2. No lo digas
—¿Nos... es... chas?
Escucho esa voz como si estuviera a kilómetros de distancia, como si el mundo intentara comunicarme algo. Abro los ojos con esfuerzo. El sonido de un monitor marca el ritmo de mi corazón, fusionándose con murmullos cercanos. Un dolor punzante en mi ojo derecho se siente como un pequeño cuchillo que atraviesa mi cabeza. Intento moverme, pero la confusión me mantiene anclada a la cama.
—Dios mío, Dios mío —jadea, sofocada—. ¡Dios mío! —grita al abrir los ojos y enfocarme—. ¡Mi negra está despierta, coño!
—Mierda... —logro murmurar—. ¿Qué... qué me pasó?
Yusne me abraza de inmediato, su rostro refleja alivio y reproche al mismo tiempo.
—Tuviste un accidente —explica, tomando mi mano—. Te desmayaste, todo por culpa de un pelotazo.
En ese instante, mi madre entra corriendo cuando la cortina se abre, con ojos llorosos y un evidente gesto de preocupación. Se inclina acariciando mi frente.
—Ey, ey, ey, ¿en serio te estás riendo? —Observo los aparatos a mi lado y mis brazos llenos de agujas. Intento recordar el momento antes de perder el conocimiento, y logro vislumbrar recuerdos bloqueados.
La explosión, el estruendo ensordecedor y luego, la oscuridad. Aparece la imagen borrosa de un hombre, su rostro es indistinguible, pero su abrazo es cálido y reconfortante. Su aroma es familiar, quizás el perfume de mi madre... aunque no tiene por qué ser ella. Ella no estaba presente.
—Ya está, Alicia, funcionó. —Al fijar la vista en la mencionada, debo contener una carcajada resonante (de esas a las que han nombrado "tractor"). Gira hacia mí con una expresión de sorpresa. ¿Por qué estaría arrodillada en una especie de meditación?
—¿Ho...la? —Eleva mucho las cejas, como si no pudiese creer lo que está viendo—. Guau. —Esperaba todo menos eso—. ¿Y... ya te sientes mejor?
Yusne se ríe y, con un gesto, indica que está un poco loca.
—¡Madre mía! —la miro incrédula. Su pie se mueve inquieto—. Deberías salir más de ese lugar donde vives, te absorbe los diálogos.
—La verdad es que no sé, aquí eres la perfecta... —responde Alicia, rascándose la cabeza.
—¿Sabes qué? —Yusne coloca la mano en el hombro de Alicia—. Esto lo soluciono en un momento. —Nos mira—. ¿Quién quiere café y croquetas de pollo?
—¡Yo! —Mi madre, que había estado en silencio, levanta la mano.
—¡Y yo! —Alicia se une a la idea, y no puedo evitar recordar la última vez que a ella se le escaparon los fideos por la nariz y a mí se me salió el café de la sorpresa.
—Realmente no tengo ganas, mamá. —Intento rechazar la oferta—. Me siento hecha polvo.
—Por eso mismo. —Jala de mi cabello—. Un poco de aire fresco te vendrá bien. ¿Escuchas eso... "aire fresco"? Si no es por mí, hazlo por ellas —nos sonríe—. Han estado esperando y discutiendo durante horas si habías siquiera movido un dedo.
—Está bien... —acepto.
—Deja de ser tan quejica y de buscar excusas para quedarte en la habitación solo con ese animal. Ya no eres una niña.
—Mamá... —antes de continuar, recuerdo la palabra que le dije en nuestra discusión, lo cual me avergüenza—. No es solo un animal, es Mr. Gibbons. Además, prefiero estar en casa que salir, no es tan malo. ¿Llamarás al doctor?
—Oh, no... —alterna la mirada entre el reloj y yo—. Me ganaron las palabras hace un momento; en realidad no puedo. Tengo que atender a un paciente en urgencias; su pierna está hecha un desastre.
Claro, ¿cuándo hemos visto a tu madre, quedándose, al menos, una hora en un lugar?
