Dos meses después de la invasión del Castillo Van Vonter, Trinas y Banra visitaron el "basurero", una dimensión donde Jonathan y el resto de los Lunares arrojaban los cuerpos de sus enemigos. Era un lugar desolado y de suelo agrietado. A pesar de no haber luz solar, "el basurero" poseía elevadas temperaturas de las que era imposible estar mucho tiempo. Además, el fétido olor de todos los cadáveres en descomposición generaba asco hasta en las criaturas más perversas.
Los dos sirvientes bajaron por unas gradas que daban hacia una gruta aún más oscura, por lo que Banra se encargó de iluminar con su bastón. No había restos de un cadáver en descomposición. Todo lo que rodeaba eran huesos antiguos. Banra preparó un hechizo de localización, pero todo indicaba a que Sally Scarlet nunca ingresó y su energía no se reflejaba como en previas ocasiones. Banra estaba seguro de haber visto cuando su amo abrió el portal y el cuerpo de su aprendiz desapareció en este. Convencido, Banra lo intentó nuevamente, aunque sin lograr un resultado diferente.
—Creo que deberíamos ocultarle la verdad —sugirió Trinas sin voltearlo a ver—. Todos vieron cuando aparentemente murió. No creo que debamos preocuparnos.
—Sally, ella mostró unos poderes que podrían rivalizar con los del señor Jonathan—contestó Banra—. Hay que contarle la verdad en caso que su vida peligre.
—Tu discípula está muerta—dijo Trinas y abrió un portal—. ¡Supéralo! Si quieres convencerte que sigue viva para seguir entrenando, puedes quedarte. El señor Jonathan y la señorita Lilith nos necesitan.
Trinas se fue del "basurero", pero dejó abierto el portal en caso que Banra decidiera regresar. Estuvo meditando por mucho tiempo. Quizás su compañera tenía razón, lo mejor era dejar atrás los recuerdos de su discípula. Banra entró al portal y decidió predicar la mentira de Trinas. Ninguno se imaginaba que, en otra dimensión, Sally Scarlet apenas despertaba de una siesta.
***
¿Cuánto tiempo había transcurrido? ¿Qué era lo que la rodeaba? Sally Scarlet no sabía en dónde se encontraba. En sus últimos recuerdos solo eran visibles como entraba a través de un portal. Caía desde una altura impresionante, por lo que pensó que la muerte llegó por ella. Sin embargo, no era posible. El cuerpo le dolía, lo que significaba que aún estaba viva. A su alrededor todo era oscuridad, pero podía percibir corrientes frías tocando las partes descubiertas de su piel. Sally se incorporó con mucho cuidado y con miedo tocó lo que le rodeaba.
Parecía ser una superficie rocosa. Se fue acercando con precaución a lo largo de la superficie, pero terminó dando un paso en falso que la hizo caer. No fue una caída profunda, pero se dio cuenta que un líquido viscoso le ayudó a reducir el impacto. Estaba frío. Agarró un poco y se lo llevó a la nariz. Sally estaba arrepentida. Aquella sustancia apestaba a descomposición y pronto las señales del vómito se hicieron presentes. Sally se apuró y subió de nuevo a la superficie rocosa.
De repente, una luna se elevó en el cielo y a pesar de su opacidad, la luz pudo develar a Sally su ubicación. Parecía estar dentro de un desfiladero y un camino se extendía hacia más adelante. Sally levitó siguiéndolo hasta llegar a un edificio viejo. En la entrada, la estatua de una mujer se erguía como si ella fuera la encargada de custodiar el edificio. Por un momento, creyó que la estatua era Esther, la mujer de sus recuerdos. Entró al edificio sintiéndose atraída por una extraña fuerza. Le recordaba a una iglesia, donde varias sillas se extendían por los lados y en el frente un altar, con la estatua de una mujer desnuda y una serpiente enrollada en su cuerpo hasta llegar a la cabeza.
—Lilith—murmuró, pero el silencio espectral hizo que resonara en el santuario.
