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Capítulo 16

Jimin POV

El partido de esta noche contra Cornwall se salda con otra victoria y, a este paso, sé que lo que ocurra entre cierto compañero y yo tiene que formar parte de la ecuación. Estas últimas semanas hemos jugado como estrellas en la pista, trabajando juntos a la perfección como nunca antes. Lo que es fantástico para la moral del equipo, por un lado.

Y también significa que el sexo sigue sucediendo.

El sexo caliente, sucio y francamente adictivo que a menudo nos deja jadeando más fuerte que cualquier carrera sobre el hielo. Pero si acostarnos juntos es lo que nos mantiene en esta racha ganadora que llevamos, estoy totalmente de acuerdo.

Mañana tenemos otro partido contra Cornwall, y si podemos llevarnos esta victoria a Leighton Northwest, estaremos en camino de conseguir una plaza sólida para el torneo. Algo que ambos deseamos desesperadamente si queremos llegar a la Frozen Four de Indianápolis este año.

La puerta de nuestra habitación de hotel apenas tiene tiempo de cerrarse antes de que Jungkook deje caer su bolso al suelo y se me eche encima como el puto arroz.

─Esta noche lo has hecho de puta madre─, me dice, agarrándome del brazo de la chaqueta y acercándome a él hasta que quedamos pecho con pecho ─. Creo que esta noche vamos a celebrarlo más que nada.

─¿En serio? ─ replico, dejando el bolso sobre el escritorio.

Me mira como si me estuviera tomando el pelo, con las cejas tan arqueadas que bien podrían estar en su nacimiento. ─ ¿No crees que tu tercer hat trick de la temporada es algo que celebrar?

─Desde luego que sí. ─ Se me calienta la sangre cuando me ayuda a quitarme la chaqueta y la tira a la cama ─. Sin embargo, es terriblemente atrevido pensar que querría celebrarlo contigo.

Sonríe mientras me abre los botones de la camisa. ─ No sería yo si no estuviera demasiado seguro de mí mismo, ¿verdad, Park?

Ahí me ha pillado.

Demonios, no se ha inmutado con todo esto entre nosotros, que es más de lo que puedo decir de la mayoría de los bebés bi que he conocido a lo largo de los años. La pareja con la que estuve en el pasado -y la razón por la que me impuse la norma de no volver a salir con ellos- siempre dudaba a la hora de dar un paso o actuar por instinto. Y no es que pueda culparlos, aunque suele restarle valor al encuentro.

Nunca ha pasado con Jungkook. Ni una sola vez.

Se ha tomado todo lo que le he echado con calma, sin inmutarse en ningún momento, y normalmente acaba pidiendo más cuando todo ha terminado. Lo que solo aumenta su ridículo atractivo sexual.

─Puede que tengas razón.

Tira mi camisa a la cama con mi chaqueta antes de empezar con su propia ropa. ─ Sé que lo tengo. Igual que es algo que te gusta de mí.

Da en el clavo.

─Yo no iría tan lejos con eso─, digo, intentando quitarle importancia a su comentario.

La incredulidad se dibuja en su rostro. ─ La tienda de campaña que tienes montada en los pantalones no concuerda.

Y mira tú por dónde, tiene razón. El apéndice traidor entre mis piernas me ha convertido en un mentiroso.

─Soy gay y tú eres un hombre atractivo que se está desnudando delante de mí. Por supuesto que se me va a poner dura.

─¿La única razón? ─, replica, ahora sin camiseta y liberando el cinturón de las trabillas ─. ¿Puro instinto carnal? ¿Nada más?

Mi polla palpita detrás de la cremallera de mis pantalones, y no solo porque Jungkook esté ahora en ropa interior. Aparentemente, sus burlas son otra cosa capaz de excitarme.

─No. Nada de...

─Cállate, Jimin.

