Capítulo 21
Antes de que amaneciera, John junto a Thomas, Maura, Wallace y Bull, partieron hacia Tokio. Sería un viaje largo de aproximadamente veinte horas. Así que trataron de descansar lo máximo posible. Esta vez sin emborracharse, para marcharse con prontitud al Mar del Diablo. La zona siempre ha sido famosa por compartir la fama del Triángulo de las Bermudas, donde aviones y barcos desaparecen misteriosamente.
John y Bull contaron su experiencia cuando vivieron un año en Japón a inicios del siglo XX. Los Yokai, espíritus o demonios, atormentaban las villas y ciudades. Generalmente, eran los niños y trasnochadores quienes se convertían en sus víctimas. Con el tiempo descubrieron que muchos de esos yokais eran esclavos de Jonathan. Algunos espíritus se terminaron convirtiendo en parte de sus lanzas espirituales tras haber realizado un pacto.
Debido a su labor ayudando a las comunidades, John y Bull se hicieron amigos de una familia que los acogió durante todo ese año e inculcaron en las siguientes generaciones la promesa de recibirlos en su hogar en caso desearan visitarlos. Con ayuda del agente Barton, pudieron conseguir el contacto de esta familia, donde resultó que algunos miembros pertenecían al SOIS, gracias a la inspiración del vampiro y el licántropo. Fue así como conocieron a Hikari Yamamoto, un chico ruidoso de unos veinte años, cabello con rayos y muy alborotado. Bull se estresó con la energía del chico, pero aceptaba que era un buen huésped. Hikari los recibió a todos con un té de hierbas para que pudieran relajarse, aunque John prefirió seguir leyendo el diario.
Llegada la hora de partir, Hikari condujo una camioneta privada del SOIS hasta el puerto de Tokio, donde la agencia les prestó un barco mediano, equipado con armas y municiones. Aquella mañana, el mar se encontraba cubierto de una densa neblina. Hacía mucho frío y no pasó mucho tiempo para que diera inicio una llovizna.
—El tráfico marítimo ha estado clausurado por las condiciones climáticas que suceden desde el ataque en su agencia—les contó Hikari que no dejaba de observar por las ventanillas. Se miraba muy nervioso, pero a la vez emocionado—. ¿Hasta qué tan adentro llegaremos?
John sacó la copa encontrada en la mazmorra de Bennu y le dijo: "Hasta donde ella lo indique".
—¡Guárdala! — le solicitó el chico llevándose sus manos a la nariz—. Me ha generado náuseas, ¿no sienten el olor a podredumbre?
Hikari estaba en lo cierto, pero no era culpa de la copa. Bull se colocó tapones en la nariz para no afectar su olfato desarrollado. Maura salió de la habitación a investigar. Se asomó al barandal solo para descubrir animales gigantes cercenados.
—¡Chicos! —los llamó.
— Esto no lo provocó un animal cualquiera—le dijo John acercándose al barandal—. Esto es obra de alguien más—luego John se dirigió a Hikari que lo veía desde la puerta—. Prepare todas las armas que pueda.
Hikari fue de inmediato hacia la cabina donde se encontraba Wallace. De repente, el barco golpeó dos veces contra un bulto. Después se estremeció y fue elevado un poco. John preparó círculos mágicos y Bull inició su transformación.
—No esperaba encontrarte acá, John—dijo una voz oculta entre la neblina. Del agua salió una anguila, pero con tentáculos y en su cabeza se encontraba parado un pescador con botas amarillas—. No quiero ensuciarme las manos con ustedes, solo quiero la otra copa.
—¿Y tú eres? — le preguntó John sin reconocerlo.
—¡Auch!¡Eso duele!— le contestó el hombre derramando lágrimas—. Soy Ruffus Allard, un miembro de la casa real vampiro y el Lunar de agua. Esta bella criatura es mi querido Kloptist.
Kloptist sonrió mostrando sus filosos dientes.
—¿A nadie le importa—le dijo Wallace—. Si quieres la copa, tendrás que ganártela.
—¿Les parece una carrera? — preguntó con el ceño fruncido, tratando de ignorar la rudeza de Wallace—. Soy un dios muy justo, así que quiero dejarles en claro que con mi magia puedo ganar fácilmente. ¿Están seguros?
—Aceptamos—le contestó John con mucha determinación—. ¡Qué gane el mejor!
Rufus Allard les sonrió y se despidió levantando la mano, mientras que su criatura se hundía nuevamente en las profundidades del mar. Debido a la naturaleza de su magia, Allard era capaz de modificar el aspecto bajo el agua, dotándolo de branquias para respirar, así como mejorar su visión. John supo que su enemigo portaba una copa, puesto que la que cargaba no dejó de vibrar bajo su capa. Hikari dirigió el barco hacia el sur, mientras que todos sus compañeros se encargaron de vigilar los alrededores del barco. No había señales de isletas o más cadáveres en descomposición, pero sí se sentía una mirada oculta entre la niebla.