—Gracias, mamá, por tus preciados minutos. Hablar contigo me abre la mente.
Dice que tiene trabajo. Y claro que lo tiene, solo que no hay espacio más de ocho minutos para su hija.
—¿Y bien? —averigua mi churris—. ¿Salimos de este lugar?
—Sí, solo... necesito descansar —respondo.
Con esa idea en mente, cierro los ojos otra vez, dejando que el sueño entre a su manera: despacio.
⋆⋅☆⋅⋆
Cedar Beans está situado al final de la calle principal que conduce a Cedar Grove. I Coffee bar, casi siempre bullicioso con risas y un ambiente bohemio, cuenta con mesas de madera reciclada y plantas decorando cada esquina. En una de esas mesas, Yusneida y Alicia me esperan de pie. Yusne, siempre impecable en estilo, brilla como un fuego bajo la luz. Es de esas personas que nunca guardan silencio, una versión espontánea de la actriz Chanel Oberlin. Junto a ella, Alicia, de cabello oscuro cayendo sobre sus hombros, es más reservada. Tiene un mundo interno repleto de pensamientos que raramente comparte. Tomo nuestro pedido, ya que las croquetas de pollo se han agotado, que incluye un café con leche, uno bien amargo y un carajillo.
—No puede ser —digo, señalando a un niño que ocupa nuestra mesa, el mismo que se llevó las últimas croquetas.
El pequeño me mira con ojos grandes y asustados antes de levantarse rápidamente. Me río mientras mis amigas se acomodan en la mesa.
—Pspss... toma esto por el susto —dice Yusne, dejando dos billetes en su manito. Pero el niño corre, dejándola con la palabra en la boca—. ¡Eh, ella no es mala!
—¿Por qué siempre hay tantos niños aquí? —murmuro, mirando a mi alrededor y tomando asiento—. No me gustan los días llenos de gente. La multitud me abruma.
—Tienes que acostumbrarte, Carolina —responde Yusne, observando su reflejo en la ventana—. ¡Mira mi nuevo iPhone! Dios mío, ahora no puedo ni subir una foto.
—¿Y qué? Compra otro y ya está. ¿Para qué quieres fotografiar una maceta? —comenta Alicia.
—¡Y tú siempre tan tranquila y sin novio! En esta época todo se vuelve viral, incluso una maceta. Típico de una Ravenclaw. —responde Yusne, acomodando su cabello.
—Ni ella ni yo necesitamos eso. —Estoy en mi celular y cuando levanto la vista, sus pestañas parpadean.
—Lo dicen como si fuera una epidemia, pspss. Mañana quiero hacer algo; sé que una fiesta loca sería cliché, pero una pijamada nunca lo es, y menos si Danny lleva a sus amigos; los buenos. —eso último lo dice por mí, porque para ella, ninguno de mis gustos es bueno.
—Muero por conocer a los "buenos" —comento, siendo sarcástica—. Además, ¿no estabas pensando en cortar con él? ¿No viste la foto del beso con otra? ¿Y lo que pasó aquella vez...?
—Eso... —intenta hablar—. ¿Recuerdas que te dije que fue un malentendido? —argumenta—. Bueno, le perdoné cuando me trajo flores ese día. Y antes, simplemente me caí; los accidentes suceden.
—Yusne... —Alicia habla con calma—. Puedes contarnos lo que sea, cuando sea. Digo, mi ayuda no es grande, pero siempre estaré por ti.
—Tú no sabes nada sobre mí... —no lo dice en serio—. Ni siquiera tienes redes sociales. Se notan los ojitos lastimosos, y no quiero el intento revolucionario de mostrarme que me equivoco cuando no me equivoco. ¡Chicas, por favor, deberían parar!
—¿Sí? —Levanto una ceja, dispuesta a escucharla.
—Vale, esa vez te caíste; tampoco es que te vuelvas a caer dos veces. Esperemos que no, y si no tengo móvil es porque distrae mi tiempo. —Alicia me sorprende después de mucho tiempo; hemos mantenido una conversación de más de cuatro palabras.