Sin preámbulos, me atrae desde la nuca hasta que nuestros labios chocan. Su lengua me acaricia a lo largo de la costura, incitándome a abrirme. En cuanto lo hago, es una guerra sin cuartel.

Me penetra con su talentosa lengua, y mi polla se pone cada vez más dura en mis pantalones. Deseando ser liberada de sus confines y tener su propio turno con la boca de Jungkook.

─Mierda─, murmuro, anclando el puño en su pelo mientras exploro su garganta ─. ¿Qué mierda me estás haciendo?

─No lo sé, pero créeme, el sentimiento es mutuo. ─ Sus manos bajan por mi espalda y arquea el cuello hacia donde mis labios rozan su piel─. ¿Es raro decir que te he echado de menos?

Sonrío antes de moverme para capturar su labio inferior entre mis dientes.

─Has estado conmigo casi todo el día.

Aunque tengo que admitir que lo entiendo perfectamente. El tiempo que hemos pasado juntos se ha convertido en una extraña manta de seguridad, y se está convirtiendo en un pequeño problema.

Supongo que es más que solo el sexo lo que es adictivo. Él también lo es.

─Te he echado de menos. ─ Su brazo serpentea entre nosotros y me toca la polla a través de los pantalones. Con una sonrisa pícara en los labios, levanta la mirada para mirarme ─. Pienso adorar esto esta noche.

Tarareo, mis caderas buscan más fricción en su mano. ─ ¿Usarme para el sexo, Jeon?

Se ríe, se le forma un hoyuelo en la mejilla y lo pellizco. ─ Podría estar usándote para cosas mucho peores.

Me da otro beso abrasador en los labios, con la lengua de nuevo en busca de más, amasando y retorciéndose con la mía mientras intenta abrirme los pantalones.

Me separo para recuperar el aliento y lo ayudo a empujar la tela y la ropa interior hasta mis pies. ─ Tienes mucha prisa.

─Mmm─, tararea, rodeando mi pene con la mano ─. Adorar como es debido lleva su tiempo. No quiero perder el tiempo.

Casi lo arrastro a una de las camas con ese comentario, listo para que esta pequeña celebración comience de la mejor manera. Su boca envuelta alrededor de mi polla.

Sin embargo, una nueva faceta de Jungkook ha salido a relucir esta noche, haciéndose más evidente cuando me empuja de nuevo al colchón, se quita los calzoncillos y se sube a horcajadas sobre mi cintura. Su culo choca y rechina contra mi dolorida longitud mientras se zambulle en otro beso y me saquea la boca un poco más; la combinación de sensaciones me vuelve loco.

Dios, no me equivocaba cuando dije que su boca sería mi perdición. Pero no tuve en cuenta que el resto de él también lo hace. Su sabor y su aroma, los hoyuelos pecaminosos que no me cansan. La forma en que sus dedos recorren mi piel, ligeros como una pluma, antes de aferrarse a mí para salvar mi vida.

Todo lo que hace me desenreda un poco más.

Mete la mano por debajo, me rodea con la palma y me da una caricia experta. Pongo los ojos en blanco, perdido en el nirvana de sus caricias. No tardo en sacudirme contra su mano -buscando más fricción a medida que aumenta mi deseo- y el movimiento hace que su polla se balancee frente a él. Dura, brillante de presemen y lista para entrar en acción.

Entonces me doy cuenta de que, por mucho que quiera sentir su boca excepcionalmente entusiasta alrededor de mi polla, yo también quiero mi turno. Después de todo, chupársela a él parece ser algo habitual cuando se consiguen tripletes, y quiero volver a poner a prueba esta teoría para el partido de mañana.

─Déjame probarte.

Se ríe. ─ ¿Y si yo quisiera ir primero?

No puedo creer que esté a punto de sugerir esto, pero... ─ Entonces date la vuelta.

Frunce el ceño y su mano vacila sobre mi polla. ─ ¿Qué?