Bull caminaba en la proa del barco cuando de repente escuchó un canto. ¿Serían sirenas o alguna criatura intentando llamar su atención? Alistó su pistola y se concentró en seguir escuchando. Poco a poco fue perdiendo la noción del tiempo. Se sentía atrapado en un bucle infinito. Luego vino un fuerte mareo que hizo que se cayera de borda. Logró sujetarse del barandal, pero algo lo sujetaba de sus pies tratando de hundirlo en el océano.
Cuando volvió a la normalidad, notó a Maura sujetándolo con todas sus fuerzas. Volteó hacia abajo. Eran sirenas quienes lo estaban llevando hacia un torbellino con colmillos. Bull agarró impulso y cayó encima de Maura casi besándola. Estaba tan agradecido que la abrazó fuertemente, pero la chica se zafó a los pocos segundos debido a que no midió su fuerza.
— En serio te lo agradezco, Maura—dijo con la cabeza viendo hacia otro lado para que no notara su vergüenza—. Ya me has salvado demasiado.
Maura se sonrojó.
—¿Qué es lo que dije? — preguntó gruñendo un poco.
—No había querido decírtelo, pero llevas un tiempo que no me llamas "humana" en tu tono agresivo—comentó la chica—. Y realmente me agrada que ahora me veas como una amiga.
— ¿Eso? Puff...bueno iré a ver otra área, no te acerques mucho a la baranda—dijo Bull, quién se alejó muy incómodo por las palabras de Maura.
Al otro lado del barco, John y Thomas luchaban contra medusas humanoides que intentaban inundar el barco. Incluso, la sala de navegación de Hikari se había visto invadida. El chico estaba asustado de ver cómo se multiplicaban rápidamente. Wallace se encargó de cubrir a Hikari y pudo sacarlas por la ventana. Por su parte, John invocó a Tempest para electrocutarlas y liberar al barco de su presencia.
Mientras más se acercaban, el ataque de las criaturas incrementó. Incluso una serpiente marina estuvo a punto de destruir el barco, pero gracias a Bull que la cortó en dos, se libraron de ser hundidos. Tras varias horas de muchos desafíos marítimos llegaron hasta un enorme remolino. Ni siquiera Rufus Allard y Kloptist se habían atrevido a continuar. La copa de John vibró mucho más y también la de Allard. El tesoro que tanto buscaban... ¡debía estar adentro!
— Sea you later, John van Vonter! — dijo el lunar.
— ¡Yuki-Onna! — exclamó John.
Una lanza azul con relieves de copos plateados salió de un círculo mágico. Rufus pudo esquivar, pero viendo la sonrisa de John, comprendió que no intentaba matarlo. La lanza congeló a Kloptist y también los pies del lunar. Ruffus Allard se lamentaba de ser enemigo de John, ya que le parecía muy agradable.
— ¡Sea you soon! — dijo John guiñándole el ojo.
A pesar del miedo, Hikari obedeció a John y dirigió el barco hacia el centro del remolino. Ruffus Allard únicamente pudo ser testigo de cómo una mano gigante salía desde el remolino y agarró el barco para luego meterlo. Los agentes se sujetaron con todas sus fuerzas y contuvieron la respiración a medida que el agua los cubría. Observaron claramente las criaturas nadando a su alrededor. Todos eran gigantes. La mano seguía bajando hasta entrar a un abismo donde todo se volvió oscuro y el agua fue drenada. John iluminó con sus orbes de luz. Aunque hubiera preferido no hacerlo. No era fácil asimilar encontrarse atrapado en la boca de una criatura desconocida.
—John, has escuchado esta frase tantas veces—dijo Maura con mucha pena—. Pero, ¿en qué mierda pensaba tu padre con estos desafíos?
—Desde que iniciamos esta búsqueda, me he hecho la misma pregunta—confesó John con una sonrisa incómoda. John observó a Hikari temiendo bajar del barco y se dirigió a este—. Será mejor que vengas con nosotros.
Hikari bajó tembloroso del barco y se unió a los agentes.
—En esta ocasión, separarnos está prohibido—advirtió el vampiro—. No sabemos en qué criatura estamos, así que dejaremos que la copa nos guíe.
John sacó la copa que se movía de forma inestable. Pudo sentir un magnetismo halando de su mano, así que emprendieron su marcha. Lo que los rodeaba no era más que una piel rosada y algunos restos de animales. Era asqueroso a simple vista, pero aguantaron las náuseas. Al final del camino se dieron cuenta que todos los accesos estaban bloqueados.