—Correcto, correcto. ¡Y dónde están los cafés! ¡Necesitamos cafeína! —La pelirroja se levanta de su asiento.
La empleada parece distraída, algo que tampoco me gusta. Cuando llega con nuestros cafés, los sirve sin prestar mucha atención.
—Aquí tienes tu café con un poco de azúcar —dice al entregármelo.
Arrugo la frente como reflejo.
No hagas una escena.
Esta frase se repite en mi mente, pero no puedo evitarlo. ¿Cómo puede confundir «bien amargo» con «con un poco de azúcar»? Me levanto y me dirijo al mostrador, antes de pasarle esta me cambio el nombre.
—Necesito habla sobre un error en mi pedido, ¿me atiendes? —le digo al chico detrás del mostrador.
Él, nervioso, busca con la vista a la empleada. —Amaya ha estado pasando por días difíciles... Se supone que debería notificarlo, pero necesita el trabajo y las propinas...
—¿Significa que tengo que callarme porque ella necesita mantener su empleo? —interrumpo.
—No quise decir eso... —responde él.
—Sí, como quieras. Solo dame lo que pedí y no habrá problema.
Justo cuando me doy la vuelta, alguien tropieza con su silla, me agarro de una camisa y mis gafas caen al suelo. ¡¿Por qué ahora?! Derramo café caliente por todas partes; el charco se adhiere a mis zapatillas, la taza sobrevive pero vacía. La escena es tan cómica como desastrosa. Todos en el café se giran para mirar, algunos gritan y yo no distingo a nadie sin mis gafas.
—Ay, maldición—digo al sentirme observada—. Esto es mejor que las series que veo.
Yusne me agarra del hombro; reconozco su perfume caro y el rojo brillante de su cabello.
—¡Pero qué has hecho, loca! —me grita.
—No veo nada, no me grites.
—No mames. —Alicia lleva la mano a su frente.
—No sé qué coño le pasa, antes no era así —comenta la pelirroja en tanto le responde algo a alguien.
—Dios mío. —Corriendo el riesgo de que el dueño del local se moleste y nos eche, pellizco a la amiga que tengo más cerca e intento decirle bajito que nos vayamos en silencio.
Yusne —borrosa— asiente.
Salimos riendo hasta las lágrimas. Esos pantalones no sabían con quién se estaban metiendo.
Una miope.
⋆⋅☆⋅⋆
Una hora y media más tarde, llego a casa; Alicia decidió quedarse en el Café terminando unas notas de Antropología forense. Yusne vive al lado. Cedar Grove es un pequeño barrio en las afueras de Los Ángeles, donde resido en una casa de dos plantas, ocupando solo la planta baja.
Al abrir la puerta de casa, el aroma a papa horneada inunda mis fosas nasales. Hacía meses desde la última vez que mi madre había cocinado papas rellenas al horno, pero reconocería ese olor en cualquier lugar.
—Alguien está nerviosa y de buen humor por aquí.
Al menos, dejé las gafas de repuesto encima de la mesa, lo cual es genial porque ya me duele la cabeza.
—Hola a ti también —bromea—. Quería preparar algo decente este fin de semana.
—¿De quién estamos hablando?
—No lo conoces. Es un amigo, se llama Marcel.
—¿Quieres que me vaya a casa de Yusne para que estén solos o...?
—No, esta es tu casa, ¿cómo crees que le puedo pedir a mi hija que se vaya para estar a solas con un hombre?
—Qué normal eres, mamá —sonrío. Me siento en la silla frente a ella—. No estás tan vieja como para no querer algo nuevo en tu vida... ¡Ay! —exclamo al recibir un golpe con un pepino en el hombro—. ¡Eso dolió!
—No digas eso de esa manera —me reprende.
—Solo estaba bromeando. Pero en serio, creo que me estás mintiendo. Cuéntame por qué no puedes tener tu propia libertad. ¿Quién es mi padre? Dime si lo tengo o no, estoy muy confundida.
