fuerza suficiente para astillarla.

─Shh ─, le murmuro al oído, apartándome un centímetro antes de volver a hundirme ─. Si no puedes callarte, voy a tener que parar. Algo que ninguno de los dos queremos.

Sé que es pedirle mucho, con lo bocazas y ruidoso que es. Pero hay una delgada línea entre un poco de diversión imprudente y ser arrestado por indecencia pública. Lo último es seguro que sucederá si no puede callarse. Aunque no puedo culparlo. La presión alrededor de mi polla es exquisita, el apretón hace casi imposible que una cadena de improperios salga de mis propios labios.

Se queda callado cuando muevo las caderas a tientas, así que hago otro movimiento, deslizándome una y otra vez hasta que vuelvo a meterme hasta el fondo. Sus hombros se tensan mientras intenta guardar silencio y yo empiezo a moverme más deprisa.

Le rodeo la polla con el puño y descubro que gotea presemen y pide atención. Se le escapa algo parecido a un gemido, o tal vez un jadeo ahogado, en cuanto lo acaricio al ritmo de mis embestidas, y lo sorprendo mordiéndose el puño para no gritar.

─Bien, Kook─, murmuro con jadeos en su nuca ─. Ahora relájate. Te tengo.

Se relaja para mí, no solo los hombros, sino todo el cuerpo. Se vuelve dúctil para mí, y me permite llevarnos a los dos, montaña arriba hasta que alcanzamos la cima, listos para saltar juntos en caída libre. Aunque no es suficiente para él dejarme tomar el control, y pronto está golpeando sus caderas contra las mías con una fuerza implacable. Se empala en mi cuerpo hasta lo imposible y se clava en mi mano cuando me suelto.

Buscando, necesitando, ansiando más de lo que le estoy dando.

La estantería a la que se aferra se tambalea con sus movimientos frenéticos, y creo que va a volcarla antes de que todo esté dicho y hecho.

Saca la boca del puño y suelta un suave gemido. ─ Mierda, cariño. Mierda, bebé. Necesito más. Por favor.

Le doy todo lo que tengo mientras lo aporreo a un ritmo frenético. Con cada potente chasquido de mis caderas, él sigue apretándose contra mí, creando una bofetada amortiguada cuando toco fondo dentro de él. Los pequeños maullidos de su garganta son cada vez más fuertes y frecuentes.

Tan necesitado. Tan sensible a todo lo que hago.

Sin embargo, también tan, tan imprudentemente ruidosos.

─Oh, mierda...

Mi mano libre abandona el lugar donde estaba, sobre sus caderas y se aferra a su boca para mantenerlo callado de nuevo.

─Cada sonido que haces mientras te follo es muy excitante, aunque no si nos pillan─, gruño, dándole a su polla un apretón de advertencia en mi puño ─. Muérdeme si es necesario, pero tienes que callarte.

Su boca se mueve bajo mi palma, los dientes se hunden en el músculo carnoso bajo mi pulgar mientras avanzo a un ritmo implacable. Incluso con sus dientes clavándose en mi piel, lo bastante fuertes como para romperla, capto todos los gemidos ahogados detrás de mi mano.

El potente aroma a sudor y sexo que nos rodea hace que mi lujuria se dispare. La necesidad se convierte en desesperación cuando me abalanzo sobre él, tomándole tanto como le doy. Más y más presemen se acumula en su punta, y me extiendo por su pene mientras lo masturbo de la raíz a la punta. El deseo de probarlo me invade, pero también la necesidad de llenarlo.

Marcarlo y reclamarlo como mío con mi semen.

Saco la lengua y lamo una gota de sudor que gotea por su cuello. El sabor a sal y Kook estalla en mi lengua, y le pellizco la garganta para obtener más, haciéndolo gemir un poco más. El sonido vibra en la palma de mi mano lo bastante fuerte como para jurar que alguien tiene que estar oyéndonos.