— ¡Maldita sea!— bramó Bull lleno de frustración—. ¡Ábrete de una vez! ¡Abracadabra!
—Sí, como si eso fuera a funcionar—le dijo Wallace burlándose.
Para sorpresa de todos, se escuchó un sonido proveniente desde el punto de partida. Era como si se estuviera abriendo una compuerta. John lanzó un orbe de luz a esa dirección. Estaban en problemas. Todo se fue llenando de agua hasta llegarles al cuello. La garganta de la criatura les abrió paso, cayendo por una especie de tobogán. En el trayecto, la copa de John salió disparada sin haberla tocado, provocando una abertura. John entró de inmediato y con ayuda de su telekinesis, trajo a los demás con él.
Iluminó de nuevo con los orbes y siguieron a la escurridiza copa hasta otro lugar cerrado. Ahí mismo se encontraba un cofre. Parecía un poco tonto la facilidad con la que llegaron a él, así que se prepararon ante cualquier trampa. Wallace se agachó a abrirlo y pegó un brinco del susto. Dentro del cofre había lampreas que saltaron para luego multiplicarse. Sin embargo, fue muy fácil destruirlas con las lanzas de John. Wallace se acercó nuevamente al cofre, esta vez encontrando un círculo mágico.
—John, ven acá—llamó al vampiro—. No entiendo mucho de magia, ¿qué es esto?
—Es un engranaje mágico—le contestó John y se agachó para observar meticulosamente—. Lo mejor sería que te apartaras. Funciona como candado y si te equivocas puede lanzar trampas.
John introdujo sus manos dentro del círculo y comenzó a modificarlo. Thomas sintió que algo se levantaba en su hombro y cuando volteó a ver, Devi, el pequeño diablillo se había materializado. Devi fue a ayudar a John y se metió al cofre para colocar sus manos. Una corriente de energía electrocutó a John, quien a pesar del dolor seguía reescribiendo el círculo. Estaban sorprendidos de que el diablillo los siguiera, ya que pensaron que se había quedado en el purgatorio. El pequeño fue inmediatamente a apoyar a John. Después de unos cinco minutos, pudieron desbloquear el engranaje. Otro cofre apareció dentro y John lo abrió. Ahí se encontraba la verdadera copa, que tenía relieves en forma de relojes de arena.
— Vaya, querido John—era Ruffus Allard—. A pesar del contratiempo, me hicieron más fácil encontrar la copa—. De la espalda de Ruffus salieron dos brazos que sujetaron fuertemente a John—. Realmente me agradan, chicos, pero necesito la copa.
El lunar de agua atrajo las dos copas con telekinesis, pero Wallace y Thomas dispararon con sus bláster al vampiro, sin que este pudiese reaccionar. En el momento que las soltó, Maura cubrió sus pies de la energía ámbar y las tomó. Mientras que Bull liberó a su amigo cortando los tentáculos, aunque estos volvieron a regenerarse en la espalda de Allard.
—Chicos, ya les dije que no quiero pelear—dijo muy decepcionado—. Solo entréguenme las malditas copas, ni siquiera tengo intención de matarlos. Prometo dejarlos vivos. Se los juro por la señora Lilith.
—A nadie le importan tus promesas—le dijo John disparándole flechas de luz—. ¡Adelántense! Bull y yo nos encargaremos de él.
—¡Entendido! —respondieron al unísono los agentes.
Allard planeaba algo en contra de sus amigos. John lo sabía con tan solo verle la mirada. Sin embargo, confiaba que juntos podrían solucionar la situación. John invocó a Tempest y a Yuki-Onna, las cuales logró fusionar en una sola lanza a través de un círculo mágico.
— ¡Fusión espiritual: ¡Relámpago congelante! — exclamó John girando la lanza para luego soltarla.
Allard apenas podía ver la lanza moviéndose en ziz-zag por toda la habitación. Actuaba como espada chocando con sus armas de agua. Por otro lado, Bull se encargaba de cortar los tentáculos que abrieron paso a John.
Allard sacó un tercer tentáculo, pero John pudo desgarrarlo. Luego saltó y con su rodilla golpeó al Lunar mandándolo arriba. Mientras caía, John saltó nuevamente y lo golpeó varias veces hasta dejarlo inconsciente. John metió la lanza al Lunar, quien quedó en completa inmovilidad debido al hielo a su alrededor.
—Reconozco que eres más fuerte que yo—dijo Ruffus intentando levantarse—. Siempre he huido a las peleas. Mi forma de operar es mandar a mis subordinados a hacer el trabajo sucio, pero les suplico que no maten a nadie.