─Hazlo o te obligaré─, le digo, agarrándome ya a sus caderas para hacerlo yo. Por suerte, él me ayuda, poniéndonos en la perfecta...

─¿Sesenta y nueve? ─. dice Jungkook, mirándome por encima del hombro ─. ¿Ahora quién tiene prisa?

Levanto una ceja. ─ Es mejor que discutir sobre quién tiene que esperar su turno chupando penes.

Una expresión de disgusto cruza su rostro, su nariz se arruga un poco cuando se da cuenta de que tengo razón. O simplemente no quiere discutir conmigo.

En cualquier caso, yo salgo ganando.

─Bien. Ahora dame mi recompensa.

─¿Tu recompensa? ─, pregunta riendo.

Le paso la punta de la lengua por la coronilla. ─ He dicho lo que he dicho.

Un ruido sordo sale de lo más profundo de su pecho, y puede que sea el sonido más sexy que le he oído hasta ahora.

─Sigue lamiéndola así y tu turno terminará mucho antes de lo que quieres.

Sonrío antes de dar una larga y lánguida chupada a su polla y dar un medido empujón hacia arriba para que mi polla roce sus labios. ─ Menos hablar, Jeon. Más chupar.

A pesar de mi petición, Jungkook se acerca más despacio que yo, lamiendo y provocando a lo largo de mi pene hasta que prácticamente jadeo por más a su alrededor. Incluso intento meterme en su boca cuando empieza a chuparme la cabeza, forzándolo a tomar más, pero su mano me sujeta rápidamente la cadera.

Es una tortura agonizante, sin embargo, él sigue, negándome lo único que necesito desesperadamente.

Y entonces ocurre. Ahueca las mejillas y me lleva hasta el fondo de la garganta a la primera.

Yo gimo alrededor de su polla y también la meto más adentro, agarrándolo con las manos a ambos lados del culo y tirando de él hacia mí. Cuando la punta de su polla se abre paso hasta mi garganta, trago y le presto el mismo cuidado y atención que él me presta a mí.

─Mierda, bebé─, gruñe, lamiéndome más de arriba abajo ─. Me encanta cómo te ahogas con mi polla.

Sus palabras van directas a mi polla, que se estremece contra sus labios. Envuelve de nuevo los labios alrededor de mi polla, hundiéndola hasta que llego al fondo de su garganta. La carne suave y lisa se contrae alrededor de mi polla y se me forman estrellas detrás de los párpados.

Seguimos chupándonos y lamiéndonos como si nuestras vidas dependieran de ello. Y es muy posible que así sea. Si no me corro pronto, puede que acabe a dos metros bajo tierra.

Ajusto el agarre de su culo, intentando inducirlo a un ritmo de empuje constante, cuando mi dedo corazón se acerca accidentalmente a su pliegue más de lo que pretendía. El roce le hace gemir, fuerte y necesitado, como una puta estrella del porno, y las vibraciones alrededor de mi polla van directas a mis huevos.

Lo suelto y me meto un dedo en la boca para humedecerlo antes de llevarlo de nuevo a su pliegue. Vuelve a gemir cuando le acaricio la yema.

─¿Alguna vez te han acariciado la próstata? ─ le pregunto, haciendo girar la yema de mi dedo contra su agujero. He jugado con su culo un par de veces antes de esto, aunque nunca antes había abordado el tema de la penetración.

Asiente con la cabeza, se aparta de mi polla y toma el relevo con la mano. ─Unas cuantas veces.

Arqueo las cejas, sorprendido. ─¿En serio?

─Quiero decir, no era algo que buscara. Pero una chica se ponía muy cachonda, y sus dedos empezaban a perderse, y...

─Okey, sí. Lo pillo─, murmuro, cortándolo antes de que suelte detalles que no necesito oír mientras estamos desnudos y yendo por los penes del otro como si fueran polos.

O nunca, en realidad.