Unas antorchas se prendieron con fuego azul iluminando todo a su paso. Las paredes contenían vitrales que representaban la creación de Lilith; su castigo por los dioses; el engaño de los demonios; su transformación en una diosa vampiro; el alumbramiento de vampiros y una criatura en forma de serpiente; la participación como guerrera en una lucha entre ángeles y demonios; y finalmente, Lilith y Esther desnudas bañándose en un río. Debajo de ella, el piso era de espejos, en donde se vio reflejada. Sally no estaba sola. Alrededor de ella también se reflejaban Esther y la chica que sobrevivió al incendio. Pronto más mujeres de diferentes etnias aparecieron.
—¡Desaparezcan! —gritó con mucho miedo al ver que aquellas figuras no dejaban de observarla.
—Son parte de ti, Sally Scarlet —dijo una voz masculina que provenía detrás de ella. Sally se dio la vuelta para ver al hombre, quién vestía un pantalón negro bastante desgastado como si hubiera pasado años en aquel lugar, y también una chaqueta del mismo color con el logo del SOIS. No podía ver su rostro, ya que una manta gris lo cubría por completo. El hombre retiró su manta, dejando visible un rostro demasiado familiar—. Durante siglos, has reencarnado en cada una de ellas porque debías cumplir una misión impuesta por seres divinos. Ninguna de ellas pudo ejecutarla, hasta que finalmente llegaste tú.
—Llevo un tiempo viendo sus recuerdos—confesó Sally viendo al hombre, quién se acercó para escucharla mejor—. No quiero sonar ignorante, ¿quiere decir que son mis vidas pasadas?
—Eres la reencarnación de la princesa Esther, el verdadero amor de Lilith y la que de cierta manera inició todo—respondió el hombre—. Has llevado diversos nombres y hablaste tantos idiomas que no te los podrías imaginar. En tu última vida fuiste Anna de Oras, la esposa del legendario cazador Marcus y madre adoptiva de John van Vonter. Moriste después de ser poseída por Lilith—. El hombre hizo una pausa, esperando que Sally hiciera preguntas, pero estaba demasiado sorprendida, así que continuó—. Desde el pecado de Esther, todas han llevado una vida de sufrimientos hasta que puedan enmendarlo.
—Señor, no entiendo ni siquiera qué estoy haciendo en este lugar—dijo Sally llorando—. No pude salvar a un niño que confió en mí.
—Hemos esperado tu llegada—dijo el hombre y colocó sus manos en los hombros de Sally—. Ambos te ayudaremos y juntos escaparemos del "abismo del olvido" —el hombre notó como si Sally quisiera preguntar, pero tenía pena, así que le respondió—: Respondiendo a tu inquietud, estamos en una dimensión llamada "el abismo del olvido", donde los dioses de todo el mundo encerraron a Lilith por el peligro que representaba a la existencia de toda criatura viva.
— Pero, ¿qué se supone que hice en el pasado? —interrumpió Sally.
—¿No recuerdas nada más? —preguntó el hombre, pero Sally negó con la cabeza—. Sally, en el pasado, Lilith y la princesa Esther, violaron un tabú que dio origen a una criatura y tras eso, la guerra de los clanes se ha ido repitiendo durante siglos. Solo puedo decirte eso, lo demás tendrás que averiguarlo por tu cuenta y despertar lo que reside en tu interior.
—No puedo controlar mis poderes—dijo la dama escarlata—. ¿No será mejor matarme y esperar a que vuelva a nacer?
—No funcionará, todo indica que eres la última reencarnación de Esther—respondió la voz de otro hombre que se acercaba. Era un hombre alto, de cabello largo, rubio pálido hasta la cintura y barba espesa—. Sally, no podemos obligarte a hacer algo que no quieres, pero al menos déjanos ayudarte a dominar las dos naturalezas que albergas.
—Intentaré ayudarlos, pero no prometo nada—terminó aceptando la dama escarlata—. Pero antes, señores, quisiera saber quiénes son. No puedo confiar mucho en desconocidos, lo lamento.
—¿Señor? ¡Sin formalidades, Sally! —respondió el hombre con el traje del SOIS—. Soy Owen Rhodes, pero puedes decirme Owen, a secas—luego volteó a ver a su amigo—. Y él es el antiguo rey, Dimitric van Vonter.
Lo que menos esperaba Sally Scarlet era que sus nuevos aliados serían la pieza clave para una decisión que podría cambiar el rumbo de la gran guerra.
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