Sin embargo, en este momento, ni siquiera me importa que nos pillen. Demonios, ahora mismo no importa nada más que Kook y yo, esto y nosotros.

Su respiración se entrecorta bajo mi palma, convirtiéndose rápidamente en un grito sordo de placer. Y sé que debo de estar dando en el clavo dentro de él. El punto que le hace ver las estrellas por mí, y solo por mí.

Y es suficiente para que me duelan las pelotas y palpiten por la liberación.

─Eso es, Kook. Córrete aquí─, gruñí, con la voz baja y entrecortada ─. Córrete conmigo.

Casi como una orden, se abalanza sobre mí y su clímax me hace caer en espiral. Me corre a chorros mientras me entierro dentro de él y aguanto. Su culo es como un tornillo de banco, ordeñando mi orgasmo con cada apretón y compresión que hace alrededor de mi miembro.

─Mierda─, murmuro, su semen se extiende por mis dedos y cae al suelo a sus pies ─. Carajo, eso es.

Sus dientes sueltan la mano y, cuando la retiro para mirarla, veo un par de puntos en los que casi me rompe la piel.

─Lo siento ─, murmura, con la frente apoyada en la estantería ─. Era eso o gritar para que lo oyera todo el edificio.

─No te atrevas a disculparte. Ha sido lo más caliente que he hecho nunca.

─¿Mejor que la ducha?

La comparación me hace detenerme, porque la ducha también fue una de las experiencias más calientes de mi vida. El borde en su máxima expresión.

Pero esto gana. Por goleada.

─Mejor que la ducha─, confirmo.

Y ahora me doy cuenta de que Kook podría haber encontrado algún tipo de fetiche escondido dentro de mí. La posibilidad de que me pillen me excita. A él también, por lo visto.

Aunque, incluso con un nuevo fetiche desbloqueado, no es verdadero exhibicionismo, y definitivamente no quiero que me pillen. El orgasmo que perseguía hacía que no me importara, pero ahora que se me está pasando el subidón, no me parece agradable en absoluto. Por mucho que mereciera la pena la liberación.

Así que, aunque estoy dispuesto a desplomarme junto a él, empapado de sudor y semen, y a no moverme en horas, me separo de su cuerpo y empiezo a enderezarme. Él también lo hace, claramente de acuerdo en que hemos sido lo suficientemente arriesgados por un día. No hace falta añadir más minutos para que nos agarren.

Una vez que los dos estamos decentes, con las pollas guardadas y los pantalones de chándal subidos por las caderas, lo aprieto contra las estanterías y lo beso.

Suave y despacio, como si fuera lo único que quisiera hacer en el mundo. Y ahora mismo, lo es.

Cuando me separo, otra vez jadeando, tiene una sonrisa eufórica en la cara.

─Vamos a repetirlo.

Me río y apoyo la frente en la suya. ─ ¿Quizá deberíamos asegurarnos de que esta vez hemos pasado desapercibidos antes de planear otra ronda?

─Probablemente tengas razón. ─ Deja escapar un suave suspiro y añade: ─ ¿Y por qué limitarnos solo a la biblioteca? Ya hemos bautizado los vestuarios. Hay muchos otros edificios académicos para fornicar.

Me aparto para mirarle a la cara. ─ ¿En serio acabas de decir fornicar?

Una pequeña sonrisa levanta la comisura de sus labios. ─ ¿Qué quieres que te diga? Quizá me follaste tan fuerte en estas estanterías que parte del conocimiento que hay en ellas también se metió dentro.

─Vaya─, murmuro, sacudiendo la cabeza ─. Increíble.

Se ríe, inclinándose para besarme de nuevo, pero le aplasto la mano en la cara y lo alejo.

─Literalmente, a veces creo que te odio.

En lugar de permitirme que se lo niegue, me agarra de la nuca y me arrastra hacia sí y toma lo que quiere. Me besa con fuerza, del tipo que me enrosca los dedos de los pies, antes de susurrar contra mis labios.

─No me gustaría que fuera de otra manera.









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