Se muerde el labio, y la visión me provoca algo. Algo perverso y animal. Hasta que abre la boca y salen las palabras.

─¿Estás celoso ahora?

─Cállate y ve por el lubricante.

Jungkook escucha, y se apresura a agarrar la botella de donde la guardo en mi bolso, y me la lanza. Luego vuelve a subirse sobre mí en la misma posición como si nunca se hubiera ido.

─No pasa nada si estás celoso, ¿sabes? ─, continúa, y si no estuviera ya inclinándose y lamiéndome la polla otra vez, lo apartaría de mí de un empujón.

Pongo los ojos en blanco mientras aplico una generosa cantidad de lubricante a mis dos primeros dedos. Más que nada porque, sí, estoy un poco celoso de una chica cualquiera de la que probablemente ni siquiera recuerde el nombre. Que es lo último que necesita saber, teniendo en cuenta que esto es sin condiciones y solo para beneficiar al equipo.

Mis dedos están de nuevo en su pliegue, pasando el líquido frío arriba y abajo por su culo. Y al igual que antes, ya se balancea ante mis caricias, buscando más presión contra su agujero.

─Dime que pare si es demasiado─, le advierto antes de empujarlo hacia el calor de su cuerpo.

Me tomo mi tiempo para abrirlo, dando golpes superficiales con la mano mientras giro la lengua alrededor de la cabeza de su polla. Le prodigo atenciones mientras lo preparo para el orgasmo de su vida.

─Mierda─, jadea, sus dientes se hunden en la parte carnosa de mi muslo en el momento en que mi dedo roza su próstata por primera vez ─. Oh, Dios mío.

El dolor agudo de su mordisco hace que mi polla se retuerza en respuesta, y no tarda en volver a metérsela entera de un solo zambullón.

Mierda, es bueno en eso. Hasta el punto de que el apretón de su culo alrededor de mi dedo y el calor de su boca podrían llevarme al límite mucho antes de lo que me gustaría.

Mis caderas cobran vida propia, bombeando hacia su boca mientras presto más atención a la punta de su polla, lamiendo el presemen que sigue goteando de ella. Cada vez sale más con cada roce de mi dedo contra el botoncito de placer de su interior, y estoy ávido de él. Incluso desesperado.

Vuelve a gemir y me doy cuenta de que está a punto. Yo también, mis pelotas se erizan por la forma en que su garganta se contrae alrededor de mi longitud, empujándome imposiblemente más profundo.

El exceso de saliva que gotea de mi pene a mis pelotas añade otra capa de tortura a esta experiencia celestial. Preparándome para ser lanzado a otra dimensión.

Muy pronto, Jungkook se penetra por la garganta y luego vuelve a mi mano a un ritmo rápido. Tomándome por ambos lados mientras lo acerco más y más al éxtasis. Usándome como yo lo estoy usando a él, sin importarle nada.

Su polla palpita contra mi lengua, el signo revelador de la liberación, y lo follo con más fuerza. Más rápido. Hasta que no me queda nada más que dar.

Soy el primero en hacerlo, con el suave roce de sus dientes en el borde inferior de mi polla. El semen sale a chorros y él se lo traga como un campeón, mientras se balancea entre mi boca y mi mano. Toma lo que necesita para encontrar su propio clímax.

Otro gemido, este desde lo más profundo de mi pecho, se libera y es suficiente para que él entre en su propia espiral descendente. Su culo aprieta mi dedo con más fuerza que un tornillo de banco mientras me folla la cara como si fuera lo último que fuera a hacer. Cada vez más profundo, hasta que mi barbilla roza su pelvis.

Se precipita por el acantilado en caída libre en el momento en que le pincho la próstata, el sabor salado de su semen golpea mi lengua hasta llenarme la boca.

─Mierda, Dios─, pronuncia sin aliento mientras me trago su corrida. Sigo frotando el botón que lleva dentro, estimulándolo hasta que se queda completamente seco.