—Estamos en una guerra—le interrumpió John—. Ni siquiera a mí me gusta meterme en batallas, pero lucho por mis ideales. Me agradas, Allard.
—Lo mismo digo, John—dijo el Lunar sonriéndole, pero luego giró la cabeza, muy apenado—. Aprovechen para escapar antes que los atrape.
Para sorpresa del Lunar, ambos habían escapado. Eso lo terminó de decepcionar más. Al final no lo tomaban en serio. Fuera de la habitación, los agentes luchaban con clones de agua. Eran resistentes a balas y únicamente podían destruirse al golpearlos directamente, pero estos volvían a regenerarse. Lograron subir la catarata y nadaron al barco. Wallace y Thomas se encargaban de evitar que los clones subieran. Esto le dio tiempo a Maura de preparar la artillería pesada.
John y Bull se estaban acercando, así que el primero tomó al licántropo y saltó hacia el barco. Justo a tiempo, porque la boca volvió a abrirse para expulsarlos. La corriente los lanzó velozmente hacia la superficie del mar. Con mucha dificultad, Hikari pudo sacar el barco del remolino y alejarlo un kilómetro.
Desde el vórtice salió Ruffus Allard, determinado a recuperar las copas sagradas. Debajo del barco apareció un círculo mágico con un ojo, del cual dos manos gigantescas lo sujetaron. Después apareció una gigantesca criatura humanoide con grandes ojos blancos y de piel negra como el carbón.
— ¡Mierda! Es un Umibōzu—dijo John—. Son espíritus que suelen aparecerse a los náufragos. Allard debe haber hecho un pacto con él.
— Así es—confirmó el lunar que se encontraba parado detrás de ellos—. Soy el rey del mar, de los lagos y ríos. Donde sea que exista el agua, ese será mi dominio.
Los tentáculos de agua sujetaron a Maura intentando asfixiarla. Aun así, la agente Tates no estaba dispuesta a soltar las copas. Bull y Thomas la liberaron y continuaron luchando contra los tentáculos.
— ¡Akaname! — exclamó John.
John había invocado una lanza negra con lenguas y ojos en el bastón. Realmente era asqueroso de ver e incluso el hedor que desprendía era tan intenso que el Umibōzu desapareció. Akaname fue lanzada logrando cubrir a Allard de una sustancia viscosa que lo hizo caer al agua y todo a su alrededor se cubrió de la sustancia. Tomando la ventaja, Hikari se alejó del peligro y con ayuda de la magia de Tempest, pudieron llegar a tierra firme en menos tiempo.
***
Por la noche, el grupo se relajó en la sauna que poseía la familia Yamamoto. Todo el día había sido una odisea tratar de conseguir la copa. Así que los Yamamoto les brindaron un banquete para que disfrutaran. Escucharon las noticias de un atentado ocurrido en Venecia. El Clan supo que se trataba de Sawyer y Samuel Rhodes. Se preocuparon al no poder hacer nada, más que esperar que amaneciera y tomar el próximo vuelo.
Cuando todos se fueron a acostar, John se quedó analizando las copas y sus reacciones. Intentó destruirlas y fue cuando notó algo en particular. Había una que no reaccionaba. Cuando la acercó aún más a su vista, notó que no tenía el relieve de relojes. John la aventó al piso con fuerza, pero solamente consiguió que esta se volviera agua. Bull se levantó a ver lo que pasaba y encontró a John llorando.
—Hermano, ¿qué te ocurre? —preguntó tratando de entenderle.
— Bull—dijo John volteándolo a ver con lágrimas desconsoladas rodando por su mejilla. Además, le costaba mucho hablar—. Una de las copas no era real...Allard...Allard, ¡la sustituyó!
Bull lo abrazó.
—La recuperaremos luego, John—le dijo el hombre lobo—. Recuerda que el Clan Van Vonter ganará la guerra.
— No es solo eso—tomó de nuevo la palabra—. He leído las profecías de mi padre y no me siento preparado.
— No morirás—refutó Bull—. Deja de leer tantas tonterías, ¿no recuerdas que el destino puede cambiarse?
—En tan poco tiempo hemos formado una especie de familia con los chicos—comentó John limpiándose las lágrimas—. Si llego a morir, no permitas que el clan se separe. Has cambiado, hermano—. John llevó sus manos a los hombros de Bull y lo vio fijamente—. Thomas, Maura y los demás te hacen bien, al punto que ya los llamas por su nombre.
Bull se sonrojó.
—Solo promételo —suplicó el vampiro.
—Te lo prometo—le respondió topando su frente con la de su hermano.
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