—¿Cómo puedes estar tan confundida? Es obvio que me afecta hablar de eso.
Tengo veintiún años, aún no me ha respondido lo que quiero saber.
—Era una simple pregunta —aclaro.
—Fue demasiado incómoda.
—Deja de evadir el tema. Tarde o temprano tendrás que decírmelo. Y si temes enamorarte sin ser correspondida, será mejor que te alejes.
—¿De dónde sacas estas ideas? —me interroga, con sus ojos claros que no heredé—. No entiendo cómo podría interesarme en un amigo. Lo comprenderás algún día.
—Tienes razón, olvidé con quién hablaba —respondo seriamente—. No quiero discutir. Todos guardamos secretos por distintas razones, pero podría averiguar la verdad antes de que te des cuenta. Y si en algún momento...
—Esa ocasión aún no ha llegado. ¿Has terminado?
—Está bien, me callo.
—Estamos a punto de pagar las facturas del agua y del gas. Significa que no tendremos que mudarnos otra vez.
Opto por contener mis palabras, suspiro y desvío la mirada hacia mis zapatos. Mi madre continúa con sus quehaceres. Siento que hay más detrás de su actitud seria y distante hacia mí.
—Con lo que tengo guardado se termina de reunir y sobra.
—A veces siento que no mereces esto... —una pausa incómoda—, que podría faltar un día. Eres mi razón de vivir, lo único que quiero es que estés bien.
—No digas tonterías, mamá.
—Te dejé un poco de agua en el baño, al menos para que te laves la cara y algunas partes —me informa.
—Gracias. Entonces me voy a cambiar, suerte con ese tal Marcel. —Le guiño un ojo y me pierdo por el pasillo de las tres habitaciones hasta llegar a la mía.
Pasé quince minutos en el baño, cumplí mi promesa de arreglarme y casi termino con los pies enjabonados. Odio cuando falta agua. Al llegar a mi habitación, enciendo mi playlist con "River" de Bishop Briggs sonando, me seco rápidamente y dejo la toalla mojada sobre la silla frente a mi escritorio.
Con las cortinas cerradas, tomo la loción de coco que tengo en mi mesita de noche. El aroma es bastante agradable, uno de mis favoritos.
Me unté la loción por todo el cuerpo y camino desnuda por la habitación hasta que se absorbe. Abro el armario y elijo mi pijama suelto y ligero para dormir. Murmuro una maldición para mis adentros. Mi madre ya no está en casa, así que cenaré sola y, si tengo energía para escribir, lo haré.
Al terminar el plato, recuerdo al chico que dio "like", el pequeño obstáculo perfecto para romper la rutina. Al sentarme en la cama, mi celular emite una notificación en su pantalla.
No lo digas.
—Oh, madre mía.
Encima de la notificación de su reacción a mi foto, aparece otra donde, al leer con sorpresa, veo que me ha mencionado en una historia. Detengo la imagen sin poder creer lo que veo: soy yo con él, en el café de hace unas horas, en el momento en que hice el ridículo agarrando la taza vacía... Y una nota: «Yo después de que esta maravilla arruinara mis pantalones». No tengo nada en contra de los memes, pero este es bastante atrevido. ¡Hizo un meme de mí! ¡Debería haber desactivado las etiquetas! Mis dedos sudan mientras escribo. ¿En serio? ¿De qué libro es esta escena?
Una cosa está clara, las bromas siempre están presentes en mi vida.
Recibo un mensaje, un maldito audio que me hace imaginar a alguien dulce, tal vez suave, como la crema pastelera de vainilla. Una voz que fácilmente podría pertenecer al hombre más guapo de Los Ángeles.
—¡Mal-di-ción!
❀❀❀❀❀❀❀
Hola candelitas, gracias por siempre compartir su amor aquí, se les agradece. Espero que les guste y que sigan aquí por más.
Instagram para spoilers:
shakira_miss_fire
Nada más que añadir-
Esta candela mayor se retira.
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