Cuando termina, lo lamo hasta dejarlo limpio, con la lengua dando vueltas alrededor de su polla reblandecida antes de eyacular. Sin embargo, aún no he terminado con él.

Cuando se separa de mí, lo agarro por la muñeca y lo arrastro hasta que queda mirando en la misma dirección que yo. Con su cuerpo ahora a mi lado, lanzo mi lengua entre sus labios, saboreando mi propio semen junto con el suyo.

La mezcla de nuestras esencias es embriagadora. Jodidamente eufórico.

─Mierda─, murmura en mi boca ─. Eso fue...

Ni siquiera tiene que terminar la frase para que yo sepa lo que quiere decir.

─Lo sé─, le susurro, haciendo todo lo posible por recuperar el aliento mientras rompemos el beso.

Cambiando de postura, se acurruca a mi lado, con la frente apoyada en mi garganta, mientras nos tomamos nuestro tiempo para bajar del orgasmo que nos ha lanzado directamente a la estratosfera.

─Creo que soy adicto al sabor de tu semen─, dice exhalando con fuerza.

Yo me río. ─ No es algo que me hayan dicho antes.

─Hmm. Bueno, todos esos otros tipos o son estúpidos o no tienen gusto. Literalmente.

Se me escapa otra risita y le rodeo el hombro con el brazo, estrechándolo contra mí. ─ Eres la persona más ridícula que he conocido.

Bosteza y acurruca todo su cuerpo contra el mío mientras nuestros latidos vuelven a la normalidad.

Mi brazo se desliza bajo su almohada y me sorprende no encontrar nada. No hay disco de la suerte, y me doy cuenta de que es porque nos lanzamos el uno al otro en cuanto entramos en la habitación. Nunca tuvo la oportunidad de ponerlo ahí.

Intento zafarme de él, pero el brazo que me cubre el estómago se tensa en señal de protesta.

─¿Adónde vas?

─A buscar tu disco─, es todo lo que digo.

Sus ojos se cruzan con los míos, con una suavidad en los bordes, casi infantil, y me suelta. ─ Mi bolso. En el bolsillo interior, a la derecha.

Salgo de debajo de él y busco su bolsa, mientras me pongo la ropa interior. El disco está exactamente donde dijo que estaría, y lo agarró antes de llevarlo de vuelta a donde está tirado en el colchón.

Haciendo todo lo posible por no asustarlo, muevo la almohada hasta que puedo deslizar el disco en su sitio, exactamente dónde debe estar.

─Gracias─, dice, con la voz entrecortada por el cansancio, y debo admitir que hasta eso es sexy.

─No hay problema─, murmuro, con un nudo en la garganta que me impide hablar más alto.

─¿Vas a volver?

Sé que no debería. Igual que estoy seguro de que él sabe que yo tampoco debería. Abrazarnos después del sexo no es algo que hayamos hecho antes. Descansar uno al lado del otro, claro. Sin embargo, estamos a punto de entrar en un territorio desconocido.

A pesar de que cada centímetro de mi cerebro me dice que es una mala idea, me arrastro de nuevo a su lado.

Vuelve a acurrucarse en el pliegue de mi hombro, nuestros cuerpos pegados el uno al otro desde el hombro hasta las rodillas. El calor de su frente me irradia en la garganta y me acelera el pulso.

Por no hablar de lo que este pequeño encuentro hace a la losa de músculo que lucha por latir uniformemente dentro de mi cavidad torácica.

Se queda dormido así, desnudo como el día en que nació, con un brazo sobre mi pecho. Dejo que se quede así un rato, que se duerma más profundamente mientras estudio los patrones de su respiración.

Mi intención es trasladarme a mi propia cama cuando sepa que no volverá a despertarse.

Pero mis intenciones se van al infierno cuando el calor de su cuerpo pegado al mío me hace dormir a mí también.






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